Hace una semana, mi amigo Pablo Capanna, en su columna habitual del suplemento Futuro de «Página/12», se preguntó por qué caemos en mentiras convincentes y puso como ejemplo el presunto fraude del monumento megalítico de Stonehenge, uno de los tantos hoax que circularon este año en ese formato tan amable para colar patrañas, el power point enviado por algún amigo entusiasta (y poco dado a verificar la calidad de lo que reenvía). «Por supuesto -dice el maestro- «quien escribe cayó en la trampa como el más gil». A poco de investigar, develó el origen del fiasco (una inocentada del periodista español Antonio Martínez Ron, autor del blog Fogonazos). Lo cual no le impidió a Pablo intentar una fecunda introspección sobre cómo habían operado sus propios prejuicios. Este sábado, en la revista Ñ de «Clarín», Federico Kukso entrevistó a Capanna a propósito de la salida de su último libro, «Inspiraciones. Historias secretas de la ciencia» (Paidós, 2010). Entre muchas otras cosas, Kukso le preguntó por los futurólogos de moda. Dijo Capanna: «Los escritores de ciencia ficción están siendo desplazados por estos futuristas profesionales, personajes como (Nicholas) Negroponte o el ingeniero Ray Kurzweil, cuyo trabajo consiste en arrojar predicciones. Son tirabombas. Lo de la muerte del libro lo escuché hace cuarenta años. El siglo XX y ahora el XXI son grandes cementerios, períodos en los que se anunciaron la muerte del hombre, de la ciencia, de la naturaleza, la familia. Mataron a todos». Porque otro subtema que aborda la nota es el de las «predicciones científicas» (cuestión que explora, en la misma edición de Ñ, ese gran periodista científico que es Daniel E. Arias, pero sólo disponible en la edición impresa). Esta es una manera un poco indirecta de anunciar -para quienes se lo hayan perdido- que Pablo Capanna ha vuelto a irradiar sus conocimientos en el atractivo estilo que nos tiene acostumbrados. Y para decir que sin duda valdrá la pena sumergirse en sus «Inspiraciones».
Que los profetas seculares «son tirabombas» que suelen «matar a todos» no deja de ser un inquietante tema de reflexión.