¿Cuándo viró el ateo-escepticismo a la derecha y renunció al pensamiento crítico?

Hace pocos días, Daniel Galarza Santiago publicó en Factor un ensayo donde presenta la agenda del llamado «Nuevo Ateísmo» (la incidencia del feminismo, la posmodernidad y los reclamos de justicia social) y toma partido en torno a una discusión cada vez más política que divide las aguas del movimiento. En sintonía, Maik Civeira extiende su mirada hacia otros sesgos de la política identitaria del ateo-escepticismo militante y advierte que cierta clase de ataques contra el anti-racismo, el feminismo y los derechos LGBTQ revelan el menguante espíritu crítico y el preocupante corrimiento de algunos influyentes protagonistas de este colectivo, quienes pasaron de la convicción de su propia superioridad intelectual a sostener o acompañar posiciones de extrema derecha.

Por Maik Civeira

Entre agosto de 2019 y febrero de 2020, los periodistas David Osorio y Gretchen Mullen publicaron un intercambio en el que se lamentaban cómo el posmodernismo, la política identitaria y la justicia social habían destruido al movimiento ateo y escéptico. Daniel Galarza, de El Escéptico de Jalisco, ya tiene una serie de objeciones muy puntuales al texto de Osorio y Mullen, y creo que no hace falta más. En cambio, quise escribir un ensayo más general sobre algo que ha venido mal desde hace tiempo en el movimiento escéptico[1].

Pero, antes de empezar, hagamos algunas aclaraciones. Estrictamente, el escepticismo y el ateísmo no son lo mismo, pero, en la realidad, como movimientos, se superponen casi en un cien por ciento; o sea, comparten casi todos los mismos foros, publicaciones, eventos y personalidades destacadas. En este ensayo, cuando me refiera a uno, estaré hablando de ambos.

Habrá quien quiera zanjar la cuestión negando que existe tal cosa como un “movimiento” porque no hay un liderazgo ni se expiden membresías. Es una movida deshonesta: movimiento no significa club o partido. Si un conjunto de personas pueden ser ateas o escépticas, eso no implica que tengan ninguna otra característica en común. Pero, en los hechos, hay un montón de individuos que comparten ciertas creencias y valores, manejan discursos similares, repiten los mismos puntos argumentativos sobre los mismos temas, siguen a las mismas figuras señeras e impulsan objetivos comunes para incidir en la sociedad y la cultura.

Se sobreentiende que voy a hablar de generalidades. Sabemos que en todo hay diversidad. Si usted siente que las críticas no aplican a usted o a sus conocidos, entonces no las tome como tales. No tengo nada parecido a “cifras exactas del porcentaje de ateos y frecuencia con la que han hecho esto o estotro”; éste no es un estudio sociológico, sino una serie de observaciones y reflexiones basadas en mi experiencia de años en el escepticismo en línea.

I. Introducción

Hace años cuando Movimiento Black Lives Matter («La vida de los negros importan») estaba empezando, David Osorio había querido “desmentir con datos duros” la narrativa de que existe un sesgo racista en la policía de Estados Unidos. Pero esos “datos duros” a los que Osorio apelaba, (compartidos de un post de Facebook de un policía negro), fueron refutados por el doctor Phillip Stinson en un artículo de la BBC. Los verdaderos datos duros nos muestran que, si eres negro, tienes casi tres veces más probabilidades de morir a manos de la policía que si eres blanco, como lo demuestra este artículo de Snopes. Vaya, Osorio cometió un error. No pasa nada, todos nos equivocamos a veces, nos dejamos llevar por alguna pieza de información sin verificar, compartimos alguna noticia falsa. Errare humanum est. Pero no es la primera vez que esto sucede.

Cuando David Osorio celebró la vergonzosa chorrada Peter Boghossian como si fuera una brillante refutación contra el feminismo y el posmodernismo, Boghossian había logrado publicar un texto paródico en una revista de ciencias sociales y lo presentó como si hubiera sido una contundente demostración de que los estudios de género estaban tan corrompidos por el posmodernismo que cualquier galimatías sin sentido podría engañarlos. Sin embargo, Boghossian no hizo público –y Osorio nunca admitió por más que se lo señalaron– que el texto en cuestión había sido rechazado en su primer intento, y sólo lo aceptó una revistucha sin proceso de revisión por pares que, además, cobra a sus colaboradores por publicar. (El drama completo está por acá.)

Entonces, ¿cuál es el problema aquí? ¿Para qué estoy sacando a colación los errores de Osorio? ¿Acaso quiero desprestigiarlo con mezquinos ataques ad hominem? No, quiero señalar la existencia de sesgos recurrentes y bastante obvios. Todos cometemos errores y nos dejamos engañar de vez en vez. Pero yo invitaría a David a preguntarse: ¿por qué se dejó engañar precisamente en estos casos? Creo que confirmaban sus prejuicios sobre los movimientos por la justicia social, en particular el antirracismo y el feminismo.

[NOTA: En una versión anterior de este texto, atribuí a David Osorio el haber compartido esta gráfica en Facebook. Estoy casi seguro de haberla visto en los círculos ateoscépticos, porque, según quienes la compartían, desmentía con datos duros la creencia de que hay un problema de racismo sistémico en los EE.UU. David me asegura que él no la compartió y le tomo la palabra. La memoria me falló y el sesgo de confirmación hizo el resto. Como dije, Errare humanum est. Me disculpo sinceramente por la equivocación.]

No es el único que comete esos errores. Como veterano escéptico de la blogósfera, atestigüé cómo el movimiento se configuró en las redes sociales[2]. Vi sus mejores momentos y me congratulé de ser parte de una causa que, hasta la fecha, me parece justa y necesaria. También fui testigo de una tendencia entre varias de sus figuras (blogueros, youtubers, columnistas, o simples comentaristas usuales, tanto en inglés como en español), que desarrollaban una hostilidad cada vez más virulenta contra los movimientos por la justicia social: feminismo, antirracismo, activismo lgbtq+, etc.

Empecé a ver cómo esa hostilidad llevó a muchos a compartir discursos con personajes cuyos valores se contraponen por completo a los ideales del escepticismo, incluyendo a figuras de extrema derecha. Vi cómo viralizaban textos de Christina Hoff Sommers y Camille Paglia, dos charlatanas cuyas afirmaciones han sido desmontadas, pero que “refutan el feminismo”. Los vi compartiendo el video “Por qué no soy feminista” de la supremacista blanca Lauren Southern. Leí cómo repetían narrativas falsas, propias del neofascismo, según las cuales había ciudades europeas donde primaba la ley sharia. Noté cómo apelaban una y otra vez a Quillette, publicación con artículos llenos de sesgos, falacias y falsedades, pero enemiga de los movimientos por la justicia social.[3]

ANTIFEMINISTAS. Christina Hoff Sommers, Camille Paglia y Lauren Southern. Retuiteadas y citadas por los «nuevos escépticos».

Llegamos a un punto en que buena parte de la bandita escéptica olvidaba el rigor cuando se trataba de la justicia social. Que, cuando había que atacarla, ya no importaban los “hechos y lógica”. O más bien, creyeron que cualquier cosa que fuera contra la justicia social era “hechos y lógica”. Dicho de otra forma, se podía notar entre ciertas personalidades del escepticismo un sesgo irracional muy fuerte contra los movimientos por la justicia social, uno que les hace apagar el pensamiento crítico cuando se tocan estos temas. Pero, ¿por qué precisamente estos temas?

II. Yo estuve ahí, Gandalf. O cómo llegamos a esto

Las raíces del moderno movimiento escéptico se hunden en la década de los 70 a partir de la fundación del Committee for Skeptical Inquiry. Su vertiente actual nace en la década de los dosmiles con la llegada de la Internet 2.0 y el auge de la blogósfera y YouTube, cuando entusiastas de la ciencia, el escepticismo y el ateísmo comenzaron a encontrarse en línea y formar redes.

Yo estuve ahí, Gandalf, hace tres mil años. Habíamos leído los mismos libros, admirábamos a los mismos intelectuales, y unos a otros nos enseñamos a reconocer pseudociencias, detectar bulos, y analizar argumentaciones en busca de falacias. Nuestros objetivos usuales eran los blogs de misteriología, los creacionistas y otros literalistas de la Biblia, las medicinas milagrosas y las cadenas de información falsa.

Luego algo pasó. El feminismo y otros movimientos por la justicia social empezaron a ganar tracción y sus reclamos saltaron al discurso cotidiano, sobre todo en los medios y las redes sociales. Así, comenzaron a aparecer, con cada vez mayor frecuencia, textos, videos y podcasts escépticos que pretendían refutar postulados del feminismo o los excesos de la corrección política con la misma seguridad con la que antes habían refutado la teoría de los alienígenas ancestrales. Visto en retrospectiva, esto ya lo han señalado varios veteranos de YouTube, incluso entre quienes fueron cercanos al escepticismo (ejemplos aquí, aquí y aquí): algunos creadores de contenidos fueron centrándose más y más en el ataque contra la justicia social, al punto en que terminaron dedicándose casi sólo a ello.

Quizá este cambio de dirección recibió un impulso de los ilusionistas Penn & Teller, quienes en su programa Bullshit! (2003-2010) exponían y desmontaban fraudes pseudocientíficos, afirmaciones sobrenaturales y productos milagrosos. Loable labor, pero resulta que también incluían contenidos contra el ambientalismo (haciendo negacionismo del cambio climático), el control de armas o la corrección política. Fueron de los primeros comunicadores a los que vi representar a las universidades como “campos de radicalización hacia la izquierda” por sus políticas a favor de la inclusión y la diversidad.

EL TRASPIÉ DE PENN & TELLER. Introdujeron en sus programas su ideología libertariana con argumentos sesgados, sin el escepticismo que ejercieron contra pseudociencias populares.

¿Qué sucedió aquí? Resulta que Penn & Teller son bastante de derechas y de hecho Penn Jillette es miembro del Cato Institute, un think tank libertariano. El problema no es que expusieran sus opiniones políticas, a lo que tienen derecho, sino que, para empezar, eran bastante falaces, y para acabar las colaban en un programa que supuestamente tenía como objetivo desmontar pseudociencias y supersticiones, como si sus apologías políticas fueran parte del mismo esfuerzo. Lo cual se convirtió en una característica de muchos creadores de contenidos escépticos, tanto celebridades profesionales como interneteros amateurs: el presentar sus filias políticas como si fueran tan sólidas como los hechos científicos que divulgaban, y a las posturas contrarias como si fueran tan supersticiosas como las maguferías a las que combatían.

En 2011, en el marco de la World Atheist Convention de Dublín, Rebecca Watson habló del acoso que había recibido como mujer joven dentro del movimiento; esa misma noche, un sujeto desconocido intentó abordarla, de forma por demás insensible e impertinente, en un ascensor. El incidente, conocido popularmente como ElevatorGate, desencadenó burlas, críticas, amenazas y acoso por parte de propios y ajenos. Figuras relevantes del movimiento se posicionaron, como P.Z. Myers a su favor o Richard Dawkins en su contra. En los meses que siguieron, otras mujeres dentro del movimiento alzaron la voz.

DAWKINS, UN LAMENTABLE TRASPIÉ (*). Primero minimizó el acoso del que fue víctima una compañera y luego ensayó una suerte de disculpa. Foto: Carmen Valinio

Vinieron otros escándalos. Personajes prominentes del escepticismo, el ateísmo y la divulgación científica fueron acusados de cosas que van desde hacer comentarios racistas y misóginos hasta el acoso sexual. Ante este panorama, muchos optaron por el camino de la autocrítica, mirar hacia dentro de sus espacios e instituciones para ver qué se estaba haciendo mal y cómo corregirlo. Otros prefirieron ponerse a la defensiva y descartar esas acusaciones como otro ejemplo de la histeria de «los Guerreros de la Justicia Social que estaban destruyéndolo todo». Muchos siguieron en lo suyo, tratando temas de ciencias y pseudociencias sin meterse en otros asuntos.

Desde 2015, cuando el conjunto de movimientos de extrema derecha conocido como la alt-right empezó a ganar notoriedad, y Donald Trump se convirtió en su campeón, ciertas figuras notables de la escepticósfera empezaron a mostrar abiertamente no sólo su hostilidad a los Justicieros Sociales sino su franca simpatía por la extrema derecha. Otros tantos simplemente se posicionaron en un falso justo medio, trazando equivalencias espurias entre la justicia social y la ultraderecha, clamando que estaban contra “ambos extremos”, pero sólo esforzándose contra uno de ellos. La cosa es que hubo de todo, incluyendo muchos intermedios en un amplio espectro.

Casi una década después de ElevatorGate, en 2020, Kavin Senapathy publicó el ensayo The Skeptics Movement Can’t Afford to Ignore Racial Inequality («El movimiento escéptico no puede permitirse ignorar la desigualdad racial»). La revista Skeptical Inquirer, donde ella colabora, reaccionó borrando todas sus notas (aunque tras el escándalo las volvieron a subir). El hecho reveló que los sesgos sobre la justicia social seguían muy vigentes, que los reclamos contra el sexismo y el racismo serían tomados con hostilidad, incluso en instituciones serias y prestigiosas.

SKEPTICAL INQUIRER LA «RETÓ». Kavin Senapathy, escritora, periodista y conferencista sobre ciencia, salud, alimentación y crianza de los hijos, es cofundadora de SciMoms.com. Por una nota que no gustó la quisieron borrar de la revista.

III. Skeptiscism so fragile

Pero, ¿de dónde venía esa hostilidad? No voy a mentir: entre los Social Justice Warriors (Guerreros por la Justicia Social, SJW por su sigla en inglés) encontramos mucha irracionalidad, e incluso antirracionalidad (tipo, “la lógica y la ciencia son inventos opresivos del hombre blanco”), actitudes dogmáticas que no le envidian nada al fundamentalismo religioso, apologías de supersticiones y pseudociencias (la prominencia de la astrología en el feminismo, por ejemplo), y culposa indulgencia a las religiones (en especial si no son occidentales, como el Islam). Eso se suma a una actitud muy común en los SJW, más dados al sermoneo y el regaño que a la persuasión. Todo esto bien puede explicar parte del rechazo de los escépticos a esos movimientos.

DERECHOS CIVILES. En vez de centrarse en aspectos cuestionables de los «Guerreros por la Justicia Social», los nuevos ateoescépticos toman la parte por el todo para alinearse con la derecha y extrema derecha. Foto: Jonathan Bachman/ Reuters

Pero sí sólo el afán de luchar contra lo irracional moviera a los escépticos para atacar a estos movimientos, evitarían caer ellos mismos en sesgos tan de principiante. Más aun, no ignorarían los discursos perfectamente racionales, basados en hechos y evidencias, informados por las ciencias y desarrollados con toda lógica, de los que no escasean entre los SJW. Para muestra de esfuerzos por divulgar estas causas con verdaderos “facts and logic” están edutubers como ContraPoints, Shaun, Innuendo Studios, e incluso personalidades que son escépticos y social justicieros a la vez, como Rebecca Watson.

Alguien me comentó una vez que es malo defender buenas causas con malos argumentos, como muchas veces hacen los SJW, pero es peor no sumarse a una buena causa a pesar de que tenga buenos argumentos, como a menudo han hecho aquellos escépticos que insisten en tomar los ejemplos más obviamente absurdos para rechazar a toda una serie de movimientos sin más.

Una hipótesis señala que el movimiento escéptico estuvo, desde el inicio, conformado mayoritariamente por hombres blancos nerdosos, tanto sus intelectuales de cabecera como sus fans. Es decir, se trata de una identidad privilegiada. Recordemos que el punto del “privilegio” es precisamente reconocer que el lugar que una persona ocupa en la sociedad le trae ciertos sesgos y prejuicios, ciertos puntos ciegos que sólo se pueden superar con un esfuerzo honesto y consciente.

Los movimientos de justicia social irrumpieron en escena con una serie de reclamos contra las estructuras de poder que sostienen la supremacía racial y de género (entre otras). Muchos hombres blancos percibieron estos movimientos como ataques contra ellos, un reto a prejuicios interiorizados que hasta entonces no habían tenido que cuestionar, una satanización de su identidad como hombres blancos, o de plano una amenaza a sus privilegios, y entonces reaccionaron con hostilidad.

Es decir, el rechazo viene no del ejercicio del pensamiento escéptico y racionalista, ni del amor por la ciencia y los “valores de la Ilustración”, sino de los prejuicios y sesgos propios de la identidad que configuraba el grueso de la demografía del movimiento ateoscéptico. ¿Por qué un escéptico, ateo y humanista secular, amante de la ciencia, escucharía a un cristiano conservador jungiano lacaniano (**) que dice tantas y tan notorias falsedades como Jordan Peterson? Porque éste ofrece el reconfortante mensaje de que feministas y activistas lgbtq+ están mal.

Ésta es sólo una hipótesis que no está en mis posibilidades comprobar. Sin embargo, eso explicaría también por qué fue tan fácil arrojar a jóvenes ateos y escépticos hacia la alt-right, un movimiento que apela al “orgullo herido” de ser hombre y blanco y que, por la misma razón, penetró fácilmente en otras tribus digitales con similar configuración demográfica, como los gamers, los geeks y los libertarianos.

IV. Soy intelectual, muy inteligente

Otra explicación propuesta señala que, irónicamente, el escepticismo resultó tener mucho de movimiento identitario. Digo que es irónico, porque los escépticos suelen decir que están en contra de la política identitaria, las más de las veces sin saber lo que eso significa.

Ya en 2015, un artículo titulado A Disease of Scienceyness acusaba cierta tendencia de los “fans de la ciencia” de favorecer el cultivo de su identidad en línea sobre aplicar con rigor los principios del pensamiento científico y racional. Es decir, la cosa era más bien de reafirmarse como “uno de los inteligentes y racionales” que de hacer contribuciones de valor. Si quienes leen estuvieron en redes sobre escepticismo habrán notado más un afán por regodearse en el sentimiento de superioridad intelectual y burlarse de los magufos que otra cosa.

Creo que muchos escépticos caímos (aquí me incluyo) en la trampa de pensar que habíamos descubierto la clave del razonamiento correcto y verdadero. Nos convencimos de que habíamos alcanzado la Racionalidad como un yogui alcanza la Iluminación[4]; que ahora sólo pensaríamos y creeríamos cosas cien por ciento racionales, y que, si llegábamos a creer o pensar algo, era porque debía ser cien por ciento racional. De la misma forma, creímos que si rechazábamos una idea o planteamiento era exclusivamente porque éste era irracional. Así, acabamos racionalizando los prejuicios que traíamos.

Creímos que, como habíamos entendido por qué la ufología, la astrología, la homeopatía o la acupuntura son patrañas, habíamos quedado inmunizados para siempre contra todas las patrañas. Pero hay patrañas más sofisticadas e insidiosas que otras, y muchas se pueden disfrazar de racionalidad. Ese afán por “lógicos” nos hizo vulnerables a un montón de discursos que casi sólo tenían que decirnos “Hey, tú eres de los que aman la ciencia y la razón, ¿verdad? Pues esto es ciencia y razón: ámalo”. Y, resulta que eso disfrazado de factsanloyic correspondía con prejuicios interiorizados. Así, a muchos nos vendieron no sólo el antifeminismo sino cosas como racismo científico, neodarwinismo social, economía austríaca, transfobia, islamofobia, negacionismo de las opresiones sistémicas, etcétera [5]. Es decir, pseudorracionalismo y pseudoescepticismo, derecha clásica travestida de Ilustración.

Hablando de la derecha, charlatanes ultraconservadores como Ben Shapiro (y sus imitadores tercermundistas como Agustín Laje) convirtieron en mantras frases como “a los hechos no les importan tus sentimientos” o “dato mata relato”. Digo que son mantras, porque estos sujetos se la pasan soltando mentiras y falacias, y parecen creer que con decir “facts and logic” mágicamente las convierten en hechos y lógica. Por lo menos a sus seguidores parecen convencerlos.

Luego están todas las patrañas de la Intellectual Dark Web (IDW) Esta última es un conjunto laxo y heterogéneo de campeones de la deshonestidad que se disfrazan de “centristas racionales” que, mientras impulsan una ideología conservadora disfrazada de “ciencia establecida”, se la pasan cascoteando, o tirando cascajo, a la izquierda (y sólo a la izquierda). Se presentan como valientes pensadores racionalistas que no tienen pelos en la lengua, a quienes atacan por decir verdades incómodas. En realidad, los atacan por decir falsedades demostradas que alientan el sexismo y el racismo; su discurso, se ha estudiado, también sirve como puerta de entrada a la alt-right.

El problema principal no es tanto que algunos escépticos hayan abrazado las ideologías de extrema derecha (aunque eso es ya bastante malo), sino que otros muchos sigan haciéndole el juego. Recuerda: los fascistas no requieren necesariamente que te vuelvas fascista; les ayuda que ataques a quienes ellos odian. Se sabe que los contenidos anti-SJW son una de las puertas de entrada a la alt-right. Los movimientos por la justicia social son el principal enemigo de los nuevos fascismos, que en gran parte son reacciones contra sus avances en las últimas décadas.

Por ejemplo, desde la IDW se ha difundido la idea de que se vive una “crisis de la libertad de expresión”, que los campus universitarios en EE.UU. y en todas partes ya no se puede decir nada que vaya en contra de la ideología hegemónica, ni siquiera hechos científicos demostrados, y que todos están vigilados como en una distopía orwelliana neoestalinista.

Es una narrativa que no se corresponde con la realidad, como se puede leer aquí, aquí, aquí y aquí, pero que muchos escépticos racionales se han comprado [6]. Resulta útil para empujar la idea de que “la corrección política se ha salido de control”, hacer de cuenta que el peligro es la izquierda queriéndolo censurar todo, y no las formas de opresión contra las que esa izquierda alza la voz. Últimamente, el “pánico anti-progre” favorece a quienes quieren preservar o fortalecer esas estructuras de poder, es decir, la derecha en general y la extrema derecha en particular.

Ojo: no estoy diciendo “nunca hay que criticar a los SJW porque eso es dar armas a los nazis”; la crítica, por supuesto, puede ser válida (y hace falta). Pero debe ser intelectualmente honesta, no basada en hombres de paja sino en un entendimiento de lo que se critica y, sobre todo, sin alimentar narrativas falsas que promueven el odio.

Después de todo quizá el problema no es endémico del movimiento escéptico, sino que son los mismos problemas de sexismo, racismo, clasismo, etcétera, los que permean toda la sociedad, y ese mismo rechazo a los movimientos por la justicia social está en todas partes porque se trata de una crítica al statu quo y siempre es más fácil dejarse llevar por “la normalidad” que empezar a cuestionar esa normalidad. Quizá dentro del escepticismo y el ateísmo hubo siempre gente con tendencias derechosas y gente con tendencias izquierdosas, pero no lo notamos hasta que se empezaron a discutir ampliamente estos temas. Quizá es un poco de todo.

V.- El panorama actual

Cuando irrumpieron con fuerza el feminismo de tercera y cuarta olas, el movimiento por los derechos lgbtq+, movimientos antirracistas como Black Lives Matter, etc. Frente a luchas que trataban de asuntos vitales para miles de personas, ¿qué tenía que ofrecer el escepticismo?

En realidad, pudo haber ofrecido muchas cosas, en alianza con ellas, como enseñar a identificar información falsa y argumentos falaces y pseudocientíficos en el discurso de la derecha, por ejemplo. Pero algunos escépticos eligieron tomar estos movimientos como enemigos a vencer. Exagerando ciertas actitudes irracionales en su interior, los declararon irracionales en su totalidad. Y con ello eligieron el camino de la pequeñez y la irrelevancia.

Sintiéndose poseedores de una claridad intelectual intrínseca pensaron que podían opinar sobre cualquier cosa con conocimientos superficiales e invocaciones rituales a la lógica. Ignorando el significado de conceptos como “patriarcado”, “privilegio” o “interseccionalidad”, les dio por refutarlos con una confianza que sólo da el Efecto Dunning-Kruger. Sin entender gran cosa de filosofía, acabaron usando “posmoderno” con la misma discreción con la que la derecha más ridícula usa “marxismo cultural” o “ideología de género”.

En los últimos años las redes se llenaron de morritos exigiendo evidencias científicas en asuntos en los que no venía al caso hacerlo; jóvenes creyendo que podían descartar cualquier cosa sólo con enumerar nombres de falacias en vez de analizar honestamente lo que dicen las otras personas; intelectuales que fueron agudos divulgadores de la ciencia y refutadores de la superstición se convirtieron en ancianos que pelean con las nubes cuando se topan con temas que no entienden. [7]

En un mundo donde hace falta escepticismo para luchar contra las teorías de la conspiración, los antivacunas y los negacionistas del cambio climático, el ascenso de cristianos fundamentalistas a posiciones de poder, o el desmantelamiento de las instituciones científicas por parte de los gobiernos, muchos de sus activistas prefirieron lloriquear contra el feminismo, la corrección política y la cultura de la cancelación.

El resultado de todo esto fue alejar y predisponer contra el escepticismo a las personas que simpatizan con las causas de la justicia social. Digo, realmente, cuando una persona vive con el miedo y la furia de saber que están matando sistemáticamente a otras como ella, ¿cómo va querer escuchar a un tipo listo que se acerca y le dice “Ese problema ni existe; el verdadero peligro es la astrología”?

Lo cual es una lástima: como argumentaré en otro ensayo, estos movimientos necesitan el escepticismo. Pero no la versión burlona, simplista y altiva que ofrecen muchos escépticos en línea. Ésta sólo les ha hecho desconfiar de las apelaciones a la lógica, a la razón o a los hechos científicos; han aprendido a esperar un discurso malintencionado y despectivo detrás de estas presunciones de objetividad.

No fue la justicia social la que destruyó al movimiento escéptico; muchos escépticos se arruinaron a sí mismos en su afán de luchar contra los movimientos por la justicia social. Se dejaron llevar por temores y desdenes nacidos de prejuicios dignos de viejitos conservadores, y terminaron haciendo el ridículo.

Para ser completamente honestos, yo también he caído en muchos errores. Si he aprendido algo ha sido gracias a que tengo amistades que, por necesidad y supervivencia, están en los movimientos por la justicia social. Así que lo que tengo que decir a los escépticos es que empiecen a escuchar a estas personas con la mente abierta.

El escepticismo, como movimiento, sigue siendo necesario, pero no puede permanecer ajeno a las luchas sociales más vitales de nuestros tiempos; un posicionamiento es vital. Tiene que dejar atrás las concepciones ingenuas sobre ciencia y la racionalidad. Tiene que dar menos importancia al “quiero que me vean como intelectualmente superior” y más a la pedagogía y la divulgación.

Muchos escépticos dicen ser seguidores de los ideales de la Ilustración [8]. Pero la Ilustración no sólo fue un movimiento a favor de la ciencia y la razón, sino por la justicia y en contra de las estructuras de poder. Hoy en día parece que en muchos casos ambos anhelos marchan por separado.

Mi esperanza es que, por un lado, el pensamiento racional y la reivindicación de la ciencia, y, por otro, la lucha contra las injusticias sistémicas y la supremacía en todas sus formas, conformen una mancuerna permanente: en una mano tenemos los principios para pensar con claridad, y en la otra una brújula ética que guíe la lucha. Este anhelo se hace realidad en el trabajo de muchos otros divulgadores e intelectuales públicos, que han dejado atrás esa primera ola de escepticismo con su actitud de puertos jodones y sus opinócratas caducos. Creo que ése el camino para construir un mundo mejor.


REFERENCIAS

[1] Aquí habría quien quisiera zanjar la cuestión negando que existe tal cosa como un “movimiento” porque no hay un liderazgo ni se expiden membresías. Es una movida falaz: movimiento no significa club o partido. Tenemos más bien personas en diferentes lugares que comparten ciertas creencias y valores, manejan discursos similares, siguen a las mismas figuras señeras e impulsan objetivos comunes para incidir en la sociedad y la cultura.

[2] Estrictamente, el escepticismo y el ateísmo no son lo mismo, pero se superponen casi en un cien por cierto; o sea comparten casi los mismos foros, publicaciones, eventos y personalidades destacadas. En este ensayo, cuando me refiera a uno, estaré hablando de ambos.

[3] No tengo nada parecido “a cifras exactas del porcentaje de ateos y frecuencia con la que compartieron esta clase de contenidos”; éste no es un estudio sociológico, sino una serie de observaciones y reflexiones basadas en mi experiencia de años en el escepticismo en línea.

[4] Una cosa que he aprendido en la vida y en el estudio es que la racionalidad no es una cualidad que uno posea, sino un esfuerzo que uno hace en cada ocasión, y con distintos grados de éxito; que el éxito en un asunto no es garantía del éxito en cualquier otro.

[5] Un ejemplo de una trampa en la que yo mismo caí fue el pensar que la psicología evolutiva de la escuela de Santa Bárbara representaba el colmo de las ciencias de la mente. Luego aprendí que esta corriente está lejos de ser la más aceptada científicamente; por el contrario, es muy cuestionada, aunque se ha popularizado mucho fuera de los ambientes académicos. Hoy por hoy, desde la IDW hasta el movimiento misógino de la Píldora Roja apelan a la evopsic de Santa Bárbara para justificar las inequidades de género.

[6] Uno de los pocos textos en español sobre la IDW apareció en el portal de divulgación científica Xataka, donde el autor compra completita la narrativa de “la ciencia y la libertad de pensamiento están en peligro por culpa de la ideología progre”.

[7] Un ejemplo clásico y lamentable en las redes de habla hispana es el de Mauricio-José Schwarz, tan lúcido alguna vez para explicar asuntos como por qué la magnetoterapia es una charlatanería, acabó haciendo un ridículo tras otro en su cruzada contra la filosofía, o diciendo cosas como que si el racismo no es legal entonces no es sistémico, o que interseccionalidad significa que un negro rico está más oprimido que un blanco pobre.

[8] Luego uno se da cuenta de que no conocen muy a fondo esa filosofía.

EL AUTOR. Maik Civeira es un profesor, escritor y bloguero mexicano. Se autodefine como «friki de izquierda y nerd profesional». Es conocido en los Internetz como Ego. Este es el acceso a su más que recomendable blog.

(*) Nota del Editor: El epígrafe de la foto de Dawkins (titulada «DAWKINS MACHIRULO») fue modificado a raíz de la atendible crítica de un lector: es injusto transformar un eventual desliz en condición permanente de una persona.

(**) Corrección del autor: Quise decir, junguiano. Gracias Pedro Perucca.

RESPUESTA DE DAVID OSORIO. Fue publicada en su blog De Avanzada el 17/05/2021 como parte II de la réplica a Daniel Galarza titulada El Día que la Justicia Social Arruinó al Ateísmo.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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