James Randi. Foto: El correo (Bilbao, España).

Los policías del asombro vs. la sociedad «woo-woo»

James Randi. Foto: El correo (Bilbao, España).
James Randi. Foto: El correo (Bilbao, España).

Visión interior de un periodista de Newsweek de lo que define “un movimiento genial, ñoño, arrogante, medio admirable y bastante insufrible que lo cuestiona todo y quiere poner de cabeza la forma como vivimos y pensamos”. Eso es lo que dice el copete. El título de la nota: The bullshit police (“La policía de la basura” o similar). Y es un buen ejemplo del tratamiento que le da hoy una revista de interés general a los autodenominados “escépticos organizados” en los EE.UU.
Matías Loewy, editor de Newsweek Argentina, leyó esta crónica y decidió no publicarla así como estaba: había una cantidad de detalles que poco iban a importarle al lector argentino. Pero inspirándose en el informe de Michael Moynihan (editor de la sección cultura de Newsweek) Loewy elaboró en octubre de este año una crónica diferente: consultó a diversos referentes del activismo científico local (a los jóvenes integrantes del Círculo Escéptico Argentino, Alejandro Borgo, presidente del CFI Argentina y ex editor de la revista PensarL. Enrique Márquez , ilusionista experto en desenmascarar fraudes y primer presidente del CAIRP (Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia), y entrevistó al doctor Alberto Kornblihtt. También entrevistó e incluyó un breve texto del autor de estas líneas y publicó un adelanto del último libro que Mario Bunge dedica a la pseudociencia.

Newsweek Octubre 2013
Newsweek Argentina, edición de octubre de 2013.

Si bien no faltó el «escéptico» quisquilloso que rezongó porque su nombre había sido mal tipiado, Loewy escribió una crónica excelente, bien informada y, a mi modo de ver, sin prejuicios sobre lo que iba a encontrar. También debió superar un obstáculo insalvable: «Refutadores de chantas» iba a la portada de esa edición y en nuestro país –a diferencia de los EE.UU.– la actividad de los grupos dedicados al control de las afirmaciones pseudocientíficas ha disminuido considerablemente.

Moynihan cubrió la convención 2013 de la Fundación Educativa James Randi conocida como TAM (The Amazing Meeting) e intentó reflejar la imagen que se lleva un observador no participante de la ideología, los sueños y las preocupaciones de los activistas que hacen del escepticismo una de las razones de su vida. Y es tan subjetivo, caprichoso y certero como podría serlo cualquiera de sus entrevistados.

Los dejo con la nota.
***

Randi en Las vegas 2013En una llana extensión del suroeste de Las Vegas, a unos 12 kilómetros de la vulgaridad y el relumbrón del Strip, se encuentra el enorme South Point Hotel, Casino & Spa donde, luego de ingresar en su enorme sala de juegos, uno se ve inmediatamente arrastrado a un universo de camareras de mediana edad y minúsculos atuendos, geriátricos apostadores y hombres con camisetas –y con sus brazos siempre tatuados– que evocan a las carreras de Fórmula 1.
Sin embargo, durante cuatro días de mediados de julio, los estereotipados habitantes de Las Vegas compartieron el hotel con un grupo completamente distinto. En un extremo del casino, subiendo por la escalera mecánica, se encuentra un centro de conferencias sin ventanas donde se llevaba a cabo la convención anual conocida como The Amazing Meeting (La reunión asombrosa), un increíble encuentro que los asistentes denominan, simplemente, TAM.

Randi: uno de los más prestigiosos escapistas desde Harry Houdini.
Randi: uno de los más prestigiosos escapistas desde Harry Houdini.

El evento es organizado por la Fundación Educativa James Randi (JREF, por sus siglas en inglés), grupo dedicado a una filosofía que llaman escepticismo y busca desacreditar a psíquicos, médiums, pseudocientíficos, sanadores, homeópatas y cualquiera que haga afirmaciones que desafíen las leyes de la ciencia. El escepticismo tiene un amplia base de seguidores (internet está plagado de blogs, podcasts y foros que se proclaman escépticos) y JREF es reconocida como el epicentro del movimiento. Más de 1.000 personas asistieron a la conferencia de este año, que contó con una gran variedad de panelistas y oradores, desde el mago Penn Jillette hasta el comediante Padre Guido Sarducci y Steven Novella, profesor de la Escuela de Medicina de Yale (y sí, fue irónico que ese grupo militante racional decidiera celebrar su reunión anual en un casino).
Los activistas de TAM creen estar librando una batalla extensa y de numerosos frentes para arrastrar a la cultura estadounidense, centímetro a centímetro, lejos del ámbito de lo no científico y lo no lógico. La contienda ha sido cuesta arriba, pues la mayoría de los estadounidenses cree, en cierto grado, en lo que el fundador de JREF, James Randi, denomina woo-woo (“Por favor, utilice el término así: woo-woo, insiste. “Intento generalizar su uso”). Por ejemplo, en 2005 Gallup encontró que el 73 % de los estadounidenses adhería, por lo menos, a una creencia paranormal. Personalidades televisivas, como John Edward, captan enormes audiencias fingiendo comunicarse con los muertos; numerosos estadounidenses confían ciegamente en la homeopatía, ingieren suplementos alimentarios que no ofrecen beneficios médicos comprobados o creen que, pese a las evidencias de lo contrario, que los organismos modificados genéticamente podrían transformar a la humanidad en una serie de golems cubiertos de tumores.
Desde consultores feng shui que redirigen las “energías” de su apartamento hasta defensores de la medicina alternativa que promueven dudosas “limpias” internas, el woo-woo es un gran negocio en los Estados Unidos. “A la gente le gusta el sabor, el aroma de las patrañas”, sentencia Randi. “Son contadas las que se niegan, tajantemente, a aceptar engañifas”.
Durante una discurso de 2010 en TAM, el escritor científico de Slate, Phil Plait, reconoció que “a veces [se] pregunta” si los objetivos del escepticismo son “razonables”; no porque los argumentos sean deficientes, sino porque la mayoría de la gente no está predispuesta a cuestionar afirmaciones extraordinarias. “Nuestros cerebros no funcionan así”, sostuvo Plait, porque “no están programados para el razonamiento escéptico, sino para la fe” y ese es el principal obstáculo para el escepticismo: si tenemos una predisposición genética al pensamiento mágico, si deseamos cierta cantidad de patrañas en nuestra vida cotidiana, ¿qué posibilidades de ganar tiene un grupo de personas que se opone, fervientemente, a la superstición?

Con los magos del "Proyecto Alfa", acaso el más exitoso golpe mediático de Randi.
Con los magos del «Proyecto Alfa», acaso el más exitoso golpe mediático de Randi.

También conocido como James “el Asombroso”, Randi es el líder de lo que todos describen como “el movimiento”. De 84 años, el rostro cubierto con una blanca y enmarañada barba al estilo de Charles Darwin y enormes cejas que trepan por su frente como orugas albinas, Randi fue uno de los ilusionistas y artistas del escape más reconocidos de Estados Unidos, pero en la década de 1970 su carrera dio un giro hacia aspectos más serios. Al igual que Harry Houdini, quien al final de su vida centró su talento en desenmascarar médiums y psíquicos, Randi desvió su atención de la ejecución de la magia a desvelar la magia disfrazada de sobrenatural (en su exitoso libro Every Day Is an Atheist Holiday, Penn Jillette escribe: “James Randi es mi héroe. James Randi es el moderno Houdini, pero mejor”).

1376634555674.cachedDurante numerosas presentaciones en The Tonight Show con Johnny Carson, Randi introdujo el escepticismo al público estadounidense, sin etiquetarlo como tal. Fue en ese programa donde, con la ayuda de Carson (otro mago aficionado), desenmascaró al popular –y muy acreditado– psíquico doblacucharas, Uri Geller, y más adelante reprodujo la supuesta habilidad de Geller para leer la mente de Barbara Walters a quien, previamente, había convencido de que su estafa era una capacidad psíquica genuina. Carson también dio a Randi una plataforma para exponer al curandero televisivo Peter Popoff, cuyos mensajes divinos revelando detalles privados de la vida de sus feligreses eran, en realidad, mensajes mundanos que su esposa enviaba a través de un audífono inalámbrico.
Randi demostró ser un proselitista implacable y perseguidor, emprendiéndola contra una amplia variedad de objetivos: desde la industria de la homeopatía, de la que se burló al consumir en el escenario una botella entera de “glóbulitos para dormir” hasta Sniffex, inservible dispositivo para detección de bombas utilizado por el Ejército iraquí. Cuando lo llamé “detractor” respondió que prefiere describirse como “investigador” de aseveraciones sobrenaturales; pero al preguntarle si alguna vez había investigado un fenómeno psíquico sin desacreditarlo, sonrió y dijo: “No, eso no ha sucedido”.
Y su respuesta me deja con la sensación de que no espera que suceda: desde hace tiempo, JREF ha ofrecido un premio de un millón de dólares –el llamado Reto paranormal de un millón de dólares– a cualquiera que pueda demostrar, bajo estrictas condiciones de prueba, alguna habilidad psíquica. El dinero sigue intacto en una cuenta bancaria de la ciudad de Nueva York.
Aunque, en buena parte, comparto las opiniones y posturas de Randi, de cualquier manera fui a Las Vegas a hacer algunas preguntas sobre el movimiento. La primera: ¿qué significa, realmente, ser escéptico?
“La palabra no está bien definida”, contesta Richard Saunders, presidente de los Escépticos Australianos. “Y todos la usan. La mejor manera como puedo explicar nuestra postura es que somos escépticos ante cualquier afirmación que contradiga las leyes de la física”. Jamy Ian Swiss –otro miembro clave del movimiento e igual que Randi, mago– dice que los escépticos debaten constantemente la utilidad de usar esa etiqueta. “En todos los grupos escépticos locales en que he participado siempre hay alguien que cuestiona: ‘¿No sería mejor pensar en otra palabra menos negativa?’. La pregunta es, invariablemente, la misma”.
Según el sitio web oficial, el objetivo de la JREF es “exponer fraudes paranormales y pseudocientíficos en los medios de comunicación, y responsabilizar a los medios que promuevan esos peligrosos absurdos”.

Skeptic_MagazineLa Sociedad Escéptica, editora de la revista Skeptic, describe su misión como un esfuerzo “para involucrar a expertos en investigación paranormal, ciencias alternativas, pseudociencias y afirmaciones extraordinarias de todo tipo; promover el pensamiento crítico; y servir de herramienta educativa a aquellos que buscan un confiable punto de vista científico”.
¿Acaso no son esas meras descripciones de la ciencia común y corriente? Saunders apunta a una diferencia importante. “Atacamos las afirmaciones que van contra las leyes de la física, mientras que la ciencia, en términos generales, es el estudio de la naturaleza”, explica. En otras palabras, la ciencia pasa por alto a fantasmas, duendes, yoguis que levitan y médiums que leen la mente y afirman tener la la capacidad para comunicarse con los muertos. “No estamos haciendo ciencia, sino abogando por ella”, agrega Swiss. “Abogamos porque se use la ciencia para visualizar el mundo y resolver sus problemas”.
Uno de los retos del escepticismo es que infinidad de grupos se han apropiado del término. Los negadores del Holocausto se autodenominan “escépticos del Holocausto”; los medios de comunicación a menudo describen como “escépticos de la vacuna” a quienes aseguran que la vacuna triple vírica es la causa del incremento en el autismo infantil.
Si bien esas posturas marginales son rechazadas por el movimiento escéptico, el tema del cambio climático ha sido algo poco más complicado y divisorio. Los conservadores que dudan de que el calentamiento global sea real se describen como “escépticos del calentamiento global” y sus opiniones –aunque contrarias al consenso científico– han hallado eco entre los propios escépticos. Randi, por ejemplo, reconoce que cada vez hay “más evidencias a favor del calentamiento global antropogénico”, mas “no está completamente convencido”. “Soy escéptico del calentamiento”, prosigue, “y es una actitud sana”.
Este año, TAM dio la palabra a Michael Mann, reconocido científico climático y feroz defensor del consenso científico en torno de la realidad del calentamiento global, pero su selección como ponente enfureció a varios participantes de la reunión, al extremo de que el conferencista TAM, Robert Sheaffer, lo tildó de “creacionista”. Luego de su ponencia, pregunté a Mann por qué los escépticos del calentamiento global antropogénico no deben considerarse escépticos. “Porque refutan la ciencia comprobada sin bases sólidas y con argumentos que no resisten el menor escrutinio”, respondió. “No son escépticos porque sus razonamientos son absurdos”.
Pero los argumentos sobre el cambio climático son nada en comparación con la principal división del movimiento escéptico: el cisma teológico. El debate no versa en la existencia de Dios –casi todos los escépticos que conocí en la conferencia eran ateos–, sino sobre la posibilidad de que el escepticismo sea sinónimo de ateísmo o bien, si los dos movimientos deben permanecer separados.

Jamy Ian Swiss
Jamy Ian Swiss

Jamy Ian Swiss (mago que actúa para pequeños grupos) es uno de los principales defensores de esta última opinión. Swiss vive en el sur de California, pero es neoyorquino hasta la médula. Voluble y obstinado, emite juicios fulminantes con el cadencioso acento de Brooklyn que ya rara vez se escucha en ese distrito. Judío de izquierda, desprecia la religión (“el rabino y el cantor eran tan imbéciles que, antes incluso de mi bar mitzvah, me habían convertido en ateo”) y vive obsesionado con la ciencia. Si bien no es académico, convencería de lo contrario a cualquiera que lo escuche hablar de historia científica y citar al periodista radical I. F. Stone.
En 2010, al dirigirse a un grupo de ateos en California, Swiss pronunció un espinoso discurso sobre la relación entre escepticismo y ateísmo. “Entiéndanlo bien: no existe un p… Dios”, rugió. “Pero esa es mi opinión personal, no mi causa pública. Mi causa es el escepticismo científico”. Después del discurso, PZ Myers –un bloguero muy conocido, quien escribe sobre temas académicos y científicos–, denunció la “conferencia increíblemente repelente” del “imbécil” Swiss y anunció: “Ya no me considero un ‘escéptico’”. El mundo escéptico, como a menudo hace, se convulsionó con ataques, contraataques, opiniones encontradas y debates interminables sobre si Dios era una “afirmación científica comprobable” o si tipos como Swiss promovían el ateísmo con miras a extender la popularidad del movimiento.
En la conferencia de Las Vegas hablé con Daniel Loxton, autor de un libro infantil sobre la evolución y coautor del reciente Abominable Science!: Origins of the Yeti, Nessi and Other Famous Cryptids. Me dijo que los debates internos sobre el ateísmo eran relativamente nuevos en el movimiento escéptico. “Después del 11/9 algunas personas comenzaron a pensar que la tolerancia [religiosa] es peligrosa”, agregó. “Y hacia 2005, con la aparición de los podcasts y blogs, apareció un grupo de escépticos novatos atraídos por el espíritu de escepticismo, pero interesados sobre todo en el ateísmo”.
Esos estridentes ateos compartían creencias de Richard Dawkins, Christopher Hitchens y otros escritores que, en años recientes, han infundido nueva energía a la causa atea. La imbricación del escepticismo con las perspectivas mundiales de los llamados nuevos ateos era indiscutible –y por tanto, a nadie sorprendió que muchos terminaran acercándose a JREF y TAM.
Sin embargo, no todos los escépticos estaban cómodos con la creciente influencia del nuevo ateísmo en el movimiento. Saunders, de Australianos Escépticos, hizo una distinción entre el escepticismo y el ateísmo tradicional. “Yo soy lo que algunos llaman un escéptico de Pie Grande”, explica. “Es decir, la vieja escuela. Me interesa analizar las pruebas de afirmaciones paranormales, criaturas extrañas, sanaciones, gente que dobla cucharas o habla con los muertos. Eso es lo mío”.
1376634571039.cachedY en TAM, parece que la vieja escuela está ganando la lucha interior. La mayoría de las personas que conocí argumentaron que el movimiento debía dar cabida a los creyentes religiosos, a condición de que no promovieran conceptos como el creacionismo. “Conozco muchos escépticos religiosos, pero nosotros evitamos meternos con la religión –a menos que alguien tenga un ídolo religioso sangrante–”, comenta Dale Roy, ex profesora de ciencias de Nueva Hampshire y fundadora, junto con Travis, su esposo, de la división Escépticos del Estado de Granito. La postura de Saunders es similar: “En Australianos Escépticos no importa que alguien tenga un punto de vista religioso”.
Pero si no todos los escépticos deben ser ateos, entonces no todos los ateos deben ser escépticos. Durante TAM, a menudo mencionaron que el comediante (y vociferante ateo) Bill Maher tiene dudas acerca de las vacunas. Swiss recuerda que cuando se opuso a que sus hijos recitaran el juramento a la bandera en la escuela –por la cláusula religiosa de “una nación bajo Dios”– su esposa, también no creyente, organizó un encuentro para progenitores ateos. “Algunos se presentaron a la reunión y lo primero que ella preguntó fue: “¿Cuál es tu signo?”.

James Randi con Martin Gardner
James Randi con Martin Gardner

Con todo, nadie puede negar que el escepticismo y el ateísmo están, por lo menos, estrechamente vinculados. “¿Se puede ser un escéptico y creer en Dios? Me resulta casi imposible de aceptar”, dijo Randi. “Como escéptico, también debo ser ateo”. Sin embargo, uno de los héroes de Randi, el matemático y ultra escéptico Martin Gardner, se consideraba deísta. “Él me dijo: ‘No tengo prueba alguna para justificar mi deísmo, así que no puedo derrotarte en un debate. Pero lo soy porque hace que me sienta cómodo’. Su actitud era muy honesta”.
Cuando uno pasa demasiado tiempo en esa lucha interna y el faccionalismo, el movimiento escéptico empieza a parecer una reunión de Occupy Wall Street, con interminables debates sobre desviación ideológica y pureza filosófica. Con todo, recordaba el valor inherente al movimiento siempre que regresaba al mundo real y me percataba de lo mucho que woo-woo se inmiscuye en nuestra vida diaria. Una noche, en Las Vegas, me encontré con un grupo de amigos –que habían ido a la ciudad para otra conferencia– y entablé conversación con una mujer que parecía bastante inteligente y bien informada. Al interrumpir su soliloquio sobre la importancia de comer alimentos naturales, mencioné que padezco de diabetes y ella abrió mucho los ojos, entusiasmada ante la oportunidad de ayudar. Ofreció algo que ningún endocrinólogo me había ofrecido: una posible cura. “Cambiar a una dieta de alimentos crudos”, sentenció. La miré, estupefacto. “¿Quieres decir que los alimentos crudos reducirían mi glucosa en sangre?”, pregunté. “No, no”, respondió con exasperación. “Curarían tu diabetes”. Cuando manifesté mis dudas de que masticar ñame crudo pudiera reactivar un páncreas baldado, la mujer me acusó de no tener la “mente abierta”.
POWER-BALANCEQuizás el mejor ejemplo de la influencia del movimiento escéptico en el mundo real ha sido su batalla con una compañía californiana llamada Power Balance –fabricantes de muñequeras que, supuestamente, mejoran la fuerza, el equilibrio y la flexibilidad, “restableciendo y optimizando el equilibrio electromagnético del cuerpo humano”, según una afirmación del sitio web de la compañía–. Según cálculos, solo en 2010 las pulseras deportivas adornaron las muñecas de 2.5 millones de personas y entre los usuarios se contaron personalidades como Bill Clinton, David Beckham, Kate Middleton, Shaquille O’Neal y un sinnúmero de atletas profesionales. Power Balance estaba ganando tanto que, en 2011, compró los derechos de designación de la arena de los Sacramento Kings.
Pero Saunders presentía algo turbio. “Un programa noticioso presentó un informe que decía: ‘Mire estas increíbles muñequeras’, e hicieron una demostración. Así que escribí al reportero, diciendo: ‘Sé muy bien cuál es el truco’”. Así que el periodista hizo arreglos para que Saunders y Tom O’Dowd, que tenía los derechos para la comercialización de Power Balance en Australia, hiciera pruebas con las muñequeras en la televisión nacional. “Falló en cada ocasión y así comenzó una avalancha que causó la ruina de Power Balance”. Intervinieron los reguladores australianos publicando un hallazgo que obligó a Power Balance a confesar que vendía un producto que no hacía lo que prometía. “En nuestra publicidad afirmamos que las muñequeras Power Balance mejoran la fuerza, el equilibrio y la flexibilidad. Reconocemos que no hay evidencias científicas fiables que apoyen nuestras afirmaciones”, declaró la empresa que, poco después, se declaró en quiebra.
Hoy día, los visitantes del sitio de Power Balance (actualmente bajo nueva administración) son recibidos con vagas y confusas afirmaciones. El holograma pegado en la etiqueta proclama que la pulsera fue “diseñada con base en filosofías orientales” y que “muchas filosofías orientales incorporan ideas relacionadas con la energía… Hay numerosas prácticas conocidas, como acupuntura, meditación y Feng Shu [sic], que supuestamente influyen en esas energías. El holograma se inspira en algunas de esas mismas ideologías”.
1376634560848.cachedPero ¿cuál fue el truco que los clientes hallaron tan convincente? Visite YouTube y encontrará infinidad de videos de individuos parados en un pie, con los brazos extendidos, a los que bronceados y dentudos presentadores derriban con solo aplicar un poco de presión por arriba del codo. Sin embargo, una vez colocada la muñequera y con la ayuda del campo de fuerza iónico de Power Balance, los presentadores pujan y gruñen sin apenas mover al sujeto de prueba.
Durante el evento TAM, un joven australiano escéptico llamado Liam Jones me enseñó a reproducir el truco (en pocas palabras, hay que empujar los brazos del sujeto de una manera ligeramente distinta, dependiendo de que lleve o no la muñequera). Al día siguiente, mientras pasaba por el centro comercial Miracle Mile, topé con un vendedor que habla rápido y me ofreció algo llamado T-Band que, por su aspecto, me pareció el competidor de Power Balance. Según el hombre, por solo 35 dólares la muñequera podía hacer que yo –un esmirriado escritor– fuera más fuerte, equilibrado y alerta.
Igual que el sitio web de Power Balance, la página de T-Band hace una serie de confusas afirmaciones. “Desde torres de telefonía celular hasta mircowaves [sic], estos dispositivos emiten emisiones nocivas que pueden tener efectos perjudiciales para nuestra salud general”. “Un aspecto relevante es que, después, las fábricas de energía que contienen las células, llamadas mitocondrias, pueden producir a su nivel de rendimiento óptimo”. Y así, sucesivamente. Según su biografía LinkedIn, el propietario de la empresa, tiene “licenciatura en espíritu empresarial” [BS, siglas de “bullshit” o pamplinas], lo cual me parecía muy apropiado (el individuo no respondió a la petición de comentarios que envié por correo electrónico).
Luego de hacer polvo mis interrogantes sobre las declaraciones contra Power Balance (su tira de goma era “diferente”), el vendedor de T-Band hizo que me parara en un pie, con los brazos paralelos al suelo y a continuación, me derribó sin dificultad. Cuando llegó el momento de poner a prueba la eficacia de T-Band, mi esposa, a quien horas antes expliqué el truco, decidió intervenir. “Yo lo empujo”, declaró y me derribó fácilmente. El nervioso vendedor se ofreció a “ayudarla” a aplicar la presión de manera correcta. ¿Cómo fue que T-Band no pasó la prueba? “A veces las condiciones no son adecuadas”, informó. Cuando regresé, una hora más tarde, un grupo de crédulos y algunos turistas borrachos se habían reunido en torno del canasto de T-Band, sorprendidos y maravillados del poder de aquel mágico pedacito de goma, y sacando sus billeteras.
Victorias como la alcanzada contra Power Balance dan al movimiento escéptico la confianza de que un apasionado argumento puede conducir a un éxito cuantificable en el mundo real. “Hemos arrinconado a los australianos que se oponen a las vacunas”, dice Saunders. “Y eso se debe a que somos implacables”. De hecho, al preguntarle si la situación de sus enemigos ha mejorado o empeorado, la mayoría de los escépticos respondía con cauteloso optimismo, citando el acelerado crecimiento de su movimiento y el ligero descenso en la creencia en Dios.

Michael Shermer, psicólogo y editor de "Skeptic".
Michael Shermer, psicólogo y editor de «Skeptic».

Pero como señala Michael Shermer, editor de la revista Skeptic, “en sus intentos de socavar la creencia en un poder superior, en la vida después de la muerte y la Divina Providencia, escépticos, ateos y militantes antirreligiosos arremeten contra 10 000 años de historia y hasta 100 milenios de evolución”. Eso podría explicar por qué las encuestas que miden el porcentaje de estadounidenses que creen en fantasmas, PES y otros fenómenos psíquicos muestran que los escépticos han tenido un avance parcial, en el mejor de los casos (algunas cifras parecen favorecer a los escépticos, pero otras no: según una encuesta de Pew, por ejemplo, la cantidad de estadounidenses que creen que han encontrado un fantasma se duplicó, pasando de 9 por ciento a 18 por ciento entre 1990 y 2009).
Muchos creen que la insularidad del movimiento y su exceso de confianza en sí amenazan su capacidad de ampliar su alcance. En su discurso de 2010 en TAM, Phil Plait (de Slate) ofreció a sus aliados un duro consejo: si quieren ganar conversos, dijo, “déjense de idioteces”. “La tónica de nuestras acciones está decayendo”, sentenció, mientras que “las críticas y la ponzoña van en aumento”. Y ciertamente pude constatar algo de eso al hablar con los asistentes de TAM, cuyas escépticas interrogantes sobre el escepticismo menudo eran recibidas con exasperación e incredulidad. Es fácil entender por qué semejante arrogancia no es la mejor manera de ganar adeptos.

Randi está dividido en su evaluación sobre el éxito del movimiento. “Ha mejorado en muchos sentidos”, afirma. “Hoy contamos con mucha gente buena y bien educada que antes no había mostrado gran interés en nosotros, mas considero que las cifras están menguando en la población general, a causa de los medios de comunicación”. Tanto Randi como Swiss acusan a los medios –sobre todo la industria de los programas de entrevistas– de diseminar la “ciencia chatarra”. “En términos generales, no les importa verificar lo que comunican y tampoco que pueda perjudicar a otras personas, ya sea emocional o económicamente”, dice Randi.
No obstante, la televisión no es el único medio clave en la lucha del escepticismo con sus adversarios. Internet también ha sido determinante. Por un lado, ha fortalecido el escepticismo permitiendo que el movimiento alcance a más personas, pero al mismo tiempo ha fortalecido a las hordas antivacunas, a la industria homeopática y cualquier cantidad de movimientos similares. Al romper los monopolios élite de información, internet ha permitido que la seudociencia acceda a públicos cada vez más numerosos.

El imperio de Uri Geller, construido a fuerza de cucharas dobladas.
El imperio de Uri Geller, construido a fuerza de cucharas dobladas.

Entre tanto, empiezan a reaparecer muchas personas e ideas antaño desacreditadas por los escépticos. Un reciente documental de la BBC sobre el psíquico Uri Geller le muestra viviendo en una señorial mansión de la campiña inglesa, una suerte de Brideshead construida a fuerza de cucharas dobladas. Geller trabaja ahora como orador motivacional y es anfitrión de varios programas televisivos que promueven su marca. Según Randi, el médium de televisión, John Edward, rehúsa someterse a las pruebas de JREF, pero sigue abarrotando las localidades durante sus giras por todo el país (la entrada de 160 dólares incluye “sesiones de preguntas y respuestas, y mensajes del otro lado”). Tal vez Power Balance haya quebrado, pero está operando otra vez bajo la dirección de nuevos propietarios y nuevas celebridades que promueven sus productos. Peter Popoff, el curandero espiritual que Randi desenmascaró hace mucho tiempo en el programa de Johnny Carson, sigue disfrutando de los ahorros de los enfermos con la venta de sachets de “Agua milagrosa de manantial”.
Sin embargo, la intransigencia del woo-woo y las creencias religiosas no ha hecho mella en el espíritu de Randi. Su guerra contra la mentira continúa, aunque a veces parece más una serie de batallas al estilo de la Primera Guerra Mundial: gana un poco de terreno, pierde otro poco y es imposible saber quién tiene la ventaja. Cuando hablamos del futuro, Randi sonríe y levanta la mano, mostrando un flamante anillo matrimonial. “Ni una palabra” dice, “daré la noticia durante la conferencia”. El mes pasado, el octogenario viajó de Florida (donde el matrimonio homosexual no es legal) a Washington, D. C. para casarse con su pareja, un venezolano con cola de caballo llamado Deyvi Peña. Y entonces se me ocurre que ese matrimonio, imposible de contemplar durante mucho tiempo a causa de los dogmas religiosos y la superstición, es una especie de victoria para el escepticismo.

Fuente:
The bullshit police, Newsweek Magazine, por Michael Moynihan (2013).

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Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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