El 21 de octubre de 1963 tuvo lugar el suceso etiquetado como “ovni” más escalofriante de cuantos se han registrado en la Argentina.
Aquella noche, desde las 21 horas, la familia Moreno en la Villa de Trancas, provincia de Tucumán, asistió durante más de 40 minutos al asedio de un grupo de objetos que irradiaba haces de luz, uno de los cuales –el más próximo a la finca Santa Teresa– proyectó un haz de luz que aterrorizó a tres mujeres.
Desde entonces, las hipótesis posibles para explicar el caso Trancas se han repartido entre 1) naves extraterrestres u otras ideas exóticas, 2) maniobras militares malinterpretadas y 3) otro fenómeno todavía inexplicado (pendiente de explicación).
El Dr. Oscar Galíndez escribió los informes sobre el caso más difundidos, siendo el autor del trabajo más conocido incluido en la revista “Ovnis: un desafío a la ciencia” (1974), republicado parcialmente en la parte I de este informe.
En 1988, el ufólogo, arquitecto y Psicólogo Social Roberto Banchs concluyó que la familia Moreno no logró identificar luces lanzadas por proyectores antiaéreos ubicados cerca de las vías férreas y confundió con un aparato ovoide un vehículo blindado envuelto en humo de camuflaje en el curso de unas maniobras militares «fuera de lugar» que nunca fueron reconocidas por las autoridades militares.
A continuación de un resumen de la hipótesis de Banchs, que presentó como “Informe final”, publicamos la extensa réplica que el Dr. Galíndez escribió en 2009. Es el primer capítulo de un pormenorizado manuscrito, por ahora sin fecha de publicación.
Cuando tuvieron lugar los insólitos sucesos de Villa de Trancas, Tucumán, la finca Santa Teresa estaba ubicada en una casi zona despoblada: salvo un par de familias, no había casas en dos kilómetros a la redonda.
El 21 de octubre de 1963, a partir de las 21.30 hs, los residentes de la casa, un matrimonio mayor formado por Teresa y Antonio Moreno, sus tres hijas, Yolié, Argentina y Nellibe (o Yolanda), y la empleada doméstica, Dora Martina Guzmán, vieron diferentes fases de una serie de manifestaciones que hizo vivir a las testigos momentos de terror, asombro y confusión: dos potentes luces detenidas sobre las vías férreas, a 200 metros de la casa, unidas por un haz de luz a través del cual iban y venían alrededor de 40 personas; el acoso de entre cinco y siete objetos que emitían intensos haces de luz y otro objeto, situado a pocos metros de la casa, que lanzó un poderoso haz de luz hacia la ubicación de las hermanas Yolanda y Yolié y la empleada Guzmán, aterrorizándolas. Describieron a este singular objeto como un cuerpo metálico con casquetes unidos con remaches, un domo superior (desde donde era irradiado el haz de luz) y una especie de “serpentina de colores” rotatoria interior, vista a través de seis ventanillas o por debajo, rodeado de bruma.
Estas excepcionales percepciones tuvieron en vilo a la familia Moreno por más de cuarenta minutos. Nada vieron, pero –según sus madres–, sudaron copiosamente mientras dormían, las tres pequeñas hijas de Yolié y Argentina, ambas casadas con oficiales del ejército argentino que esa misma noche habían partido para participar en maniobras militares en el Norte del país.
El Dr. Oscar Galíndez e integrantes de su grupo, el CADIU (Círculo Argentino de Investigaciones Ufológicas), realizaron varias entrevistas desde 1964, siendo publicadas diferentes versiones de un artículo que integró el libro “Los Ovnis ante la Ciencia-Implicancias del Informe de Colorado” (Córdoba, 1971), la cuarta edición de la revista argentina “Ovnis, un desafío a la ciencia” correspondiente a noviembre-diciembre de 1974 y otras publicaciones consignadas en una entrada anterior.
Desde 1988, el ufólogo, arquitecto y Psicólogo Social por la Universidad John Kennedy R. Banchs, ha propuesto lo que llamó “explicación final”: tras entrevistar a las protagonistas, revisar archivos periodísticos y bibliografía especializada, concluyó que a la zona accedieron vehículos militares –alguno de ellos un tanque tipo Sherman o un carro blindado, conjeturó–, desplegándose en proximidades de una residencia civil que fue atravesada por reflectores antiaéreos y al menos por un vehículo camuflado en cortinas de humo.
El increíble encuentro protagonizado por la familia Moreno en Trancas, según Banchs, habría sido un complejo conjunto de confusiones perceptivas causado durante un operativo militar improvisado frente a la finca Santa Teresa. Tras revisar diarios de la época descubrió que, en fechas cercanas, militares que eran parte del 20 Regimiento de Montaña, el 19vo. de Infantería y el 5to de Comunicaciones de diversas provincias que iban a Salta necesariamente debían pasar por Trancas, frente a la vivienda de los Moreno. Y que los residuos de carbonato de calcio atribuidos a los presuntos ovnis podrían corresponder a proyectores Sperry, ya en uso, escribe Banchs, por parte de los militares argentinos.
Antes de proceder a la lectura de la Parte I del informe titulado por Galíndez «LAS ANOMALÍAS DE TRANCAS: REFLEXIONES SOBRE UN AUTOPROCLAMADO INFORME FINAL», redactado en noviembre de 2009, facilitaría la comprensión del caso repasar los siguientes trabajos:
“Los asombrosos Fenómenos de Trancas” en la edición de “Ovnis, un desafío a la ciencia” Nro 4 (Noviembre-Diciembre de 1974), el Dr. Oscar Galíndez presentaba la llamada “versión canónica” del caso. Se puede consultar la nota abreviada en este blog o descargar completa pdf desde aquí.
Distintos escritos del “Informe Final” de Banchs se encuentran en los siguientes enlaces:
TRANCAS, TUCUMÁN: EL INFORME FINAL (1)
TRANCAS, TUCUMÁN: EL INFORME FINAL (2)
TRANCAS, TUCUMÁN: EL INFORME FINAL (3)
TRANCAS, TUCUMÁN: EL INFORME FINAL (4)
También se puede descargar Cuadernos de Ufología Nro 14, Segunda Época, 1993 (contiene Caso »Trancas»: Un clásico ha caído, p. 81 y sucesivas y “Del tropezón a la caída del caso Trancas”, p. 88 y suc. )
El extenso trabajo de Galíndez, que responde a varias críticas de Banchs, no había visto la luz hasta hoy.
Todavía no está dicha la última palabra: el caso sigue abierto a debate y a ulteriores investigaciones.
LAS ANOMALÍAS DE TRANCAS:
REFLEXIONES SOBRE UN AUTOPROCLAMADO INFORME FINAL.
PARTE I
A los efectos de no extender en demasía esta Primera Parte, aclaramos que en su contexto nos remitimos en las respectivas notas de pie de página a los pertinentes sitios web que reproducen in extenso el caso Trancas, tal como lo difundiera originalmente el suscrito y como –a manera de réplica– lo ensayara el “Informe Final”. Por ende, aconsejamos leer primeramente esos documentos.
II.- Sumario de Parte I:
-Las investigaciones del suscrito y del CADIU se llevaron a cabo in situ desde 1964.
-Todos los testigos fueron encuestados, así como importantes mandos militares, autoridades del FF.CC. Belgrano y demás vecinos de la zona.
-Las maniobras castrenses de Salta fueron ordenadas para adiestramiento selvático.
-Se trató de un operativo antiguerrillero rural, razón por la cual no se apeló a material bélico blindado ni a reflectores antiaéreos.
-Imposibilidad empírica, técnica y logística de que esos elementos hubieren sido inicialmente emplazados en Trancas, así como posteriormente desplazados y alejados por tierra, hacia la Ruta Nacional nº 9, hasta alcanzar las alturas de la escabrosa Sierra de Medina.
-Inoperancia de esos armamentos pesados a luz de las modalidades operativas de la guerrilla rural de la época.
-Antecedentes de la guerrilla rural en la Argentina. Falencias históricas de El Informe Final sobre estas cuestiones esenciales, sin cuya debida ponderación sus conclusiones no resultan confiables ni acertadas como sustento de la interpretación castrense ensayada sobre las anomalías de Trancas.
A mi padre, Benjamín Galíndez, inquebrantable forjador de inquietudes e infatigable explorador de nuevos horizontes científicos.
In memoriam
“Las ciencias fácticas verifican (confirman o disconfirman) hipótesis que en su mayoría son provisionales. La naturaleza misma del método científico impide la confirmación final de las hipótesis fácticas”
-Mario Bunge
«Negar los hechos no equivale a suprimirlos; eso sería tanto como cerrar los ojos para hacerse la ilusión de que aquéllos no existen”
-Claude Bernard
A.- ACLARACIONES PRELIMINARES
A.-1.- Introducción
Este trabajo monográfico –dada su extensión– consta de seis partes, las cuales he dosificado por etapas para su difusión gradual.
Al final de la obra se incluyen los Anexos ilustrativos correspondientes a cada una de las Partes correlativas. En esta Parte I, me permito clarificar algunos aspectos metodológicos y críticos vinculados con la investigación de las anomalías de Trancas. En este sentido, aclaro que mis reflexiones sobre la hipótesis castrense ensayada por el Dr. Roberto E. Banchs, en modo alguno pretende erigirse en un Informe Final del caso[1], puesto que tan sólo apuntamos a desgranar las falencias de que aquélla adolece, en aras de posibilitar futuras reencuestas (y no contraencuestas[2]) más convincentes y confiables. Pero, para ello, pido anticipadamente mis excusas por la circunstancia de verme precisado a retrotraerme a la relación de numerosos hechos de la época, los cuales –no por presupuestos– deben necesariamente consignarse, puesto que quizás no todos los lectores tienen conocimiento de ellos. Ese marco historiográfico representa –según se apreciará– una de las claves esenciales para desestimar la hipótesis convencional aludida; al menos, en los términos y con los alcances en que la misma ha sido formulada en El Informe Final.
A.-2.- De las razones de mi silencio por espacio de casi 30 años:
Es público y notorio que durante varios lustros me desempeñé en la justicia provincial de Jujuy, donde, tras una larga carrera, llegué ser Presidente de La Corte Suprema local[3], hasta mi acogimiento a los beneficios de la jubilación. De todos modos –como autónomo– sigo ejerciendo mi profesión de abogado en esta misma provincia.
Por respeto a la investidura judicial que desempeñara, siempre consideré que existía una incompatibilidad moral entre aquella honrosa función y el tratamiento paralelo y público de la fenomenología Ovni. Y ello, tanto por el descrédito en que muchos personajes la sumieron, así como por la frecuente ridiculización mediática de los testigos y de los exponentes serios de la problemática.
El muchas veces mal interpretado “silencio de Galíndez” –particularmente con respecto al caso Trancas– no se debió sino a esa decisión personal del suscrito.
Superada la aludida incompatibilidad, he vuelto a la palestra y es mucho lo que tengo que decir. De allí mi creciente inquietud por publicitar progresivamente muchas reflexiones propias que estimo de interés para quienes abordan la problemática con seriedad y minuciosidad científicas. Pero, en este contexto, he considerado imperioso darle prevalencia en la presente monografía a mis reflexiones sobre El Informe Final de Trancas. Y ello, en razón de que la hipótesis explicativa ensayada al respecto por Banchs, me obliga a formular una evaluación adversa a la misma, a la luz de numerosos aspectos fácticos, documentales e históricos que no han sido tenidos en cuenta en ella. Cuando una proposición es incorrecta, la conclusión resulta obviamente errónea. Pero ello no va en demérito alguno de este infatigable investigador y amigo, quien –de seguro– rediseñará sus previsiones teóricas en aras de una explicación más aproximada a la realidad.
A.-3.- De la probidad y seriedad del Dr. Banchs
Este prestigioso Arquitecto, Licenciado en Psicología, y doctor en Psicología social, contrariamente a lo que podría suponerse, alienta un espíritu inquieto y abierto a la incorporación de estas anomalías al campo científico. Y ha señalado reiteradamente que nos encontramos frente a un fenómeno que parece no estar en el campo de la ciencia, pero que –incómodamente– está allí.
Desde su perspectiva profesional, si bien ha procurado ensayar explicaciones convencionales sobre algunas de estas manifestaciones (aunque lamento respetuosamente disentir con sus conclusiones sobre Trancas), reconoce que no podemos cerrar las puertas de un posible saber nuevo y desconocido, cualquiera sea la naturaleza del mismo. Es más, en su excelente último libro sobre la temática[4], señala :
“Ese conjunto de datos empíricos, aparentemente anómalos con relación al conocimiento disponible (…) quizá requiera un cambo radical en la concepción de la realidad positivista de la ciencia, para poder interpretar este fenómeno (…) No se puede, por temor o desidia, dejar tapiada una puerta de un posible saber nuevo y desconocido”
De todos modos, deseo reconocer públicamente la nobleza del Dr. Banchs, quien siempre me mantuvo al tanto de su hipótesis castrense, al punto que en una oportunidad viajó a Jujuy para intercambiar opiniones y documentación al respecto, ocasión que igualmente aprovechamos para disfrutar –con nuestras respectivas familias– de unos espléndidos días en estos bellísimos y coloridos parajes norteños.
Es más, toda vez que publicó alguna de sus sucesivas aproximaciones [5] a la señalada hipótesis[6], me acercó gentilmente un ejemplar del trabajo respectivo, y hasta me aclaró telefónicamente y por escrito algunas expresiones que se le atribuían y que –por defectos de traducción– no se correspondían con el texto original de sus notas. Jamás incurrió –hacia mi persona– en deslealtades y aseveraciones desdorosas, ni pretendió descalificarme prestándose a polémicas insinuadas por terceros para generar una torpe disputa entre nosotros. Estoy plenamente persuadido de que los puntos críticos de su Informe Final –a los que aludo en esta evaluación– no son deliberados, sino producto del tiempo transcurrido, documentación extraviada o aún no hallada, testigos y funcionarios fallecidos, fragilidad de la memoria de los testigos, y quizá demasías agregadas por ellos mismos para rellenar sus propias lagunas mentales Por ende, no pretendo importunar a nadie. Todo aquél que se precie de investigador científico –y el Dr. Banchs vaya que lo es– se enriquece con los debates y con el intercambio de opiniones, puesto que ello le permite enmendar errores y reelaborar nuevas proposiciones explicativas en pos de la búsqueda de la verdad. En este sentido, se ha dicho que “las discrepancias entre las previsiones teóricas y los hallazgos empíricos figuran entre los estímulos más fuertes para edificar nuevas teorías”[7].
B.- REFLEXIONES SOBRE EL INFORME FINAL, EN ORDEN A SU OMISIÓN DE CONSIDERAR LA METODOLOGÍA EMPLEADA POR EL SUSCRITO Y POR EL CADIU PARA EL ESTUDIO DEL CASO.
La cuestión de las entrevistas a los testigos y de la época en que las mismas se llevaron a cabo.
B.1.- Falencias de El Informe Final en orden a que no ha tenido en cuenta que el caso no sólo fue investigado minuciosamente por el suscrito, sino también por miembros del CADIU.
Pareciera que el Informe Final –al centrarse en mis trabajos sobre este episodio– pasa por alto otras investigaciones practicadas sobre Trancas. Ni siquiera el propio Informe Final acusa matices diferenciales con la descripción de los hechos originales, aunque ensaya una interpretación convencional sobre lo apreciado por los testigos, conforme a una previsión teórica, para cuyo sustento recurre a interpretaciones psicologistas y ahistóricas que no se ajustan a la realidad.
Obviamente no soy –ni por asomo– “el padre de la criatura”. No se deformaron ni se indujeron declaraciones que no fueran las literalmente referidas por los propios protagonistas. Y si existen algunos detalles o supuestas “demasías” con respecto a algunos puntos no recogidos por otros analistas, ello se debe a que:
1) Según la oportunidad en que se efectuó cada encuesta, juegan un rol importante el tiempo transcurrido, la documentación extraviada o aún no hallada, los testigos y funcionarios fallecidos, la fragilidad de la memoria de los protagonistas, y hasta las demasías agregadas por ellos mismos para rellenar sus propias lagunas mentales;
2) Y en segundo lugar, cuando median múltiples encuestas sobre un mismo hecho, no todas las narraciones son idénticas; no sólo por las circunstancias de modo, tiempo, lugar y personas, sino también porque la experiencia demuestra que en el caso de testigos múltiples, algunos prestan atención a ciertos detalles de los hechos, mientras que otros se centran en otras facetas. Lo propio ocurre con los investigadores de campo, quienes focalizan su interés en ciertos pormenores del episodio, mientras que otros analistas indagan sobre determinados detalles que aquéllos no abordaron o profundizaron.
En numerosas ocasiones los testigos narran primeramente ciertos datos empíricos con expresiva naturalidad lugareña, y que muchas veces son los mismos detalles vagos o imprecisos que la prensa recogió por boca de ellos. Pero cuando un investigador de campo (me refiero a algún analista compenetrado en el fenómeno que nos ocupa), toma ese mismo dato ambiguo e indaga al testigo –sin inducciones ni preconceptos– y le formula preguntas enderezadas a que aclare adecuadamente algunos aspectos descriptivos sobre el mismo dato, advierte que el percipiente arrima otros rasgos de interés –y no difundidos con anterioridad- justificando esta aportación sin tapujos y con total espontaneidad: “¡Pues, nadie me lo preguntó antes!”. En este caso, no se trata de una deliberada demasía del encuestador, sino de su propia perspicacia o idoneidad objetiva, en su afán por profundizar en otras facetas del fenómeno. Toda la literatura global sobre la metodología de la investigación así lo amerita. Acreditaremos en este monográfico que numerosas preguntas que aparecen en el Informe Final llevan implícita e inducida la respuesta que el encuestador desea obtener, conforme a ideas preconcebidas en el marco de su previsión teórica.
Por supuesto, descarto de plano una deliberada intención al respecto por parte del Dr. Banchs, puesto que somos humanos y perfectibles. Lo propio ocurre en los procesos judiciales, en los cuales los interrogatorios a los testigos no deben formularse mediante indagaciones que lleven implícita la respuesta. Por tal razón, toda pregunta expresada por alguna de las partes que –de manera deliberada o involuntaria– contenga una carga inductiva, es siempre reformulada de oficio por el juzgador y con un tenor diferente.
B.-2.- Falencias de El Informe Final acerca de mi metodología de trabajo –y del CADIU– en el caso Trancas.- Omisión de considerar que no se entrevistó a un solo testigo.
Efectuada la digresión precedente, corresponde liminarmente aclarar un equívoco –del que soy involuntariamente responsable– pero que se ha acuñado en ciertos sectores ufológicos, y que también lo recepta de buena fe el Dr. Banchs en sus sucesivas aproximaciones hacia el Informe Final.
a) Todos los testigos fueron encuestados en numerosas oportunidades.- Aclaro que no es correcta la afirmación de que mi crónica sobre los Incidentes de Trancas[8] haya sido el producto de la entrevista a un solo testigo. Como ya lo anticipé, soy un ex juez con casi 40 años de abogado, por lo que soy consciente del aforismo romano “testis unus, testis nullus”[9], del cual tampoco me aparté en ocasión, no sólo de mis múltiples y sucesivas investigaciones sobre Trancas, sino también en las demás anomalías que investigué. Pero, tal como surge de los antecedentes investigativos que expongo a continuación, admito que cierta expresión (que peca por defecto, y que aparece en mi crónica sobre el caso), ha inducido a confusión y, por ende, a sustentar aquella aserción. En efecto, corresponde aclarar que la difundida versión de que sólo se entrevistó a un solo testigo, quizá haya sido producto de la manifestación que aparece en mi crónica británica, así como en mi segundo libro y en su ulterior reproducción en la Revista “Ovnis- Un Desafío a la Ciencia” (nº 4), en donde –al aludirse a Yolié– se dice “nuestra entrevistada” (sic), cuando debió decirse “nuestra última entrevistada”, puesto que sus declaraciones corresponden a la culminación del extenso proceso investigativo llevado a cabo hasta esa fecha. Asumo, por ende, la entera responsabilidad por el involuntario error de expresión incurrido. Los antecedentes que seguidamente expongo, dan crédito a mi aclaración.
b) La investigación iniciada en 1964 por Benjamín Galíndez (Primer período: 1964-1966; Segundo período: 1994-1995).
Para clarificar este extremo, permítaseme una pequeña pero importante digresión familiar –me referiré a mi progenitor, Don Benjamín Galíndez–. Esta digresión guarda estrecha conexidad con la cuestión. Mi padre era bancario. En 1948 fue empleado en la sucursal Guarnición Aérea (Córdoba) del Banco de la Nación Argentina. Allí se interesó por estas anomalías, a raíz de que –como esa filial prestaba sus servicios financieros para el personal y funcionarios de la Escuela de Aviación Militar, de la ciudad de Córdoba– muchos de ellos (pilotos y encargados de la Torre de Control), comentaban diferentes experiencias inusuales. El tema los apasionó, dada la calidad profesional de los testigos, puesto que antes –y no obstante conocer el tema a través de la prensa– no le había prestado demasiada atención.
Traigo a colación estos antecedentes dado que guardan estrecha correlación con la investigación del Incidente Trancas. En efecto, hacia fines del año 1963 Benjamín fue trasladado a la sucursal Monteros (Tucumán) de esa entidad financiera. Allí permaneció hasta febrero de 1966, cuando fue nuevamente destinado a la ciudad de Córdoba, aunque esta vez a la Casa Central del banco. (Se jubiló en la ciudad de Córdoba, siendo Tesorero de Primera Categoría de esa entidad bancaria).
Ahora bien, mi padre fue radioaficionado en Monteros, titular en 1965 de la estación radioeléctrica LU 8KF y luego, en 1966, titular de la estación radioeléctrica LU 8KF, como Categoría Superior (Expte. 22743, SC/66, nota 668 DGT). Allí igualmente recibió el diploma de las fuerzas activas de la ciudad de Monteros en conmemoración de los 75 años de la fundación del Banco de la Nación Argentina. (Esta documentación está a disposición de quien que me la solicite para acreditar la residencia de mi padre durante la época apuntada).
En 1994, los Moreno volvieron a radicarse en San Miguel de Tucumán, donde él permaneció hasta 1995, cuando regresó a Córdoba hasta su deceso, acaecido el 5 de diciembre de 2002, en esa ciudad.
Durante toda su estancia en Tucumán (en los períodos ya indicados), y desde marzo del año 1964, investigó “in situ” el caso Trancas, entrevistando varias veces a todos los testigos, a vecinos y lugareños, a jerarquías militares, a funcionarios del FF.CC. Belgrano, confeccionando croquis, tomando fotografías y recopilando importantísima documentación vinculada al fenómeno. En varias oportunidades visitó la finca “Santa Teresa” de la familia Moreno y trabó amistad con el reportero de La Gaceta, Don Arturo Alvarez Sosa, redactor de la primera crónica sobre el caso Trancas.
c) Mis propias investigaciones coinciden con los períodos de radicación de mi padre en Tucumán.
Ahora bien, cuando en 1963 Benjamín fue trasladado por primera vez a Monteros (Tucumán), me aprestaba a cursar –en 1964– el último año de mis estudios secundarios en la ciudad de Córdoba., razón por la cual permanecí en esta ciudad. Pero tanto en las vacaciones de invierno como en las de verano, viajaba a Monteros a permanecer con mis padres y hermanos. Esto se repitió hasta febrero de 1966, cuando mi padre regresó a Córdoba. En esas vacaciones viajé con mi padre a Trancas, en el afán de proseguir las investigaciones que él había iniciado.
Y fue precisamente en 1964, en la sección de Cartas al Director, del diario “La Gaceta”, cuando apareció una nota firmada por el psiquiatra y ufólogo inglés Dr. Bernard E. Finchs, quien solicitaba información y recortes sobre los últimos incidentes ufológicos argentinos, en especial, el de Trancas[10]. Me atreví a enviarle –a través de varias remesas postales– un voluminoso material sobre el desenvolvimiento del fenómeno en la Argentina, desde 1948 en adelante. De allí nació nuestra amistad con Finchs quien, a raíz de su vinculación con Flying Saucer Review de Londres, me contactó con Mr. Gordon W. Creighton (ex embajador del Reino Unido en Brasil) y con el editor de la publicación, Charles Bowen. En 1964, éste me propuso ser representante y corresponsal en la Argentina de la prestigiosa revista, que acepté[11].
d) Las investigaciones en el seno del CADIU entre 1966 y 1969.
Cuando en febrero de 1966 mi padre regresó a Córdoba, fundó el CADIU (Círculo Argentino de Investigaciones Ufológicas), el cual contó –entre otros calificados miembros – con el Brigadier José Manuel Rodríguez y el Profesor Alberto Máximo Astorga. Y en enero de 1967 se editó el “Boletín de Fenómenos Aéreos”[12], órgano del CADIU, de distribución gratuita. En 1968 publiqué mi primera obra sobre los Ovnis y tres años después, en 1971, el CADIU financió mi segundo y último libro sobre el tema[13]. Luego el mismo CADIU, editó posteriormente la revista “Ovnis, un desafío a la ciencia”[14].
Ahora bien. En el seno del CADIU se debatió mucho el tema de Trancas, inclusive con los integrantes del Instituto de Estudios Avanzados de Córdoba (I.E.A.), entre ellos el Dr. José Alvarez López y el Licenciado Pablo Gerardo Ponzano [15]. El incidente en cuestión se nos exhibía como una asombrosa anomalía que desafiaba una explicación convencional y, en particular, el curioso detalle de los “tubos luminosos” con extremidades truncadas. Tampoco desconocíamos que el FF.CC. Belgrano había estado trasladando tropas hacia la Provincia de Salta, con miras a maniobras militares –que eran de público conocimiento– para adiestramiento antiguerrillero rural, las cuales se llevaron a cabo en aquella provincia entre el 24 de octubre y el 6 de noviembre de 1963. Pero la posibilidad de una confusión de los testigos con algún tipo de armamento bélico en tránsito, fue descartada merced a los hechos que más adelante expongo al abordar esta misma cuestión.
e) Las investigaciones de 1969 del profesor Alberto Máximo Astorga, miembro y Coordinador General del CADIU.
Amén de ello, corresponde destacar que, en 1969, al miembro del CADIU, Profesor Alberto Máximo Astorga (Investigador de Accidentes de Aviación, de la Junta Investigadora de Accidentes de Aviación, con asiento en Córdoba), la Superioridad le encomendó trasladarse a la Provincia de Catamarca, a raíz de la caída de una aeronave particular en la región. Tal circunstancia fue aprovechada por Astorga para viajar luego hasta Trancas (Tucumán), con miras a reunir algunos otros antecedentes de interés, llevando consigo un memorándum que redactamos en el CADIU, producto de los intercambios de opiniones que tuvimos sus integrantes sobre el caso.
A su regreso, Astorga nos suministró información adicional, rindiéndonos un detallado informe sobre el resultado de su encuesta con los testigos, excepto el testimonio de Yolié del Valle Moreno de Colotti, sobre quien sus hermanas le explicaron que se había radicado en la ciudad de Córdoba, a raíz del traslado de su marido, el entonces Capitán y ahora Cnel -R- Camilo Angel Colotti, a un Regimiento de Tropas Aerotransportadas con asiento en esa ciudad. Esta circunstancia posibilitó que el CADIU, con todos sus integrantes, entrevistara a Yolié en varias oportunidades entre 1969 y 1970, incluso junto a su esposo.
f) Mi difusión tentativa del caso Trancas en 1970 (para Flying Saucer Review), y en 1971 (para la Argentina, en mi segundo libro: “Los Ovnis ante la Ciencia”).- El incidente Trancas no fue investigado siete años después de su acaecimiento.
Cuando me encontraba abocado a la redacción de mi segundo libro, consideré apropiado incluir en su contexto el caso Trancas. Pero el entonces Capitán Camilo A. Colotti me pidió que –de hacerlo para la Argentina– me limitara a citar los nombres de sus parientes (no así sus apellidos), puesto que no deseaba que reactualizar el episodio pudiera significar que su familia y él mismo fueran nuevamente objeto de todo tipo de descalificaciones. Pero como corresponsal de la Flying Saucer Review, le manifesté mi intención de redactar una crónica sobre el caso, respondiéndome que, para el exterior, me autorizaba a publicar los nombres completos de los protagonistas[16]. Y así lo hice. Mi artículo fue publicado en 1970 en aquella revista bajo el título: “Trancas: after seven years” (Trancas: siete años después)[17]. Conforme a lo expuesto, surge claro que el epígrafe del artículo publicado en 1970 en Gran Bretaña, aludía tan sólo a una perspectiva integral del caso, a siete años de su acaecimiento. En otras palabras, su título no se diferencia de recientes crónicas periodísticas que –conmemorando ciertos acontecimientos de trascendencia– se rotularon como “El hombre en la Luna: Cuarenta años después”, o bien “El 11-S, ocho años después”, etc. Y este mismo monográfico bien pudo haberse titulado “Trancas: 58 años después”, sin que este epígrafe pudiera interpretarse como una investigación iniciada recién ahora.
Y bien; en mi segundo libro, editado en 1971 por el CADIU, incluí el caso Trancas, aunque, cumpliendo con el compromiso asumido con el capitán Colotti, omití los apellidos de los protagonistas involucrados. Y vaya a uno a saber por qué causa o circunstancia (las presumo, aunque me reservo la opinión), ese texto fue posteriormente reproducido literalmente sin comentarios y sin mi autorización, aunque citando la fuente de mi libro, por la Revista “Desembarco”[18], editada por “Relaciones Públicas de la Jefatura de Infantería de Marina”, “Comando General de la Armada” (sic).
Dado que el caso volvió a reactualizarse en publicaciones y boletines ufológicos argentinos y extranjeros, aunque ahora ya citando los nombres completos de los testigos, reproduje en 1974 mi crónica en el nº 4 de nuestra revista “Ovnis: un desafío a la ciencia”[19]. Pero esta vez, citando los nombres y apellidos de los protagonistas, e ilustrando el texto con fotografías, croquis y dibujos. Repárese que las fotografías de los testigos y del lugar, llevan la referencia de que fueron tomadas por el miembro del CADIU y Coordinador General, Prof. Alberto Máximo Astorga. Las demás ilustraciones y croquis aparecen bajo un copyright del CADIU, y fueron realizadas por mi padre, excelente dibujante. Esto demuestra claramente que mi crónica sobre el episodio no fue el producto de una entrevista aislada, ni de un análisis “de gabinete”, sino de una minuciosa, prolongada y seria investigación que posibilitó contar con un adecuado cuadro de situación del incidente, mucho más rico en datos que los que se habían divulgado –hasta entonces– por otros medios. (Es más, el presente monográfico incluye –en sus Anexos finales- numerosas fotografías tomadas “in situ” por mi padre y por el suscrito, tanto inicialmente como en el curso de los años sucesivos en que –según ya apunté– proseguimos investigando pacientemente el caso).
g) Posteriores investigaciones del suscrito a partir de 1974 y hasta la actualidad.
Por lo expuesto, no es correcta la versión (también recogida de buena fe por el Dr. Banchs) según la cual Galíndez investigó y escribió sobre el caso Trancas siete años después del suceso, y sobre la base del relato de un solo testigo. Por el contrario, las investigaciones efectuadas “in situ” en Trancas, a todos los protagonistas, tanto por mi padre como por el suscrito (entre 1964 y 1966), amén de las efectuadas en el mismo lugar por Astorga entre 1969 y 1974, y por el propio CADIU a Yolié en Córdoba entre 1969 y 1970, dan cuenta que mi difusión de las ampliaciones sobre el incidente se concretaron cuando supusimos se habían agotado todos los estudios previos que posibilitaran contar con un panorama más completo. Los años posteriores me demostraron que todavía restaba la recolección de mayor documentación adicional, exigencia ésta que –a la fecha de este monográfico– aún subsiste.
C.- REFLEXIONES SOBRE EL INFORME FINAL ACERCA DE LA OMISIÓN DE PONDERACION DE LAS CAUSAS QUE MOTIVARON LAS MANIOBRAS MILITARES DE LA ÉPOCA.-
La cuestión de las causas y del origen de las maniobras militares de Salta realizadas entre el 24 de octubre y el 6 de noviembre de 1963
C.1.- Acerca del contexto histórico en que se dieron las maniobras militares en Salta, en octubre y noviembre de 1963.- Omisión de El Informe Final al no señalar su carácter de operativo para adiestramiento antiguerrillero rural.
a) Inexistencia de vinculación entre las maniobras castrenses y las anomalías de Trancas.
El CADIU había descartado la posibilidad de que los hechos de Trancas tuvieran algún tipo de vinculación con las maniobras militares realizadas entre el 24 de octubre y el 6 de noviembre de 1963, en la Provincia de Salta. Por esa circunstancia, en mi crónica sobre esos fenómenos no hay alusión alguna. No fue por desconocerlas u ocultarlas deliberadamente –la prensa de la época las había difundido ampliamente. Estas maniobras constan en los libros de Historia Argentina y en numerosos sitios web. Simplemente no encontramos –ni entonces ni ahora– correlación alguna entre ese operativo antiguerrillero rural y las anomalías de Trancas, y así lo exponemos en este monográfico. Y ello, en mérito a la valiosa documentación castrense que nos suministrara entonces el Brigadier Juan Manuel Rodríguez y el Tte. Cnel Rafael Galíndez Fracassi (hermano de mi padre) sobre los Reglamentos vigentes para maniobras en zonas rurales. A ello corresponde añadirle posteriores investigaciones que realicé en Salta, a partir de mi radicación en Jujuy en el año 1977, y los croquis, reflexiones y dibujos que confeccionara mi padre a partir de la primera aproximación a la hipótesis castrense ensayada por Banchs en Il Giornale dei Misteri (1989). Todo ello me ha permitido confirmar que la originaria perspectiva del CADIU sobre este supuesto aspecto militar era correcta; esto es, que no existió vinculación alguna entre tales maniobras y los hechos de Trancas. Pero esto no implica cerrar definitivamente el incidente, sino abrir nuevos horizontes en aras de ensayar otras hipótesis explicativas del caso.
Como el 4 de diciembre de 1974 iba a contraer matrimonio con mi primera esposa (de origen jujeño), en enero de ese año viajé a Jujuy para conocer a mis futuros familiares políticos. A mi regreso, aproveché para incursionar por Trancas y realizar algunas investigaciones adicionales. De allí que, cuando se publicó este caso en el número 4 de la revista “Ovnis, un desafío a la ciencia” (nov/ dic 1974), eliminé la parte concerniente al “cono de bolillas” blancuzcas, supuestamente encontrado en el lugar en que estuvo el objeto más próximo a la finca (dato que aparece en mi segundo libro y en la crónica británica). Y ello, en mérito a que tanto Yolanda como Argentina me manifestaron que –si bien en la vegetación del sector correspondiente al objeto más próximo a la vivienda, había bastante polvillo blanquecino– no recordaban que ese detalle (suministrado sólo por Yolié) se correspondiera, en tamaña cantidad, con los residuos que quedaron en el sitio. Tras la difusión del caso por parte de “La Gaceta”, periodistas y policías procedieron a su recolección en frascos para su análisis: también lo hicieron muchos vecinos y curiosos de la zona. La cantidad de los sedimentos –por ende– era mayor que la que da cuenta El Informe Final. Es más, el propio Astorga realizó una investigación adicional e in situ a mediados de 1974, ratificando los dichos de Yolanda y Argentina sobre el mismo punto.
b) Prolegómenos de la guerrilla rural argentina. Error histórico de El Informe Final sobre el foco de Taco Ralo (Tucumán).- El surgimiento de “Los Uturuncos”, el primer grupo insurrecto rural, aunque de tendencia peronista.-
Aclaro, a todo evento, que no hago apología de nada ni de nadie. Me veo obligado a tratar primeramente el tema de las guerrillas rurales porque el Informe Final, al sustentarse en la Hipótesis castrense, no profundiza sobre las razones que motivaron las maniobras de las fuerzas regulares. Éstas tuvieron lugar para adiestramiento antiguerrillero: la prensa de la época –incluso “La Gaceta” de Tucumán[20] y “El Tribuno” de Salta[21]– subrayaron expresamente ese carácter. Hasta el propio Banchs alude a ellas –aunque tangencialmente– al recordar en dos oportunidades de su Informe, al foco guerrillero de Taco Ralo (Tucumán), pero lo sitúa erróneamente en el año 1962, siendo que el mismo se formó en 1968 bajo la denominación de “Fuerzas Armadas Peronistas” (FAP); esto es, cinco años después de Trancas[22].
Debe aclararse que la referencia incorrecta aludida por Banchs, como anterior a Trancas, corresponde al primer grupo guerrillero rural surgido en la Argentina, que fue el de los “Uturuncos”, integrado por unos 50 hombres y que tuvo una efímera vida entre mediados de 1959 y febrero de 1960. Se autodenominaron Movimiento Peronista de Liberación-Ejército de Liberación Nacional (MPL-ELN). Su campamento se instaló en la zona boscosa de Tucumán (Chicligasta), al sur de la provincia. Su acción más notoria fue la de la Nochebuena del ‘59, cuando tomaron la Comisaría de Frías (Santiago del Estero). Pero en febrero de 1960 el grupo fue desbaratado por la policía provincial.
c) La relación del Che Guevara con el presidente constitucional, Dr. Arturo Frondizi.- Su derrocamiento precipitó la formación del primer foco guerrillero rural guevarista en la Argentina, liderado por Jorge Ricardo Masetti en 1963, a través de la denominada “Operación Sombra”. Su vinculación con las maniobras de Salta del mismo año.
En enero de 1959, tras el triunfo de la guerrilla cubana liderada por Fidel Castro, su lugarteniente, Ernesto Guevara de la Serna (conocido como el “Che”)[23], manifestó tiempo después su decisión de extender la guerra revolucionaria –como método político– a otros pueblos, entre ellos los de Latinoamérica, incluyendo a la Argentina[24].
Encontrándose Guevara en Cuba, se produce el derrocamiento del presidente democrático, Dr. Arturo Frondizi[25] (con quien el Che había entablado cierta amistad). La nueva ruptura de la institucionalidad democrática argentina fue perpetrada mediante un golpe de Estado pergeñado por las fuerzas armadas argentinas, hecho éste acaecido el 29 de mayo de 1962. Frente al acontecimiento, Guevara convocó a su amigo y compatriota Jorge Ricardo Masetti[26] para que enrolara, entre la colonia argentina residente en Cuba, a lo que sería la base de un grupo de combatientes al que denominó “Ejército Guerrillero del Pueblo” (EGP). Después se incorporaron varios jóvenes argentinos reclutados por Alberto Granado en la Argentina, a donde éste se trasladó, llevándolos luego hacia Cuba para su adiestramiento. La operación fue denominada “Sombra”, y en ella Masetti recibió el grado de “Comandante Segundo”, lo que aludía a la existencia de un Comandante Primero, que sería el “Che”[27], quien estaba dispuesto a sumarse al grupo una vez que éste se hubiera asentado en la selva de la Provincia de Salta[28].
Se trataba de un foco de cerca de 30 guerrilleros, que inicialmente instaló su campamento en Emboruzú (Bolivia). En 1963 cambiaron las condiciones políticas en la Argentina, debido a las elecciones celebradas el 7 de julio de 1963 que, si bien restringidas por la proscripción del peronismo, permitieron el triunfo del radical Dr. Arturo Umberto Illia. El 21 de septiembre de 1963 el grupo de Masetti cruzó secretamente a la Argentina y se instaló cerca del río Pescado (Salta)[29] tras varios días de marcha. Por medio de un comunicado confrontó directamente en una carta pública dirigida el presidente electo, Dr. Arturo U. Illia, fechada el 9 de julio de 1963[30]
La carta movilizó enseguida a la Gendarmería Nacional (fuerza de seguridad de fronteras), conducida entonces por el general Julio Alzogaray (hermano del político y economista Álvaro) con el mayor Héctor Báez a cargo de las tropas ubicadas en Salta, y se dispuso convocar a las fuerzas de Infantería y Artillería del Ejército Argentino (tema sobre el cual nos explayamos en la Parte II), con miras a realizar las maniobras rurales de adiestramiento antiguerrillero rural, que tuvieron lugar al sur de la selva salteña, entre el 24 de octubre y el 6 de noviembre de 1963.
A comienzos de marzo de 1964 se produjo el primer encuentro con el foco insurreccional revolucionario (aún en etapa organizativa) con la Gendarmería Nacional, la cual se apoderó de un campamento ubicado en La Toma (Salta), deteniendo a cinco personas. El resto del grupo –entre ellos Masetti– se internó en la espesa selva de Orán (Salta) el 21 de abril de 1964, con miras a reagruparse, aunque ese mismo mes fueron igualmente detenidos, salvo Masetti, de quien nunca más se tuvo noticia alguna. Por tal motivo, se considera el 21 de abril de 1964 como fecha de su desaparición y eventual muerte en la selva.
Así, a fines de octubre de 1963, mientras Gendarmería procuraba ubicar al foco de la “Operación Sombra” en la frondosa selva de Orán (Norte de Salta), el gobierno había dispuesto el adiestramiento preventivo antiguerrillero rural en un área boscosa y montañosa situada al sur de Orán: aunque menos tupida que aquella selva, resultaba de incursión dificultosa para las tropas de infantería y artillería, tal como consta en la documentación oficial y en las versiones periodísticas de La Gaceta y El Tribuno,donde se resaltó que lo inhóspito del terreno elegido no impidió que las tropas regulares operaran con esfuerzo, al punto que las maniobras semejaron a un verdadero enfrentamiento antiguerrillero rural entre los dos bandos en que aquéllas fueron divididas (colorados = guerrilleros; y azules = ejército oficial). Volveremos sobre el tema.
Se pretendía, en suma, una ejercitación acorde con las particularidades armamentistas y de desplazamiento que –eventualmente– las fuerzas regulares iban a requerir frente a la alternativa de un futuro foco guerrillero asentado en la tupida selva de Orán, tal como lo había anticipado el propio Che Guevara y lo estaba intentado Masetti al tiempo de las maniobras de Salta.
Dado estos preparativos para una “guerra no convencional” (aspecto clave para la interpretación de los hechos de Trancas, pero que no fue considerado en el referido Informe Final), se explica que la convocatoria a tales maniobras sólo se efectuara para Regimientos de Infantería y Artillería. Y ello, porque eran los únicos aptos para una eventual confrontación con una guerrilla rural en etapa organizativa, cuya modalidad del refugio selvático –reitero– tornaba inútil la presencia de Regimientos de Caballería (blindados) y reflectores antiaéreos, los cuales eran táctica y logísticamente inoperables en zonas selváticas. Y si bien los reflectores corresponden al arma de la Artillería, ninguno de los Regimientos convocados –y trasladados por el ferrocarril Belgrano hasta Salta– contaba con ellos.
La cuestión de la guerrilla rural y el tipo de armamento bélico a utilizar por las fuerzas armadas.
C.2.- Acerca de las modalidades operativas de la guerrilla rural. Armamentos utilizables por las fuerzas regulares. Su omisión en el Informe Final.
No debe perderse de vista que las guerrillas rurales, sin la fuerza numérica y el armamento idóneo para enfrentar un ejército regular, siempre han evitado el enfrentamiento en campo abierto, donde no son muy eficaces. Sus modalidades operativas responden a un tipo de estrategia de guerra diseñada para debilitar a las fuerzas regulares a través de una larga serie de ataques menores[31]
a) La selva como refugio natural de la guerrilla rural. Inaccesibilidad e inoperabilidad de blindados, reflectores antiaéreos y de material bélico pesado.
Más que comprometerse en grandes batallas, una fuerza guerrillera rural se divide en pequeños grupos que atacan de forma selectiva el objetivo en sus puntos débiles y luego se repliegan entre ataque y ataque. Por eso, en la Argentina, los incipientes grupos rurales operaron desde bases establecidas en terrenos inaccesibles y remotos, tales como bosques, montañas o junglas, accidentes geográficos elegidos deliberadamente para impedir que las fuerzas regulares utilizaran carros de combate blindados, por su nula operabilidad. Tampoco podían utilizar reflectores antiaéreos: ningún foco de guerrilla rural de la época contó con aeronaves ni, por tanto, con aeropuertos clandestinos, no sólo en razón de las propias particularidades del terreno, sino también por resultar fácilmente detectables desde el aire[32].
Por consiguiente, para la elaboración de El Informe Final no se inspeccionó in situ la selva salteña (eventual área para una futura confrontación antiguerrillera rural), ni la zona asignada –logísticamente– para las maniobras castrenses de adiestramiento. La selva de Orán –por su frondosidad y la altitud de su flora– no permite el paso de la luz solar en numerosos sectores. Por ende, es inaceptable suponer una convocatoria para adiestramiento antiguerrillero rural en una zona al sur de aquella selva, apelándose también a tanques y reflectores antiaéreos, para eventualmente luego ser utilizados en un área –como la de Orán– que imposibilitaba toda alternativa de operabilidad de los mismos.
Según un autor[33] “el entrenamiento militar que practicaba el foco de Masetti en las cercanías de Orán, era sumamente exigente. Efectuaban marchas forzadas, relevaban el terreno palmo a palmo, y trataban de fortalecerse al máximo ejercitando arriesgadas incursiones en las selvas o escalando laderas imposibles, caminando durante horas al borde de precipicios. Esta exigencia rigurosísima de los comandantes fue minando la resistencia de algunos de los adherentes”. Y agrega el autor que “luego de algunos ejercicios, el grupo se filtró en territorio argentino para instalar su primer campamento. A esta zona la palabra inhóspita le quedaba chica; montes con árboles espesos e interminables, arañas, alacranes, mosquitos, jejenes, garrapatas, víboras, pululaban y no eran precisamente amables hacia los visitantes humanos”. (La negrita nos pertenece).
Así, resulta totalmente contrario a la realidad fitogeográfica afirmar –como lo hace El Informe Final– que las maniobras de adiestramiento antiguerrillero de Salta (octubre-noviembre de 1963), fueran preparadas y realizadas también mediante el uso de tanques y demás armamento bélico pesado. Es más, aquella aseveración se contrapone con el hecho de que el relevamiento cartográfico oficial del territorio argentino recaía, en esa época, sobre el Instituto Geográfico Militar, dependiente del Ministerio de Defensa de la República Argentina[34]. Por ende, no parece razonable que el ejército argentino se apartara de los datos técnicos suministrados por ese mismo Instituto e ignorara por completo las características inhóspitas del área operacional en que eventualmente debía intervenir, puesto que –logísticamente– tales particularidades son las que aconsejan el tipo de armamento a desplegar en cada caso.
b) Las guerrillas rurales argentinas anteriores a 1968. Su desbaratamiento sin el uso de blindados o armamento pesado.
En síntesis, en los intentos de guerrilla rural en la Argentina, sólo algunos alcanzaron la primera fase (“Organización”: caso de la operación “Sombra”, liderada por Masetti en Orán, Salta (1963-1964); y del grupo denominado “Fuerzas Armadas Peronistas” (FAP), de Taco Ralo, Tucumán (1968); otros sólo llegaron aisladamente a la segunda fase (“Consolidación”): caso del foco de “Los Uturuncos” (1959). Ninguno accedió a la tercera fase (“Paso a la guerra convencional”), es decir, al combate final en el llano contra un ejército regular provisto de la totalidad de su arsenal bélico. (Sobre las fases de la guerrilla, consúltese la nota de pie de página nº 31, en esta misma Parte I).
c) Las guerrillas rurales y urbanas posteriores a Taco Ralo (1968) y las de comienzos de la década de 1970.
Los movimientos guerrilleros posteriores al de Taco Ralo (rurales y urbanos), que se generaron a comienzos de la década de 1970, no serán abordados: su tratamiento no sólo excede el examen del tema que ahora nos ocupa, se gestaron en tiempos muy ulteriores a Trancas.
D.- REFLEXIONES SOBRE EL INFORME FINAL ACERCA DE LA OMISIÓN DE PONDERACIÓN DE OTROS ASPECTOS ESENCIALES VINCULADOS CON LAS ANOMALÍAS DE TRANCAS.-
Otras falencias incurridas en El Informe Final. Omisiones sobre la valoración de otros epifenómenos que acompañaron simultáneamente las anomalías de Trancas.
A fin de que el lector no se precipite prematuramente en la desilusión de ignorar la reflexión que formulo en las Cinco Partes sucesivas de este mismo monográfico (donde todos estos aspectos serán minuciosamente analizados), me apresuro a enfatizar que mi enfoque básico se sustenta en que:
D.1.- Los epifenómenos ignorados.-
a) El caso existió y subsiste como “sin identificación”
b) Se omite informar que el caso fue investigado minuciosamente por mi padre, por el suscrito, por el CADIU, por personalidades de inteligencia de la Marina Argentina y por otros analistas de renombre (Capitán de Fragata ingeniero Omar Roque Pagani y Eduardo Azcuy), entre otros, quienes descartaron su vinculación con tales maniobras castrenses;
c) Se omite evaluar que la correlación del incidente con las maniobras militares de Salta no se ajusta al carácter antiguerrillero rural que aquéllas tuvieron;
d) Ni los Reglamentos castrenses existentes para tales operaciones, ni las modalidades selváticas de la guerrilla rural posibilitaban que las fuerzas regulares utilizaran armamento pesado ni reflectores antiaéreos, y así lo amerita –por lo demás– la documentación oficial y periodística correspondiente a las maniobras de Salta;
e) Se prescinde de la debida ponderación de que los Reglamentos militares vedan la realización de maniobras castrenses en lugares o sitios poblados, debiendo comunicar previamente sobre ello a los lugareños para que se resguarden y eviten transitar o detenerse en las áreas programadas para tales fines. Así se hizo en Salta –según probaremos– mediante diversos comunicados oficiales que alertaron a los pobladores. No ocurrió lo propio en Trancas puesto que jamás fue área de esas maniobras. Asimismo, no se explica en el Informe Final la razón de la total ausencia de las típicas órdenes verbales de mando que caracterizan a tales operativos, y que están expresamente previstas en los preceptos de tales Reglamentos. Por el contrario, en el Incidente Trancas no se escuchó ninguna voz, nadie se presentó ante los testigos para informarles sobre las supuestas maniobras, las cuales –en el mejor de los supuestos– aparecen divorciadas del más elemental sentido logístico y operacional castrense. Si se pretendía realizar un simulacro, debió obrarse conforme a la normativa de esos Reglamentos y –por lo menos– se debió apelar a una fuerza de elite que incursionara –así fuere como mero adiestramiento– en la vivienda de la familia Moreno, en busca de supuestos guerrilleros, depósito de armas y/o material propagandístico.
f) Se soslaya señalar que las maniobras de Salta fueron ordenadas, desarrolladas y fiscalizadas por el gobierno democrático del entonces señor Presidente de la Nación, Dr. Arturo U. Illia, quien –como titular del Poder Ejecutivo–, “es Comandante en jefe de todas las fuerzas armadas de la Nación” (art. 99 inc. 12 de la Constitución Argentina). Por ende, resulta un despropósito que se sustente una previsión teórica sobre la base de la incursión furtiva de una hipotética fuerza castrense blindada en Trancas, totalmente desvinculada de las maniobras oficiales de Salta, y en clara violación a elementales normas reglamentarias militares, poniendo en peligro la vida, la integridad física y psicológica de la familia Moreno, incluyendo las de los tres bebés que se encontraban en la vivienda, quienes –a la sazón– eran hijos de dos militares en actividad. Jamás el Dr. Arturo U. Illia, considerado históricamente como uno de los grandes demócratas de la política argentina, hubiera ordenado semejante y oprobioso operativo. Y si el mismo hubiese sido furtivo habría sancionado severamente a sus responsables. Pero no lo hizo, simplemente porque en la generación de las anomalías de Trancas no intervinieron las Fuerzas Armadas.
El entonces Capitán de Fragata, ingeniero Omar Roque Pagani, quien investigaba estas anomalías para la Inteligencia Naval Argentina, tampoco hubiera desperdiciado su tiempo en realizar encuestas in situ sobre Trancas sin previamente munirse de la documentación oficial pertinente que descartaba toda vinculación de las anomalías allí acaecidas. Hasta su fallecimiento siempre consideró el Incidente Trancas como uno de los fenómenos ovni de más alta extrañeza ocurridos en nuestro territorio, y hasta rechazó por inadmisible la hipótesis castrense ensayada por el Dr. Banchs.
Obviamente, y como militar, Pagani también conocía que el proceso de generación de cenizas carbonatadas por parte de los reflectores antiaéreos de la época –como pretendidamente lo postula el Informe Final– no se corresponde con la realidad técnica que trasunta su uso. En la Parte respectiva de este monográfico acreditaremos nuestra aseveración mediante un análisis exhaustivo de estos proyectores, incluyendo sus fotografías y la reproducción escaneada de los manuales castrenses disponibles, los cuales instruían sobre su operabilidad en artillería. ¡Nada que ver con las constataciones empíricas de Trancas!
g) Se omite considerar que ese armamento pesado no puede ascender la Sierra de Medina (1.666 m. de altitud). E igualmente se incurre en una suerte de distorsión de los dichos de los testigos, cuando –a todo evento– se señala como hipótesis alternativa paralela que, quizás, tras dejar de funcionar los “reflectores”, y al alejarse éstos por vía terrestre, la persistencia del tono rojizo de sus carbones confundieron a aquéllos en la oscuridad, generándoles un error de percepción de un vuelo ascendente.
h) Se omite considerar que el eventual desplazamiento por tierra de ese arsenal carece de sustento empírico: no existe testigo alguno de su aproximación ni de su alejamiento por rutas aledañas. Tampoco desde la finca de la familia Moreno –como erróneamente se afirma en El Informe Final– puede divisarse la marcha de cualquier vehículo por tierra hacia el S.E. (que implica una dirección contraria al sitio de las futuras maniobras). En efecto, la frondosa arboleda y la distancia que media entre la finca y el núcleo poblacional de Trancas (3,5 km.), impiden su visualización; e inclusive todo desplazamiento terrestre desde o hacia ese punto cardinal, necesariamente debe atravesar el pleno centro de Trancas, siendo que no existe testimonio alguno rendido por sus entonces casi 3.000 habitantes, de que así hubiere ocurrido;
i) Ese arsenal bélico tampoco pudo ser trasladado por ferrocarril, puesto que los vagones de cargas de la época no soportaban su tonelaje. Además, y aún concediendo por mera hipótesis que se hubiese empleado algún tipo de vagón diferencial del ejército, se soslaya que el transporte por carretera de estos vehículos blindados, con miras a trasladarlos hacia los vagones, se efectúa sobre plataformas especiales rodantes. Y para poder desplazarse a campo traviesa deben ser previamente desmontados de aquéllas, con todas las dificultades que ello implica[35].
j) En oportunidad de revisar los archivos del diario El Tribuno, de Salta, mientras rastreaba información concerniente a las maniobras militares aludidas, hice un inesperado hallazgo: en la página 10 de la edición del martes 22 de octubre de 1963 (esto es, un día antes de la publicación del caso Trancas) se publica una importante entrevista a una residente de la ciudad de Santiago del Estero, Doña Elvira González de Salaberry, quien refiere que el lunes 21 de octubre regresaba desde su finca (de S. a N.) hacia la ciudad de Santiago del Estero, haciéndolo en compañía del peón Don Evaristo Pérez. A medida que avanzaba la noche sentía cada vez más frío. Pero entre las 22 ó 22.15 horas, aproximadamente, cuando atravesaba la Salina de Ambargasta, notó que paulatinamente el calor del interior de la camioneta comenzó a aumentar hasta hacerse insoportable. Luego vio una luz, que parecía como un incendio de pastizales, venía desde el N.O. y se desplazaba en dirección opuesta a la línea de avance de la camioneta. Al acercarse ésta se inmovilizó. Supuso un automovilista en busca de auxilio y detuvo a su coche. Pero entonces comprobó que se trataba de algo más extraño y grande, suspendido y cerca del suelo, alejado del camino, que desde su interior emitía una poderosa luminosidad azulada de reflejos plateados. Le llamó la atención que en su interior se moviera gente. Ante el estupor de la escena, intentó dos o tres veces hacer arrancar su vehículo, pero sin éxito. Cuando logró que el motor funcionara, se alejó rápidamente del lugar, advirtiendo que –a medida que lo hacía– se normalizara la temperatura del interior del vehículo.
Más adelante me explayaré sobre el caso. Pero me anticipo al efecto de señalar que guarda grandes similitudes con el caso Trancas y porque acaeció escasos minutos del alejamiento de los fenómenos que se produjeron en aquella localidad, a sólo 275 kms al S.E. de Trancas. (Repárese que las anomalías de Trancas desaparecieron en dirección S.E.).
k) Retomando Trancas, la pretendida sustentación de las plataformas de los supuestos reflectores antiaéreos sobre la vía férrea, no se compadece –por su tonelaje y dimensiones– con la trocha angosta del FF.CC. Belgrano, lo que imposibilitaba un asentamiento correcto de aquéllos sobre el tendido ferroviario;
l) El Informe Final afirma que los potentísimos núcleos luminosos visualizados sobre el terraplén ferroviario (y no dispersaban haces de luz) eran reflectores antiaéreos. Tal cosa implica una vulneración de la lógica aristotélica, la cual se asienta sobre los principios de identidad, contradicción y tercero excluido. En efecto, la estructura de todo conocimiento lógico se produce siguiendo una pareja de proposiciones contradictorias: Una proposición “A” y una proposición “Anti-A”, que se contradicen como el “sí” y el “no”. En el Informe, en cambio, se arriba a dos proposiciones contradictorias que se excluyen mutuamente, de donde se infiere que una de ellas debe ser necesariamente falsa, puesto que no hay proposiciones intermedias entre la solución verdadera y la falsa.
Me explico: si eran reflectores antiaéreos, éstos, una vez encendidos, proyectan haces lumínicos (principio de identidad); pero del Informe se desprende también una proposición “Anti-A” (principio de contradicción): esto es, reflectores ya encendidos que se exhiben inicialmente como núcleos muy luminosos, pero que no proyectan haces lumínicos, haciéndolo recién después. Por ende, en la lógica del principio del tercero excluido, si dos proposiciones son contradictorias se excluyen mutuamente, por lo que una de ellas debe ser necesariamente falsa.
Esos potentes núcleos luminosos asentados sobre el terraplén ferroviario –de los que primicialmente no dimanaban haces direccionales de luz– no pueden, ni lógica ni técnicamente, ser asimilados a reflectores antiaéreos convencionales.
j) Tampoco se ha considerado por qué los ya citados residuos carbonatados de Trancas coinciden con otros casos vinculados con estas anomalías. (El propio Dr Banchs investigó in situ un episodio con similares sedimentos, brindando una explicación diferente a la de Trancas). Es más, como esos residuos fueron hallados en gran medida sobre el terraplén, cabría preguntarse qué mecanismo exógeno los originó, siendo que los supuestos reflectores no podían tener apoyatura en el tendido ferroviario.
k) Se omite toda referencia a la causa de la esterilización –por espacio de varios años– de la zona sembrada con arvejas y lechuga, afectada por el fenómeno más próximo a la vivienda. Y se soslaya explicar por qué este último objeto (al cual el Informe Final pretende asignarle un carácter diferente al de los otros cinco elementos visualizados, señalando que se trataba de un tanque de guerra, un carrier o bien algún tipo de carro blindado), también dejó –pese a ello– residuos carbonatados en el sitio. Entonces, si no era un reflector antiaéreo, ¿por qué generó las mismas cenizas que se hallaron en el lugar en que estuvieron asentados los alegados reflectores? ¿O acaso los fenómenos de Trancas reflejaron una idéntica anomalía que respondía a una misma y desconocida naturaleza uniforme?
l) Se prescinde de explicar el motivo o las razones de la total ausencia de huellas de desplazamientos de vehículos en la escena del hecho;
m) No se explican las causas que generaron las insólitas particularidades que exhibía una rama recogida al poco tiempo por el Capitán de Fragata ingeniero Omar Roque Pagani, en el sitio en que se visualizó el objeto más próximo, y que –hasta el día de su fallecimiento– enfatizó que las extrañezas que la misma acusaba jamás pudieron ser reproducidas en laboratorio;
n) Se pasa por alto que dos de las testigos (Yolié y Argentina) estaban casadas con militares (los entonces Capitanes Camilo Angel Colotti y Ernesto Nicolás Chávez) y, por ende, se encontraban habituadas al armamento castrense. Afirmar en El Informe Final que ellas también padecieron de errores de percepción, comporta una descalificación apresurada acerca de sus respectivas capacidades de captación y comprensión. Al respecto, el gran ufólogo argentino, Profesor Oscar A. Uriondo, señala en una de sus numerosas obras[36]:
“No se puede discutir razonablemente la capacidad de tales testigos cuando se trata de identificar fenómenos u objetos aparecidos en ámbitos que, por incluirse en el dominio propio de su competencia, les resulta harto familiares”;
ñ) No deviene convincente ni confiable un Informe Final que se asienta sobre la dudosa complejidad, conexidad y conjunción de conjeturales y coincidentes errores de percepción, que lo tornan alejado de los hechos narrados por los testigos, del desenvolvimiento del fenómeno, así como de las características de las maniobras militares programadas y de la realidad geográfica del lugar.
El Informe Final obliga a ensayar una entramada red psicológica de extrema complejidad, claramente alejada del Principio de Parsimonia (Navaja de Occam). Al respecto, el profesor Uriondo acota que las explicaciones psicologistas, cuando apelan en exceso a previsiones reduccionistas basadas en pseudopercepciones, alucinaciones colectivas, rumores alucinatorios, psicosis, histerias, culminan por elaborar explicaciones que –salvo casos muy aislados y patológicos– no son creíbles como fenómenos psicológicos tan frecuentes. Y se pregunta Uriondo: ¿es posible aceptar, acaso, que un grupo numeroso de personas pueda observar durante largo rato la presencia de un objeto, y que sin embargo éste no tenga existencia verdadera, sino que sea creación conjunta de la mente de los observadores? Si nuevos testigos se agregan al grupo inicial y afirman ver lo mismo, los escépticos argüirán que también son víctimas del fenómeno alucinatorio. Por lo que finaliza: “Y aunque sumasen millones los testimonios corroborantes, el concepto de alucinación colectiva es de tal índole que siempre englobaría a todos ellos”[37]. En otras palabras, expresando con otras palabras las reflexiones de Uriondo, es como si arrogante y ególatramente aseveráramos: “Nada nuevo existe. La gente está ciega, loca o desequilibrada. Cree ver cualquier cosa. Por ende, dudo de los demás antes que de mí mismo”. Pero esta actitud no es científica.
Cabría preguntarse si bajo estas explicaciones convencionales tan sofisticadas, quizás inconscientemente estamos negando admitir la existencia de un fenómeno nuevo, cualquiera sea su naturaleza, que parece operar a través de otros mecanismos o estímulos que aún ignoramos. ¿Por qué no admitir –entonces– y sin preconceptos, el estudio científico de estos hechos “anómalos” y “coherentes”, que parecieran responder, frente a situaciones afines, a un patrón deliberado y distinto a todo lo que conocemos?
Vicente-Juan Ballester Olmos señala que existe una peligrosa solución de continuidad entre el testigo y el informe final publicado por el propio encuestador. Y esto, estimo, es tan válido para la investigación primaria, cuanto para su posterior reencuesta. En efecto, este autor señala que el problema se centra en la interpretación sesgada de los hechos originales y advierte que por ideas preconcebidas, “es alta la frecuencia de las interpretaciones caprichosas que aparecen en casos Ovni de alta extrañeza, sin base para ello”, lo que aparejaría como lógica consecuencia que “podría no sostenerse la existencia misma de un fenómeno Ovni, lo cual es un asunto de la mayor trascendencia para los estudiosos”. Y finaliza acotando que “cada caso debe mantenerse por su propio peso, tal y como el testigo lo relató (previa contrastación del testimonio), sin añadir un ápice, pues de lo contrario, la acumulación de errores llevaría a construir un fenómeno que sería, sencillamente, irreal, ficticio o que no se ajustaría a la realidad”[38]
o) En efecto, el Informe Final incurre en un peligroso ensanchamiento del espectro fenoménico que nos ocupa, complicando aún más la posibilidad de encontrar una explicación unificada de estas manifestaciones. En otras palabras, frente al fenómeno Ovni –que de por sí representa una anomalía que se traduce en la constatación empírica de algo científicamente inusual y sorprendente– se persiste en añadirle, so color de explicaciones convencionales, una dosis cada vez más creciente de otras supuestas anomalías que concurrirían a generarlo merced a inconfiables interconexidades psicológicas hipersofisticadas, y que si bien en lenguaje técnico suenan muy académicas, en el caso concreto ni siquiera sabemos cómo verificarlas para determinar si son verdaderas o si devienen aplicables para todos los supuestos de percepciones anómalas. De seguir alentándose este afán reduccionista a ultranza, a manera de un despiadado caiga quien caiga, y sin que nos interese preocuparnos por la contingencia de que quizá estemos desechando arbitrariamente anomalías dignas de un estudio científico, entonces estaremos gestando una verdadera confusión babilónica que nos alejará cada vez más del verdadero problema. En efecto, se ha llegado a una verdadera encrucijada que nos conduce a afirmar que es tan fantástica e inconfesable aquella anomalía explicativa reduccionista que apela a intrincadas, complejas e indemostrables redes o tramas psicológicas, como la propia anomalía Ovni que se pretende interpretar. Nunca tan apropiadas estas palabras: “Véis muchas cosas y no prestáis atención. Tenéis los oídos abiertos y no oís nada”(Isaías, XLII.20).
Salvando las distancias, lo propio ocurre con “las tesis parapsicológicas, psíquicas, proyectivas, etc., las cuales –como señala Ballester Olmos– pecan del defecto de tratar de explicar el desarrollo de un fenómeno desconocido como el de los Ovnis, mediante otros tan extravagantes y misteriosos como el que intentan aclarar, o bien mediante imaginarios procesos para los que no existe la menor evidencia experimental. Éstas, igualmente, ignoran la famosa regla de Guillermo de Occam, según la cual la hipótesis más sencilla para explicar un fenómeno es aquélla que precisa el menor número de suposiciones”. En cambio, “ante una serie de experiencias Ovni, algunos preconizan supuestas posibilidades revolucionarias de la mente humana –en estado normal– para distorsionar la realidad de manera constante en forma de imágenes de alta extrañeza”[39];
p) El Informe Final también soslaya que los observadores de Trancas nunca calificaron ab initio que lo que estuvieran viendo eran anomalías Ovnis. (Entonces, ¿en dónde radica la influencia psicosocial de la prensa?). Por el contrario, las testigos se inclinaron primero por suponer un eventual accidente ferroviario o por conjeturar un posible sabotaje en las vías férreas. Incluso el propio padre de las señoras Moreno, cuando salió con una escopeta por la galería frontal de la vivienda, tampoco pensó en Ovnis, sino en la tentativa de un atentado político de los “peronistas”, atento su militancia en el partido radical. Pero fue disuadido por sus hijas, en razón de que el desenvolvimiento de los hechos, les hizo tomar conciencia de que se encontraban frente a una presencia extraña y aterradora. Siendo así, El Informe Final debió ponderar la rectificación de la interpretación original y convencional de los testigos. Y éste no es un dato empírico menor, puesto que tal actitud de rectificación resulta demostrativa de un espíritu crítico y lúcido, alejado de la alambicada interpretación psicologista que criticamos y que –por el contrario– torna más confiable el relato. Y esto no lo dice dogmáticamente Galíndez, sino que puede consultarse en cualquier obra científica sobre la “Crítica del testimonio”[40] A propósito, Uriondo también rescata el valor de la rectificación del testigo, como ponderable parámetro de confiabilidad de su narración. En este sentido, señala:
Esto pasa, de manera obvia, en las observaciones hechas por científicos y técnicos; también ocurre cuando se trata de personas que en un primer momento han creído hallarse ante objetos familiares, para luego, al observarlos mejor, rectifican sus juicios y reconocen la presencia de los Ovni”[41];
q) El Informe Final es contradictorio a la luz de las declaraciones que le atribuye a las testigos. En efecto, obran en mi poder piezas epistolares de aquéllas, donde desmienten aseveraciones que se les endilga, a la par que se consideran ofendidas y defraudadas por la interpretación castrense allí ensayada, así como por habérseles achacado simultáneos errores de percepción que no aceptan en modo alguno; tanto por su personal respetabilidad, cuanto por la memoria de sus propios padres, quienes vieron lo mismo que ellas. (Más adelante reproduciremos escaneadas, y en su totalidad, tales misivas).
r) El Informe Final, al afirmar que un convoy ferroviario que transportaba tropas pasó por ese lugar a las 5 a.m. del 22 de octubre –llevando a los esposos de dos de las testigos– no se compadece con las declaraciones de las mismas protagonistas, quienes en las misivas antes citadas, aseguran la incorrección del dato. Antes bien, manifiestan que después del fenómeno no volvieron a pasar trenes, sino al mediodía siguiente. Lo propio fue ratificado a mi padre por el reportero de La Gaceta, Don Arturo Alvarez Sosa, quien redactara la primera crónica sobre el caso.
s) Se omite considerar comparativamente que los datos empíricos del Incidente Trancas no son aislados, sino coincidentes con otros episodios ocurridos en otras partes del mundo (“relámpagos” de inusitada perdurabilidad, fogonazos de advertencia; nube o niebla que aparece súbitamente y que oculta rápidamente el núcleo del fenómeno; haces lumínicos de apariencia compacta, retráctiles y direccionales, y en los que muchas veces se advierte en su interior el desplazamiento, egreso o ingreso de objetos o siluetas; impregnación de la escena con un efluvio semejante al olor a azufre o emanación nauseabunda; frecuente aterrizaje de objetos extraños en carreteras o vías férreas durante un espacio de tiempo considerable, mientras no se visualiza el tránsito de vehículo convencional alguno; silencio y aislamiento espectral del ambiente en que se desarrolla el suceso; comportamiento extraño de los animales; interferencia y descompostura de motores o equipos electrógenos y su posterior funcionamiento tras la desaparición de la anomalía.
A propósito de ello, el equipo electrógeno de la finca de la familia Moreno, se alimentaba con un motor a nafta que acumulaba energía en varias baterías. Y, contrariamente a lo que se asevera en el Informe Final, el artefacto en cuestión volvió a funcionar sin intervención técnica alguna tras el alejamiento del fenómeno. A este respecto, también se soslaya señalar las causas por las cuales el generador de la finca había dejado de funcionar mucho tiempo antes que las testigos se percataran de tales presencias, puesto que apresuraron la cena a raíz de la falta de energía eléctrica ¿Significa que una suerte de Efecto EM ya se había producido con motivo de la aproximación silenciosa del fenómeno? ¿Por qué los perros guardianes, conocidos por su gran ferocidad, no ladraron ante la incursión de los intrusos, ni posteriormente durante su permanencia en el lugar? También se omite toda comparación con otras pautas coherentes que acusan las anomalías de Trancas con relación a descripciones afines colectadas en otras partes del mundo, como la luminosidad plena en el interior de la vivienda, sin superación de paredes o muros por parte de los haces; o bien sobre la frecuente y curiosa agrupabilidad de estas anomalías dentro de espacios limitados, etc., etc. (Todos estos aspectos reiterativos y coherentes, señalo, serán analizados debidamente en Partes subsiguientes de este monográfico. A todo evento, reitero que se corresponden con episodios acaecidos en diversas partes del mundo, antes y después de Trancas, por lo que estos detalles no podrían haber sido sabidos por percipientes de diferentes niveles culturales y que jamás se han conocido). El propio Banchs reconoce en una de sus obras[42] que ciertos datos sólo se conocen a través de revistas especializadas de escasa circulación y, por tanto, con una difusión que no resulta de alcance masivo;
t) Se omite considerar que la estructura coherente de estos datos empíricos resulta reveladora de un fenómeno único que responde a determinados patrones. Banchs lo admite en la misma obra[43]:
“Si a pesar de todos los defectos de las fuentes informativas, logramos descubrir en medio de la masa de los testimonios humanos sobre ovnis, una estructura coherente, entonces esta estructura realmente existe y el fenómeno se impone”
u) Pese a todo, en la Parte VI abogamos para que éste y otros fenómenos anómalos, que aún perduran como “no identificados”, sigan siendo materia de reencuestas que permitan una más confiable explicación, partiendo desde otras previsiones teóricas que nos aproximen sucesivamente hacia la verdad.
D.2.- Breves nociones anticipatorias sobre la necesidad de la prosecución de las reencuestas, sin imponer límites dogmáticos a las mismas. Aparentes incoherencias de El Informe Final en relación con el racionalismo crítico que profesa el propio Dr. Banchs, quien –pese a bregar por la continuidad investigativa y sin preconceptos de estas anomalías, ensaya sobre Trancas una explicación psicologista basada en “errores colectivos y simultáneos de percepción”, al estilo del cincuentenario teorema del Blue Book americano, que predicaba sistemáticamente que “El testigo siempre es culpable de errores de percepción”.
En efecto, permítaseme adelantarme a algunos aspectos que serán considerados con mayor profundidad en la Parte VI del monográfico. Si muchos de los casos considerados como “explicados” revelan interpretaciones forzadas, divorciadas casi totalmente de los hechos, y ensayadas en el afán por reducirlos a términos explicativos convencionales –aún en desmedro de la plataforma fáctica y demás facetas descritas por los observadores– corresponde que se replantee la formulación integral de las reencuestas, también para esa casuística de los llamados “casos negativos”. En efecto, es poco científico aseverar que –si los “clásicos” de alta extrañeza “caen”– aún a sabiendas de que se ha apelado para ello a explicaciones no confiables, deviene claro que el residuo de incidentes “sin identificar” seguirá igual suerte y, por ende, ya nada habrá que indagar, en razón de que –se dirá– que no hay nada nuevo por investigar en este terreno. Por ende, permítasenos alimentar una duda razonable en relación a muchos de esos incidentes que figuran catalogados como “explicados”, siendo que aparecen interpretados conforme a criterios reduccionistas sofisticados y poco confiables, en cerrada adecuación a una tesitura escéptica a ultranza, que se incomoda frente a fenómenos que contradicen sus preconceptos dogmáticos.
Después no nos lamentemos por el hecho de que testigos confiables y de alta respetabilidad resulten renuentes a referir sus experiencias por temor a exponerse al ridículo, limitándose a confinar sus narraciones a estrechos círculos familiares y/o de amistades. Y cuando circunstancialmente se avienen a narrar su caso a algún investigador calificado, peticionan preservar tanto el hecho como sus propios datos personales. En un medio reducido como Jujuy doy fe de calificados profesionales –muchos de ellos caracterizados académicos, empresarios, reconocidos hombres públicos y personas de gran probidad–, quienes, no obstante haber sido protagonistas de experiencias anómalas de alta extrañeza, me las han confiado y se niegan rotundamente a que sean dadas a conocer.
Los entiendo y los justifico, puesto que –tal como lo aclarara al comienzo de este monográfico– guardé silencio sobre el tema durante casi 30 años, a efectos de evitar que la dignidad de la magistratura con la que había sido investido fuera alcanzada por los exabruptos de aquellos sectores que siempre ridiculizaron a testigos y analistas en pos de la investigación seria y científica de estas manifestaciones. ¿Qué ha sido de la certera exhortación del Dr. J. Allen Hynek, cuando aconsejaba preservar al testigo probo, y no desprestigiarlo mediante “explicaciones” que descalificaban su capacidad de observación?[44]
Desde una perspectiva distinta –aunque novedosa en la formulación de una línea investigativa orientada hacia otras áreas aún inexploradas de estos reportes–, el renombrado analista y periodista argentino Alejandro Agostinelli [45] se aproxima conceptual y metodológicamente a Hynek, en orden a plantear la necesidad de rescatar el aspecto humano contenido en ciertas historias fantásticas narradas por algunos personajes increíbles. “El exceso de celo racionalista –señala– puede dejar afuera la dimensión humana de estas historias”. Y se pregunta sobre cuáles son las fuerzas que sólo sus protagonistas pueden ver, y qué las desencadena. Para centralizar en ellos su estudio, lamenta que sistemáticamente se haya tratado con desprecio a esas personas, denigrándolas. Y esta reflexión deviene correcta, en razón de que –cualquiera sea la perspectiva que se asuma en relación al estudio del fenómeno– el analista no debe olvidar que sólo accede mediatamente al incidente a través del percipiente. De modo que, si se persiste en su ridiculización, se cierra peligrosamente toda alternativa de investigación, en razón del progresivo retraimiento de los protagonistas a referir sus supuestas experiencias.
La ciencia no se orienta a fomentar la ceguera intemperante hacia el tratamiento de nuevos fenómenos que parecieran desafiar los conocimientos aceptados.
Para algunos, la ufología es una disciplina pseudocientífica –una pretensión fundamentalista y una racionalidad dogmática a ultranza, al más puro estilo de un Tomás de Torquemada, organizador e inquisidor general del tribunal especial de la Inquisición en España. Pero quienes, como el Dr. Banchs, propiciamos la necesidad de ahondar seria y metodológicamente estas anomalías (cualquiera que fuere su naturaleza, aunque muchas veces nos equivoquemos en la formulación de nuestras hipótesis provisorias), no estamos involucionando hacia los tiempos inquisitoriales, en los cuales, cuando el pensamiento del hombre superaba los límites establecidos por la ciencia o el dogma religioso, ello se imputaba a una herejía que conllevaba el saneamiento de ese pecado u osadía con el fuego “purificador” de la hoguera. ¿Por qué, entonces, cerrar lo ojos ante lo desconocido, descalificando anticipadamente a quienes afirman haber vivenciado experiencias anómalas de alta extrañeza?
En este contexto, advierto con asombro que hoy se consolidan y profesan –como certezas absolutas– cierto escepticismo intransigente como el de Robert Sheaffer [46], quien poniendo límites absolutistas a la investigación de estas anomalías, declama que “después de tantos sacrificios para conseguir las cosas que hoy damos por sentado, sería una insensatez histórica perderlo todo a manos de un irracionalismo que nos amenaza con una nueva era de oscurantismo”.
No comparto semejante postura de dogmatismo recalcitrante: lejos de pretender la ufología científica una retroacción a los tiempos del oscurantismo, ésta procura seriamente lo contrario, esto es, alentar con racionalidad crítica la búsqueda de nuevos horizontes científicos en aras de alcanzar la verdad sobre estas anomalías, cualquiera sea su naturaleza. “El investigador moderno ama la verdad, pero no se interesa por las teorías irrefutables”[47]. En efecto, “nada se halla tan oculto que no vaya a ser descubierto; ni nada escondido que no deba ser conocido” (Lucas, 12.2).
A quienes alientan el escepticismo a ultranza, apelo a reflexionar sobre la filosofía de la ciencia y, en particular, sobre las profundas diferencias existentes en el marco del pensamiento científico contemporáneo, entre la racionalidad dogmática y la racionalidad crítica, en la que nos enrolamos[48], cuestión ésta que desarrollaremos con mayor amplitud en la Parte VI de este monográfico.
En coincidencia con lo expresado, Ballester Olmos subraya que “no ver la valía potencial del estudio de los Ovnis es mostrar una ceguera rayana en lo irracional”[49] Por ende, me pregunto: ¿Quiénes son los irracionales? ¿Los escépticos que apriorísticamente desalientan todo tipo de estudios acerca de estas anomalías, o quienes –dejando los dogmatismos de lado y sin preconceptos- procuran seguir investigándolas, cualquiera fuere la naturaleza de las mismas?
Es tan reprensible el escepticismo presuntuoso que rechaza los hechos sin saber si son reales o no, como la credulidad fanática que los admite ciegamente sin saber sin son reales o no. Ambos extremos son anticientíficos, pues parten de ideas preconcebidas que resultan impeditivas de toda investigación seria enderezada a indagar metodológicamente –sin prejuicios y mediante aproximaciones sucesivas, tal como lo postula el propio Banchs– la verdadera naturaleza de estas anomalías.
Fin de la Parte I.
Dr. Oscar A. Galíndez, San Salvador de Jujuy, Jujuy, Argentina. [La primera versión de este escrito fue escrita en noviembre de 2009].
REFERENCIAS
[1]“Creerlo todo descubierto es un error profundo” (Camille Flammarion) .
[2] La alternativa metodológica de la “contraencuesta” fue pergeñada por el desaparecido ufólogo francés Aimé Michel en su artículo “La contraenquete sur la vaugue de 1954”, LDLN, XIII, 105, abril 1970, p.9) La idea central apunta a investigar nuevamente los casos antiguos, que aún permanecen como “no identificados”, con miras a depurar esos catálogos de eventos que, con los conocimientos y avances tecnológicos actuales, quizá posibiliten alguna explicación convencional, si la hubiere. Pero estimo que sería metodológica y semánticamente mucho más correcto aludir a reencuesta, reexamen o revisión, puesto que la expresión inicialmente aludida comporta una suerte de preconcepto, en tanto el prefijo “contra” hace presuponer que la nueva investigación del episodio está enderezada a descalificar o contrariar a ultranza un caso antiguo que permanece como “no identificado”. A mi criterio, la llamada contraencuesta o –más correctamente- reencuesta, reexamen o revisión- debe estar orientada hacia la obtención de nuevos datos o elementos que posibiliten afianzar o bien descalificar el caso en cuestión. De lo contrario, incursionaríamos en un terreno científica y metodológicamente inaceptable, en orden a que se asumiría que todos los casos que figuran en los catálogos como no identificados, necesariamente deben contar con una explicación reduccionista convencional, aún a despecho de que ésta resulte arbitraria y groseramente modificatoria de la plataforma fáctica sobre la que se asienta el caso antiguo. Por el contrario, las hipótesis deben adaptarse razonablemente a los hechos, y no éstos a aquélla. Por ende, en este monográfico –y a efectos de obviar preconceptos– hemos optado por utilizar la expresión reencuesta.
[3] Secretario de Primera Instancia en lo Civil y Comercial (Período 1/10/77 al 26/6/78); Juez de Instrucción en lo Penal. (Período 22/6/78 al 31/4/79);- Juez de Primera Instancia en lo Civil y Comercial (Período 1/5/79 al 8/9/81);4.- Fiscal del Tribunal del Trabajo (Período 9/9/81 al 28/12/83);- Vocal del Superior Tribunal de Justicia (Período 29/12/83 al 31/1/94); Presidente del Superior Tribunal de Justicia (Período 1/2/94 al 31/1/97). En la actualidad, ejerzo mi profesión de abogado, la docencia universitaria y soy autor de seis libros jurídicos, así como de numerosos artículos legales publicados en revistas especializadas argentinas.
[4] Banchs, Roberto, “Fenómenos Aéreos Inusuales-Un enfoque biopsicosocial”, LEUKA, Librería Editorial Universitaria Kennedy, Argentina, Bs.As., 1994, p. 17.
[5] Banchs, Roberto, “Los Ovnis y sus Ocupantes”, Ediciones Tres Tiempos, 1980, Buenos Aires. Allí señala que “una definición dentro de la categoría residual de objetos voladores no identificados (…) debe explicar lo que el término significa, y no lo que no significa (…). Este proceso fundamental de la ciencia no resulta inmediato en nuestro estudio, pero el empleo de las llamadas “aproximaciones sucesivas” o, si se lo prefiere, del acercamiento progresivo a la verdad, es el único camino científicamente posible” (Introducción, ob. cit., p. XIII).
[6] Sani, Pierre L., “A Trancas niente Ufo”, en “Il Giornale dei Misteri” (GdM), Firenze, nº 218, dic. 1989, p. 57/60; “La spiegazione del caso di Trancas”, GdM, nº 219, enero 1990, p. 57/58; “Trancas: precisisazione del Dr. Banchs”, GdM, nº 231, enero 1991, p.60/63;
Banchs, Roberto, “Caso Trancas: Los Identificados”, monográficos del CEFAI; “Caso Trancas: un clásico ha caído” y “Del tropezón a la caída del caso Trancas”, en “Cuadernos de Ufología”, Santander, nº 14, 1993; “Trancas: El Informe Final”, 10/08/05, en http://www.perpectivas.com.mx/in/trancas.htm (así como otros sitios web).
[7] Bunge, Mario, “La Ciencia. Su Metodología y su Filosofía”, Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1981, p. 19.
[8] “Trancas, alter seven years”, FSR, mayo-junio 197º, p. 14-20; “Trancas, sept ans aprés”, Phén.Spat., nº 33, set. º972, p.16-22; “Amérique du Sud, continente de prédilection des Ovnis: Trancas”, Inforespace, Bélgica, nº 9, 1973, p.29-36; “Argentina: Los asombrosos fenómenos de Trancas”, Rev. Ovnis-Un Desafío a la Ciencia, nº 4, nov.-dic.1974, p.2-12; etc., etc.
[9] “Un testigo, ningún testigo”; es decir, un solo testigo es como si ninguno hubiera, ya que su veracidad no puede confrontarse con la declaración sobre el mismo hecho que formule otra persona, a menos que exista prueba compuesta; o sea, otras acreditaciones adicionales de suficiente convicción (Cabanellas, G., “Repertorio Jurídico. Locuciones, Máximas y Aforismos Latinos y Castellanos”, Editorial Heliasta, Buenos Aires, 1972, p. 207).
[10] Mi correspondencia con el Dr. Bernard Finchs se encuentra a disposición de quien la solicite.
[11] Sería sobreabundante referir todas mis aportaciones en FSR desde 1964 –basta con releer sus volúmenes.
[12] Boletín de Fenómenos Aéreos, enero 1967, nº 1, Córdoba, del cual sólo se publicó su primer número.
[13] Galíndez, Oscar: “Informe sobre los Objetos Voladores No Identificados”, 1968, Córdoba, Zenón Mariani Editor; “Los Ovnis ante la Ciencia-Implicancias del Informe de Colorado”, Córdoba, Cadiu, 1971.
[14] De la revista «Ovnis. Un desafío a la ciencia» se publicaron once números, entre junio de 1974 y mediados de 1976, con un tiraje de distribución nacional que alcanzó-en sus últimas ediciones- los 30.000 ejemplares. Dejó de editarse por razones económicas. En efecto, por no perseguir fines de lucro, carecía de publicidad comercial, de modo que para facilitar su difusión, se acordó con el Establecimiento Gráfico LA DOCTA, que éste imprimiera cada número sin desembolso previo por parte del CADIU, y que recién percibiera su costo “a posteriori” de la rendición de cuentas de la distribuidora. Lamentablemente, cuando el país entró en una etapa de elevada inflación, tal alternativa de operabilidad no pudo mantenerse. Y efectúo esta aclaración al sólo efecto de salir al cruce de cierta opinión vertida tendenciosamente en la época, en el sentido de que nuestra publicación cesó “por falta de lectores” (sic).
[15] El Dr. José Alvarez López es Licenciado en Química, con doctorado en Física. Es autor de numerosos e importantes libros técnicos, entre ellos “Realidad de la Atlántida” (1960), “El enigma de las pirámides” , 1965), co-autor de “La vida extraterrestre” (1968), “Dioses y Robots” (1970), “La Cábala Bíblica”, I.E.A. Editora, 1991, “La Ciencia y Dios” (I.E.A. Editora), entre otros. Pablo Ponzano, por su parte, es Licenciado en Filosofía, y se ha dedicado al estudio del fenómeno ovni desde una perspectiva psicosociológica, tal como lo expone en su trabajo en “La vida extraterrestre”, ya citado, rotulado como “Psicosociología del Plato Volador”. Ha aportado numerosos estudios en Psicología General y Gestalt Theorie, así como a la investigación operacional en Comunicación de Masas. Ambos son cofundadores del Instituto de Estudios Avanzados de Córdoba.
[16]Contrariamente a lo que asevera el Informe Final, el capitán Colotti no se mostró escéptico en relación a la experiencia vivida por su esposa y demás familiares, al punto que –requerido sobre las maniobras militares en cuestión- nos señaló que de ninguna manera el episodio podía guardar relación alguna con las mismas, citándonos al respecto los reglamentos militares de la época y el tipo de material bélico utilizado para ese adiestramiento.
[17] Ver nota de pie nº 8.
[18] “Desembarco”, agosto 1974, nº 79, bajo el título “OVNIS: El Incidente de Trancas (Tucumán)”, p.56/61.
[19] Galíndez, Oscar A., Ovnis Un Desafío a la Ciencia, nº 4, nov.-dic. 1974, “Argentina: Los asombrosos fenómenos de Trancas”, p. 2/12. (Este artículo, con las fotografías y dibujos pertinentes, también puede consultarse en el sitio web : dragoninvisible.com.ar).
[20] La Gaceta, Tucumán, 26/10/63; El Tribuno, Salta, 26/10/63.
[21] Ídem, nota anterior.
[22] Humbert, Máximo, “Guerrilla en Argentina (La verdad sobre el foco insurreccional de Taco Ralo)”, Suplemento a la edición nº 67 de la revista Punto Final, 5/11/68, Santiago, Chile. Este grupo de sólo catorce personas no era de tendencia guevarista, sino que sus integrantes pertenecían a la Resistencia Peronista, respondiendo al nombre de Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). El campamento de adiestramiento fue instalado en Taco Ralo (Tucumán), y pensaban iniciar una acción guerrillera en Salta. Pero la experiencia duró apenas dos semanas, siendo detenidos todos sus miembros.
[23] Para los lectores extranjeros, “Che” es una interjección con que se llama o se pide atención a una persona, muy usada en Argentina, Bolivia, Uruguay y Paraguay. Equivale a ¡”Oye!”, ¡“Eh”!, etc. Cuando en 1952 Guevara regresó de sus viajes en moto por Latinoamérica, en 1953 se doctoró en Medicina. Después viajó a Bolivia, Perú, Ecuador y Guatemala (1954), donde empezó a ser conocido con el apelativo argentino “Che”. Luego se dirigió a Méjico, donde en 1955 conoció a Fidel Castro y a los exiliados cubanos del Movimiento 26 de julio. Como Guevara nunca perdió ese modismo, sus compañeros se dirigían a él con ese apodo.
[24] Tras el triunfo de la revolución fidelista, Ernesto Guevara ocupó importantes cargos en Cuba, como director del Instituto Nacional de Reforma Agraria (1959), Ministro de Economía, director del Banco Nacional de Cuba (1959-1961) y Ministro de Industria (1961-1965). En 1965 renunció y marchó secretamente al Congo a instruir a las guerrillas. En 1966 ingresó clandestinamente a Bolivia y formó un foco guerrillero en la selva. El ejército boliviano lo hizo prisionero en la región de Valle Grande y lo ejecutó en La Higuera, el 9 de octubre de 1967.
[25] Repárese en que, cuando en enero de 1962 el Che Guevara –como representante oficial de Cuba– asistió a la Conferencia Internacional de Ministros de Asuntos Exteriores de la O.E.A., celebrada en Punta del Este (República Oriental del Uruguay), el Presidente democrático de la Argentina era el Dr. Arturo Frondizi. Y este primer magistrado, aprovechando la proximidad geográfica de la presencia de Guevara, lo invitó secretamente para que viajara a Buenos Aires, con miras a mantener con él una entrevista personal. Aceptado ello, el Dr. Frondizi despachó un avión especial que trasladó al Che a la capital Argentina. Tiempo después, cuando el hecho trascendió, el mismo generó un malestar en las fuerzas armadas argentinas, puesto que conforme al art. 99 inc. 12º, de la Constitución de la Nación Argentina, el titular del Poder Ejecutivo “Es comandante en jefe de todas las fuerzas armadas de la Nación”. Esa tensión entre el Presidente y los sectores castrenses recrudeció, cuando en las elecciones del 18 de mayo de 1962 triunfó el peronismo, lo que agudizó la presión militar contra este resultado y que –a la postre- concluyó con un golpe de estado que lo destituyó el 29 de mayo de 1962.
[26] Jorge Ricardo Masetti fue el único periodista argentino que cubrió para Radio El Mundo (Buenos Aires), y personalmente, la acción guerrillera de Sierra Maestra conducida por el Movimiento 26 de julio, en 1958. Realizó varias entrevistas a Fidel Castro y a Ernesto “Che” Guevara., con quien entabló una estrecha relación. Sobre estas entrevistas, Masetti escribiría sus memorias, las cuales luego serían recopiladas en “Los que luchan y los que lloran”, por el escritor Rodolfo Walsh (luego muerto durante el proceso militar que tomó el poder en la Argentina (1976-1983). Masetti volvió a Buenos Aires, pero tras el triunfo de la revolución cubana, regresó a Cuba y, a pedido de Guevara, fundó la agencia de noticias Prensa Latina, a la que en 1961 renunció para pasar a ocupar un puesto más combativo en la Revolución.
[27] Señalan los biógrafos que –para la operación “Sombra”– el “nombre de guerra” del Che era el de “El Gaucho Martín Fierro”, por alusión al poema de ficción histórica argentino del mismo nombre, del escritor José Hernández (1872), en donde refleja la psicología de los hombres de campo argentinos, (paisanos y gauchos). En concordancia con ello, Masetti había adoptado el de “ Don Segundo Sombra”, el sacrificado personaje de Segundo Ramírez Sombra, un resero (acarreador de ganado), que el escritor argentino Ricardo Güiraldes plasmara en su novela del mismo título (1926), la cual le valiera póstumamente el Premio Nacional de Literatura. Pero, para simplificar las alusiones a Guevara y Masetti, los mismos quedaron individualizados, por sus compañeros de armas –para la Operación “Sombra” (1963)- como “Comandante Primero” y “Comandante Segundo”, respectivamente.
[28] Pacho O´Donnel, “Che, La vida por un mundo mejor”, p.211.
[29] Jouvet, Héctor, entrevista publicada en “Lucha armada en la Argentina”, nº 2, marzo-mayo 2005, página 52, Buenos Aires.
[30] Así como el Dr. Illia no había alcanzado la mayoría absoluta, y al 9 de julio de 1963 no contaba con el apoyo de otros partidos, para los historiadores la fecha de esa carta dirigida al Dr. Illia no es correcta: fue elegida para asociarla al 9 de julio de 1816, cuando se declaró la independencia del país. Recién el 31 de julio se reunió el Colegio Electoral y eligió Presidente a Illia, lo que fue ratificado por el Congreso de la Nación el 13 de agosto y tomó posesión del cargo el 12 de octubre de 1963.
[31] En la serie de la BBC, “Soldados” se ha señalado que la guerra de guerrillas atraviesa tres fases: La primera es la “Organización” (establecimiento en terrenos inaccesibles); la segunda, es la “Consolidación” (ataques esporádicos a las fuerzas regulares y regreso al sitio de origen); y la tercera es el “Paso a la guerra convencional” (enfrentamiento final, cuando se ha conseguido suficiente terreno, población y armas como para enfrentar al ejército gubernamental en su propio terreno” (Fuente citada, “Irregulares”, capítulo 12, Soldados, Londres, BBC, 1984).
Sobre este último punto, el “Che” Guevara señala –coincidentemente- que primero “hay que luchar en los campos, en las montañas y de aquí llevar la revolución a las ciudades, y no pretender hacerla en éstas sin contenido social integral”. Y luego añade que, cuando en Cuba se dio esta última fase, “el ejército rebelde salió de esta campaña preparado para iniciar una ofensiva sobre el llano”, contando con la alianza del pueblo (Guevara, Ernesto, “Proyecciones sociales del ejército rebelde”, charla pronunciada en la Sociedad Nuestro Tiempo, en Cuba, el 27 de enero de 1959. Fue publicada en la Revista “Humanismo”, correspondiente a enero-abril 1959, y luego reproducida en el suplemento rotulado “Cuaderno nº 96”, del semanario “Hoy”, diciembre de 2002, Buenos Aires, bajo el título “Guevara, El Ejército Rebelde”.
[32] Sobre el mismo tema, consúltese: Guevara, Ernesto: “La guerra de guerrillas” (1960), “Pasajes de la guerra revolucionaria” (1963). Después de su muerte, se publicó su “Diario de campaña en Bolivia” (1967).
Ídem, Jouvet, Héctor, entrevista publicada en “Lucha armada en la Argentina”, nº 2, marzo-mayo 2005, Buenos Aires; ibídem, Seoane, María: “La primera guerrilla guevarista en Argentina: una historia perdida en la selva”, en http://www.clarin.com/diario/2005/05/24/el pais/p-0131.htm; “Guerra de guerrillas”, en http://es.wikipedia.org/wiki/Guerrilla.
[33] Carreras (h), Julio, “Movimientos revolucionarios armados en Argentina. Desde los Uturuncos y el FRIP hasta los Montoneros y el ERP”, Edit. Quipu, Buenos Aires, 2001.
[34] El entonces Instituto Geográfico Militar (IGM) –denominado desde el 14 de mayo de 2009 como Instituto Geográfico Nacional (IGN)- es un organismo público descentralizado dependiente del Ministerio de Defensa de la República Argentina. Fue creado precariamente en 1884, organizándose debidamente hacia 1902. Es el encargado de la obtención, codificación y publicación de la cartografía oficial del territorio nacional y de la cartografía de frontera, así como de la fiscalización de las publicaciones que incluyan representaciones de éstas.
[35] En el Anexo respectivo ilustramos fotográficamente la situación apuntada.
[36] Uriondo, Oscar A., “El problema científico de los Ovnis”, Plus Ultra, Bs.As., 1968, p. 11.
[37] Uriondo, Oscar A., ob. cit., p. 132/133.
[38] Ballester Olmos, V.J., “Investigación Ovni”, Edit. Horizonte, Plaza & Janés, España, 1984, p. 134)
[39] Ballester Olmos, V.J., “Los Ovnis y la Ciencia”, Plaza & Janés, 1981, p. 323
[40] Gorphe, F., “La Crítica del Testimonio”, Edit. Reus, Madrid, 1933; ídem, Devis Echandía, H., Teoría General de la Prueba,.2 tomos, 1976, Zavalía Editor, Bs.As; Dellepiane, “Nueva Teoría General de la Prueba”, Bogotá, Edit. Temis, 1961, entre otros.
[41] Uriondo, Oscar. A., ob. cit., p. 131/132.
[42] Banchs, Roberto, “Fenómenos Aéreos Inusuales-Un enfoque biopsicosocial” LEUKA, Librería Editorial Universitaria Kennedy, Argentina, B.As., 1994, p. 13 y 31.
[43] Banchs, Roberto, ob. cit. en la nota precedente, p. 41.
[44] Hynek, J.Allen, “El Informe Hynek”, Javier Vergara Editor, 1979 (versión en español del libro “The Hynek UFO Report” (1977). En efecto, tras su desvinculación del Blue Book de la Fuerza Aérea americana, y criticando la política de la misma en materia de Ovnis, Hynek señaló que no debía ridiculizarse a los testigos de probidad mediante explicaciones absurdas o no creíbles, siendo que la “materia prima” para el estudio del fenómeno Ovni, no son los Ovnis mismos, sino “los informes sobre Ovnis suministrados por aquéllos, que incluyen las circunstancias totales que rodean cada caso, y comprometen el calibre y reputación de los testigos” (p.10). Por eso advertía que cuando a estos observadores se les brinda una explicación totalmente alejada y absurda de lo que realmente vieron, so color de un “¡Ah, ya lo tenemos: es un caso psicológico” (p. 50), a manera de ciega aplicación del arrogante teorema de la Aviación de EE.UU, que afirmaba que: “No puede ser; por consiguiente, no es” (p.19), los testigos terminaban por desilusionarse, considerando la interpretación oficial como “un insulto a su inteligencia” (p. 68), al punto que muchos de ellos luego manifestaban que “jamás admitiría lo que he visto” (p. 69). Y se pregunta Hynek –reconociendo la razón que les asistía-: “¿Por qué informar de un objeto extraño y enigmático en el cielo, que desafía toda explicación lógica, cuando la Aviación sabe que “no puede existir” y que “por consiguiente, no existe?” (p. 69). Por eso acota que “No hay que sorprenderse entonces de que el público haya sido cada vez más reacio a comunicar observaciones de Ovnis, puesto que en el tribunal cerrado del Libro Azul, el testigo siempre era culpable de error de identificación, aún antes de presentarse el caso” (p. 76).
[45] Agostinelli, Alejandro, “Invasores”-“Historias reales de extraterrestres en la Argentina”, Editorial Sudamericana S.A., Bs. As., 2009.
[46] Sheaffer, R., “Veredicto Ovni- Examen de la Evidencia”, Tikar, 1994 (versión castellana), España, p.338).
[47] Bunge, M., “La Ciencia, su método y su filosofía”, Ediciones Siglo Veinte, 1981, p.33.
[48] Grattan Guinnes, L., “La racionalidad y sus limitaciones”, en revista “Ovnis-Un desafío a la ciencia, nº 1”, junio 1974, p. 2/3. (Traducción de la FSR, vol. 19, nº 5, set-oct. 1973, p.22-23)
[49] Ballester Olmos, V.J., “Investigación Ovni”, Horizonte, Plaza & Janés, España, 1984, p. 112).
ADDENDA. Alejandro Agostinelli entrevista a Yolié del Valle Moreno (2013)
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