Hay pasiones obstinadas, como la de Daniel Sargatal por enfrentar marcianos. En los 80, nuestro hombre desafió el autoritarismo que capeaba en la ciudad de Rosario jugándonse unas cuantas fichas. Pero terminó preso. Una citación del juez transformó el “delito” en el remate perfecto. A continuación del relato, pastillero sobre el legendario arcade cósmico
Por Daniel Sargatal
En la última dictadura, no sé si en toda la provincia de Santa Fe, que estaba en manos de la Marina, o sólo en Rosario, hubo una ley, decreto, o algo así, que prohibió los videojuegos a menores de 18 años.
Rosario tenía una siniestra e influyente «Liga de la Decencia» (presidida por el Arzobispo y el intendente) y su gemela «Liga de Madres de Familia». En una campaña que hicieron presentaban a los videojuegos como «primer escalón para el juego compulsivo y una adicción destructiva».
El periodista Evaristo Monti (*), un sujeto despreciable, encabezó esa campaña desde su programa de radio.
Testimonios de madres devastadas por los hijos que habían robado sus sueldos, joyas o ahorros para reventarlo todo en fichas del Pac-Man se escuchaban a diario.
El horror de los fichines era un asunto de «Salud Moral Pública».
Lo recuerdo muy claramente porque una tarde estaba jugando al Space Invaders en el buffete de un club del barrio cuando cayó una razzia policial. Todos los pibes que estábamos ahí terminamos detenidos. Nos llevaron a la Comisaría de Menores.
Me tuvo que ir a buscar mi viejo y bancarse que lo verduguearan con la posibilidad de perder la patria potestad, siendo él notoriamente incapaz de controlar las actividades de su hijo. Al año siguiente recibí una citación del juez de menores a nombre de Daniel Sargoman, sospecho que más por la incapacidad del sumariante que a una ironía, dado lo ridículo de la causa.
Esto pasó entre 1979 y 1980. Para cuando llegó el Doom yo ya era francamente irrecuperable.
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(*) Monti fue propagandista de la dictadura militar, extorsionador profesional y operador de la ultraderecha peronista. Acumuló un poder siniestro desde sus programas radiales y aunó en su persona las peores cualidades imaginables en un periodista.
EL VIDEOJUEGO NIPÓN EN DOS CLÁSICOS
LA BIBLIA DE LA INVASIÓN. El novelista británico Martin Amis estuvo entre los fanáticos del arcade cósmico. Y escribió la principal historia del Space Invaders: «La invasión de los marcianitos» (Malpaso Ediciones, 2015). El juego creado por el japonés Tomohiro Nishikado en 1978 era toda una novedad. Venía del Japón e hizo punta con la modalidad shoot ‘em ups, como se identifica a los juegos donde un sujeto o nave dispara, conmueve, disuelve o hace estallar enemigos. Amis se hizo adicto en una tienda de flipers de París apenas estrenó y hoy cree que se enganchó porque “ofrecía épica y dramatismo”. En 2016 Nexos publicó un anticipo de este brillante diamante literario.
MARCIANOS DEL PINOCHETISMO. En 2010 se publicó la nouvelle Space Invaders (Fondo de Cultura Económica) de la escritora y actriz chilena Nona Fernández Silanes (1971), quien construyó una historia basada en sus años en el liceo. Recuerdos, sueños y pesadillas de los ochenta crecen bajo la atmósfera opresiva de la dictadura del general Augusto Pinochet. Diferentes voces centellean entre desapariciones, exilios y la abominación cultural de la militancia política. La obra de Fernández –adaptada en 2021 al lenguaje teatral (foto, abajo)– sigue las etapas del videojuego y cuenta las formas de luchar contra unos marcianos que, definitivamente, no proceden del espacio exterior.
EL MITO DEL «ACAPARADOR DE YENES»
Según una leyenda urbana, tantos japoneses jugaban a Space Invaders que el exceso de fervor causó la escasez de monedas de 100 yenes, las que se usaban para el juego. En realidad, la producción de moneda disminuyó durante ese año. Aun así, el juego sigue en el Libro Guiness de los Récords como la máquina recreativa más exitosa de la historia a nivel comercial: sólo hasta 1982, vendió 350.000 máquinas y facturó U$ 2.000 millones en todo el mundo, pisándole los talones al Pac-Man. La consola Atari 2600, la primera versión doméstica del videojuego, alcanzó el millón de unidades vendidas.
CUANDO SPACE INVADERS COPÓ AL MUNDO A TRAICIÓN
En 1998, un artista francés conocido solamente por su apodo, Invader, comenzó a colocar en diferentes edificios de París una serie de mosaicos con los que diseñaba los “personajes pixelados” de Space Invaders. Acto seguido, convocó a los fans de su página web a replicar las instalaciones en lugares emblemáticos de sus países, o el sitio del paisaje urbano donde las pudieran colar, y les pidió que fotografiaran los resultados. Así, hoy en Europa, Estados Unidos, Argentina, Australia… (“en más de 65 ciudades de 33 países”, según Wikipedia) pueden encontrarse huellas de aquella “invasión viral” pionera. Este ejemplo de viralización de «meme artístico» es un caso histórico, ya que es previo a la invención y proliferación de las redes sociales. Los últimos golpes de Invader –quien desde hace lustros vive de recrear marcianos– son dignos de una paciente recorrida.
BONUS TRACK. Para los lectores que escanean hasta el último bit de este blog: Entrevista Tomohiro Nishikado, creador de Space Invaders y padre del videojuego japonés
NOTA: Esta sección la escriben los lectores de Factor. Enviá tu historia a aagostinelli@gmail.com
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