El pasado 28 de marzo, en la ciudad de La Plata, falleció un pionero de la Antropología en nuestro país. Arqueólogo, y maestro de arqueólogos, hizo sus primeras búsquedas a principios de los años 30 en la provincia de Córdoba. Fue docente de la Facultad, director del Museo de Antropología y, por sus aportes novedosos y su pasión por el conocimiento del hombre, fue una destacada figura de la ciencia argentina. Alberto Rex González tenía 93 años.
Estudió Antropología cuando nadie, ni siquiera su padre, que tenía formación en Historia, sabía que era “la ciencia humana del porvenir”. Esta breve entrevista, donde habla de sus inicios y de sus ideas, sintetiza el perfil de este notable pionero.
Cuando muere alguien de sus kilates, muchos revalorizan su trayectoria, en el caso de Rex González en la historia de la Antropología y la Arqueología argentina. Pero pocos pueden hablar con conocimiento de causa. De cuanto se ha escrito sobre él rescatamos el texto, hasta hoy inédito, de sus colegas Ana María Llamazares y Carlos Martínez Sarasola, responsables de la Fundación Nuestra América y autores de una interesante entrevista publicada a propósito de su autobiografía, Tiestos dispersos: voluntad y azar en la vida de un arqueólogo (Emece, 2000). También, el fragmento de una intimista entrevista (de cuyos autores no tenemos datos) pero donde se refiere a su pasado como monaguillo y a la época en que tuvo que optar entre ciencia y religión.
Antes, una breve introducción tomada del sitio del CONICET, del que era investigador emérito.
Nacido el 16 de noviembre de 1918 en la localidad bonaerense de Pergamino, González se recibió de médico en la Universidad Nacional de Córdoba en 1947, profesión que ejerció en los Estados Unidos. Allí obtuvo su doctorado en Antropología con orientación en Arqueología en la Universidad de Columbia en 1954.
Fue profesor en las Universidades de La Plata, Buenos Aires, Córdoba y del Litoral; Director del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (1984-1987); Jefe de la División Arqueológica del Museo de La Plata (1984-1989); miembro del Directorio del CONICET (1984); miembro de la Comisión de Intercambio Argentino-Norteamericana, Ciencia y Educación; miembro del Directorio del Fondo Nacional de las Artes; y consultor de Unesco.
A su vez, también recibió numerosos reconocimientos, entre los que se cuentan: Premio Nacional de Ciencias, Ministerio de Educación y Cultura (1964); Distinción Especial de la American Archaelogical Society (1986); Profesor Honorario Universidad de Buenos Aires (1986); Profesor Emérito Universidad Nacional de la Plata (1988); Jornadas de Homenaje, Instituto Smithsoniano y OEA, Cuenca, Ecuador (1992); Premio Konex de Platino en Arqueología y Antropología Cultural (1986 y 1996); Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires (1996); Medalla del Bicentenario, Instituto Smithsoniano, Washington D.C.(1999); y miembro Honorario de la Asociación de Arqueólogos Profesionales de la Argentina (2006).
De su notable y prolífica carrera como investigador, durante la que redactó más de cien publicaciones, se destaca su labor pionera en la aplicación del método de datación por Carbono 14 en América del Sur. Fue con este método que logró determinar que los restos encontrados en la cueva de Inti Huasi en San Luis tienen 8000 años de antigüedad. Dentro de esta disciplina el Dr. González fue un innovador en el establecimiento de nuevos enfoques, como la reconstrucción histórico-cultural integral e introdujo nuevas técnicas de excavación.
Su excelente trayectoria como profesional tuvo como correlato un férreo y constante compromiso con la realidad social y con la reivindicación de los derechos humanos en nuestro país.
En un admirable hecho de generosidad profesional, el Dr. González hizo la donación de sus archivos personales al Museo Etnográfico de la UBA, realizando un enorme aporte a la comunidad científica nacional. A partir de un convenio con el CONICET se comenzó la tarea de creación del Archivo Digital Dr. Alberto Rex González, que contiene la digitalización de su obra, asegurando su acceso a todos aquellos profesionales y estudiantes interesados en conocer, analizar o dar continuidad a sus líneas de trabajo e investigación.
La comunidad científica sentirá la falta de este pionero ilustre.
Alberto Rex González (1918-2012). Por Ana María Llamazares y Carlos Martínez Sarasola
Con Alberto Rex González se va, sin duda, uno de los “grandes” de la Antropología argentina y americana.
Una rápida mirada sobre su brillante y vasta trayectoria nos permite recordar que se graduó como Médico y luego como doctor en Antropología por la Universidad de Columbia. Que fue Profesor de las Universidades Nacionales del Litoral, Córdoba, La Plata y visitante en Harvard. Profesor honorario y doctor honoris causa de otras varias Casas de Altos Estudios. Autor de centenares de artículos y de varios libros ya clásicos. Entre sus investigaciones se destacan aquellas relacionadas con las culturas del NOA, especialmente la de la Aguada, a la cual definió y describió, sentando las bases de la periodización de la región. Integrante de la expedición franco-argentina a Nubia (Sudán). Consultor de la UNESCO para la preservación de monumentos en Perú y Bolivia. Miembro del Directorio del CONICET. Director Nacional de Antropología. Director del Museo Etnográfico de la UBA. Miembro de las Academias Nacionales de Bellas Artes y de Ciencias; del Instituto alemán de Arqueología. Distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y el Premio 50 Aniversario de la Society for American Archaeology…. Podríamos seguir, pero el listado de obras, cargos y distinciones es interminable.
Con Rex se va también toda una época de la Antropología y la Arqueología a nivel mundial. El perteneció a una generación de investigadores que señalaron buena parte del camino. Solía en las reuniones hacernos disfrutar de un anecdotario riquísimo donde figuras como Julian Steward, Junius Bird, Gerardo Reichel-Domatoff, Alfred Metraux y tantísimas otras “vacas sagradas” de la profesión aparecían para él como compañeros cotidianos de aventuras y búsquedas entre los intersticios inescrutables de la vida.
Pero Rex tuvo un plus, porque su extraordinaria inteligencia y sabiduría las acompañó siempre con una actitud ejemplar de humildad, disposición y afecto. Y esto también forma parte de su mensaje hacia todos aquellos que trabajamos inmersos en las culturas originarias, como para no olvidar que aquellos valores forman parte esencial del legado humano.
Somos testigos directos y protagonistas de esto que decimos. Siempre apoyó y hasta dirigió nuestros proyectos, leyó los manuscritos, los criticó con sumo respeto, los corrigió y también, cuando la ocasión lo ameritó, nos hizo el honor de prologarlos. Ante el ofrecimiento de alguna cátedra o alguna conferencia acerca de un tema particular solía decir “esto no es para mi, los especialistas son ustedes…” y entonces, le sugería a quien correspondiera alguno de nuestros nombres.
Un trabajador infatigable, un apasionado absoluto de su arqueología y de los misterios que encerraba cada una de las culturas a las que tuvo la posibilidad de investigar también tuvo un espacio generoso para las reivindicaciones históricas de los pueblos originarios, como que fue un precursor en exigir a los museos la restitución de los restos humanos pertenecientes a las comunidades actuales.
No sólo tiene méritos científicos inmensos, como su innovación en las técnicas de investigación arqueológicas o que fuera un pionero en Sudamérica en la utilización del fechado con el método del Carbono 14, sino que introdujo en forma sistemática la olvidada dimensión del arte en los estudios arqueológicos. Los temas que siempre tuvo entre manos lo pusieron en contacto con piezas y materiales excepcionales que su obra ayudó a rescatar del olvido, como las famosas tallas de piedras llamada “suplicantes” o los discos metálicos labrados de la cultura de La Aguada, objetos que ahora integran la galería de “obras maestras” del arte precolombino argentino.
También merece destacarse su preocupación por difundir los conocimientos científicos más allá de los límites estrictos de las comunidades académicas. En este sentido recordemos su participación en la organización y promoción de numerosas exposiciones públicas, los catálogos que ha prologado, su vinculación con importantes coleccionistas particulares que de un modo u otro ha redundado en la conservación de ese patrimonio dentro del país, así como su apoyo y estímulo a músicos y poetas que han dado una mayor proyección social a los temas de nuestro pasado precolombino.
Su búsqueda por revalorizar las expresiones artísticas de las culturas indígenas, se entrelazó también con la preocupación por el rescate concreto y la protección del patrimonio arqueológico. Y en esta casi militancia, que no dejó de lado la lucha por los derechos humanos, también lo animaba la convicción de que esta tarea coadyuva a la configuración del sentimiento de identidad cultural.
Rex González y la religión. «Yo había sido muy religioso. Inclusive había sido monaguillo»… «tuve que optar entre ciencia y religión y adopé totalmente el aspecto científico y empecé a dudar».
Pero debemos destacar que más allá de sus méritos como antropólogo y arqueólogo, la motivación de González siempre tuvo una proyección filosófica y humanista, que su inquietud más profunda estaba dirigida a comprender la universalidad del fenómeno humano y su impulso evolutivo.
Así, González nos muestra un camino que si bien está francamente jugado desde el campo científico-académico, se sostuvo permanentemente inspirado por emociones e inquietudes que lo nutrieron desde los terrenos del arte y de la filosofía. Podríamos hasta decir que él encarnó en su persona uno de los dramas contemporáneos que más nos aqueja: la necesidad de reunir lo que ha sido fragmentado, la búsqueda incesante por integrar el pensar y el sentir, la racionalidad y la sensibilidad.
En verdad, podríamos seguir escribiendo horas y páginas acerca de Rex, sobre sus aportes, contribuciones y originalidades, pero tal vez sea mejor evocar su voz a través de sus propias palabras, escritas hace más de catorce años en su mesa de trabajo al borde mismo de las excavaciones en el Valle de Catamarca:
Estoy más que agradecido a la disciplina que cultivé toda mi vida. Ella me hizo vivir en un mundo de esperanza y asombro, con el afán siempre renovado de la investigación, con el atractivo de sus incógnitas, nunca resueltas del todo, o resolviéndose mediante el planteo de nuevos problemas, en un sinfín interminable de fascinantes enigmas.
Nunca lo he dudado y lo he repetido, si tuviera oportunidad de escoger de nuevo mi vida, si volviera a nacer, volvería a ser arqueólogo. He tenido muchas amarguras, paralelamente he recibido más homenajes que todos los investigadores de la generación que me precedió y hubo muchos entre ellos con más méritos de los que yo pueda ostentar. Lo único que puedo decir es que en ningún caso busqué esos honores; ni siquiera los sugerí; jamás el más mínimo gesto o labor mía fue realizado pensando en retribuciones honoríficas. Siempre actué respondiendo a mi propio impulso o deseo y por el placer que me brindaban los resultados de mi propia labor. He gozado de las cosas sencillas de la vida y he amado con intensidad. La vida me dio la compañera más extraordinaria que pudo brindarme y juntos transcurrimos la mayor parte de nuestra existencia. Estoy en paz y agradecido por lo que tuve y lo que pude hacer, lo que pude comprender y el insondable misterio nunca resuelto que rodea el existir, llego en paz y conforme a los límites de mi destino, compuesto, como en todos los humanos, de una dosis de azar en juego con la fuerza de la propia voluntad y el deseo de hacer lo que uno cree correcto y verdadero.
Una vez más, gracias, maestro Rex González
Ana María Llamazares
Carlos Martínez Sarasola
Buenos Aires, 31 de marzo de 2012
Más info: Homenaje: Alberto Rex González, 50 años de aportes al desarrollo y consolidación de la Antropología Argentina. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras Fundación Argentina de Antropología, 1998. 410 p.