La Universidad del Centro de la provincia de Buenos Aires (UNICEN) auspició un ciclo de clases abiertas basado en la llamada Medicina Germánica del Dr. Ryke Geer Hamer. Dimos esa noticia y más información sobre esa pseudociencia criminal en el post anterior.
Pero había quedado pendiente un aspecto de la cuestión: la cosmovisión discriminatoria y conspiranoica que caracteriza a la medicina de Hamer.
Así es. Uno de los pilares de la «nueva medicina» de Hamer es el antisemitismo: los judíos, asegura, «no mueren de cáncer» porque “usan sus técnicas” para curarse. Eso explicaría, entonces, la persecución de la que él es víctima. Dice que la conspiración sionista pretende que sólo los judíos, y no los creyentes de otras confesiones, puedan disfrutar de sus “descubrimientos”.
Por Lucía Manucci
A veces es difícil evitar caer en la falacia ad hominem: si una persona tiene argumentos o características cuestionables, eso no implica que la totalidad de sus posturas e ideas estén equivocadas. En el caso del ex doctor Hamer existe una muy especial unión entre un claro antisemitismo y una forma de defender sus métodos. Lo cual nos lleva a pensar ¿podemos separar la nueva medicina germánica de la conspiranoia y la discriminación?
Ryke Geer Hamer asegura que sus técnicas y terapias funcionan. Y que en 1986 le quitaron el título de médico sólo porque era perseguido por una conspiración judía, aunque había sido acusado de mala praxis y por abrir una clínica privada ilegal; además, afirmaba que casi ningún devoto de esa religión muere de cáncer “porque utilizan sus métodos”. ¿Por qué lo persiguen? ¡Porque esa misma conspiración judía quiere impedir que personas de otras confesiones o ideologías los puedan usar!
“La mayoría de los oncólogos (alemanes) pertenecen a esta creencia. Tratan a sus pacientes judíos sin quimioterapia y a los no judíos con quimio”, aseguró Hamer. Según él, “miles de personas que se ven forzadas a utilizar quimioterapia y morfina mueren todos los días” (ver fuente original en web archive). Pese a que, claro, existe un método que salvaría esas vidas: el suyo. Hamer, obviamente, omite los números de sus propios pacientes fallecidos y atribuye toda la evidencia en su contra a la oscura mano de la conspiración.
Con el tiempo Hamer fue agregándole nuevos elementos a su conspiranoia. Por ejemplo, ha llegado a afirmar que él no trata a pacientes con el virus del HIV porque “sólo se trata de una alergia” y que, en realidad, lo que sucede es que “el tratamiento contra el supuesto virus es lo que está matando a la gente en todo el mundo”. Tampoco se privó de opinar acerca de la H1N1. “La campaña de vacunación contra la gripe porcina”, dijo en 2010, “sólo ha sido utilizada para marcar a la gente con microchips. En cada inoculación se inyecta un microchip en el cuerpo del paciente, que permanece durante el resto de su vida en el torrente sanguíneo. Es una técnica que hace mucho ha sido desarrollada por los servicios de inteligencia, y ahora está siendo usada como un método específico para diezmar a la población mundial.”.
EL INAUDITO CASO DEL FALSO RABINO. No obstante, una de las situaciones más descabelladas ocurrió cuando se conoció el caso del falso rabino. La noticia, fechada en 2008, aparece en diversas páginas que apoyan a Hamer. Allí vemos al ex médico junto a varias personas, incluido el “Gran Rabino”, el doctor “Esra” Iwan Götz, quien habría firmado un documento donde afirma que son ciertas todas las alegaciones de Hamer, le da toda la razón, pide que se termine el hostigamiento al que el creador de la nueva medicina germánica ha sido expuesto en las últimas décadas y que sus métodos sean accesibles. El problema es que Iwan Götz no es rabino. Las credenciales que presentó para probar su identidad eran falsificadas y su conexión con la colectividad judía está basada, en realidad, en sus repetidos intentos de negar el Holocausto. Y esto sólo para empezar, ya que ha sido sentenciado en numerosas ocasiones por difamación, posesión ilegal de armas de fuego, falsificación de documentos y otras actividades ilegales.
De vuelta a la dificultad de evitar caer en falacias. ¿Dónde colocamos a Hamer? ¿Dónde situamos a una persona que, para defender su teoría, en vez de ofrecer evidencia científica y pruebas se escuda detrás del discurso conspiranoico? ¿Cuánto es posible creerle a alguien que ni siquiera habla de “terapias complementarias” sino que lisa y llanamente llama “quimio-holocausto” a tratamientos que tienen validación científica y plantea que su método es la única opción válida?
Por si esto fuera poco, cuando por fin asegura poder demostrar que hay una persecución global en su contra, recurre Iwan Götz, un hombre que, cuando no se hace pasar por rabino (sin siquiera cambiarse el nombre), asegura que es el hijo de un “ex general ruso de la KGB”, que trabajó para la Stasi y, cuando no está haciendo nada de esto, participa en actividades organizadas por grupos de extrema derecha.
Para finalizar ¿cómo separar los prejuicios y ataques de Hamer de su teoría, si él mismo los utiliza como defensa?
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