«Indios sucios y vagos». O como son de veras nuestros hermanos invisibles
Los grupos marginales, los movimientos sociales minoritarios -llámense pobres de toda pobreza, aborígenes o inmigrantes de países limítrofes-, no adquieren visibilidad por las buenas.
Las penurias que sufren estas tribus no avanzan en la vidriera mediática por flashes de consciencia cívica o por raptos de sensibilidad social. Los pueblos invisibles se visibilizan cuando ellos mismos protagonizan acciones desesperadas, algunos de sus activistas son heridos o muertos, o la policía del poder de turno los persigue o los mata.
«Pobres e indígenas ha habido siempre», dice el refrán, o Martín Caparrós (quien parece haber descubierto que sobre este tema hay diferencias de trato en el análisis «progre«). Inmigrantes paraguayos, bolivianos o peruanos también. ¿Ahora a quiénes les toca? A los qom de Colonia La Primavera, en Formosa. Una comunidad que es objeto de preciosos estudios culturales (por su folklore, por sus mixturas religiosas) y, a la vez, víctima de la ferocidad y de la ambición de políticos corruptos, en este caso asociados con el gobierno nacional.
Desde el pasado 23 de diciembe Félix Díaz, el natagalá (cacique en el idioma de los qom) de La Primavera inició una huelga de hambre junto a cinco indígenas. Tomaron la medida a un mes de un violento desalojo policial en su territorio, donde fueron muertos el integrante de la comunidad, Roberto López, y el oficial de policía Heber Falcón.
El líder de la Colonia había explicado que las raíces de la violencia contra su pueblo son bien complejas, es decir, que no sólo la había ejercido el gobernador kirchnerista Gildo Insfrán, en este caso custodio de propiedades de sus socios políticos.
-Hemos sufrido de todo –denunció Díaz–: discriminación, desprecio. Hasta los mismos médicos se burlaban de nosotros y no querían atender a nuestros hermanos, a nuestros chicos, a los ancianos. Después nos acusaban a nosotros de ser los violentos, somos los malos; sin embargo, durante cuatro meses, todas las noches soportamos el disparo de armas de los policías, de gente civil armada; las burlas, desprecios, discriminación…
-¿Qué les decían?
– De todo. Indios, sucios, vagos, hasta disparaban armas sobre nuestras casas. Y no sabíamos a donde denunciar, entonces aguantamos. No es que molestábamos, nosotros nos quedamos ahí porque sabemos que hay una ley que nos “acompaña”, la ley de emergencia territorial (Ley 26.160, Relevamiento Territorial de los Pueblos Indígenas), porque una vez instalados ya es difícil que nos saquen, decíamos. Ahí (en la ley) no te dice si hay un convenio firmado, la ley misma establece que hay un derecho, te garantiza. Sin embargo no se respetó, el gobierno de la provincia hace lo que quiere.
Los qom reclaman las tierras que les fueron arrebatadas por dirigentes oficialistas, el acceso al agua potable y solución a la falta de documentos destruidos el trágico 23 de noviembre, cuando la policía inició la brutal represión y quema de casas.
En estos días, la indiferencia del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner hacia la situación de La Primavera alcanza insólitas cotas de salvajismo. Y las cosas son más escalofriantes si confrontamos el desparpajo con que, un gobierno que hizo de los derechos humanos una de sus banderas centrales, finge minimizar la impune represión a cargo del gobierno provincial.
El pasado lunes el ministro del interior Florencio Randazzo canceló una publicitada reunión que iba a mantener con Félix Díaz, pese a que se había comprometido públicamente a recibirlo. ¿Tiene el funcionario prioridades que están por encima de la vida de los aborígenes, o juega a desgastar la protesta? Ambas opciones son execrables.
Las dobles morales no corren: el “gobierno de los derechos humanos” no puede hacerse el distraído. Menos cuando hoy, en plena ciudad de Buenos Aires (más precisamente en Avenida de Mayo y Avenida 9 de Julio), la salud de Díaz y la de sus compañeros peligra en su lucha por conservar esta visibilidad, que a La Primavera ya le costó el asesinato de un habitante y la profundización de una vil política de despojo.
En la esquina donde Díaz reclama por los derechos de su pueblo los medios (todos, grandes y chicos) no aparecen. Ni siquiera “ninguno de estos cantautores tan afectos a participar de festivales populares pasó a saludarlo, a interesarse por su suerte y colaborar para difundir esta injusticia que avergüenza”, para decirlo en palabras de mi amigo, el periodista Juan Ayala.
Es hora de gritar que los qom de La Primavera existen. Y hacer cuanto sea necesario para resistir la invisibilización de estas minorías. Impedir el reflujo de estas conquistas requiere del activo ejercicio de la memoria.
Es un proceso que no debe descansar nunca, porque olvidar estos acontecimientos anida en la zona más oscura de la condición humana.
Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.
Fue redactor de las revistas Conozca Más, Misterios, Enciclopedia Popular Magazine y Gente, y de los diarios La prensa y Página/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir y NEOy fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticiasy otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.