En la web no había rastros del libro. Nuestra primera reacción fue el enamoramiento: en el mundo sobran papeles que no fueron clasificados, escaneados y remontados a la nube. La segunda reacción, desconfiar e investigar, fue más lenta: nos quisimos quedar un rato en ese mundo. La presunta obra, firmada por Elías Taxa Cuádroz, un autor peruano real, podía ser una rareza. Pero ¿cómo se le pudo escapar a Antonio González Piñeiro, autor de 60 años de literatura ufológica en español (2015)? ¿Qué temas abordará? ¿Cuáles serán sus autores de referencia?
Sólo hallamos una crítica de la época, que suple un vacío sobre un libro cuyo título nos ha devuelto la alegría de lo asombroso.
Hippies sexomaníacos politóxicos y su vínculo con los extraterrestres. Dramático problema mundial. Por Elías Taxa Cuádroz. Ediciones Populares Los Andes EPASA, Lima (1973).
<< La tóxica cultura hippie y su afición por el “sexo salvaje” podría relacionarse con los extraterrestres que nos visitan. Esta es la tesis que defiende Taxa Cuádroz, quien emprende una tarea que no se atrevió a enfrentar en “Drogas, hippies, alcoholismo y pornografía” (1972), ni en otros ensayos o recopilaciones que le dedicó al tema. Su desafío fue develar la existencia de una psicodélica trama de intereses ocultos, un entretejido de fijaciones donde prácticas desviadas como el hippismo y el sexo obsesivo, entre otras vías promiscuas hacia una pretendida iluminación, están a la orden del día en pleno siglo XX. Esta tarea le ha permitido alzar su pluma en pos de orientar a la juventud, sus maestros tutelares y padres de familia, en un intento por advertir a la comunidad acerca de los múltiples estados que facilitan el martirio de los sentidos.
Taxa Cuadróz toma el asunto desde el flanco que parece más débil, como lo son las relaciones que nuestros sexomaníacos hippies mantendrían con seres alienígenas. Dicho esto, aceptar la precariedad de este vínculo no significa renunciar a comprender las relaciones incestuosas entre drogadicción, tecnologías del éxtasis y eventos si se quiere poco plausibles como el descenso de naves de otros mundos, por citar experiencias habituales según la prensa contemporánea –casi tan asiduos como el avistamiento de elefantes rosáceos, si tenemos en mente el tipo de visiones que le atribuye la cultura etílica, o los ataques de jaguar a los colocados por la ayahuasca, si vamos a una visión canónica de la pararrealidad que nos rodea a quienes habitamos entre la región andina y la amazonía.
Nuestro autor propone que el hippismo sexomaníaco politóxico es un problema que «atañe a todos», pretensión en la que, quizá, tensa un poco la cuerda: unos cuantos estamos a millones de años luz del símbolo de la paz, el amor libre y la venta de artesanías. O eso creemos. En el prólogo Taxa Cuadróz parece sugerir que el título es una concesión al editor, pero enseguida rectifica y proclama: “No faltará el lector que señalará que mi propuesta de vincular estas dos atrocidades de nuestra era con invasores galácticos pretende ensalzar el dramatismo de la cosa. Está en su derecho de pensar de este modo. Pero le ruego que continúe leyendo, ya que páginas adelante comprobará que no estoy solo en esta prédica que ofrece un estrecho margen para la acción, por cuanto hay dos caminos posibles, el del Averno y el de la Salvación”.
Estos son tiempos de veloces cambios tecnológicos (¡IBM acaba de lanzar la versión comercial de máquinas de escribir electrónicas!) y lo que hoy parece frívolo mañana será rutinario. Lo que hoy es urgencia, como lo es la Guerra contra la Droga, en pocos años será relativizado en nombre de cualquier drogadicto que los represente. “¡Cuidado!, advierte Taxa Cuadróz, ¡los ejércitos de alucinados también votan!”.
Con todo, el autor de «Hippies sexomaníacos politóxicos…» da ejemplos protagonizados por figuras con algún tornillo flojo, por así decir. Para algunos no estaba completo el plantel de jugadores de Allen Michel, el artista californiano que en 1947 recibió instrucciones de extraterrestres para fundar la primera Comuna Mundial de la Familia. Michel tuvo su revelación galáctica y no sólo abrió un restaurante vegetariano con otros malvivientes,¡también tenía ideas comunistas! Fue seis meses preso por venderle marihuana a un policía y sin embargo fue candidato presidencial por el Partido Síntesis Utópica. Tampoco parece ser distinto el caso de John Whiteside Parsons, un ingeniero aeronáutico, discípulo del ocultista británico Aleister Crowley, quien oraba al dios Pan antes de que sus cohetes, ensamblados en el Jet Propulsion Laboratory de Pasadena, lograran despegar. Por cierto, Parsons, uno de los padres de la cohetería estadounidense, es un hombre ciego ante la pseudociencia de un libro como “Dianética”. Parsons se acercó mucho a su autor, L. Ronald Hubbard, creador de una secta despiadada. A mi modesto juicio, quien confía en las cosas que dice semejante libro mañana podría confiarle su mujer a su peor enemigo.
Pero así como el Apolo 11 alcanzó la Luna, vale la pena estudiar los progresos de gente como Timothy Leary, quien quiso declarar al LSD “santo sacramento” de una Liga para el Descubrimiento Espiritual (otra vez, LSD) para no pagar impuestos, burlar la legalidad y “dedicarse a la investigación”; en la misma línea, deberemos seguir de cerca el paso de un joven llamado Terence McKenna, que ha relacionado la ingesta de hongos y el sexo grupal con rituales paleolíticos porque, según él, “favorecieron el desarrollo de la inteligencia y la religión”.
Taxa Cuadróz deambula por parajes tan desencajados con la naturaleza conocida que no toca otros asuntos igualmente graves, como lo son los trastornos del alcoholismo y la pornografía. Pero no seremos nosotros quienes cuestionaremos los alcances de la obra. Ni alertaremos sobre algunas de sus afirmaciones, algo arriesgadas. Su mención a una figura como Parsons, ese híbrido entre genio y locura, permite recordar que sus ideas eran bastante subversivas (1).
El asunto de los politóxicos te lo debemos. Pero es un neologismo con futuro: Taxa Cuadróz anticipó aquí una polémica que preocupará hacia, digamos, 2017. El libro tiene un apéndice que enlista una serie de presagios que le dio un profeta anónimo que vaticinó para ese año “la proliferación de una plaga de anticristos”, lo que se ha interpretado como una era de políticos infumables caracterizados por el elitismo, la ambición delirante y su consiguiente accionar punitivo para mantenerse en el poder. Por fortuna, estos son tiempos donde las prioridades son otras. Hoy apremia acabar con el flagelo de los hippies y los drogadictos y, en este sentido, el libro reseñado es un valioso aporte a la unidad familiar y a la construcción de una sociedad libre, católica, apostólica y romana. >>
NOTAS
(1) “El momento de luchar por la libertad es el momento en que la libertad está siendo amenazada, no cuando la libertad ha sido destruida, porque ahí ya es demasiado tarde… Ahora es el momento de luchar”, escribió Jack Parsons.
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