«La Guerra de los Mundos»: el caso pionero de “pánico colectivo” fue un fraude mediático

A los largo de 85 años, desde que Orson Welles hizo su versión radial de “La Guerra de los Mundos”, escuchamos a periodistas, intelectuales y hasta presuntos especialistas repetir el latiguillo: «La oleada de pánico causó huidas en masa, ataques al corazón y hasta suicidios».

Nada de esto ocurrió. ¿Cómo nació y por qué persiste la leyenda?

“La Guerra de los Mundos” («The War of the Worlds») fue un episodio radial de la serie dramática «The Mercury Theatre on the Air», dirigida y narrada por Orson Welles, luego consagrado uno de los grandes cineastas del mundo. Era una adaptación de la novela del mismo título de Herbert G. Wells y salió al aire en directo como un episodio de Halloween.

Por Alejandro Agostinelli

A las 8 PM del domingo 30 de octubre de 1938, Orson Welles (1915-1985) emitió la primera adaptación para radioteatro de la novela de Herbert George Wells (1866-1946), «La Guerra de los Mundos» (1898). Aquella dramatización se convirtió en el programa radial más famoso del siglo XX. La locución recreó la pieza literaria construyendo el clima de una cobertura noticiosa y estudió hasta el más mínimo detalle para que la representación de una invasión de Marte a la Tierra fuera verosímil.

Señoras y señores, les presentamos el último boletín de Intercontinental Radio News. Desde Toronto, el profesor Morse de la Universidad de McGill informa que ha observado un total de tres explosiones del planeta Marte entre las 7:45 P.M. y las 9:20 P.M.”

El realismo de la transmisión fue tan perturbador que, hasta hoy, creemos que aquella noche de brujas «una ola de terror se apoderó de los Estados Unidos». Sin embargo, esa noche nació el increíble mito del pánico a la invasión desde Marte.

Ahora sabemos que en los primeros años del siglo XX, seres más inteligentes que el hombre, y sin embargo mortales, vigilaban atentamente a nuestro planeta. También sabemos que mientras los hombres se dedicaban a sus quehaceres, otros hombres los examinaban y estudiaban con toda exactitud y minuciosidad, al igual que el hombre, valiéndose del microscopio, examina a las criaturas que pululan y se multiplican en una gota de agua…”

Así, en el anochecer de aquel domingo, comenzaba el programa, emitido por la CBS de Nueva York y repetidoras en todo el país. Muchos oyentes se perdieron la presentación y no se enteraron de que todo era una obra de radioteatro dirigida y protagonizada por el actor de 23 años. «La Columbia Broadcasting System y sus estaciones afiliadas presentan a Orson Welles y al Mercury Theatre en ´La Guerra de los Mundos´, de H.G. Wells», decía el locutor.

Desde entonces pasaron 85 años. Pese al paso del tiempo, las creencias alrededor del episodio instalaron un resistente lugar común que muchas personas siguen utilizando: «Los gobiernos ocultan la verdad (sobre los extraterrestres, artefactos secretos para controlar el clima… y hasta chips inoculados por medio de vacunas, ¡créalo! ) para evitar la histeria colectiva».

Por décadas, la emisión de Welles se usó como ejemplo sobre cómo los medios son capaces de afectar a la sensibilidad pública. Se llegaron a dar cifras sobre las personas que, presas del terror marciano, se quitaron la vida. Se habló de calles anegadas de automóviles pujando por salir de la ciudad. De ciudadanos corriendo en busca de sus familiares. De líneas telefónicas saturadas. Sin embargo, ninguna de aquellas afirmaciones estaban basadas en evidencias.

WELLES Y LA PRENSA. Al día siguiente, Orson enfrentó la situación en una conferencia de prensa. Las escenas de pánico atribuidas a la emisión de “La guerra de los mundos” tuvieron una dimensión mucho menor de la que algunos autores nos quisieron hacer creer.

Durante una hora, Welles reconstruyó la noticia de la caída de un extraño artefacto en la granja de Wilmuth, cerca de Grovers Mill, en Nueva Jersey. El locutor explicó que se habían detectado explosiones en Marte. Que habían comenzado a aterrizar una serie de naves cilíndricas. Habló del avance de un conjunto de trípodes tripulados por pulpos con cuerpos «grandes como un oso, brillantes como cuero mojado…» Los marcianos, cuyo aspecto «era indescriptible», entraban en Manhattan lanzando chorros de fuego.

Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado… ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien… o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos… ¿Son ojos? Puede que sean una cara. Puede que sea…»

Carl Philips desde Grover’s Mill, Nueva Jersey.

La obra presentaba una historia asombrosa pero persuasiva. Las calles, los edificios y las rutas eran «muy reales», casi tan familiares para los oyentes norteamericanos como lo fue para los lectores argentinos, veinte años después, la recreación de una invasión extraterrestre en el Buenos Aires de El Eternauta de Héctor G. Oesterheld y Francisco Solano López.

Ellos podían oír el relato creíble y asertivo de cronistas, académicos, militares, testigos y funcionarios. Actores, efectos especiales y la estratégica inclusión de boletines especiales que interrumpían la cortina musical —el tango «La cumparsita»— confluían en una historia cuya verosimilitud era escalofriante. Cuando empezaron a sonar los teléfonos de la radioemisora, Welles explicó que todo había sido una broma. Pero muchos no esperaron hasta el final. La CBS recibió demandas por daños y perjuicios. Y otros muchos —hasta lo malo tiene su lado bueno— comenzaron a desconfiar de los noticieros.

LUGAR COMÚN. Este documental que reitera los errores en torno a la emisión de Welles. Presenta el audio original de la radioemisión subtitulado en español.

En un estudio pionero sobre la psicología del pánico, «La invasión desde Marte» (1942), Hadley Cantril, psicólogo de la Universidad de Princeton, concluyó que 1.200.000 de oyentes, sobre 6.000.000, no sólo interpretaron que estaba oyendo un noticiero real sino que sufrieron un ataque de nervios. Según Cantril, sólo un 28% de los oyentes con educación universitaria creyó que era un informativo real, contra un 46% y 36% que habían cursado estudios primarios y secundarios. ¿Qué los asustó? La mayoría temió que se hubiera iniciado una guerra en Europa. Las heridas de la Primera Guerra Mundial aún sangraban. Fueran japoneses nazis o marcianos, el temor a una invasión extranjera estaba latente. Tres de cada diez entrevistados admitieron que oír a «científicos» les hizo confiar. Más de la mitad, en cambio, identificó la voz de Welles, había leído «La Guerra de los Mundos» (el libro) o le resultó sospechoso que el escenario fuera tan parecido a «un comic de Buck Rogers«. Más de la mitad sintonizó otras estaciones para verificar si era una noticia o ficción. Los más asustados, asomaron la cabeza por ventana.

El estudio que, según los psicólogos de Princeton, puso los pelos de punta a miles de oyentes también tuvo una notable influencia entre los interesados en la cultura popular. De hecho, esta tesis sentó las bases para el estudio de la propagación de los rumores y las campañas de desinformación. Y sin embargo…

«Hadley Cantril exageró mucho la magnitud de los acontecimientos», explicaron los sociólogos William S. Bainbridge y Robert E. Bartholomew en la revista Skeptical Inquirer. Los autores atribuyen las fallas a que esta clase de estudios eran incipientes. No sólo las tecnologías para recaudar datos y la estadística social estaban en pañales. Los investigadores sociales, por entonces, eran víctimas de su tiempo: los medios que habían creado la ilusión de «pánico» arrastró a Cantril a cometer fatales errores de sesgo.

Por un lado, el estudio reunió varios episodios perturbadores. Un testigo, dicen, se convenció de que estaba oliendo el gas venenoso y aseguró haber sentido «los rayos caloríficos» que se describía el programa. Otro se perturbó a tal punto que «tuvo una sensación de ahogo». Algunos informaron haber observado «marcianos en sus gigantescas máquinas apostadas en las Palisades de New Jersey» y otros juraron haber oído «el ruido de ametralladoras o el sonido siseante de los marcianos». En Grover’s Mill un hombre disparó a un tanque de agua convencido de que era una “gigantesca máquina de guerra marciana”. Y otro, apostado con binoculares en la terraza de un edificio en Manhattan, juró haber visto “las llamas de la batalla”.

Por otro lado, el equipo de Princeton sólo entrevistó a 135 personas. «Más de un centenar fueron elegidas porque les constaba que la emisión les había afectado», escribe Bartholomew. «Sólo hay evidencia anecdótica para sugerir que la mayoría de los oyentes tomaron alguna medida real durante la audición, como empaquetar sus cosas, tomar sus armas o escapar en sus vehículos», continúa. Bainbridge ha cuestionado que Cantril sólo citara «unos pocos relatos coloridos de un pequeño grupo de personas asustadas». Y escribe: «en cualquier noche, entre más de un millón de personas, al menos un millar pueden manejar a excesiva velocidad».

Mientras al otro día la prensa informaba sobre ataques al corazón entre los oyentes, ninguno de esos incidentes pudo ser comprobado. Tampoco las supuestas huidas en masa, ni que más de un millón de personas sintieran verdadero pánico. ¿Suicidios? No se informó ni uno.

El estudio de Hadley Cantril ignoró que la mayoría de los oyentes interpretaron el programa como una representación o a lo sumo una broma, y lo aceptaron de esa manera.

¿CÓMO NACIÓ EL FAKE?

Es una paradoja de primer orden que un caso usado hasta el hartazgo para mostrar cómo una oleada de suicidios en masa provocada por una «noticia falsa» resulta ser… una noticia falsa. Por supuesto, la validación académica de Cantril de la leyenda no alcanza para explicarla. ¿Cómo empezó? Probablemente, el meollo del asunto fue una cuestión de competencia de mercado de medios tradicionales vs. medios emergentes.

“La radio había desviado ingresos publicitarios de los medios impresos durante la Depresión, dañando gravemente la industria periodística. Así que los periódicos aprovecharon la ocasión que les presentó el programa de Welles para desacreditar a la radio como fuente de noticias. La industria periodística exageró el pánico para demostrar a los anunciantes y a los reguladores que la gestión de la radio era irresponsable y no se podía confiar en ella. En un editorial titulado “Terror por radio”, el New York Times reprochó a los “funcionarios de la radio” por aprobar el entretejido de ficción espeluznante con flashes de noticias “ofrecidos exactamente de la misma manera que se habrían dado noticias reales”, evaluaron en un aniversario anterior en Slate los investigadores Jefferson Pooley y Michael J. Socolow.

Una revista especializada de la industria periodística escribió:

La nación en su conjunto continúa enfrentándose al peligro de noticias incompletas e incomprendidas a través de un medio que aún tiene que demostrar que es competente para realizar el trabajo informativo”.

En 1954, Ben Gross, editor de radio del New York Daily News, publicó en un texto de memorias que recordaba a las calles de Manhattan desiertas mientras su taxi se dirigía raudamente a la sede de la CBS cuando terminaba la emisión de “La Guerra de los Mundos”. Pese a que no vio el más mínimo indicio de terror en la ciudad, el editor no logró impedir que el Daily News publicara la historia del pánico en esta legendaria portada unas horas más tarde:

En resumen, el primer estudio sobre la influencia social de los medios sobre las actitudes de las masas se había vuelto una monumental ironía. Fueran un puñado o un millón, innegablemente los medios influyeron sobre la percepción pública de los hechos. ¿Un medio, por sí solo, puede desatar una ola de pánico incontrolable? El estudio dirigido por Cantril no lo comprobó.

En la Europa de la Edad Media muchos creían que existían personas capaces de transformarse en lobos. Otros estaban convencidos de que entre nuestros semejantes algunas personas podían ser víctimas de posesiones demoníacas. También hubo oleadas de terror a brujas imaginarias y otros pánicos morales que atacaron, a veces hasta ocasionar la muerte, a diferentes grupos minoritarios.

Hoy los miedos son otros. Nuevos cazadores de brujas denuncian la existencia de agentes contaminantes que no son tales, azuzan con «peligrosas sectas» incapaces de matar a una mosca, descubren evidencias de «tráfico de órganos» o generan alarmas injustificadas en pueblos, fábricas, colegios u otros grupos sensibles a rumores sensacionalistas.

SENSACIONALISMO ANTI-RADIO. Titular de The Boston Daily Globe, 31 de octubre de 1938.

Los estudios sociológicos que revisaron la tesis de Cantril han demostrado que la histeria colectiva que se desató en Estados Unidos en 1938 fue una creación mediática. La creencia de que «es poco conveniente informar a las masas sobre ciertas verdades terribles para evitar la histeria colectiva» tiene consecuencias graves. Paradójicamente, creer en conspiraciones puede aumentar y propagar temores injustificados.

Sin llegar tan lejos, muchas nociones populares sobre el poder que ejercen los medios están en buena medida basadas en esta transmisión y en cómo fue recibida por los norteamericanos. Ideas conspiranoicas relativas la “inoculación de miedos” a través de los medios descansan en clisés como los que ofreció el falso pánico provocado por el programa radial de Wells.

Los estadounidenses han mostrado un miedo persistente a ser invadidos por una «superpotencia externa». Este tipo peculiar de miedo se remonta a fines de 1930, con la emisión de «La Guerra de los Mundos», y se intensificó en la década de 1940, con los avistamientos de platos voladores. ¿Esto explica por qué los Estados Unidos han recurrido a la invasión militar como forma de resolver conflictos? Desde luego que no. Pero podría haber sido un factor sociocultural más, a meses de desatarse la Segunda Guerra Mundial y entre los muchos que forjaron su espíritu imperialista.

Quién sabe si aquel pánico apócrifo no podría ayudar a comprender por qué muchas veces los gobiernos de los Estados Unidos prefieren invadir primero.

ENLACES EXTERNOS

La invasión desde Marte (resumen en castellano). Por Hadley Cantril

El noche del Gran Pánico Marciano Fue Puro Cuento. Por Alejandro Agostinelli. En Yahoo! (versión original, reducida)

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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