A veces tengo la impresión de que si no actualizó este blog con más frecuencia pronto será una colección de notas necrológicas (¿algún voluntario para escribir la mía?). Los ufólogos pioneros se vienen muriendo (*) y esta larga noche coincide con la génesis de ovnilandia, hace 64 años, o los años en que comenzó el interés más activo, entre los años 50 y 60. Sus muertes (es decir, sus vidas) importan porque ellos hicieron una notoria contribución a la cosmovisión de la mitología platillista. Dentro de ese grupo está el artista y ufólogo Budd Hopkins (1931-2011). Falleció ayer y entiendo que vale la pena conocer su intervención en el mundo (y no sólo el de los ovnis).
Budd Hopkins nació el 15 de junio de 1931 en Weeling, West Virginia, graduándose en Arte e Historia del Arte en el Oberlin College en 1953, año en que se trasladó a New York. Prestigioso pintor y escultor, recibió varios premios nacionales. Sus obras se expusieron en museos como el Solomon R. Guggenheim o el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en muchos otros centros culturales de los Estados Unidos y Europa.
Pero un buen día abandonó todo para dedicarse al estudio de los ovnis, logrando convertirse en gurú indiscutido del movimiento de los abducidos (como se ha dado en llamar a los presuntos secuestrados por extraterrestres). En 1980, año en que publica su primera obra, “Missing Time” [Tiempo perdido], era un personaje casi desconocido entre los aficionados a los ovnis. Hasta ese momento, los protagonistas de los casos de rapto no hacían cauas común o hacían una causa de sus experiencias, que bien podían compararse con vivencias religiosas positivas.
Desde el advenimiento de Hopkins el panorama comenzó a cambiar: sus entrevistados dicen que los alienígenas que los habían secuestrado eran poco o nada comunicativos, fríos e indiferentes, cuando no decididamente siniestros. Y generalmente hacían estas confesiones bajo hipnosis.
BUDD DESCUBRE LA “EPIDEMIA”. Hopkins comenzó a interesarse en el tema a partir de una experiencia personal. En 1964, observó junto a unos amigos un pequeño objeto metálico flotando inmóvil en los cielos de Cabo Cod. Aquella visualización lo llevó a reflejar esta nueva inquietud en algunas de sus obras. Pero no fue sino hasta julio de 1975 que empieza a investigar una serie de casos ocurridos en Cod, a los que no les encuentra una explicación convencional.
En marzo de 1976 publica su primer artículo ufológico en la revista neoyorquina The Village Voice. Poco después descubre que la niñera de su pequeña hija había visto varios ovnis sobre una montaña, luego se aproxima un extraño coche blanco y una doble columna de supuestos motociclistas con luces en los cascos, al cabo de lo cual solamente recuerdan haber vuelto a sus casas.
En enero de 1977, intrigado por ese supuesto “tiempo perdido” (que le recordaba al caso del matrimonio de Betty y Barney Hill), Hopkins decide buscar ayuda para experimentar con hipnosis regresiva. De sus experiencias no surge nada interesante hasta 1978, cuando conoce al veterano ufólogo Ted Bloecher y a Aphrodite Clamar, una psicóloga que emplea en sus regresiones la técnica de pedir al protagonista que “imagine estar viendo una película” sobre lo ocurrido. Por esas fechas Hopkins publica “Missing Time”.
Sus casos, si bien poco interesantes, atraen la atención de los ufólogos y ufófilos que participan encuentros nacionales organizados por la Mutual UFO Network (MUFON), donde solía acudir acompañado por señoras que afirmaban haber sido abducidas. Hopkins comenzó a definir las abducciones como “una epidemia invisible”. Pero, como señala el estudioso Luis R. González, “él mismo se había convertido en su principal agente propagador”. En su casilla postal comienza a recibir cientos de cartas de personas que sospechaban haber sido abducidas. Y casi todas habían “cobrado conciencia” del suceso tras leer su libro.
En 1981, con el apoyo de la Fund for UFO Research (FUFOR), nueve de sus testigos fueron estudiados por un psicólogo, quien concluyó que se trataba de personas normales, si acaso algo más inteligentes que la media, aunque con dificultades en su sentido de identidad sexual y en sus relaciones interpersonales.
Por la misma fecha Hopkins organizó sus primeros “grupos de autoayuda” para abducidos, una práctica que se extendería luego por todos los Estados Unidos, especialmente desde que se sumó a la partida un psiquiatra de la Universidad de Harvard , el doctor John E. Mack (primer “discípulo disidente” de Hopkins, fallecido en 2004), quien –según sus críticos– contribuyó a realimentar el fenómeno abducción. A la vez, él mismo comenzó a hipnotizar a los protagonistas de estos casos. En 1986, las presuntas abducciones extraterrestres fueron nota en varios programas de televisión más bien sensacionalistas y el tema comenzó a invadir los hogares.
LOS «HÍBRIDOS» SIENTAN DOCTRINA. En 1987 Hopkins salió su segundo libro, “Intruders”, donde presentó por primera vez la tesis según la cual el objetivo primordial de los extraterrestres es “crear un híbrido extraterrestre/humano”. La historia central de aquella obra (donde se explica cómo los alienígenas utilizarían procedimientos de inseminación artificial, tomarían muestras de óvulos y esperma humanos e incluso removerían fetos híbridos de abducidas embarazadas) terminó siendo una miniserie con el mismo título de la cadena CBS, e incluso inspiraría a la mitología de la serie X-Files [“Los Expedientes X”, Chris Carter, 1993-2002], la efímera Dark Skies (1996-1997) y la también exitosa Taken (2002).
“Intruders” es (compitiendo palmo a palmo con “Communion”, del escritor y “abducido” Whitley Strieber) una de las obras más influyentes jamás escritas sobre abducciones OVNI.
Con parte de los beneficios de sus libros, Hopkins estableció la Fundación Intruders, dedicada al tratamiento, consejo y seguimiento de los protagonistas de estos casos, una iniciativa que repetirían por su cuenta Mack y, por un tiempo, el propio Strieber, otra oveja descarriada).
En febrero de 1991, Hopkins recibió una carta de una neoyorkina llamada Linda Cortile, donde le hablaba de un extraño suceso ocurrido cerca del puente de Brooklyn. Hopkins se interesó dada la supuesta presencia de dos policías en servicio. Con el tiempo, el caso se fue complicando: esos policías no eran tales sino… los guardaespaldas del entonces Secretario General de las Naciones Unidas Javier Pérez de Cuéllar, habiendo sido también ellos abducidos esa misma noche… A finales de 1996, Hopkins publicaría su versión del caso en su tercer libro, “Witnessed” [“Observados”], inédito en español. Aún no se sabe si esos «testigos independientes» existieron. Pero esa historia -quizá la que mejor refleja la credulidad de Hopkins- queda para otro ocasión.
Primera publicación: Sección Biografías de Dios!
También ver “Cómo se sacan las cuentas para estudiar el alcance de una epidemia”. Por Luis R. González. En El Escéptico Nro 10. Otoño-invierno 2.000 (pp 32-39). El volúmen completo se puede descargar en pdf aquí.
Creditos: Hopkins junto a Jacobs, en la web de Jerry Pippin
(*) En los dos últimos meses: Hilary Evans, William Corliss, Bob Girard, Jorge Anfrus Dumont…