Los ovnis de Perón #MaratonOvni

En el marco de la mesa redonda «Platillos en la Historia» de «A 70 años de los Platillos Voladores. Ciencia, Mito y Ficción», el encuentro organizado el pasado 24 de junio por el Programa Patrimonio y Creencias del Instituto de Investigaciones Históricas del Museo Roca y Eventos Anómalos, el Dr. Hernán Comastri abordó las formas a través de las cuales la imaginación técnica popular de los argentinos de mediados del siglo XX reflexionaron sobre los viajes interplanetarios y el nuevo fenómeno de los platos voladores. Si bien estos objetos son parte de una larga tradición de la imaginación científica mundial, en las décadas del 40 y el 50 la cuestión se vio interpelada por un nuevo contexto geopolítico, cultural y científico-técnico. Esta experiencia dialogó con el primer peronismo, que ofreció a las clases populares diversas vías de comunicación con el Estado. Un ejemplo fue el conjunto de cartas con inventos, ideas y preocupaciones que la ciudadanía enviaba a Juan Domingo Perón. Sobre esos temas habló Comastri en su conferencia cuya sinopsis reproduce, en exclusiva, Factor 302.4.

Visión 3D. Los hermanos Jorge y Napy Duclout presentaron «Buenos Aires en Relieve» en el Primer Festival de Cine de Mar del Plata. Perón (foto) fue uno de los asistentes. Para concretar el film Napy fue inspirado por noticias que recibió de Ganímedes durante sesiones espiritistas, previas a una «cita» en la cima del edificio Kavanagh en 1954. (Más info en Invasores, 2009)

Por Hernán Comastri

Las líneas que siguen son un muy breve extracto de una investigación doctoral en Historia que buscó indagar sobre las formas a través de las cuales la cultura popular se apropió de algunos de los más destacados objetos de la ciencia y la tecnología en los años que corren entre 1946 y 1955. En este sentido, el fenómeno ovni y la posibilidad de los viajes interplanetarios adquieren un lugar destacado, en tanto fueron temas recurrentes y novedosos en los medios masivos de comunicación y la ficción de la época, y como tales no dejaron de tener un eco en la cultura popular argentina. Por su parte, la relación de esta cultura popular con el gobierno de Juan Domingo Perón radica, para este estudio en particular, en la existencia de un rico archivo de cartas, hoy reunidas en el Archivo General de la Nación, a través de las cuales la ciudadanía le enviaba al Presidente consejos, ideas e inventos a ser incluidos en los planes de gobierno, y que abordaban desde simples proyectos de obra pública hasta complejos diseños de “platos voladores impulsados por aire comprimido”[1].

Los viajes interplanetarios en el imaginario de la época

En 1950 Ray Bradbury publicaba en Estados Unidos sus Crónicas marcianas, cuya traducción al castellano llegaría a la Argentina cinco años después, de la mano de la editorial Minotauro y con un prólogo en el que Jorge Luis Borges reflexionaba sobre la historia del género de la ciencia-ficción. El punto de partida del comentario son los relatos sobre los viajes y la vida en la Luna: durante más de mil trescientos años, entre los siglos II y XVI, el satélite habría sido “el arquetipo de lo imposible” y, en consecuencia, una excusa para el libre ejercicio de la imaginación; un texto de Johannes Kepler (astrónomo y matemático alemán del siglo XVII), sin embargo, prefiguraría ya los supuestos sobre los que se construiría la ciencia-ficción moderna, los viajes a la Luna como una posibilidad real y un género “entorpecido” por el afán de verosimilitud [2]. La exploración de la geografía lunar es percibida como un primer paso en el camino de los viajes interplanetarios, y es en este sentido que una reflexión de estas características puede prologar un libro sobre la colonización de Marte.

Hernán Comastri es Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Becario Postdoctoral del Conicet en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” y docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.

La observación de Borges da cuenta de las formas en que la literatura y el periodismo se aproximaban al tema hacia mediados del siglo. Y la publicación de este libro constituye la consolidación de una demanda por obras del género. De hecho, Crónicas marcianas fue el primer título publicado por Minotauro, un sello fundado en Buenos Aires en el mismo 1955 y que llegaría a convertirse en emblema de la fantasía y la ciencia-ficción en lengua castellana. Como en el caso de la energía nuclear, los diarios y las revistas traían de Estados Unidos y la Unión Soviética noticias de avances científicos y tecnológicos (en muchos casos, exagerados y/o malentendidos por sus cronistas) que volvían verosímiles objetos que antes habían permanecido en el ámbito de aquel libre ejercicio de la imaginación referido por Borges. La sola magnitud de proyectos, como por ejemplo los destinados al desarrollo de energía atómica, escapaba del rango de posibilidades de cualquier inventor individual y reclamaba una participación central del Estado. Por otra parte, la llamada “carrera espacial” todavía no había comenzado, lo que significa que las “noticias”, discusiones y proyectos sobre viajes interplanetarios aún no estaban cruzadas (al menos, no explícitamente) por líneas divisorias de carácter ideológico y geopolítico, como sí sucedía desde 1946 con el tema nuclear [3].

Ya en febrero de 1946 La Nación publicaba la traducción de un artículo de la agencia France Presse que comenzaba con las siguientes palabras: “Gracias a la liberación de la energía atómica, podemos hoy considerar dentro de lo posible los viajes interplanetarios, el gran sueño de la ciencia. Un solo gramo de uranio, ‘debidamente desintegrado’ en la tobera propulsiva [sic.] de un vagón cohete, será suficiente para despachar viajeros a la Luna”. El periodista busca otorgarle a la redacción un tono científico y cubre la misma con datos técnicos y citas de autoridad, pero el imaginario expuesto en esta crónica no difiere demasiado de aquel que desarrollará Bradbury cuatro años más tarde. Marte se proyecta, de hecho, como “la primera colonia celeste” (“su vegetación es verde y roja –por lo menos, casi se está seguro de ello-”), mientras que en la Luna funcionaría apenas una “aduana” espacial, a la que se llegaría «a bordo del XP 32 ó del XP 40, cohetes para pasajeros del servicio Tierra-Luna, que cubren el trayecto de París, Astropuerto de Orly, a la Luna, Astropuerto de Tycho Central». Venus, por su parte, tendría un clima tropical y podría encontrarse en pleno “período secundario”: “No será una sorpresa encontrarnos allí con diplódocus [sic.] y brontosaurios, en medio de helechos gigantescos” [4].

Con los años, la posibilidad de los viajes interplanetarios toma la forma de un debate que busca darse un tono de mayor realismo y cautela frente a desarrollos en el área que distaba significativamente de las promesas técnicas de la inmediata posguerra. En 1948, por ejemplo, incluso la posibilidad de la existencia de vida fuera de la Tierra (aunque sólo fuesen las formas más básicas de vida vegetal, ya no dinosaurios y bosques de helechos gigantes) es discutida en el mismo diario a partir de nuevas observaciones astronómicas y del análisis de los expertos extranjeros [5]. Yendo aún más lejos, Clarín publicaba en 1953 una nota titulada “Los Viajes Interplanetarios son un Sueño Irrealizable”, en la que las “distancias siderales”, las “temperaturas infernales o glaciales”, la “falta de atmósfera o su excesiva presión”, los “gases venenosos” y los “continuos bombardeos de meteoritos” eran listados como motivos suficientes para disuadir a los gobiernos del mundo de cualquier proyecto de exploración espacial [6]. Aún así, un año más tarde Democracia retoma el proyecto de los viajes espaciales bajo el optimista título: “No es tan difícil llegar a Marte”; esta nota es particularmente interesante por un número extra de motivos [7]. En primer lugar, porque reconoce explícitamente al Estado (norteamericano, en este caso) como el protagonista indiscutido para abordar esta clase de proyectos y destaca un progreso hacia los viajes interplanetarios necesariamente lento y dividido en etapas, cada una de las cuales supondría un desafío técnico a superar antes de avanzar a la siguiente.

Estos elementos forman parte de una tendencia más general que puede constatarse hacia fines del período: si en 1946, como vimos, la exploración espacial parecía, a la vez, inminente y capaz de hacer realidad las más fantasiosas proyecciones, en 1955 el espacio dedicado al tema en los medios se reduce a la cobertura del Congreso Mundial de Astronáutica en Copenhague, al que Argentina envió una delegación y en el que se discutió la posibilidad de construcción conjunta de un satélite artificial, finalmente no concretado [8]. Por su parte, en 1948, el ingeniero y docente de la UNLP Teófilo Tabanera fundó la Asociación Argentina Interplanetaria (luego llamada Asociación de Ciencias Espaciales de la Argentina), dedicada a impulsar el programa espacial argentino. En 1952 publicó un libro titulado ¿Qué es la astronáutica?, que fue un gran éxito de ventas. Miembro de la Sociedad Británica Interplanetaria y de la Sociedad Americana de Cohetes, vicepresidente por cinco períodos consecutivos de la Federación Internacional de Astronáutica y primer presidente de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales creada durante la presidencia de Arturo Frondizi en 1960, hoy la Estación Terrena Córdoba de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales lleva el nombre de Teófilo Tabanera [9].

En segundo lugar, y sin contradecir lo expuesto, esta nota del diario Democracia construye una genealogía de inventores que habría hecho posible desarrollos contemporáneos. Esta línea comienza en la Inglaterra de 1841 con los primeros prototipos de máquinas voladoras impulsadas por la energía del vapor, pasa por los norteamericanos hermanos Wright y el brasileño Santos Dumont (entre quienes se disputa el primer vuelo exitoso de un aeroplano), y culmina en la figura del ingeniero aeronáutico alemán Werner Von Braun, creador de los cohetes V1 y V2 que los nazis utilizaron para bombardear Londres, y luego ingeniero en jefe de la recientemente creada NASA. En tiempos de la Big Science, esta genealogía reproduce y mantiene con vida el imaginario y el ideal del genio-inventor individual. Por último, acompaña la nota un breve recuadro en el que se recoge el testimonio de un general español que explica que las “ocho mil informaciones” sobre platos voladores refieren, en realidad, a pruebas de “armas secretas guiadas por radio”.

Avistamientos y teorías

El plato volador se difundió como objeto de la imaginación técnica popular a partir de junio de 1947, cuando un piloto civil de los Estados Unidos divisó una formación de nueve objetos desconocidos que volaban en formación a grandes velocidades y reportó el incidente a las autoridades. Años más tarde, el mismo piloto explicaría que fue incorrectamente citado en la crónica periodística que relató estos hechos (la edición del 26 de junio del diario norteamericano The Chicago Sun publicó esta experiencia bajo el título: “Supersonic Flying Saucers Sighted by Idaho Pilot” [10]), por lo que es discutible el origen de la descripción de estos Objetos Voladores No Identificados (OVNI) como “platos” o “platillos voladores”.

Sea quien fuese su autor original, el término se popularizó rápidamente y pronto el avistamiento de dichas máquinas fue un fenómeno de alcance mundial (tal fue su magnitud, que para 1954 La Nación reproducía un cable de la Associated Press titulado “Platos voladores y psicosis colectiva” [11]). Los avistamientos de extrañas luces y objetos celestes coincidieron con un momento de fuerte experimentación en el área de la industria aeronáutica, con vuelos de prueba mantenidos bajo secreto militar y naves de formas desacostumbradas para el público. Como en la nota breve antes citada, El Líder explica de esta forma el fenómeno en una nota titulada: “En Francia, Alemania y Canadá se fabrican platos voladores”; la volanta que acompaña al artículo (“No son Aparatos de Otro Planeta”) da cuenta de cuál es la teoría alternativa con la que se discute[12].

En la naciente ufología (que se propone estudiar el fenómeno UFO, del inglés Unidentified Flying Object, equivalente al castellanizado ovni) comenzó en la época a darse por supuesto que las visitas de extraterrestres a la Tierra llevaban siglos de historia. En La Nación se relata que, según un “hombre de ciencia” ruso, lo que en 1908 había sido juzgado como un meteoro caído a tierra habría sido en realidad “un vehículo volante probablemente de propulsión atómica. Él cree que vino de Marte, recorriendo unos ochenta millones de kilómetros”; El Laborista, a su vez, traduce un artículo de la revista norteamericana True, titulado: “Hace 175 años que la Tierra es observada por marcianos” (las recientes explosiones atómicas, sin embargo, “habrían servido de estímulo a los habitantes de otras regiones del Universo para explorar en procura de establecer su origen”[13]). A pesar de esta supuesta genealogía, hubo un hecho, también en el año 1947, que marcaría profundamente la imaginación popular referida a la presencia de extraterrestres en nuestro planeta: el llamado “incidente Roswell”. El mito construido alrededor de este incidente supone el aterrizaje forzoso de una nave extraterrestre en el Estado norteamericano de Nuevo México; la posterior desmentida de estos acontecimientos por parte del gobierno de los Estados Unidos y su explicación de los fenómenos de luz observados en el cielo como simples “globos-sondas” de uso meteorológico (recogidos por la prensa argentina[14]), sólo lograron alimentar rumores de encubrimiento y teorías de la conspiración que sobreviven en la cultura y la ficción popular hasta hoy [15].

Los medios locales no se limitaron a reproducir los debates y avistamientos que tenían lugar en el extranjero. En diversas oportunidades se registró el vuelo de uno o más ovnis sobre el territorio argentino. Por ejemplo, una decena de testigos aseguraba que una escuadrilla de tales objetos habría atravesado (“en forma disciplinada”) el cielo de La Quiaca en la madrugada del 8 de febrero de 1953 [16].

En septiembre de 1954 dos periodistas cariocas, Joao Martins y Ed Keffel, viajaron a Buenos Aires preparados para fotografiar los platos voladores que se esperaban sobre el cielo de la ciudad para la noche del día 6. Esta nota aparecida en el diario Democracia es especialmente interesante por la cantidad de elementos que se encadenan a la noticia de la posible visita de los ovnis. En primer término, la predicción de dicha aparición fue hecha por una revista espiritista brasileña, a la que pertenecían ambos periodistas. Y en segundo lugar, aún las voces escépticas recogidas en el artículo ofrecen teorías alternativas para explicar el fenómeno que, aunque niegan la existencia de extraterrestres, no por ello resultan menos fantásticas:

“Por su parte, el capitán J. Painter, de las fuerzas aéreas de Francia, publicó recientemente en el órgano oficial de esa arma un extenso y documentado artículo, en el que sostiene también que los platos voladores existen, pero agrega que no vienen de otros mundos, sino de un país desconocido donde alguien ha logrado descubrir la forma de utilizar la energía de los rayos cósmicos, que sería el ‘combustible’ empleado para los extensos y vertiginosos ‘raids’ que parecen caracterizar a estos bólidos del éter”[17].

Si la intervención del espiritismo puede ser leída en términos de una continuidad de prácticas ya presentes en la cultura popular y que no necesariamente contradicen la fascinación por el maquinismo y las nuevas teorías científicas, las reflexiones en torno al fenómeno de los ovnis parecen ofrecer la oportunidad de renovar una cantidad de temas presentes tanto en el imaginario social como en la ficción literaria. Países desconocidos en pleno siglo XX y poseedores de una tecnología fuera del alcance o incluso la comprensión de cualquiera de las potencias contemporáneas: la idea es a la vez un testimonio periodístico plausible y un argumento repetido en las ficciones de la historieta y la literatura popular de la época [18]. Mientras los proyectos de viajes interplanetarios pierden progresivamente sus facetas más fantásticas a medida que científicos y gobiernos discuten sus posibilidades reales, el fenómeno de los ovnis se abre como un territorio de la imaginación que no parece tener límites. Los planes de exploración del espacio exterior son monopolizados por los Estados más poderosos del globo, pero los platos voladores visitan tanto Nuevo México y París como La Quiaca y Santa Fe [19]. Y en tanto los “hombres de ciencia” continuaran discutiendo entre sí, no había una voz más autorizada que otra para hablar sobre un tema del que, en última instancia, sólo existían hipótesis sin comprobar.

Las cartas a Perón

A fines de 1951, Perón hizo pública una convocatoria a proyectos, ideas y reclamos populares a ser incluidos en la redacción del Segundo Plan Quinquenal, en ese momento aún en preparación. Para responder a esta convocatoria, la ciudadanía contaba con el recurso de escribirle una carta al presidente, práctica de hecho ya utilizada, de manera espontánea desde principios de 1946. La respuesta a este llamado oficial superó cualquier expectativa, llegándose a recibir hasta 1955 más de veinte mil cartas, entre las cuales se cuentan unas 500 apuntadas específicamente a temas científicos y/o tecnológicos (lo cual incluye al fenómeno ovni y los viajes interplanetarios, por supuesto).

En algunos casos, los proyectos de viajes interplanetarios y el fenómeno ovni son citados en las cartas enviadas a Perón aun cuando las iniciativas que motivan la correspondencia no guarden ninguna relación directa con ellos. Desde San Pablo, Brasil, el autor de dos proyectos de armamentos (un nuevo tipo de embarcación y un nuevo tipo de torpedo) se presenta, con una dicción a medio camino entre el castellano y el portugués, como “fisico-termodinamista, proyetista, pesquisador-inventor, con doze años de tirocinio y estudos superiores de Termodinamica, Astronautica, Aerodinamica y demas estudos correlativos en el dominio de la hiper-quimica y super-fisica” y como el “autor intelectual y realisador de la Exposición Interplanetaria”, de la que no ofrece más detalles[20]. Algo similar sucede con las iniciativas de Ernesto Ottenbacheb, residente en Buenos Aires, que escribe para poner en consideración de la Secretaría unas ideas “a las que he seguido desde que apareció noticias en los diarios del misterioso plato volador”; las ideas sin embargo, se refieren a un sistema mecanizado para ejercicios militares, un motor para aviones a reacción y un “sistema para poner en marcha un cohete a reacción”[21]. En ambos casos, los viajes espaciales son apenas mencionados y parecen incluirse en las cartas sólo como una forma de sugerir que el iniciante se encuentra inmerso en los más recientes y arcanos avances tecnológicos.

En otros, el fenómeno de los platos voladores forma parte de discursos de tipo místico o religioso que, sin dejar de buscar bases “científicas” para los avistamientos, los integran en cosmovisiones en las que la división entre ciencia, filosofía, religión, política y metafísica es difusa, cuando no inexistente. Así, una colaboración puede explicar la aparición de platos voladores como las emanaciones de grandes establecimientos siderúrgicos que se concentran y condensan en la atmósfera “con movimiento en torbellino” y se mueven atraídos por el norte magnético, pero esto no impide que su autor extraiga conclusiones de tipo psicológico o religioso de tal fenómeno; la propia redacción de la carta omite cualquier tipo de esquema expositivo o argumentativo y se abandona a la asociación libre y el juego de palabras[22]. En una segunda iniciativa enviada desde Villa Seguí, Entre Ríos, en cambio, los platos voladores son incluidos como un punto más dentro de una extensa reflexión sobre los problemas del mundo moderno. Son diez los consejos ofrecidos a Perón, entre los que se encuentran la necesidad de volver a los tiempos bíblicos de “mansos y humildes pastores, que al paso tardo de sus bueyes, arrojaban la semilla en el suelo”, de borrar las fronteras nacionales a la vez que erigir gigantes estatuas de Cristo en las fronteras con los países limítrofes, y de abandonar los ideales ilustrados (“No queremos más escuelas, ni más universidades, tanto estudio trae la envidia, la maldad, la destrucción. Debemos volver al tiempo de los reyes”). Pero esta particular y apocalíptica visión del mundo (el que, según afirma el iniciante, se encuentra en su último siglo: “el terremoto de S. Juan, fue principio de fin”), no le impide integrar una reflexión de carácter técnico sobre los vuelos interplanetarios: “El mundo en nuestros días tiene el mismo adelanto, de cuando el diluvio, y de cuando nació Jesús; en esos tiempos era una gran ciudad Antioquía, lo que es hoy París. (…) [Y en una acotación al final de la carta, luego de la firma y con una fecha posterior:] Los platos voladores, son de otro planeta, tienen esa forma para ascender con mucha velocidad” [23].

Por último, pueden citarse otras dos colaboraciones que se adaptan mejor al modelo del inventor-artesano-bricoleur de origen popular. En uno de los casos, el iniciante se presenta a sí mismo como un artesano y, luego de sugerir que conoce el origen del fenómeno ovni (“que Estados Unidos de Norte América guarda como secreto militar, el cual no es más que un aparato cuyo funcionamiento se basa en la rotación de la tierra”), presenta una detallada descripción técnica que los funcionarios de IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) desestimarán de forma categórica en tanto las “bases físicas del proyecto (…) no concuerdan con los principios elementales aerodinámicos de sustentación, de estabilidad y de control”[24]. Desde el Barrio Los Perales, finalmente, escribe Julio E. Ruiz, un oficial electromecánico empleado en el correo al que el diario Los Principios (cuyo recorte acompaña la carta) describe como un “Soldado Anónimo de las Masas Luchadoras”. La nota periodística es acompañada por dos fotografías de su prototipo de “giro-plano o Plato Volador”, pero la crónica apenas si se detiene en el mismo: la inventiva de Ruiz es interpretada simplemente como una instancia más de su lucha política, sindical e intelectual a favor del peronismo. Si su invento debe ser rechazado, no es debido a cálculos deficientes, sino a la propia dinámica que guía su actividad como artesano-inventor: el modelo del plato volador que se observa en vuelo en las fotografías no puede ser evaluado por los técnicos de la Secretaría por cuanto el modelo ya fue desarmado y su inventor “le dió otro destino a sus partes”[25].

Una breve reflexión final

Ya fuese misterio insondable, prueba de la existencia de seres extraterrestres o proyecto armamentístico secreto de las superpotencias de la Guerra Fría, el ovni interpeló a la imaginación popular de la Argentina de mediados del siglo XX y ofreció una excelente oportunidad para que la misma demostrase sus amplias capacidades creativas. Así como los avistamientos muy prontamente ganaron los cielos del país, con la misma velocidad se multiplicaron las diversas teorías locales sobre los orígenes o significados de este nuevo fenómeno. Estas ideas, por supuesto, se construyeron en diálogo permanente con el discurso periodístico, el discurso de la divulgación científica y aún el de la naciente ciencia-ficción. Pero se reservaron, también, destacados márgenes de autonomía relativa frente a los mismos: la cultura popular argentina de las décadas del cuarenta y el cincuenta no se limitó a copiar ni a imitar modelos externos, sino que supo imprimir a este nuevo fenómeno de carácter global su propia impronta, un conjunto de características específicas que respondían directamente a las coordenadas de tiempo y espacio de la Argentina del primer peronismo. Así, si los misteriosos ovnis resultaban ser armas secretas de las potencias, también la Nueva Argentina de Perón merecía tener sus propios diseños de platos voladores de fabricación nacional.

-Hernán Comastri

[1] Archivo General de la Nación (AGN), Secretaría Técnica de la Presidencia (STP), Caja 91, Iniciativa 18978 (ver figura 1).

[2] Borges, Jorge Luis, “Prólogo”, en Bradbury, Ray, Crónicas marcianas, Editorial Minotauro, Buenos Aires, 1955.

[3] La competencia entre los Estados Unidos y la Unión Soviética por el liderazgo en el área de la exploración del espacio exterior puede ser datada de diversas maneras. Sin embargo, generalmente se reconoce el lanzamiento soviético del satélite Sputnik I, el 4 de octubre de 1957, como el momento en que esta competencia se convirtió en una verdadera “carrera” con derivaciones políticas, militares y de prestigio nacional entre las superpotencias.

[4] La Nación, 3 de febrero de 1946, p. 2.

[5] La Nación, 14 de octubre de 1948, p. 7.

[6] Clarín, 15 de junio de 1953, p. 12.

[7] Democracia, 4 de diciembre de 1954, p. 8.

[8] Ver, por ejemplo: La Nación, 1 de agosto de 1955, p. 1; y Democracia, 5 de agosto de 1955, p. 1.

[9] En 1952 la Secretaría recibe una carta de un ciudadano chileno que busca ponerse en contacto con la “Sociedad de Investigaciones Interplanetarias” (sería lógico suponer que se refiere a la institución fundada por Tabanera) para ofrecerles sus ideas e inventos: AGN, STP, Caja 457, Iniciativa 4407/52.

[10] The Chicago Sun, 26 de junio de 1947, p. 2.

[11] La Nación, 6 de diciembre de 1954, p. 1.

[12] El Líder, 3 de noviembre de 1954, p. 5.

[13] Respectivamente: La Nación, 12 de junio de 1948, p. 2; y El Laborista, 5 de mayo de 1951, pp. 8-9.

[14] La Nación, 10 de julio de 1947, p. 2.

[15] Ver, a modo de ejemplo, las crónicas publicadas el 11 de julio de 1947 por Clarín (p. 4) y El Mundo (p. 3).

[16] La Nación, 9 de febrero de 1953, p. 4.

[17] Democracia, 6 de septiembre de 1954, p. 5. N. del Ed: El autor de la teoría es el capitán René Plantier.

[18] Ver, a modo de ejemplo: Oesterheld y Campani, “Bull Rockett”, en revista Misterix, n° 304, 1954; Oesterheld y Solano López, “Bull Rockett”, en revista Misterix, n° 474, 1957; y Oesterheld y Solano López, “Bull Rockett. Muerte en el cielo”, en revista Super Misterix, n° 428, enero de 1957. Ya trabajados en: Comastri, Hernán, “Bull Rockett, Héctor Germán Oesterheld y la imaginación técnica popular en la Argentina de mediados del siglo XX”, en revista Anuario del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Córdoba, año 14, n° 14, 2014, pp. 239-257.

[19] AGN, STP, Caja 667, Iniciativa sin numerar. Desde la Dirección Nacional del Servicio Meteorológico Nacional dan curso a un informe en el que se describe el avistamiento por parte de un funcionario del Ministerio de Agricultura y varios chacareros del departamento de San Javier, provincia de Santa Fe, de “una figura luminosa”, “una enorme bola de fuego que producía el ruido de motor a explosión [“como ruido de un tractor que se acercaba”] y que corría velozmente por el cielo de este a oeste”. (Ver figura 2)

[20] AGN, STP, Caja 590, Iniciativa 2657/54.

[21] AGN, STP, Caja 388, Iniciativas 7596 y 7597.

[22] AGN, STP, Caja 388, Iniciativa 8615. (Ver figura 3)

[23] AGN, STP, Caja 457, Iniciativa 5110.

[24] AGN, STP, Caja 463, Iniciativa 2276/52.

[25] AGN, Caja 591, Iniciativa 525/54.

ENLACES EXTERNOS

Revista Pilquen, Ovnis y viajes interplanetarios en la Argentina del primer peronismo UFOs and Interplanetary Travel in Argentina during the First Peronismo. Por / By Hernán Comastri, Sección Ciencias Sociales • Vol. 21 Nº 2

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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