Por esas fatalidades, el 8 de Diciembre de 2009, el mismo día que entregaba mi texto sobre el caso Pomar para la contratapa del diario Crítica de la Argentina, aparecía el auto volcado en la ruta 31. Notas como aquella pueden quedar desactualizadas en horas o parecer proféticas. “La proliferación de teorías bizarras colmó el vacío (informativo) y fue parte de la búsqueda de sentido al presagio latente de un final trágico”, escribí. Al otro día, con más calma, entregué a Newsweek Argentina esta otra nota, que rescaté de lo hondo de un viejo disco rígido a los seis años de que brillara con fuerza aquella estrella negra de la conspiranoia mediática argentina.
“Aseguran que los Pomar murieron en un accidente”.El martes 8, después de 24 días de mil y una conjeturas descabelladas, aparecieron los cuerpos sin vida de la familia Pomar. Los restos del Fiat Duna Weekend rojo estaban a un costado de la curva de Gahan, un sector de la ruta 31 que ahora todo el mundo califica como “peligrosa”. El mismo martes, la web del diario Clarín tomaba distancia (“aseguran”, decía el titular), pese a que la noticia fue confirmada por el propio ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Stornelli: “No caben dudas de que se trató de un accidente de tránsito, que despidió a los cuatro miembros de la familia fuera del vehículo”.


CÁMARA AL CHARLATANISMO. El ufólogo Fabio Zerpa deberá buscar otro misterio para azuzar el disparate según el cual los Pomar podrían haber sido abducidos por alienígenas y los clientes de Antonio Las Heras deberán conseguir otro detective psíquico: el fin de semana pasado “vio” a los Pomar vivos, en un peregrinaje místico cerca de Salto, la patria de Pancho Sierra. Pero la calma sólo será un impasse.

Los charlatanes siempre vuelven. El mentalista Ricardo Schiaritti siguió pululando incluso después de haber afirmado que el desaparecido empresario Rodolfo Clutterbuck estaba en Colonia (y nada dijo del secuestro por parte de la llamada “banda de los comisarios”), y el rabdomante que participó en la búsqueda de la cámara de José Luis Cabezas sigue siendo reivindicado.
La impudicia mediática fue un capítulo memorable: se inflaron tantos globos novelescos que no debería asombrar el escepticismo con que los más sensibilizados por la tragedia acusaron recibo del shock. La realidad pura y dura fue más previsible, nefasta y pueril: la “misteriosa desaparición” de los Pomar resultó ser otro caso de indolencia y fracaso institucional.
Y el ensañamiento con una de las víctimas, como ya sucedió con el olvidado Cabezas, el espejo deformante donde los ineptos deberían verse reflejados. Lo que concluyó, quizás, fue la fase delirante.
Ahora persisten otros interrogantes: ¿por qué Stornelli no muestra el menor signo de desasosiego cuando es evidente que nunca buscaron en el sitio más obvio? ¿Por qué sigue en su cargo Marcelo “Chivo” Chebriau, cuya brigada tuvo a su cargo buscar a los Pomar, cuando su papel en la investigación de la desaparición del joven Luciano Arruga, hace diez meses, es tan turbulento? ¿Cómo enfrentará el Gobierno el gravísimo problema de inseguridad que nos aflige, esto es, la policía argentina?

Publicado originalmente en Newsweek, 10-12-2009
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