Una empresa de productos lácteos rusa está tachando los códigos de barras. Su cruzada es contra el diablo.
Al principio fue el Nuevo Testamento, donde aparece citada la Marca de la Bestia, el número 666 que cristianos evangélicos, pentecostales, facciones de la New Age y otras religiones apocalipticas relacionan con Satanás, el Anticristo o las Fuerzas de la Oscuridad.
La fuente primaria de esta asociación se origina en el libro de Revelaciones de San Juan:
“Aquí hay sabiduría: El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.”
Ap 13:18.
Ahora, la compañía de lácteos rusa Russkoe Moloko explicó por qué en sus productos el código de barras aparecía tachado.
“Es bien sabido que el código de barras de los productos es la marca de la Bestia. Contiene tres seis invisibles (666), el nombre del Anticristo que está oculto en las Escrituras… Al tachar nuestro código de barras queremos demostrar nuestra posición – estamos con nuestro Señor Jesucristo, no con el Anticristo y sus sirvientes. Esto no es superstición”, dijo Vasili Boiko, el multimillonario que preside la compañía y dirige el comité organizador del Movimiento Popular Santa Rusia.
La tachadura no es un garabato cualquiera. “Es la cruz del apóstol San Andrés”, continúa el comunicado. El desafío al Príncipe de las Tinieblas tampoco es nuevo: “Tachamos el código de barras con una cruz roja durante los últimos cinco años en todos los paquetes de los productos Russkoe Moloko”. Lo aclaran recién ahora porque “ya hemos recibido suficiente cantidad de preguntas” sobre los motivos que los llevaron a tomar esa iniciativa.
Para Boiko, el código de barras tiene cifrado el nombre del Anticristo. “Desde hace tiempo los ancianos ortodoxos advirtieron que la ‘marca` se presentaría como un código de barras que estaría impresa en la frente y las manos” de las personas”, continuó. Para la empresa, en fin, “no hay dudas de que se trata de un código maligno”.
Tampoco es una idea centrada exclusivamemente en la fe. La lechera cita un documento aportado por “monjes expertos” del Monasterio Gregoriou en Athos, presentado en el Centro de Informática Sr. George Sahinian de la Universidad de Bonn: “Codificación de European Article Numbering (EAN- 13 )» del 10 de octubre de 1997, que no es una tesina de un evangélico ni de una escuela de ciencias ocultas sino la sigla de la codificación que se usa en todo el mundo para marcar productos de venta al público.
Desde la misma página de inicio de su página web, Russkoe Moloko se refiere a advertencias inscriptas en las antiguas escrituras que previnieron lo que dijo Juan el Evangelista en el Apocalipsis, acerca de los tormentos aborrecibles y otras cosas espantosas que hará Dios “si alguno adorase a la bestia y a su imagen y recibiera la marca en su frente o en su mano”.
Pese a esa postura, que obtiene de la Biblia metáforas incendiarias para declamar su falta de temor a Satanás, la compañía admite “estar obligada a ponerlos (códigos de barra) en el embalaje” porque “sin (ellos) sólo podríamos vender nuestros productos en los mercados agrícolas, y no en las tiendas. Sin embargo, no descartamos la posibilidad en el futuro de otros procedimientos alternativos de venta”.
“En cualquier caso”, recomiendan, “no ponga uno de estos paquetes en su escritorio. Y si no lo puede romper o tirar a la basura”, recomienda “tacharlo con una cruz”.
Este no es el único gesto de fundamentalismo religioso de la empresa que preside Vasili Boiko. En 2010, el multimillonario ruso salió en varios medios. La noticia era una empresa donde el personal debía adaptarse a las normativas religiosas del patrón. Si los postulantes tenían parejas informales, la condición para ser admitidos era que celebrasen una boda según la tradición ortodoxa. Si corre la voz de que alguna empleada ha practicado un aborto es expulsada ipso facto. Y así. Las creencias de Boiko se endurecieron en Junio de ese año, cuando se desató una oleada de incendios en siete regiones del país. El empresario consideró que había sido causada por un castigo divino. El patrimonio de este ex militante de las Juventudes Comunistas hoy asciende a 100 millones de dólares. En 2012, Boiko se unió a la campaña de Vladimir Putin en Moscú.
Religión, economía mundial y conspiracionismo son tres asuntos que se confunden en los orígenes de la identificación del código de barras y «la marca de la Bestia».
Mary Stewart Relfe, en sus libros «When Your Money Fails» (1981) y «The New Money System» (1882), fue la escritora cristiana que comenzó a relacionar signos de la cultura contemporánea con el 666 para concluir que «Satanás se está apoderando del sistema económico mundial». El código de barras ha proporcionado una versión tecnificada del antiguo mito de la «marcación anticrística». El desplazamiento en cuestión consiste en transformar una codificación realizada con propósitos técnicos en un artilugio sagrado (en el fondo, nada tan distinto a sentirse mejor después de una radiografía). Este significado, altamente valorado por unos, es minimizado por los especialistas en pseudociencias. En uno de sus ensayos Martin Gardner escribió que con un poco de ingenio alcanza para obtener el 666 a partir de cualquier cosa. “Encontrar el 666 en los nombres de personas famosas –escribió– es un pasatiempo numérico que ha obsesionado a los numerólogos desde que se escribió el Libro de la Revelación. Con paciencia e ingenio, no es difícil sacar el número 666 del nombre de casi cualquier persona. Por ejemplo, utilizando el código bíblico de Blevins, he descubierto que las palabras sun, moon y Pat J. Buchanan suman 666 cada una.”
En varias páginas cristianas a menudo es el papado el pérfido cerebro en las sombras de estas confabulaciones. En La verdadera historia del Club Bilderberg (pag 202 y ss), el escritor Daniel Estulin incorpora al imaginario conspirativo las nuevas tecnologías aplicadas al desarrollo de micorochips subcutáneos. Ya no es Satán sino un equivalente secular, el Nuevo Orden Mundial, el enemigo oculto.
Casi desde que existe la tecnología Radiofrecuencia RFID –máxime desde que se la comenzó a usar como sistema de rastreo para implementar en seres vivos, desde mascotas, ganado y seres humanos– los portavoces de diversos movimientos cristianos han asociado este procedimiento con un sistema de control o manipulación por parte de las “potencias” que representan el lado oscuro de la Fuerza. Creen, más o menos, que dentro de poco todos tendremos implantado un chip en el cuerpo, chip que cuantificará el consumo diario de cada uno para implementar un control completo sobre vida de las personas. Los que logren evitar ser «escaneados e implantados», como explica la web evangélica Pueblo de Dios, “no podrá comprar ni vender”.
El impacto de la «marca de la Bestia» en las decisiones económicas de las personas es un curioso signo de nuestros tiempos. ¿El tetra pak de leche ruso acaso anunciará el famoso y largamente postergado derrumbe del capitalismo?
Informe: Lucía Manucci
Varias fuentes, sobre todo La Gran Época
¿Tenían ombligo Adán y Eva? Por Martin Gardner Editorial Debate, 2001. Descargar el libro en Pdf.
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