En 1947, la noticia de la llegada de naves de otros mundos originaba una nueva religión. Hoy, sus devotos acuden a los llamados “centros de energía” con la ilusión de contactarse con fuerzas espirituales más elevadas, representadas por los hermanos cósmicos. En Isidris, ubicada en algún lugar del cerro Arco, Mendoza, los meditadores son acompañados por una legión de Guías de Luz.
Una crónica publicada hace 25 años por la revista argentina Descubrir.
Tenían los ojos entrecerrados, las palmas hacia el cielo y el cuerpo en posición de loto. Los jóvenes no tenían más de veinte años y flanqueaban el sendero de piedras de colores que lleva hacia la cima del cerro Arco, situado en la orilla mendocina de la Cordillera de los Andes. El antropólogo español Ignacio Cabria García, un grupo de músicos amigos y quien escribe, marchábamos al encuentro de Isidris, un santuario con un prestigio cósmico similar al de Erks, cerca del cerro Uritorco, Córdoba. El nuevo enclave no es tan popular como el del cerro Uritorco. Pero corre con una ventaja: queda a menos de diez minutos en auto del centro de Mendoza.
El grupo de meditadores apareció justo cuando nos habíamos resignado a no encontrar el centro energético, una roca aplanada a la que Kervher, en su libro Isidris, Ciudad Dorada Intraterrena, atribuye propiedades curativas. Kervher, nombre cósmico de Verónica Lizana, una analista de sistemas convencida de que ella nunca hubiese escrito ese libro si no fuera porque el comandante Nhemmok se lo dictó por psicografía (una antigua técnica espiritista de escritura en trance).
Desde 1993, los buscadores de ET en la Tierra convirtieron el texto de la contactada cuyana en un verdadero best seller subterráneo. ¿Qué es Isidris? Se supone que una ciudad alienígena que se deja ver de vez en vez, sobre todo entre quienes “están dispuestos a creer en lo que ven con cualquiera de los sentidos ultradimensionales”, en palabras de Kervher.
Nuestro grupo no aspiraba develar enigmas insondables. El plan era reconocer el sitio hacia donde peregrinaba el nuevo culto, un lugar en la montaña donde nadie alcanzaba distinguir el menor vestigio de fenómenos sobrenaturales, salvo el fantasmal juego de luces y sombras proyectado por la precordillera a la hora del crepúsculo. La tarde se desvanecía. Sin linternas, la oscuridad volvería difícil el regreso.
–¿Falta mucho para llegar a Isidris?, preguntó Cabria al primer contactado que interrumpió su meditación para saludar a los visitantes.
–Ahora están en el portal. Pero no intenten verlo; está en otro plano dimensional. ¿Alguno de ustedes medita? Lo ideal es que, antes de entrar, pidan permiso a los Hermanos Superiores. Si lo hacen, Ellos los acompañarán, sentirán la energía cósmica del lugar y a lo mejor hasta les dejen ver Isidris.
Los jóvenes suben al cerro una vez por semana. Tiempo atrás habían integrado un grupo que sigue las enseñanzas del conde de Saint Germain, un ocultista cuya figura fue recogida por la Teosofía a quien los contactados modernos otorgan un alto rango en la jerarquía espacial. “Por la vuelta no se preocupen” –advirtió el más locuaz. “Los Guías les iluminarán el camino”. La frase no parecía alegórica. “Cuando regresen, verán sus luces al costado del camino. Si las siguen, no se van a perder”, aclaró. El grupo retomó la marcha. “Sigamos, pero no esperen que los Guías nos iluminen –rezongó Baushir, un escéptico músico bahiano– no me los imagino interesados en orientar a un tour de herejes iconoclastas”. La fe de Baushir, templada en el esotérico trópico del Amazonas, era la más dura de roer.
De regreso, la sonrisa irónica del expedicionario mudó en una mueca de fascinación: esa noche, en efecto, volvimos escoltados por una miríada de misteriosas lucecitas que alumbró el camino hasta el pie del cerro. ¿De dónde provenía el resplandor? Revelar la identidad de los Guías de Isidris sin encuadrar el fenómeno en su contexto equivale a informar, sin más, que el sacerdote católico bebe la sangre de Cristo durante la ceremonia de la Eucaristía.
NEOESPIRITISMO
–¿Ovnis? Vean, yo paso noches enteras acá arriba y nunca vi nada del otro mundo. Los que siempre ven algo son los chiflados de Isidris, que se juntan por allá, a la vera del río seco.
Dijo el empleado de una televisora, que volvía de revisar la antena clavada en la cumbre. En algo Kervher tiene razón: para ver hay que creer. Pero ¿son chiflados quienes se toman en serio sus creencias? Por lo pronto, hasta ahora, Verónica no lucró a expensas de la fama que cosechó en los círculos ocultistas ni parece interesada en tener seguidores.
–Una vez estaba en el cerro con un grupo de lectores y algunos me dijeron: ‘¡Guianos vos, Kervher, que conocés todos los secretos! Entonces prendí un cigarrillo, los miré a los ojos y les dije: ‘Yo no soy una elegida; no soy mejor ni peor que ustedes. No voy a decir lo que tienen que hacer, sólo deben hacer caso a sus corazones’. Desde entonces sólo subo a meditar con grupos chicos, y voy sin avisar para evitar tumultos.
Verónica descubrió Isidris en 1990, justo cuando se extendía la sospecha de que el auge esotérico alentaba el crecimiento de sectas peligrosas. Tal vez por eso no firmó el libro con su nombre terrestre ni se hizo cargo del contenido, que atribuye a Nhemmok, el comandante estelar.
Kervher se quedaría más tranquila si supiera que ella es el último eslabón de una cadena que, en la Argentina, empieza en diciembre de 1952, cuando los hermanos Jorge y Napy Duclout se anticiparon a la experiencia de George Adamski en Monte Palomar, California: el libro Los Platos Voladores. Origen, Estructura y Destino de los Duclout se publica tan sólo un año antes que Flying Saucers Have Landed, la primera obra de Adamski, el profeta cósmico más popular de los EE.UU.
Las hermanos Duclout participaron en sesiones espiritistas desde 1932. Por entonces convocaban a un espíritu que les asesoraba en los negocios y les revelaba tecnologías psíquicas “que en el futuro serán algo de todos los días”. El médium no contactó directamente con los seres del espacio, lo hizo con “el espíritu de un ingeniero de talento” que conocía desde 1935. En 1952, el espíritu en cuestión comienza a transmitir Información Universal en una prosa llena de tecnicismos, que reflejaba los ingenuos conocimientos de la época. Los platos venían de Ganímedes, sus tripulantes explicaban que se desplazaban por “electromagnetismo” y “antigravedad” y vaticinaban el fin del mundo para 1967. Pero no había de qué preocuparse: los ganimedianos ayudarían a la Tierra. El padre de los Duclout, un ingeniero francés comprometido con la incipiente aviación argentina, los introdujo en el espiritismo kardecista. Jorge dirigió desde 1928 la primera revista técnica argentina y publicó libros dedicados a la electrónica y a la radiestesia.
Cuando en 1991 el sociólogo francés Jean Bruno Renard, de la Universidad de Montpellier, escribió un ensayo sobre los cultos platillistas, concluyó que los primeros contactados provienen de un ambiente técnico y son “herederos de los médiums espiritistas” –si es que no son las mismas personas, completó la idea el estudioso italiano Massimo Introvigne.
El platillismo adamskiano aterrizó en los medios argentinos en 1958: Oscar Pérez Alemán y Agapito Millán, de la Asociación Universal Metapsíquica (AUM), anunciaron comunicarse con los Hermanos Mayores por “telepatía o recepción intuitiva”, la llegada masiva de los platos voladores y el inicio de un espiritualismo científico, profecía ésta que –New Age mediante– puede darse por cumplida.
El uso del castellano antiguo; la apelación a la fraternidad universal ante una catástrofe inminente; las “energías negativas” que inhiben el éxito de los “encuentros programados” y otras creencias clásicas entre los contactados de la vieja ola subsistirán en los grupos modernos, aunque incorporadas como artículos de fe en grupos más compactos y jeraquizados.
LA RELIGION DE LAS LUCIERNAGAS
Para el sociólogo J. Gordon Melton, “el relato de los contactados gira en torno a la relación más bien parasitaria que tiene la religión ocultista con la ciencia popular y la investigación de lo paranormal”. Lo ejemplifica con casos como los de Emanuel Swedenborg, quien asegura haber visitado todos los planetas del sistema solar menos Urano, Neptuno y Plutón –que en 1750 existían aunque nadie los hubiera descubierto–, y Hélène Smith, quien dio detalles de los “canales” de Marte en 1890, diez años después de que el astrónomo Percival Lowell difundiera el hallazgo, luego desmentido. “Esa constante relación con el error científico, sugiere Melton, sirve para concentrarse en la verdadera intención de este material, que es ofrecer reflexiones morales, metafísicas y teológicas sobre las áreas de la ciencia y la sociedad que el contactado considera cruciales”.
Con todo, para muchos bien pensantes las afirmaciones de los contactados son incomprobables. Pues bien, chocolate por la noticia. La mirada sobre el universo de la religión ovni se reacomoda si se advierte que el tipo de respuestas que buscan sus fieles no son científicas sino trascendentales, y menos racionales que espirituales.
–De manera que ustedes son los Guías. Alucinante. Eso dijo Baushir cuando notó que los benévolos seres que iluminaron el camino hasta el filo de la noche no eran alienígenas sino “meros” bichitos de luz.
¿Cómo hubiesen reaccionado los porteros de Isidris ante esa explicación prosaica? Se hubieran encogido de hombros o, tal vez, hubieran dicho que lo importante no era la naturaleza de las luces, sino lo que representan.
La excursión mostró, una vez más, la delgada frontera que separa a la ciencia de la fe.
La búsqueda de Isidris dio una lección de tolerancia, y también de humildad: la religión de las luciérnagas, en el fondo, no le tenía mucho que envidiar a otras creencias de fin de milenio.
El juego de espejos de los infinitos credos devuelve una imagen más completa del hombre que se pregunta por el sentido de su existencia, y que ahora atiende el llamado de dioses tecno, hechos a la medida de las preocupaciones de la época. Otros, los que se preguntan por la “sin razón” de la fe ajena, rara vez se detienen a valorar el sentido de las creencias diferentes, por más extravagantes que parezcan.
UNA MISA POR EL COMANDANTE NEHMMOK
El extraterrestre Nhemmok (dibujo de Fedhar, a la derecha), un ser con rango de comandante en la Confederación Intergaláctica, no es un personaje de Star Trek, aunque su existencia también se relaciona con la ciencia ficción. Con una gran diferencia: Spock , el racional vulcano que popularizó la saga, surgió de la imaginación de un escritor; Nhemmok, en cambio, tiene un origen religioso: emergió de la experiencia mística de una joven que lo adora como a un santo.
No es la entidad más conocida: la teología del nuevo panteón espacial tiende a reivindicar a Ashtar Sheran, otro jefe alienígena a quien algunos comparan con Jesús.
En 1991, el contactista Grupo Alfa compró terrenos y recibió un mensaje de Soltec, quien proclamó a la zona del Challao “tierra de elegidos”. Otros, como los seguidores de Sixto Paz Wells, sueñan con recibir un gesto alentador del ganimediano Oxalc. Allí muchos creen que “el Himalaya se mudó a los Andes”, una idea trasandina del esoterismo popular, y organizan grupos destinados a encauzar “el flujo energético” que emana aquella geografía.
A 20 km. de Uspallata está la finca del grupo La Misión. Lo lidera Perla Edith Perviú, también conocida como Madre Isis o Madre Magnética, quien fue nada menos que la iniciadora de Kervher.
En 1980, Perla convocó a sus discípulos a la costa del Atlántico para “conjurar un terrible maremoto”. Esa temporada el oleaje fue apacible. Por supuesto, los meditadores “detuvieron el cataclismo” que ella misma –y no los meteorólogos– había anunciado.
¿El comandante Nhemmok pariente cercano de Juan El Bautista? ¿Hay que santiguarse ante cada resplandor sospechoso? Dios, dicen, está en todas partes. Y ésta es una sentencia que, a la luz de las luciérnagas de Isidris, los agnósticos no tendrán más remedio que aceptar.
Según una encuesta realizada en 1994, dos de cada diez bonaerenses creen que los ET influyen en la vida cotidiana.
La religión ovni, quizá, vale una misa.
¿Quiénes son los contactados? Del médium espiritista al “hombre-antena” del siglo XX
* El modelo de trascendencia y perfección es el encarnado por los extraterrestres, seres espiritual y científicamente superiores a los hombres. No faltan los ET “negativos”, entidades que pretenden interferir en los planes del Creador.
* Ecologistas, vegetarianos y pacifistas, los contactados se sienten “ciudadanos planetarios” y creen en “un plan de evolución para expandir la conciencia”.
* Herederos de espiritistas y canalizadores de entidades espirituales, los “antena” o contactados reciben mensajes por escritura automática o chanelling (canalización). Otros aseguran mantener encuentros físicos o comunicarse por telepatía.
* Esperan un Cristo esotérico a quien equiparan con Buda o Mahoma, pero también con los comandantes de las flota de la Confederación Galáctica (Ashtar Sheran, Adoniesis, Oxalc…) o maestros ascendidos teosóficos como Kuthumi o Saint Germain.
* Tienen sus propios textos sagrados que leen como testimonios de la injerencia de los “hermanos del espacio” en la historia de la humanidad.
* Son catastrofistas, en el sentido de que anuncian acontecimientos apocalípticos que destruirán la Tierra o revelarán una nueva era de paz.
* Su mesianismo descansa en la creencia de que los ET se presentarán en público de un momento a otro. El plan debe ser preparado por una minoría consciente o iluminada.
* Son milenaristas: esperan la Segunda Venida de Cristo (a bordo de una nave espacial camuflada en una nube) o la llegada de los hermanos cósmicos que anunciarán el inicio de una era dorada.
* Hablan con naturalidad de “campos de energía”, “radiaciones”, “neutrinos”, etc. Esa pátina de cientifismo no es un “disfraz pseudocientífico” (con el que pretenderían hacer pasar “gato por liebre”, o traficar magia usando un ropaje científico) sino un lenguaje simbólico donde prevalece la intención de transmitir vivencias antes que atribuir a sus experiencias un estatus científico.
* No rechazan a la ciencia, pero la consideran insuficiente para explicar sus experiencias o los fenómenos misteriosos en que descansa su sistema de creencias.
Primera publicación: Revista Descubrir Año 5, Nº 59. Junio de 1996. © Alejandro Agostinelli. (Se agregaron algunas modificaciones al texto y fueron restituidas partes mutiladas en el original). Para imprimir nota de 1996 descargar pdf de Academia.Edu
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