“Homínidos, Humanos, ¡Humanoides!” Un historiador a la caza de fauna sobrenatural

Coliseo Sentosa acaba de publicar un nueva obra de Fernando Soto Roland, que exuda el espíritu de aventura que atraviesa su vida, entre la investigación histórica de las anomalías y la criptozoología, entre la búsqueda de testimonios interesantes y posibles rastros para comprender cómo operan antropoides, monstruos y otras representaciones de lo extraño en la cultura popular.

Ojalá disfruten como yo de esta charla con Soto Roland, colaborador estrella de Factor y querido amigo de este editor.

Por Alejandro Agostinelli

PULP. Es el estilo años ’30 de la portada que identifica a “Homínidos, Humanos, ¡Humanoides!”. Se puede adquirir en Coliseo Sentosa, ahora mismo.

Ya entre nosotros el Primer Cuaderno de Criptozoología, en una edición al cuidado de Diego Zúñiga.

–¿Qué vamos a encontrar en tu nuevo libro, Fer?

–En principio, varios años de investigación, lecturas y viajes en pos de desentrañar qué hay detrás de cada una de las historias que el libro contiene. También mucho romanticismo, misterios fabricados, sistemas de creencias y un alarmante irracionalismo, al que he tratado de encontrarle una explicación satisfactoria y que, espero, le pase lo mismo al eventual lector.

Pasé toda mi infancia y pubertad creyendo en yetis, monstruos lacustres y demás seres anómalos. Eran parte de mi universo imaginario cuando todavía no tenía clara la línea que demarcaba la realidad de la fantasía. Y debo confesar que era hermoso. No había bosque, selva, montaña o desierto que no me atrajera por la sola posibilidad de poder toparme con alguna de esas criaturas.

–Eras un niño que deseaba creer. ¿Hasta qué edad?

–Convengamos que la presencia del Ratón Pérez y Papá Noel, en mi caso, perduró durante mucho más tiempo que en mis compañeritos de colegio.

Después, sobrevino el desencanto. Creo que este Primer Cuaderno de Criptozoología de Coliseo Sentosa gira en torno a ese sentimiento que maduró durante la adolescencia y se fortaleció en la Facultad de Humanidades, cuando cursé la carrera de Historia. Al revés de lo que algunos puedan llegar a pensar, ese desencanto fue, en verdad, encantador. Rejuvenecedor, en cierta forma.  Después de muchos años alejado de esas temáticas de la niñez, la historia cultural (a la que, debo confesar, no se le daba mucha importancia en la universidad de los años ochenta) y la Escuela historiográfica de Annales, con su historia de las mentalidades, me impulsaron a retomar a los monstruos (y a los extraterrestres y fantasmas) desde otra perspectiva. Una más sociológica y antropológica, atendiendo al estudio del imaginario y los sistemas de creencias.

Fue un regreso desangelado, no lo voy a negar, pero igual de apasionante. Observar todo de nuevo pero con otros ojos fue lo que me inspiró a escribir un artículo tras otro durante los últimos veinte años. Lo disfruté y lo disfruto enormemente. Me resulta difícil pasar las vacaciones yendo a sitios sin historias que indagar y contar; fascinándome no sólo por sus tramas y supuestas evidencias, sino por la cantidad de personas (adultas) que siguen acarreando estas creencias, sustentadas siempre en experiencias sin evidencias.

Creo que la criptozoología pivotea alrededor de historias incomprobables, pero maravillosamente atractivas. Historias que son capaces de darle a ciertos lugares un “plus” interesante. Tanto que muchos han encontrado en ese “plus” un negocio más que redituable y del que se sostienen comunidades enteras. ¿Acaso no hay pueblos que viven y sobreviven vendiendo Bigfoots, Nessies, Yetis y Hombres Polillas? ¿Y qué decir de los múltiples festivales que giran en torno a estas y otras criaturas, ahora domesticadas?

En el libro el lector encontrará también un generoso prólogo escrito por el antropólogo Ignacio Cabria., autor, entre otros libros fundamentales, de «Así creamos monstruos» (Luciérnaga, 2023) Para mí ha sido un honor que un investigador como él, del que tanto aprendí a través de sus amplia obra, se haya tomado el tiempo de leer mis trabajos y aceptado prologar este Primer Cuaderno de Criptozoología. Le estaré eternamente agradecido.

¡LLEGARON LOS MONSTRUOS! Una jauría de misteriosos seres antropomorfos puebla el flamante libro del historiador argentino. Edita: Coliseo Sentosa

–¿Qué significa, para vos, el monstruo?

–Es un espejo en el que nos miramos a nosotros mismos. Una fuente, no siempre evidente, de nuestros miedos, prejuicios, sueños de grandeza y contrastes necesarios para afianzarnos dentro de nuestros propios  límites.

El monstruo es exotismo, exploración, viajes, misterio. Es volver, de alguna forma, a imaginar un mundo inacabado que, en lo personal, siempre intenté encontrar en las exploraciones de las que formé parte, especialmente aquella que me llevó al Amazonas peruano en pos de la última capital incaica, Vilcabamba La Vieja, entre julio y agosto de 1998.

Días pasados pensaba que nuestro libro El Lobizón de Carlos Casares (porque también es tuyo en gran medida) no deja de ser una especie de búsqueda criptozoológica que intentó rescatar los sentimientos y situaciones que te acabo de mencionar. Nuestro viaje a Casares en mayo de 2023 aglutinó, en mi opinión,  mucho de todo aquello.

–Cazar monstruos significa ir a la pesca de sus representaciones en la cultura popular. Ahora bien, ¿cómo separamos aquellas figuras que son parte del imaginario literario o fílmico de esos otros que surgen más o menos espontáneamente en ciertos sitios a través del relato de testigos?

–No creo que haya que separar tanto las cosas. A mi modo de ver, las actuales criaturas del imaginario popular están profundamente influenciadas por el cine y la literatura, especialmente por los medios masivos. La mayoría, si no todos, se han originado primero en el papel y después saltaron al “mundo real”. Sin los diarios y los periódicos, los filmes y las novelas, el yeti, pie grande y demás bichos, no hubieran impactado del modo en que lo hicieron. Te diría que, incluso con los ovnis y los extraterrestres, pasa lo mismo. Pero de esos temas el especialista sos vos, je.

Cuando de monstruos se trata estamos ante interpretaciones, no ante hechos probados con evidencias. Y esas interpretaciones se moldean culturalmente. Sorprende cómo los “testigos” repiten y siguen los guiones previamente difundidos (inventados) por escritores y periodistas. Después vienen, claro está, los intentos por darle una antigüedad que muchos no tienen, y así algunos se ponen a reinterpretar leyendas, mitos y cuentos populares, muchos de ellos de circulación oral desde hace tiempo. Y esto también es interesante de estudiar y entender. Mirá, cuando escribo, en primer lugar, escribo para mí. Para comprender cómo funcionan las cosas. Recién entonces, cuando creo haberlo conseguido, empiezo a pensar en el eventual lector, no sin renunciar, aunque a veces no te guste, je, a usar la ironía y el sarcasmo para “poner en caja” a los excesivamente crédulos. Tal vez por eso algunos queridísimos amigos han criticado mi uso excesivo de adjetivos. Juro que intento tener en cuenta esas sugerencias, aunque me cuesta un poco cuando escribo algún “artículo de trinchera” (N. del E.: El Archivo Mosquito reúne algunos ejemplos sobre esto).

–¿La influencia cultural es «directa»? ¿Cuáles son las mediaciones para que emerja «el monstruo»?

– Creo que hay muchos factores que deben converger para que un monstruo tome forma y presencia en el imaginario social. Antes te mencioné la preponderancia de la literatura, el cine y los medios, pero nada de eso “materializaría” a una criatura extraña, influyendo en la vida cotidiana y afectándola honestamente, sin un determinado contexto histórico en el que se conjuguen factores políticos, económicos, sociales y culturales. Sé que los historiadores acudimos siempre a los “contextos” a la hora de dar explicaciones. Tal vez sea una deformación profesional, pero en mi opinión es algo cierto. Lo dije en más de un escrito: “el contexto es todo”. Sin él me resulta difícil encontrar una explicación a muchos sucesos. A menos que uno crea en evanescentes entidades cósmicas que moldean nuestra forma de apreciar la realidad con el fin de hacernos evolucionar espiritualmente. Me cuesta digerir que la aparición del yeti sea motivada por una energía inteligente cuyo objetivo sea hacerme dudar de la razón como herramienta para entender la realidad. ¿Monofásico? Puede que lo sea. Pero cuando leo posturas como esas me vuelvo en extremo materialista.

«EN BUSCA DE»… UN DESTINO A TRAVÉS DE LA HISTORIA. Para conocer más sobre el pensamiento del autor con relación a productos mediáticos dedicados a críptidos y otros misterios, este artículo es indispensable.

–¿Por qué aparecen?

–Si aparecieron alguna vez, realmente, no tenemos ninguna prueba. Convengamos que suelen aparecer en lugares lejanos, poco accesibles al común de los mortales. Tal vez sea ese el motivo por el cual muchas historias sobre críptidos tengan a los exploradores como principales “testigos” y protagonistas que, como en el gremio de la pesca, suelen ser bastante exagerados. Más cuando escriben sobre sus supuestos encuentros extraordinarios varios años después de acaecidos. La memoria es flaca y la vocación literaria, alimentada muchas veces por un exacerbado egocentrismo, suelen ser excelentes constructoras de monstruos.

–¿Acaso los necesitamos?

–Es muy probable que sí. Por algo siguen estando. Por algún motivo, como dice Nacho Cabria, el siglo XX los volvió a integrar a un “orden natural de las cosas” de la mano de la criptozoología…

Mirá, en el libro creo responder esa cuestión y no voy a spoilear mis conclusiones, ni ahí soy de los que se mandan la parte o se hacen los misteriosos, pero te diría que sirven para hacer esta vida un poco más interesante. Nos quitan el aburrimiento en el que millones de personas caen a diario. Encantan el mundo. Lo romantizan. Nos permiten soñar con descubrimientos capaces de cambiar todo lo que hemos construido hasta ahora y quedar en algún renglón de la historia de la humanidad. También son una fuente inagotable de especulaciones. Y a muchos les encanta especular, relacionar todo con todo y crear sobre el papel un universo alternativo, fantástico, quimérico y “abierto de mente”.

–¿Quiénes son los testigos? ¿Tienen algo especial?

Todas las disciplinas pseudocientíficas (y la criptozoología lo es) tienden a sustentarse en lo que se da en llamar “testigos calificados”. Como si tales informantes, por el motivo que fuere, estuvieran especialmente capacitados para no equivocarse nunca. La ufología, vos lo sabés bien, tiene a los pilotos de aviones y astronautas como ejemplos claros. Y cuando no hay ninguno a mano, basta un policía, un bombero o un doctor en algo, para alimentar la falacia del experto. Los cazadores de monstruos también acuden a personas tituladas, pero tienden a elevar al Parnaso a los “locales”. Es decir, al paisano, al aborigen, a la tribu de lugares exóticos, partiendo del supuesto de que dicen siempre la verdad. Que no mienten, que no ganan nada con su historia o que siempre aciertan en sus diagnósticos. Los sherpas, el caso del yeti; los congoleños con el Mokele Mbembe o las sociedades amazónicas con el Mapinguarí. Algo parecido me sucedió en Tonco, Salta, cuando el ufólogo local me juró que la testigo, una anciana que vivía aislada en los cerros, era incapaz de imaginar o exagerar sobre el humanoide que había visto caminar cerca de su casa.

En los casos que estudié he notado que el testigo es un producto del criptozoólogo encargado de la investigación. Recortando los testimonios en beneficio de la historia suele dársele mayor credibilidad. Es una cuestión sumamente complicada e interesante y creo que estos no son los únicos criterios que construyen el testigo ideal. Vicente-Juan Ballester Olmos puede decirnos y enseñarnos muchísimas más cosas sobre este asunto.

–¿Qué autores dedicados a la criptozoología de la vieja guardia te ayudaron o te estimularon más para comprender la estatura mítica de los monstruos? No estoy pensando sólo en los críticos sino, sobre todo, a los que fueron parte de la «fragua» de algunos estereotipos. 

–Alguien dijo una vez que “somos lo que han hecho de nosotros” y me parece que fueron muchos los autores que me estimularon, influyeron y contaminaron durante cierto tiempo mi percepción de la realidad. Algo más tarde me deconstruí. Los releí desde otros ángulos e incluso los combatí, no sin dejar de agradecerles los buenos momentos que me hicieron pasar. Sumergirme en sus libros fue una aventura fascinante. Emoción, misterio, miedo, todo eso se combinaba en partes iguales. Lamentablemente después crecí, me volví viejo y dejé de creer en Papá Noel.

Después de la entrevista, Fernando me envió la siguiente «lista incompleta»… «aunque dudo que alguno de ellos se ofenda por no ser nombrado: Bernard Heuvelmans, Loren Coleman, Iván T. Sanderson, John Keel, David Oren, Jordi Magraner, Daniel Cohen, David Childdress, Tim Dinsdale, Karl Shuker, Grover Krantz, Jeff Meldrum, Roy Mackal y Richard Greenwell, entre otros. Ellos fueron los verdaderos constructores de muchos de los monstruos que siguen deambulando en variados rincones apartados del planeta. Los padres de las criaturas que deformaron mi cerebro».

Dónde conseguir «Homínidos, Humanos, ¡Humanoides!«

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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