Mas que humano

Ravi Shankar Superstar

El domingo 9 se realizó el evento El Planeta Medita –una ceremonia simultánea en 300 ciudades del mundo, entre ellas en Buenos Aires, erigida en escenario central ya que aquí estaba Sri Sri Ravi Shankar. Yo no quería escribir, leer ni ser cómplice de la enésima crónica burlesca (no pude ir, y cuando estuve mi experiencia fue mala: durante la meditación me quedé dormido y recibí el título de Ravi Roncar).

En fin: más adelante, si a alguien todavía le interesa, podemos repasar las parodias humorísticas, las notas críticas y hasta el escarnio al que fue sometido Sri Sri Ravi Shankar; es más; fueron tantas las reseñas negativas que costaría hacer un listado (sin contar las que deberían ser redireccionadas al jefe de Gobierno de la Ciudad).

Tal vez por ese mismo hastío centré mi atención en los aspectos menos agradables de la movida macrista. El sábado 8 fui a Fevida 2012 –la feria espiritual, que reseñé en Ciencia bruja–. Pero volví tan malhumorado que me quitó las energías que hubiera precisado para asistir a la Meditación Mundial, que iba a ser un día después. ¿Quién podía escribir una crónica descriptiva , libre de prejuicios? El mejor para eso es mi amigo, el antropólogo Alejandro Frigerio. Pero ¿iría? En tal caso, ¿podría aportar su mirada para Factor?

No solo asistió al evento: hizo unas fotos espectaculares. Si bien Frigerio no tenía previsto escribir sobre su experiencia, accedió a mi pedido y me envió enseguida una crónica sin desperdicio, que publico con orgullo, gratitud y admiración.

Alejandro Agostinelli

Ravi Shankar por Alejandro Frigerio

Más que humano. Por Alejandro Frigerio

Llegué (muy) tarde, debo reconocerlo. Tenía en la cabeza «meditación masiva = Planetario» –lo que ya es un dato interesante– y estuve bastante tiempo dando vueltas por las plazas de los alrededores, esperando a que, quizás, los devotos salieran de alguna cueva escondida, o algo, ya que nada indicaba su presencia. Claro, si la meditación era tan masiva ya no podía ser  «= Planetario», y cuando supe, por una colega, que era en Avenida Figueroa Alcorta y Dorrego, a cinco cuadras de donde estaba, llegué para los postres. Que en este caso eran Patricia Sosa, cantando alguna canción melódica sobre el amor (universal?). Había dos hileras de tiendas blancas que convergían, bastante gente en el medio y barro por doquier, lo que junto con la oferta de comidas vegetarianas, y algun@s jóvenes con look casi «hippie» hizo que me sintiera como en un Woodstock autóctono si no fuera por esa voz, machacando empalagosamente a través de los parlantes. Para alguien que no siente ninguna simpatía por la música de Patricia Sosa post La Torre, mal comienzo. Pero como al que llega tarde a veces también Dios(es) lo ayuda(n), el tormento ya estaba por finalizar.

Ravi un solo corazón

Luego crucé  una calle, y vi las pantallas que reflejaban lo que sucedía en el escenario, una pequeña, más cerca, y otra grande al fondo. Y ahí ví la gente. Como en las películas de terror en que el primer monstruo es apenas el hijo del verdadero, mayor, el mini-Woodstock era sólo la antesala de la verdadera concentración, gigantesca, con una larga pasarela que la atravesaba, como una enorme serpiente plateada. A medida que me acercaba ví, para mi sorpresa, una figura con una larga túnica blanca y melena negra que caminaba por la pasarela, saludando para un lado y otro, y ropa que volaba hacia ella. Dos ayudantes de Sri Sri Ravi Shankar agarraban las camperas, sweaters, remeras, el gurú las tocaba (no siempre, creo) y volvían, diez, veinte o treinta metros más adelante, a las manos que estiradas, intentaban tocar al gurú, o a su aura, o filmarlo con celulares, o solamente mostrar su (universal, infinito) amor por su figura y enseñanzas.

Ravi Shankar por Frigerio

Me había perdido el plato fuerte espiritual del día (la meditación, las palabras de Guruji) pero al menos tuve la oportunidad de ver la curiosa coreografía del gurú, mezcla de Mick Jagger, supermodel y –casi– Jesús en la tierra y el júbilo de la gente. Pude escuchar los gritos de «I love you Guruji» o «We love you Guruji» y palpar la alegría (quizás también la paz) de miles que estaban allí por su desarrollo espiritual, o por curiosidad, o por entretenimiento, o por cholulaje. O por un poco de todo eso junto. ¿Quién puede juzgar las intenciones y los gustos o devociones espirituales? ¿Qué es la espiritualidad sin curiosidad? ¿Por qué la devoción no puede ser también diversión? ¿Cuál es el sentido de estar en presencia de un maestro espiritual mundial –quizás un verdadero avatar, no conozco lo suficiente la doctrina del Arte de Vivir– si uno no siente intensamente la sacralidad de ese momento y de ese encuentro? Se sentía bien, debo reconocer. Recuperado del shock inicial de Patricia Sosa, aprecié el sol, la multitud alegre, el momento hierofántico de encuentro con lo sagrado. Cuando no paseaba por la pasarela, Guruji se sentaba en un trono –blanco, como corresponde– debajo de la pantalla gigante del escenario. Esta mostraba alternativamente a la multitud – como un gran espejo de agua devolviendo la imagen de Narciso– o, tan de cerca que resultaba indiscreta, el rostro y los gestos de Guruji –para algunos, quizás lo más cerca que estaremos de ver la cara de Dios en esta vida.

Luego vino el yoga rave. La arenga continua de los cantantes tenía un tono quizás demasiado cercano a la animación televisiva –¿puede algún discurso masivo en este momento y esta sociedad no tenerlo?–  pero la música, debo confesarlo, era poderosa.

La mezcla de mantras u oraciones en sánscrito con los ritmos electrónicos era hipnótica y movilizadora. Por momentos la multitud saltaba como en un carnaval –o como en la cancha– y la sensación de communitas, que ya era fuerte, se intensificaba. En un momento la cara gigante de Guruji apareció con anteojos negros –una mezcla ahora de Jesús con Neo de Matrix– y a alguien le debe haber parecido inapropiado porque le dijeron algo y enseguida se los sacó. A mí me había parecido simpático –el avatar sufría de las luces directas del sol poniente, como cualquier humano–. El yoga rave finalizó –como cualquier recital– con un tema muy tranquilo, que todos escucharon abrazados, en grupos pequeños o integrándose a uno mayor, que crecía como un impresionante tsunami humano, hasta abarcar buena parte de la plaza.

De vuelta, pasando por el Rosedal, alguien contaba algún chiste guarango por un parlante, más allá se escuchaba algo de cumbia y de reggaeton, las caras ya eran más morenas y el humo del choripán llegaba desde distintos puestos.

Había vuelto a la Argentina.

Alejandro Frigerio publica el blog Afroamericanas.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
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