La «guerrilla capitalista»: bandas sin una pizca de romanticismo (2)

En esta segunda parte, complementaria de mi crónica en pos de una banda narco en una favela de Río de Janeiro, recupero una entrevista inédita a Alba Zaluar (1942-2019), conocida en Brasil como “la antropóloga de la violencia”.

También cuento el caso de William Da Silva Lima (1942-2019), uno de los fundadores involuntarios del llamado Comando Vermelho, uno de los grandes mitos criminales de la historia carcelaria de Brasil.

Por Alejandro Agostinelli

Hace 29 años, el día después del llamado «Operativo Río», una incursión en el Morro Borel me permitió desnudar la componente farsesca de la jactancia de los generales: quienes pretendieron haber expulsado a los narcos no podían ignorar que los narco persistían orondos en los recodos y las conejeras de las favelas.

Nunca me hubiese atrevido a entrar en un territorio dominado por el narcotráfico de Río de Janeiro sin hablar antes con la persona que mejor conoce el sistema.

Alba Zaluar vivió a la vuelta de un morro de Río entre 1980 y 1983, cuando el narcotráfico se empezaba a teñir de sangre.

En esta entrevista inédita, Zaluar, socióloga y antropóloga, desromantizó estas bandas, explicó cómo funcionan, su relación con la vecindad y por qué sus acciones no merecen páginas de gloria.

Rescato aquí el reportaje completo a la doctora Zaluar, a quien visité poco después de la salida de su obra Condomínio do diabo (editorial Revan/ UFRJ, 1994).

En primer lugar, una banda representa algo con lo que el sistema local necesita establecer un modus vivendi. Cuando no existe un mecanismo regular y eficaz para mantener el orden público (y esto ocurre casi por definición en zonas donde florece el bandidaje), no sirve de mucho invocar la protección de las autoridades, sobre todo porque esos llamamientos provocarán el envío de una expedición de las fuerzas armadas, que devastarán la economía de la aldea incluso más que los bandidos.”

Eric Hobsbawn

Bandidos (1969)

Antes de tener el descaro de ingresar en aquellos territorios, busqué a la persona que conocía a estos muchachos como las uñas de sus dedos. Era Alba Zaluar, docente e investigadora del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Iesp-Uerj) y gran referente en las áreas de sociología y antropología urbana y en estudios sobre la violencia en Brasil.

Sus investigaciones inspiraron a Paulo Lins escribir Cidade de Deus (1997), obra que en 2002 posibilitó la película del mismo nombre. Alba estimuló a Lins seguir adelante con aquel emblemático trabajo etnográfico.

Hoy, antes de repasar la entrevista, hasta hoy inédita, descubrí con tristeza que falleció el 19 de diciembre de 2019, a los 77 años. Mi intención es, entonces, replicar la voz que alzó en 1994, cuando los protagonistas de su tesis atravesaban sus días más turbulentos.

* * *

“No, por favor. Fotos no”. Desde que en un congreso internacional sobre abuso de drogas y criminalidad le avisaron que era ametrallada por fotógrafos empleados por agencias del gobierno norteamericano, Alba Zaluar parece haber perdido todo interés por la popularidad. “No les voy a facilitar el trabajo”, dice. Por su postura favorable a la legalización del consumo de estupefacientes y por denunciar a voz en cuello que el gobierno de los Estados Unidos encabeza una ofensiva para “demonizar las drogas y militarizar el problema”, se ganó la enemistad de la DEA. “Si el consumo se libera, los precios caen y termina la violencia que genera”. No le faltan adversarios en la otra vereda por la persistencia con que desmitifica la visión romántica de quienes reivindican las cuadrillas armadas del narco porque “se enfrentan al sistema”.

La doble identidad de Alba Zaluar –es antropóloga y socióloga– le permitió atacar el problema desde una perspectiva amplia e inmersiva: sus rondas por las cornisas de los morros cariocas se notan en su temperamento, arisco y pedregoso.

Graduada en ciencias sociales en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), su experiencia de campo es su tarjeta de presentación: vivió en carne propia la violencia política de la que habla: entre 1980 y 1983 vivió en Botafogo, un barrio carioca vecino del Morro Dona Marta, desde donde fue testigo de violentas exhibiciones de poder entre facciones rivales.

“Desde la ventana de mi casa veía las trazas naranjas de las balas rasantes. El ruido era inferenal, y estaba a dos mil metros. ¿Se imaginan lo que vivían los favelados, que están en el medio? Ese era el clima. De esa favela evacuaban un promedio de tres o cuatro familias por semana. Los líderes de la comunidad estaban aterrorizados. La Iglesia Católica, que no aceptaba dinero del narco, estaba cercada. Allí los narco compraron todas las casas que están alrededor de la parroquia. Los domingos asistían a misa para oir lo que decía el padre. Ese problema los pentecostales no lo tenían, Asamblea de Dios aceptaba plata del narco”.

Entre 1964 y 1985, Alva abandonó el país a raíz de la persecución política de la dictadura militar (1964-1985). Integró el Partido Comunista Brasileño (PCB) y militó en el movimiento estudiantil junto a su marido, el físico Alberto Passos Guimarães Filho. En 1974, otra vez en Brasil, concluyó su maestría en el programa de Antropología Social del Museo Nacional de la UFRJ dirigido por el antropólogo Roberto DaMatta.

En su despacho de la Universidad, abordó las relaciones que existen entre el negocio de la droga, las bandas armadas y la marginalidad, asuntos en los que se especializó mucho antes de que fueran tema de las primeras planas de los principales diarios del mundo.

LA LEY DEL TERROR

–Usted estudiaba la vida en las favelas cuando los narcos se empezaban a militarizar, ¿cómo fue ese proceso?

–Las cuadrillas se formaron a fines de los años 70, y comenzaron a pelearse unas con otras para controlar las bocas de fumo, que al principio era el lugar donde se reunían a fumar marihuana y luego fue el punto de venta. Ya tenían muchas armas, ya vendían cocaína, ya había muchos muertos y ya había policías que trabajaban con ellos. No me decían dónde conseguían las armas o las drogas. Bueno, no es que yo hiciera demasiadas preguntas. Me permitieron hacer la investigación porque era socióloga y antropóloga, no periodista. Por entonces peleaban por los mismos motivos que lo hacen ahora –controlar las bocas– pero con una diferencia: el Comando Vermelho (CV) todavía no las dominaba, como intenta hacerlo ahora.

–¿Cuánto representa este tráfico del total del negocio?

–¡Ahí está el cafezinho! El dinero grande se mueve en toda la ciudad. La clase media compra droga en las favelas porque es más barata. Termina habiendo diferencias de estilo. En Río están las armas. Mi experiencia me mostró una parte del problema, el final de la red de tráfico, que es una cosa sumamente anárquica y ramificada en las puntas. No existe una organización rígida: es una red formada por miles de vendedores, intermediarios, camioneros, financistas, policías… La policía destruye una parte a efectos publicitarios y conserva otra para distribuir por su cuenta. Y con las cabeceras pasa lo mismo que con grandes corporaciones como Coca Cola, por ejemplo, que entrega el producto a los mayoristas sin controlar lo que pasa en los bares.

–¿Por qué un joven decide enrolarse en estas bandas?

–Por muchas y distintas razones. Recuerdo el caso de un rapaz de ojos verdes tan bonito que todas las chicas le coqueteaban. Ese motivo era más que suficiente para que los bandidos lo humillaran. Harto, decidió armarse e integrar una de estas bandas. La transición del adolescente que habita las favelas es muy complicada. En general tiene una gran necesidad de afirmar su masculinidad, y en su vida cotidiana ese desarrollo está muy asociado con la posesión de armas de fuego, conseguir una novia y tener dinero para gastar en chicas. Los vendedores o aviones, sin embargo, no ganan tanto. Se empiezan enviciando y luego tienen que pagar su vicio y el de sus amigos, amigas… A eso se suma un dinero que le tienen que dar a la policía para que no los moleste. Los proveedores exigen plazos de pago perentorios. Si reciben cien papelotes de cocaína, deben pagar en dos o tres días. Si no, puede haber una amenaza inicial. Y si es reincidente, lo matan. Por eso roban, asaltan o realizan secuestros extorsivos. El asesinato es la manera en que la organización resuelve sus problemas comerciales. El jefe de la guerrilla les ofrece protección e impunidad. En este esquema, las acciones delictivas solitarias son poco concebibles. El bandido no se arriesga a andar solo. Eso no existe. Sin grupo de contención es blanco fijo de la represión policial.

–¿Cuál es la mayor ambición de los aviones?

–Los más jovencitos empiezan una carrera en la que pretenden convertirse en jefes. El narcotráfico es un medio de enriquecimiento rápido y eso les fascina, enriquecerse y el poder. Las bandas no están formadas por revoltosos heroicos, en el sentido de que buscan crear un movimiento social para cambiar la sociedad, como opinan algunos colegas, que han malinterpretado las teorías de Focault o de Marx y los creen… ¡revolucionarios! ¡Nada más lejos de la verdad! Este problema sólo se entiende en el cuadro del crimen organizado del narcotráfico. ¡Son guerrilleros capitalistas! (sonríe) Tienen cero compromiso con los movimientos sociales, con la democracia o con la transformación. El poder lo quieren para ellos. Al revés, ellos son los responsables de la destrucción de los movimientos solidarios en los barrios populares. En cada localidad las cuadrillas han creado un sistema político con métodos similares a los del Estado moderno: su poder está basado en su poder de fuego. Y así cobran peajes, tasas de protección, etc. En definitiva, abusan de las técnicas represivas que sufrieron mientras pertenecieron a las clases bajas, y reproducen lo que aprendieron de la relación dominador-dominado. Los dirigentes de las Asociaciones de Moradores que no aceptan las reglas de juego que ellos imponen son expulsados, cuando no asesinados.

DISPUESTOS A MATAR

–La situación de los dirigentes comunitarios es delicada. No sólo son intermediarios entre el gobierno y los favelados; también lo son entre éstos y los líderes de las bandas…

–Permítame una corrección. Los narcos no tienen líderes; tienen jefes. El poder que manejan es puramente militar: se basa en la posesión de las armas y son respetados por su disposición para matar; en general, los jefes nuevos asumen tras haber asesinado al anterior. La autoridad que ostentan depende de su capacidad para infundir miedo.

Los líderes de las asociaciones no pueden hacer críticas ni ofrecer ninguna resistencia. El movimiento comunitario se fundió y la gente ya no busca a sus representantes. De hecho, la mayoría de ellos se acomodó a la situación y colabora con los traficantes para salvar su vida. Mientras tanto, los narcos financian algunas actividades menores, como las escolas do samba, los partidos de fútbol…

–¿Esa es toda su política social? Hay narcos que se jactan de ayudar a la comunidad.

–¡Noooo! ¡Nada que ver! (se ríe con ganas y niega con las dos manos, escandalizada). A veces organizan fiestas para emborracharse. Si apoyan otra actividad, no lo hacen en forma frecuente ni coherente con ninguna idea de bienestar social. Sus manejos no son acatados por todos. A lo sumo, ayudarán a personas de su círculo cercano. Pero no más.

–¿Y cuál es la situación del favelado que no negocia?

–En 1980, los favelados me decían: “Los bandidos hacen su vida, nosotros la nuestra”. Pero poco tiempo después se empezaron a incomodar porque andaban armados. Apenas ocurrieron los primeros conflictos, comenzaron a decir: “Son cobardes, solo saben resolver sus problemas con el arma en la mano”. La situación cambió cuando coparon las asociaciones, el carnaval, los comercios y empezó a caer gente por las balas perdidas. Nadie habla de los muertos ni de las familias que huyen aterrorizadas y vendieron sus casas por nada.

Hay jovencitos que quieren salir de esa vida. Pero no pueden, no dan marcha atrás porque ya se hicieron demasiados enemigos y corren el peligro cierto de morir asesinados, o caer presos –si el destino es generoso con ellos. Muy pocos consiguen escapar de ese infierno. Es preciso entender que desde muy niños adhirieron a un conjunto de valores relacionados con la violencia. El estado de guerra, para ellos, se hizo costumbre. Y la muerte es el único horizonte, el último al que pueden aspirar.

* * *

A PROPÓSITO DE UNA CARTA ABIERTA (2018). Otro motivo que me impulsó reflotar mi entrevista de 1994 es que en los últimos años de su vida Zaluar fue partidaria de la militarización de las favelas. Su postura fue cuestionada por María Isabel Couto, Doctora en Sociología por el IESP/UERJ, en la siguiente carta abierta.

ALBA ZALUAR (1942-2019)

Obtuvo su doctorado en antropología social en la Universidad de San Pablo bajo la dirección de la antropóloga Eunice Ribeiro Durham. Estudió la vida cotidiana de los habitantes de las favelas del Área Metropolitana de Río de Janeiro. En 1985 su investigación fue considerada “una referencia obligatoria”, por Theodor Adorno, en referencia a sus estudios sobre violencia, sociología y antropología urbanas titulado A máquina e a revolta: As organizações populares e o significado da pobreza [La máquina y la rebelión: las organizaciones populares y el significado de la pobreza] (editorial Brasiliense, 1985).

En 1997, en el Instituto de Medicina Social de la Universidad Fluminense, fundó el Núcleo de Investigación de Violencias (Nupevi). En 2002, se convirtió en titular de la Cátedra Joaquim Nabuco de la Universidad Stanford, en Estados Unidos. Entre los premios que recibió destacan la Medalla Chiquinha Gonzaga, de Concejo Deliberante de Río de Janeiro y la Medalla Roquette Pinto por su Contribución a la Antropología Brasileña, de la Asociación Brasileña de Antropología. Publicó una docena de libros y más de 70 artículos. Dirigió más de 20 tesinas de maestría y 20 tesis doctorales.

A SANGRE Y FUEGO. LA CURIOSA HISTORIA DEL COMANDO VERMELHO

 400 X 1 – Uma História do Comando Vermelho. El título del libro de William da Silva Lima hace referencia al cerco policial que acabó con la vida de José Jorge Saldanha, conocido como Zé Bigode, en los años 80, en la Ilha do Governador. Fueron 12 horas de intenso tiroteo, suceso que movilizó a unos cuatrocientos policías. El libro se puede descargar desde aquí.

En 1982, Simone Barros Correa era una joven estudiante de derecho interesada en descifrar los córdigos secretos del sistema penitenciario. Su vida cambió por completo cuando se enamoró de un preso célebre, William da Silva Lima, fallecido a los 77 años el 31 de julio de 2019.

Fue uno de los fundadores del llamado Comando Vermelho. Los barrotes no impidieron el matrimonio. Simone lo visitaba los fines de semana y llegaron a tener tres hijos.

En noviembre de 1994 entrevisté a Simone Barros Correa en la sede del ISER, un centro de estudios sociales que le encargó coordinar un proyecto para defender los derechos humanos dentro del sistema penitenciario.

“El Comando Vermelho –contó Simone– no se originó en los morros. Surgió en el presidio, cuando, a partir de 1964, llegaron los primeros presos políticos. Los presos comunes aprendieron de ellos a organizarse, inaugurando una ética solidaria donde antes sólo había odio, violencia, fragmentación.  William y sus compañeros llevaron a las cárceles una discusión que ya existía en la sociedad y plantearon crear reglas de convivencia. Quienes ahora dicen (decían) pertenecer al CV ni siquiera conocen su historia. Los jóvenes invocan su nombre a modo de protección, para ser respetados en las cárceles.

“La guerra de las favelas –continúa Simone– son guerras de lucro, grupos rivales que quieren extender su territorio de acción. No existe un liderazgo explícito como en Colombia, donde existían los carteles de Medellín y Cali y tenían su territorio acotado. No creo en el crimen organizado. Lo que existe es la miseria y un montón de pobres que intentan administrar esa miseria en sus pequeños reductos de la favela. Los líderes de las bandas narco son un mito creado por los medios de comunicación. Primero los fabrican y después hacen alarde de que la policía agarró a uno de los grandes, cuando en realidad es uno de los miles que andan por ahí. Ninguno tiene dinero o poder para corromper al juez o al gobernador. La mayoría ni siquiera tiene documentos para salir del país a comprar armas y tener un sistema de tráfico pesado. Son pequeños distribuidores que dependen de otros.

William da Silva Lima (WSL) en 2016, cuando se reeditó su versión sobre la historia del Comando Vermelho. Ya era una figura bien conocida como profesor y poeta, he aquí un tributo del prologuista de la última reedición de su libro.

Cómo nació el Comando Vermelho

–Fue fundado en los ‘60 en las cárceles de Bangú, Frei Caneca e Isla Grande (Río de Janeiro). Enroló a los primeros presos políticos que combatieron a la dioctadura de Castello Branco.

–Empezó llamándose Falange LSN. Falange, en la jerga carcelaria, significa “Presos agrupados en torno a cualquier interés común”.  Sus impulsores fueron William da Silva Lima (WSL), Roberto da Silva, Zé Bigode Saldanha, Apolinario Nanani de Sousa y Bira Russo.

Comando Vermelho fue un apodo que usó la prensa por primera vez en 1979. “Las palabras –explicó WSL– no son inocentes. Rojo es un adjetivo que despierta viejos y mortales reflejos en policías y militares”.

–William explica que el CV carecía de una estructura jerárquica y proponía unirse para sobrevivir en la adversidad, “al sistema le convenía dividir para dominar”.

–El CV protagonizó escapes espectaculares y asaltó bancos para financiar la fuga de otros reclusos. Buscaron refugio en las favelas “por razones de seguridad”.

–WSL niega vinculaciones con los narco, dice que sus objetivos fueron tergiversados por quienes sí estaban implicados en él. “Han utilizado el nombre para prestigiarse”.

–En los morros  se autodenominaban CV las bandas narco más intransigentes y feroces, aquellas que procuran expandir los espacios de tráfico a sangre y fuego.

–En la administración de las cárceles se dice que originalmente “se debieron separar a los presos para evitar peleas”. Luego, las guerras entre las facciones CV y TC se trasladaron a los morros.

–Los que se hacen llamar Tercer Comando son dialoguistas y sacan partido de la corrupción policial para evitar conflictos. Le siguen el Comando Yacaré y el Neutro.

Fuentes policiales reconocen que el grueso de los grupos que se autoproclaman CV no responden a un liderazgo común. “A veces, incluso, combaten entre sí.

–El preso más viejo y famoso ligado al narco que actuó en nombre del CV fue José Carlos dos Reis, conocido como “Escadinha”. En la Navidad de 1985 protagonizó una espectacular fuga en helicóptero del penal de Ilha Grande, hasta ese día considerado el más seguro del país. En 2004 murió ametrallado por rivales.

FUENTE: «A sangre y fuego». Por Alejandro Agostinelli. En el diario La Prensa, 12 de diciembre de 1994.

ENLACE EXTERNO

Artículos de Alva Zaluar en la revista Datos

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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