Se esfumó como un ángel tecno, como si una pantalla se apagara. Pero nos deja recuerdos imborrables. Leonard Nimoy es, fue y será el Sr. Spock para todos nosotros. Sin embargo fue un artista integral. Su personaje había sido rechazado porque era “demasiado inhumano” y su religión, la religión de Star Trek, fue tema de la primera exploración etnográfica en el ciberespacio, allá por 1994. El extraordinario origen del saludo vulcano.
Al parecer no fueron suficientes los 190 millones de dólares que costó producir «Star Trek: Into Darkness» (2013) para convencerme. Quién sabe, a lo mejor es una gran película y un gran homenaje a la Serie Original. La testarudez no es sólo vulcana: el espíritu humano tiene sus caprichos. El nuevo Spock que yo había visto en los avances o en los afiches no era el nuestro, no era el que había encarnado Leonard Nimoy (1931-2015) en la primera Star Trek (Viaje a las estrellas, 1966-1969). Pues bien: no vi Star Trek de J.J. Abrams creyéndome esa tontería y justificándome en todos los capítulos que tengo pendientes de revisión de la serie original. Pero hay algo que hace a mi reacción más estúpida e ignorante: en el film Nimoy hace un cameo. Histórico, porque fue el último de la saga. El pasado 27 de febrero Nimoy falleció en su casa de Bel Air (Los Ángeles, EE.UU.). Tenía 83 años de edad.
Ahora, cuando sé que Nimoy no me puede leer, lo confieso: debí ser uno de los pocos trekkies que no le perdonó titular “Yo no soy Spock” (1975) a su primera autobiografía, y quizá fui el único que se sintió defraudado cuando tituló la segunda parte “Yo soy Spock” (1995). Y digo más: esa desesperación por desmarcarse/enmarcarse no tuvo sentido. Eso no significaba que hubiese modo de despegarse de un personaje que, sin embargo, ya había cobrado vida propia, llegando a dónde nadie había llegado. Spock siempre fue Spock. El personaje, esta vez, no se había devorado al actor. Nimoy, el actor, había entregado su esencia a un ícono de la cultura pop. Por ejemplo, el saludo vulcano acompañado por la frase “Larga vida y prosperidad” es inseparable de su propia biografía. Desarrollémoslo.
EL ORIGEN DEL SALUDO VULCANO
En 1967, mientras rodaban el capítulo de la segunda temporada, “Amok Time” (escrito nada menos que por Theodore Sturgeon), cuando la serie presenta por primera vez la cultura vulcana en su propio hábitat, a Nimoy se le ocurrió que su personaje debía expresar algún saludo protocolar. Spock debía regresar a Vulcano para aparearse con su prometida “o morir en el intento”, ya que el ritual estaba relacionado con el ciclo biológico vulcano.
Leonard recordó una ceremonia en la que participó con sus padres ucranianos y sus hermanos cuando él tenía ocho años de edad en una sinagoga ortodoxa, donde los sacerdotes bendijeron a la congregación.
“Yo estaba asombrado. No tenía idea de lo que estaban haciendo. Pero me causó una enorme impresión, lo sentí profundamente. No sé por qué se suponía que debía cubrir mis ojos. Más tarde supe que es la forma de la letra shin en el alfabeto hebreo. La letra shin es la primera letra de la palabra Shadai, que es el nombre del Todopoderoso” (cita completa).
El gesto procede de un ritual de los cohanim, los descendientes de los sacerdotes judíos que servían en el Templo de Jerusalén, quienes lo ejecutan con ambos brazos en horizontal y hacia adelante, a la altura del hombro. La idea de Nimoy fue aceptada, aunque él modificó el gesto, lo hizo con el brazo vertical y una sola mano, para hacerlo más parecido a un saludo.
Desde el comienzo Nimoy fue un activo co-productor de Spock, el oficial científico que no usaba delantal blanco ni parecía (demasiado) chiflado, había nacido en otro mundo sin dejar de empatizar con los humanos y se permitía ceder a los impulsos que heredó de su familia en Vulcano, su planeta natal, donde la religión también existía. Aparte de aquella boda de “Amok Time”, llamada pon farr (la mencionada ceremonia de apareamiento), era completada con el fal-tor-pan, el acto donde el moribundo puede recuperar su katra (alma), ya que entre los vulcanos ésta se puede transferir antes de la muerte, en una curiosa vuelta de rosca de la transmigración y que le iba a permitir regresar de la muerte en otra gran peli de la franquicia, «Star Trek III: En busca de Spock», dirigida por el propio Nimoy.
CEREBRAL Y RACIONALISTA COMO SÓLO UN E.T. ESCÉPTICO PUEDE SER
Spock era poco emotivo o, si se quiere, poco demostrativo. Y nunca sonreía (algo que pudo hacer Data, el robot que le sucedió en la “segunda generación” de la serie, gracias a que su creador le implantó un chip emocional).
La exagerada seriedad de Spock fue la razón por la cual el personaje al inicio fue rechazado por los directores de la NBC. «¡Es demasiado inhumano!», protestaron. (Posiblemente, el productor de la serie, Gene Roddenberry, les hubiese querido gritar: “¿ Y qué esperaban? ¡Es extraterrestre, pelotudos!!!”). Gene defendió a Spock a ultranza. “Es la esencia de la serie”, dijo. El tiempo lo reivindicó: Spock llegó a ser más popular que su superior al mando de USS Enterprise, el comandante James T. Kirk. El carismático oficial nunca renunció a su “inhumanidad”, de hecho cuando se retiró de la Flota Estelar regresó a Vulcano para seguir entrenándose en Kolinahr, una disciplina para eliminar toda rémora de sentimiento humano.
El gran mérito de Spock tal vez fue haber llevado “la lógica y la razón” (tan vulcanas, o tan infrecuente entre los terrícolas) a millones de espectadores. Pero también lo fue la naturaleza del personaje: su condición de híbrido (su madre era terrícola, y su padre, el embajador Sarek, vulcano) enseñó que la coexistencia entre “razas” dispares no sólo era posible, sino que podía llegar hasta la cama. Ciertamente, este concepto de integración abarcaba toda la serie, que no por nada surgió bajo la advocación de los benévolos tiempos de John F. Kennedy.
Entre las razones que aduzco para alimentar mi devoción primordial por Spock coincido (parcialmente) con un sujeto que me simpatiza poco. “Mucho antes de que ser nerd fuese “cool”, existía Leonard Nimoy. Leonard fue un amante de las artes y las humanidades, un partidario de la ciencia, generoso con su talento y su tiempo. Y, por supuesto, Leonard fue Spock. Frío, lógico, de orejas grandes y ecuánime, el centro de la visión optimista e inclusiva del futuro de la Humanidad de Star Trek”, escribió en su carta de despedida el presidente de los EE.UU. Barack Obama.
Otro grandioso legado de Nimoy fue su amistad con William Shatner, que en Hollywood es considerada legendaria. Los actores protagónicos de Star Trek aparecieron juntos por primera vez en «El Agente de CIPOL» («Man From U.N.C.L.E.»). En el capítulo «Proyecto Strigas”, emitido en 1964, Shatner encarnó a un empresario que debía convencer a un espía comunista (Nimoy) que tenía la fórmula para crear un nuevo gas nervioso. Tal vez por haber prodigado ese ejemplo de fraternidad los medios de espectáculos no le perdonaron su ausencia en el funeral.
Nimoy ya había participado en Dimensión Desconocida (The Twilight Zone, 1961), Los Intocables (1962) y Rumbo a lo desconocido (The Outer Limits, 1964). Poco después protagonizó a Gran París en Misión imposible (1970), una de espías en el contexto de la Guerra Fría. Su éxito galáctico no estaba escrito todavía.
TREKKIES EN EL CIBERESPACIO
Tampoco estaba escrito que su leyenda iba a triunfar en el ciberespacio. La filosofía vulcana, entre otras del universo Star Trek, fue una de las primeras que desembarcó en la web, bajo la forma de comunidades online de fans. Lo hizo tan prematuramente que la expresión internet todavía no había sido establecida. Además, el coro de voces trekkies inspiró la primera tesis sobre cómo se desenvuelve una nueva «religión informática», como se les llamaba en los noventa.
En 1994, gracias a un artículo que me facilitó el antropólogo Alejandro Frigerio, “Star Trek Fandom as a Religious Phenomenon”, supe que Michael Jindra había presentado una pionera exploración etnográfica donde revisa la historia y la práctica de los propios aficionados en las primeras redes informáticas, convenciones, clubes de fans y la literatura, insertándose su tesis en el contexto de la antropología de aquellos años, dedicada a buscar la religión en todos los ámbitos, incluidos los seculares.
“Ser trekkie, escribió Jindra, implica una sacralización de elementos de nuestra cultura junto con la formación de comunidades con prácticas reguladas que incluyen un ‘canon’ y una jerarquía. Ser trekkie también está asociado con un estigma popular que le da a los aficionados un sentido de persecución e identidad comunes entre los grupos religiosos activos.”
Jindra se interesó por los mundos alternativos creados por los fans, pero también por los desbordes religiosos provocados por los excesos de razón en la vida moderna. “Hay una paradoja, pues la ideología que aparece en Star Trek –y a la que adhieren muchos fans– es una expresión del racionalismo modernista mismo”. (1)
Hay que decir que Nimoy no fue un atento custodio de este perfil. De lo contrario no se explicaría su rol de conductor de ciclos como In Search of… (1976-1982) y Ancient Mysteries (1994-1998), programas éstos que cultivaron una pseudociencia que Spock no hubiera aprobado.
Pero Spock ganó y Nimoy fue el portador de su ADN. Así lo entendió también Sheldon Cooper en The Big Bang Theory cuando su amiga Penny le regaló una servilleta autografiada que el actor había usado para limpiarse. “¡Tengo el ADN de Nimoy!”, gritó un Sheldon eufórico. “¿¡Te das cuenta de lo que esto significa!? ¡Lo único que necesito es un óvulo sano y puedo tener a mi propio Leonard Nimoy!”. Y traicionando el espíritu desamorado de su admirado Spock, Sheldon abraza a Penny.
El sentido de la marcha de Spock –y también la de su mentor Roddenberry– fue empujar nuevas fronteras en un tiempo en que había que disimular para no ser vetado por «el sistema» (lo que hoy llamamos mainstream). El objetivo fue alcanzado y quizá –tratándose, apenas, de una serie de ciencia ficción– se trató de una de las misiones más extraordinarias del siglo XX.
Vamos a extrañar a Nimoy, pero no a Spock. Él sigue su larga vida en pos de la paz, el progreso y la prosperidad.
Nota
(1) No cabe duda de que el pionero estudio de Jindra da para más. “La religión de Mr Spock” fue el título de un artículo mío en “La Prensa” publicado el 2 de febrero de 1995. Casi nadie hablaba todavía de los trekkies, mucho menos de la religiosidad trekkie. Pero corrieron muchas katras desde entonces: mal no le vendría una actualización. Por cierto, está disponible en la red un trabajo de Jindra más reciente (2000): «It’s About Faith in Our Future: Star Trek Fandom as Cultural Religion», publicado en Religion and Popular Culture. Ed. Bruce David Forbes y Jeffrey H. Mahan. Berkeley/Los Angeles/London: University of California Press, 165-179. En 1999 fue publicada una obra insoslayable de Jennifer E. Porter y Darcee L. McLaren: Star Trek and Sacred Ground: Explorations of Star Trek, Religion and American Culture. Albany: State University of New York Press. Otros artículos están listados en la web de Porter: Sources for the study of Star Trek and Religion/Philosophy/Myth.
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