El 20 de julio de 1969 la misión Apolo XI llega al satélite terrestre y un hincha de Independiente busca con desesperación la verdad: saber si, como cuenta la leyenda, Neil Armstrong llevó un banderín del club a manera de cábala. Este es el resultado de su investigación.
Por Claudio Gómez *
¿Llegó, en verdad, el hombre a la Luna? Por extraño que parezca, hay gente que sostiene que no, que jamás, que la epopeya de Armstrong, Aldrin y Collins no fue un sueño cumplido de la humanidad, sino un fraude gigantesco, un megafraude, el fraude más grande de la historia.
Dicen que el alunizaje fue una puesta en escena organizada por la Nasa en un remoto desierto de los Estados Unidos (pongamos, de Arkansas), que las fotos son dudosas, trucadas, photoshop antes del photoshop, y no sé cuántas cosas más. Créanme: la duda acerca de si el hombre llegó o no a la Luna me afecta como hincha de Independiente.
El hecho es que, de la mano de los hombres, viajan los banderines. Si no entienden de qué hablo, tengan paciencia. Ya verán que todo tiene que ver con todo.
Hago contacto en La Plata con alguien que, me dijeron, puede orientarme. Se llama Luis Burgos y hace más de treinta años que investiga el fenómeno ovni. Y tiene ganas de hablar. Saluda y se mete de lleno en la polémica de la Luna.
–Soy un pionero, uno de los primeros en sostener la teoría de que el hombre no llegó a la Luna –dice, orgulloso.
Cada hombre se ufana de lo que puede: Neil Armstrong, de haber sido el primer hombre que dejó estampada su huella en la superficie de nuestro satélite natural; Burgos, de ser el primer argentino que proclamó que Armstrong era un mentiroso. El ufólogo que se ufana ignora cuánto me afectan sus palabras.
Le exijo pruebas que sostengan su teoría. Burgos me abruma: dice que Rusia iba ganando la carrera espacial cómodamente y que no se entiende cómo fue posible que los Estados Unidos llegaran primero a la Luna, si los rusos pusieron el primer perro, el primer mono, el primer hombre y la primera mujer en el espacio, hicieron la primera caminata espacial y dieron la primera vuelta alrededor de la Tierra; dice que en la Luna no hay atmósfera y que, por lo tanto, las sombras que se ven en las fotos deberían tener el doble del tamaño que tienen; dice que años después un científico que colaboró con el proyecto Apolo, Bill Kaysing, escribió un libro titulado Jamás fuimos a la Luna; dice que en otra foto aparece un móvil lunar que por su dimensión jamás podía haber entrado en el módulo que utilizaron para aterrizar.
Estoy preocupado. Si Burgos tiene razón, si los indicios que enumera son ciertos, entonces Armstrong y los suyos nos engañaron a todos, pero sobre todo a los hinchas de Independiente. Si Burgos dice la verdad, entonces Armstrong mintió cuando dijo que llevó consigo en la Apolo XI un banderín del Rojo; entonces hicimos mal en regalarles carnets de socio a él y a sus colegas (¿o debo decir secuaces?) Edwin Aldrin y Michael Collins.
–¿Puede la Nasa mentirle a todo el mundo todo el tiempo?
–Sucede que esa misión no podía fracasar. Fue uno de los grandes hitos de la humanidad del siglo pasado y había millones de televidentes de todo el mundo esperando la hazaña. El objetivo de ese fraude fue ganarle una batalla estratégica a Rusia. A veces hasta llego a pensar que hubo un pacto, si no, no se entiende el mutismo de los rusos.
En la vitrina de la sede de Independiente, en Avellaneda, hay un recorte de un diario. Está entre las copas, los trofeos, las plaquetas, entre los testimonios de la gloria que pocos clubes del planeta Tierra atesoran como Independiente. Si evitamos que el brillo de las copas nos encandile, digo, descubriremos en la sede del Rey de Copas un recorte de una vieja revista partidaria: “El día que el Rojo llegó a la Luna”. La historia que cuenta es sencilla y magnífica. En 1969, antes de que la Apolo XI despegue hacia la Luna, el secretario de Cultura y Relaciones Públicas del club, Héctor Rodríguez, razonó:
Armstrong, Aldrin y Collins van a ser los héroes más grandes del siglo: tienen que ser socios de Independiente”.
A través de la Embajada de los Estados Unidos, Rodríguez les envió a los astronautas los carnets de socios honorarios, tres banderines y equipos completos de Independiente para sus hijos. Pero la historia no termina ahí. Ya veremos cómo sigue. Volvamos, por ahora, a nuestro ufólogo.
Burgos dice que no es ni un improvisado ni un charlatán, sino un escéptico que tiene el coraje de denunciar el poder monopólico de la Nasa, autora intelectual de gran parte de lo que, a falta de mayores precisiones, denominamos ovnis. “El 90 por ciento de lo que se sospecha como ovni es confusión: planetas, globos, aviones, fenómenos naturales; el 9 por ciento tiene origen norteamericano, y el uno restante lo dejo para la duda”, explica.
Antes de abandonar La Plata, se me ocurre preguntarle a Burgos de qué cuadro es, pero rápidamente desecho la idea. Después de semejantes revelaciones, quedaría fuera de contexto si abordara un tema que podría considerar trivial. De cualquier modo, regreso a Buenos Aires con mi sospecha: vive en La Plata, lo más probable es que sea de Estudiantes o de Gimnasia. Por una razón o por otra, lo más probable es que odie a Independiente. Si simpatiza con el equipo donde nació Carlos Bilardo, no hay nada más que decir: estoy ante un adversario futbolístico y, diría, ideológico, que disputó recordados duelos con el Rojo a mediados de los 60 y principios de los 80. Si Burgos es de Gimnasia, entonces nunca se va a olvidar del gol de Javier Mazzoni que le frustró el campeonato del 95.
Si Burgos vive en La Plata, entonces, tiene intereses creados para defender la teoría del fraude lunar.
Otro especialista en ovnis, Dante Franch, me ofrece mayores garantías de imparcialidad. Franch me cita en un bar del barrio de Chacarita, frente a la estación, a la vuelta del cementerio. Es investigador, como Burgos, pero su currículum tiene un valor agregado: asegura que tuvo contacto con extraterrestres.
–¿Cuál es su teoría acerca de la llegada del hombre a la Luna?
–El hombre llegó a la Luna. De eso no hay duda. Es cierto que por entonces Rusia llevaba la delantera en la carrera espacial, pero los Estados Unidos decidieron incrementar su presupuesto espacial en 20 mil millones de dólares para ganar esa carrera.
–Sin embargo, hay quien sospecha que se trató de una gran farsa.
–Todos los supuestos datos que apoyan esa teoría son refutables.
–Entonces, usted puede confirmar que Armstrong fue el primer hombre que pisó la Luna…
–De eso no tengo ninguna duda.
Respiro aliviado. Franch agrega, además, que en la Luna hay una base extraterrestre, habitada por seres provenientes de distintos sistemas estelares, y que los de la Apolo XI tuvieron contacto visual con esa base.
–¿De dónde obtiene tanta información?
–Desde que tengo uso de razón siempre hubo cosas que se me han mostrado: a los 5 años, una voz interna que me hablaba; a los 9, vi la primera nave; después empecé a recibir mensajes, información que me quedaba grabada en la cabeza. Era una voz de mujer con mensajes muy breves y precisos, con datos: “Andá, a tal hora, a tal lugar”.
El 20 de enero de 1980, sentado en el borde de su cama, Franch escuchó otra vez la voz de la mujer. De pronto, todo lo que lo rodeaba se tiñó de blanco. Se vio dentro de un tubo de luz que lo levantó de la cama, le hizo atravesar el techo de su casa y lo introdujo en una nave espacial.
Estuvo entre 40 y 50 minutos con una “mujer” y dos “hombres”. El tamaño de la hembra duplicaba al de las mujeres terrestres. Sobre el tamaño de los machos no ofrece mayores precisiones. La hembra, según Franch, tenía el cabello largo hasta los hombros, tez muy blanca, pómulos salientes, boca y nariz pequeñas; los hombres eran rubios. Los tres usaban uniformes enterizos con un rayo dorado en el pecho. No se comunicaban con palabras: todo era telepático. Los extraterrestres acostaron a Franch en una camilla, lo revisaron, sin tocarlo, y le dijeron que provenían de planetas que giran alrededor de la estrella Maya.
No sé si Franch dice o no dice la verdad. Y lo que es peor, todo lo que dice me tiene sin cuidado. Pretendía hablar con él sobre Armstrong y la Luna, y me enroscó en una historia de extraterrestres de enterizos con rayo dorado. Puede que Franch no haya sido la persona indicada para develar la incógnita. Lo admito. Decido, entonces, probar con Jorge Olguín. No, no se trata del talentoso marcador central que jugó en Independiente a principios de los 80. Es Jorge Olguín, el profesor, y puede darme algunas respuestas mucho más útiles para mi vida de hincha que su homónimo ex jugador. Necesito saber si los socios 80.399, 80.400 y 80.401 de Independiente (Buzz Aldrin, Neil Armstrong y Michael Collins, claro) viajaron o no a la Luna. Tengo que saber qué pasó. Tengo que saber si Independiente es el único equipo con dimensión interplanetaria. Esa historia se viene transmitiendo de generación en generación entre los hinchas de Independiente desde hace 40 años. La historia convierte a Independiente en algo más que el Rey de Copas: en el Rey del Cosmos.
En noviembre de 1969, Neil Armstrong visitó la Argentina en medio de una gira que lo llevó por todo el mundo para contar su experiencia. Rodríguez, el dirigente que asoció a los astronautas a Independiente, fue invitado a una recepción que la Embajada de los Estados Unidos le organizó al héroe. Aquella tarde, traductor mediante, Armstrong le agradeció a Rodríguez por los regalos que le había enviado y le confesó que había decidido llevar el banderín durante el viaje a la Luna a manera de cábala.
Si el hombre no estuvo en la Luna, ¿por qué nos engañaría Armstrong con especial animosidad a los hinchas de Independiente? ¿Para qué sumar una mentira más a la gran farsa? Quiero creer en Armstrong. Necesito sacarme la duda. Olguín dice que es la persona ideal para ayudarme, no porque maneje datos precisos, sino porque puede comunicarse telepáticamente con alienígenas que sí los manejan. Es algo así como un médium de extraterrestres.
Olguín ofrece algunas garantías de la seriedad de sus “amigos”: en 1997, uno de los seres con los cuales se contactó le anticipó que en el centro de la galaxia había un agujero negro, agujero que un telescopio óptico infrarrojo descubrió catorce meses después. Desde hace cuatro años viene diciendo que los planetas importantes del sistema solar son doce: recién a mediados de 2004 la ciencia le dio la razón cuando descubrió a Sedna.
El profesor, entonces, me invita a participar en su consultorio de una sesión telepático-mediúmnica con un extraterrestre. Me dice que puedo hacer las preguntas que quiera, pero que es probable que el extraterrestre no pueda contestar algunas. No me explica por qué, pero supongo que debe ser porque no existe ningún ente en el universo que tenga todas las respuestas.
El profesor se saca los lentes, cierra los ojos y respira profundo. Lento y profundo, tres o cuatro veces. Aún con los ojos cerrados, comienza a hablar:
–Mi nombre es Ketter, soy El Anciano de los Días. Me comunico mediante mi parte espiritual. Soy un ser que está encarnando en este momento en otro sistema estelar. He venido a dar mensaje y a poder salvar algunos interrogantes.
–¿De dónde es usted?
–El planeta se llama Aní: estoy en un sistema estelar vecino, a menos de cincuenta años luz del sistema solar. A los planetas de otros sistemas los denominamos con el nombre de la estrella y el número de circunvalación: a la Tierra, por ejemplo, la llamamos Sol 3, porque es el tercer planeta del sistema solar.
–¿Cómo es usted, físicamente?
–Soy de rostro amarronado, con algunas arrugas, de una estatura un diez por ciento inferior a la del humano medio terrestre. Con una contextura que podría soportar la atmósfera terrestre.
–Ketter, busco una verdad…
–Hace 10 millones de años, cuando vuestra raza no existía, había vida en Sol 2, lo que ustedes denominan Venus, y también en Sol 4, planeta al que denominan Marte.
–¿Habla de vida similar a la terrestre?
–Puedo hablarle con más propiedad sobre los marcianos. Eran seres más endebles, con una atmósfera mucho más liviana, que no podrían haber resistido la gravedad terrestre. Seres que en la Tierra pesarían menos de 40 kilos. Fueron diezmados por una gran enfermedad, que puede ser similar a la varicela, que cambió sus cepas y que no podían combatir. Esa epidemia diezmó a Marte en un 99 por ciento. Escucho a Ketter y pienso que ha leído a Ray Bradbury, o bien Ray Bradbury conoció a Ketter antes que yo, porque el relato se parece mucho al libro Crónicas marcianas.
–¿Qué pasó con el uno por ciento restante?
–Se refugiaron en el interior de Marte, hasta que llegó una raza de otro sistema, se contactaron y abandonaron el planeta.
–¿Dónde están ahora?
–En otro sistema estelar.
–Ketter, hubo un viaje a la Luna, un banderín…
–En Sol 3 hay seres de otros planetas.
–¿Dónde?
–En el país del Norte.
–¿En los Estados Unidos?
–Sí, por supuesto.
–¿En la Argentina hay seres de otros planetas?
–Hubo bases en ese cerro que tienen en la provincia mediterránea.
–El Uritorco…
–Así es.
–Tengo una gran pregunta que hacerle.
–Mi receptáculo está muy desestabilizado, le pido que dejemos los interrogantes para un próximo encuentro.
–Espere Ketter, por favor, Neil Armstrong, el viaje a la Luna, el banderín del Rojo…
–Les mando toda mi luz. Soy Ketter, El Anciano de los Días.
El extraterrestre eludió mi pregunta y su voz, muy similar a la de Jorge Olguín, se desvaneció en el aire. Como nadie, hasta ahora, me ha ofrecido evidencias definitivas de lo contrario, he decidido seguir creyendo. El hombre (el socio) estuvo en la Luna y llevaba consigo un banderín de Independiente…
Héctor Rodríguez, el impulsor de la idea, se sacó la duda cuando estuvo cara a cara con el primer hombre en pisar la Luna. Fue a fines de 1969, luego de la hazaña espacial de la que muchos todavía desconfían.
Ahí está la foto. Es una prueba, un documento. Ahí está, enmarcada, en las legendarias vitrinas, rodeada de copas y de gloria. El blanco y negro refleja la época y los protagonistas de ese momento que sería histórico. Aparecen cuatro dirigentes de Independiente cuando le entregan los carnets de socios, las camisetas y los banderines a la representante cultural de la Embajada de los Estados Unidos para que se los envíe a los astronautas a la Nasa. Ahí están, hace cuarenta años, el presidente Nicolás Arias, Pedro Iso, Boris Lisnovsky –actual vicepresidente– y Héctor Rodríguez, el ideólogo, que por entonces era Secretario de Cultura del club.
En el primer piso de la sede nadie habla de fútbol: la campaña del equipo del Tolo Gallego no incentiva demasiado, es cierto, y además desde hace unos cuantos años la gente del Rojo está prácticamente resignada a contemplar festejos ajenos. Por eso el tema, ahora, es otro: ese episodio que hace cuatro décadas le dio a Independiente dimensión universal. “En ese tiempo nos podíamos dar ciertos lujos –explica Boris Livnosky, que por entonces era Tesorero del club y firmó los tres carnets que les enviaron a los astronautas–. Pensá que el equipo venía de ganar el Nacional 67, y se estaba armando la base del plantel que años después arrasó con las Libertadores. Acá había una movida cultural muy intensa, porque podíamos darles lugar a muchas actividades que son ajenas al ámbito deportivo”.
En ese contexto en el que los dirigentes escuchaban propuestas porque el fútbol no era un problema, el Secretario de Cultura hizo una oferta: organizar una muestra en el hall de la sede, referida a la carrera espacial que había impulsado Estados Unidos. Rodríguez, entonces, se vinculó con la embajada y recibió maquetas, réplicas de las naves, trajes, fotos y demás objetos para exponer. Fue el comienzo de la gran historia.
Con la muestra en pie, el dirigente pensó en los astronautas y tuvo una segunda ocurrencia, que coronó con esa frase magnífica que hoy, cuarenta años después, todavía repite: “Estos hombres van a ser héroes, van a entrar en la historia de la humanidad. ¡Tienen que ser socios de Independiente!”. Meses después del alunizaje, Rodríguez tuvo en la Embajada de los Estados Unidos ese encuentro revelador con Neil Armstrong. “Yo hablaba algunas palabras en inglés, él algunas en español, y con la ayuda de una traductora nos hicimos entender”, recuerda hoy el ex dirigente.
–¿Y qué le dijo Armstrong? Le pido, por favor, que sea lo más preciso posible. No olvide que fue un diálogo histórico.
–Sí, sí, entiendo. Le cuento: me comentó que Independiente había sido el único club del mundo que había tenido ese gesto, que lo había sorprendido mucho, y que entonces decidió llevar el banderín a la Luna como cábala…
–¿Qué opina, Rodríguez, de los que sostienen que ese viaje fue un fraude, el mayor engaño a la humanidad?
–Alguna vez escuché algo, pero me tiene sin cuidado: yo hablé con Neil Armstrong, y él me garantizó que el banderín llegó a la Luna en la Apolo XI. ¡Los que inventaron esas versiones deben ser hinchas de Racing!
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Claudio Gómez, nacido en Valentín Alsina. Estudió periodismo en TEA, donde dicta clases desde 1996. Escribió en las revistas La Maga, Descubrir, Luna, Hombre, TXT, El Gráfico, Mavirock y Sudestada, entre otras. Hoy es editor de la sección Deportes del diario Perfil. En 2015 publicó el libro Maten al rugbier, sobre las historias de los veinte jugadores desaparecidos de La Plata Rugby Club. Es también autor de El Partido Rojo, prologado por Eduardo Sacheri. Fue uno de los finalistas del II Concurso de Cuentos de Fútbol Roberto Santoro, organizado por Ediciones Al Arco, con un relato que se publicó en la antología Jugá conmigo.
Primera publicación: edición julio 2009 de la revista El Gráfico