En 1997, la revista Descubrir me encargó una sección dedicada a contar la vida de personas que por alguna razón, o por más de una, tuvieron vidas diferentes; originalmente, la iba a escribir un amigo, a estas alturas una leyenda: Fabián «Polito» Polosecki. De todas aquellas historias, que algún día exhumaré, hoy recordé mi encuentro con Coly Cordasco, un enano profesional que me enseñó cómo se ve el mundo desde 1,25 centímetros de altura.
Allá por 1997 el periodista Hugo García me pidió que empezara en la revista Descubrir una sección donde contara la historia de personas con vidas inusuales. Esa sección, “Vidas de otros”, era para Fabián Polosecki. Polo ya se había alejado de todo y vivía sus últimos días en una isla del Tigre. Hugo me dijo que había pasado semanas buscándolo para proponerle la idea. No llegó a tiempo. Lo que supo de Polo fue lo mismo que supimos todos: el 3 de diciembre de 1996 se había quitado la vida.
Hugo me pasó una mochila pesada. Que me encargase “Vidas de otros” supuso un gran desafío. Polito ya no estaba entre nosotros, pero yo todavía podía suplantarlo, si no en el mundo real, sí en mi imaginación. Entonces, cada vez que enfrenté alguna de esas personas intenté hacerlo imaginando qué hubiese preguntado, qué faceta hubiese explorado, cómo se hubiese acercado Polo a ellas. Sin su talento, la única manera de compensar era trabajando mucho. Visité a cada protagonista en sus trabajos, los iba a ver a sus casas y pocos días antes de publicar inventaba algún pretexto para seguir hablando sobre sus vidas distintas en alguna confitería. Así, con Osvaldo El Turco Tangir, que me ayudó a buscarlos, entrevisté a un hare krishna rockero, a una señora de Recoleta solidaria, al primer negro argentino que protagonizó una fotonovela, a un sepulturero bailaor, a un policía bueno, a un buscavidas anarquista y a un enano famoso, entre otros seres entrañables. En total son diez historias. Diez historias de vida esperando no sé qué: siempre las quise reeditar, aunque para ello debería volver a comunicarme con cada protagonista. En más de un caso, 18 años después, sospecho que del otro lado del teléfono no me darán buenas noticias.
El enano famoso era Nicolás “Coly” Cordasco. Empezó a trabajar junto a su padre Nicolita, con quien formó el dúo Nicolita y Coly en el circo de José Marrone. Trabajó 26 años junto a Pepitito. De su mano entró en el teatro de revistas y conoció a Luis Sandrini, a quien acompañó en una película. Más tarde hizo de Martincito en una versión minimalista de Titanes en el Ring y actuó en obras de teatro de vanguardia. Hace 20 años tenía menos trabajo y alquilaba una calesita en la plaza Hugo del Carril, en Parque Chacabuco.
El día que nos conocimos hablamos un largo rato de la mirada de los otros.
A Coly no le molestaba que lo llamaran enano. “Enano y a mucha honra”, me dijo, y fue el título de la nota. Tampoco le inquietaba la curiosidad que suele escoltar al distinto. Esa discriminación, a veces, lo favorecía: si alguien se apuraba para cederle el asiento, él aprovechaba para sentarse. “Lo cómico es que a veces se levanta una viejita que está mucho peor que yo. ‘Pobrecito el enano’, debe decir. No los juzgo mal; esas cosas nacen del corazón”. Pero cuando la mirada se pone densa, si él llega a oler la sombra de una cargada, no da vueltas: “‘¿Qué mirás? ¿Tan lindo soy?’ Y el tipo se queda sin saber cómo reaccionar”. Sigue la nota: “También se acostumbró a las señoras gordas que se tocan la teta izquierda al verlo pasar, o a las embarazadas que cruzan de vereda, al compás de un pavoroso ritual según el cual –bajo el devastador efecto de una rasante mirada enana– sus hijos le pueden salir enanos. ‘¡Como si fueramos contagiosos!’, dice entre risas”.
Durante aquella charla Coly desterró prejuicios y lugares comunes de la enanitud. Por ejemplo, me dijo que no era cierto que los enanos vivieran poco (su padre Nicolita vivió hasta los 81 años), que tuvieran poca suerte con las mujeres, o que ellas tuvieran problemas con su estatura. Todas sus novias y su propia esposa, María Elcira Torres, fueron de estatura “normal” (pongo entre comillas “normal” porque fue la palabra que usó Coly).
Hoy, conversando con mi amiga Veronica Souto, que busca un enano para una película, me acordé del gran Coly Cordasco y de la vida singular del resto de la troupe que conocí para aquella olvidada sección de Descubrir. Pero me pregunté, sobre todo, por los enanos. Salvo el “Mini” de Duro de Domar, hace mucho que no veo enanos en ninguna parte. ¿Qué se hizo de los enanos? ¿Hace cuánto que no ves un enano?
Si sabés algo de Coly o de sus amigos, a mí también me gustaría saber.
Créditos: No sé quién tomó las fotos, que me dio Coly en su día. Si sos autor de alguna de ellas contactate conmigo.
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