
Yo fui colaborador y siempre amigo de muchas de las personas que fueron parte CdU incluso antes que José Ruesga Montiel, en 1983, reuniera a los ufólogos que se quedaron sin tribuna cuando un año antes, Stendek, la publicación del Centro de Estudios Interplanetarios (CEI), dejara de publicarse.

Desde luego, CdU no fue solo una revista. Bajo su ala fue publicada una de las obras sobre el tema ovni quizá más importantes en lengua hispana, “Entre ufólogos, creyentes y contactados. Una historia social de los ovnis en España”, de Ignacio Cabria, “Ovnis y ciencias sociales”, del mismo autor, y obras colectivas como “Diccionario temático de Ufología”, “Vida en el universo” y “Transmutaciones”, entre otros títulos. En 1996, parte del staff de la revista formó la Fundación Anomalía, que en 2010 se rebautizó Fundación Íkaros y la revista se convirtió en un voluminoso Anuario, acompañado por el Suplemento Internacional (un resumen de los principales artículos publicados sobre el tema) y @nomalia, una revista en cederróm (descargable desde aquí).
Dos almas que soplaron el ánima vital del proyecto hasta el final, Julio Arcas y José «Pepe» Ruesga Montiel, me confirmaron, con algunos matices, la mala noticia. Me dijo Julio: “Solicitada pues la extinción de la Fundación por los procedimientos legalmente establecidos en la Ley de Fundaciones, solo quedaba encontrar el medio para que se conservara todo el patrimonio bibliográfico e informativo que se fue reuniendo en los últimos decenios. Lo planteé a la Biblioteca Central de Cantabria y, para mi sorpresa, les pareció una idea excelente, bien acogida y que ha sido debidamente gestionada. Tanto es así, que en el último Consejo de Gobierno de la Autonomía de Cantabria, gobierno regional, se aprobó la aceptación de nuestra donación documental, con lo que los materiales informativos de la Fundación, Biblioteca, publicaciones y otros pasarán a integrar los activos de esta Biblioteca inaugurada hace tres años. Así conseguimos dos cosas, que esté accesible la información a la consulta de interesados y su conservación por tiempo indefinido. Tras el fallido intento del proyecto Ikaro, Museo incluido, no podíamos darle mejor salida. También acallamos la voces de quienes siempre acusan de intenciones aviesas por parte de Cuadernos o de la propia Fundación, algunas de las cuales todavía se pueden leer en internet.”
Hablar de un grupo no significa que haya sido compacto y homogéneo. Si se me permite, a mi modo de ver la Fundación Anomalía tenía tres divisiones internas: Matías Morey Ripoll, Martí Flò, y Luis R. González representaban la visión más antropológica y abierta a nuevas ideas. Vicente-Juan Ballester Olmos, Pepe Ruesga, Matilde González y Julio Arcas reflejaban un enfoque, ideas y acciones más bien tradicionales. Todos, con mayor o menor énfasis, se habían desencantado de la ufología clásica y llegaron a la conclusión de que el fenómeno ovni era un mito contemporáneo. Ricardo Campo y Manuel Borraz fueron, casi desde el principio, los más escépticos, el primero radical y el segundo metodológico.
CdU y la Fundación Íkaros han dejado de existir tal como les conocíamos, pero aún significan mucho para algunos de nosotros. Por eso acerqué tres preguntas a los principales miembros del “Colectivo Cuadernos” (expresión imprecisa pero válida para entenderse), con la idea de facilitar un espacio mínimo para un balance y reflexionar de cara al futuro.
1. ¿Qué ha representado para ti la existencia durante todos estos años de este colectivo?
2. ¿Crees que debería proseguir?
3. Si es así ¿con quiénes y por qué?

- La existencia del Colectivo Cuadernos ha representado para mí dos cosas muy concretas: el apoyo real a un proyecto de publicación, de un modo de hacer y de afrontar el estudio de los no identificados, y por otra parte el trabajo en equipo. Siempre he dicho que la ufología ha sido deficitaria del trabajo en equipo y el Colectivo ha demostrado que ello es posible, a pesar de las individualidades y de los intereses personales.
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Claro que creo que debe proseguir, de hecho la decisión de continuar con la publicación de CdU en la red, a expensas de los actuales patronos, no es más que el deseo de que no muera una filosofía, un modo de hacer y comunicar. Y si CdU sigue viva el Colectivo puede seguir vivo, sin servidumbres a persona concreta. CdU se ha dejado de publicar en papel, no otra cosa.
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Creo que, en principio, con quienes han sido miembros del Colectivo, sin que ello presuponga cerrarse a una evolución que la propicie la consolidación de la nueva etapa. La razón de partida es obvia, son los que han hecho posible una realidad de 29 años, lo nuevo está por demostrar.

- Como sabe mi buen amigo Alejandro esta es una opinión muy personal y en tal sentido la existencia del Colectivo primero y de la Fundación después ha supuesto un nuevo impulso para enfocar una materia sumamente desprestigiada. CdU considero que ha tenido una tarea fundamental para logar un cúmulo de informaciones equilibradas y críticas que seguirán vigentes.
De momento el criterio del último Patronato de la Fundación es que seguiremos en la «red de redes», con una página específica que seguirá incluyendo informaciones variadas no explícitamente ufológicas, pero sí en línea con los planteamientos críticos mantenidos estos años.
Las colaboraciones estimo que serán abiertas, indudablemente contamos con el apoyo de nuestro amigos y colaboradores de siempre entre los que evidentemente también se encuentra Alejandro Agostinelli. Formalmente todo se irá definiendo en los próximos meses. Así pues, larga vida.

- Ha sido una oportunidad para conocer otras personas con inquietudes semejantes, y que me eran difíciles de encontrar en mi entorno más cercano, a veces tan prosaico. Tal vez a diferencia de otros colegas, yo he sido un ufólogo muy poco ufológico, porque tenía una biografía y otras quimeras al margen de los ovnis. Sin embargo, todos necesitamos del grupo para consolidar incluso nuestras empresas más personales. Al final, creo que se trata siempre de lo mismo: de conocer mejor al ser humano y, de pasada, a uno mismo. Con ello ya quedaría satisfecha mi curiosidad sobre el 50% del universo (quedaría la otra mitad, el eterno femenino de Goethe, pero esa ya es otra historia…).
Creo que alguien ya debería haber recogido el relevo, pero eso no se ha producido y ya es casi imposible que suceda. Muchas cosas que ha hecho la fundación merecen salvarse y se han ganado la continuidad; pero he de reconocer que en cambio no se han conseguido eliminar por completo las dinámicas perversas de otros grupos ufológicos anteriores, y eso me hace ser escéptico sobre la viabilidad de tales colectivos en el mundo actual.
Con quien tenga una visión sensata del tema. Es así de sencillo resumirlo, pero ya sabemos que en la práctica es difícil encontrar personas que no estén intoxicadas por las desviaciones más delirantes de lo ufológico. Necesitamos una ufología razonable, para personas normales, con hipotecas e inquietudes futbolísticas, y no para individuos que parece que se han escapado del manicomio. ¿Por qué? Porque los ufólogos no somos peores que los adictos a Facebook, los peronistas o los buscadores de fósiles, y tenemos derecho a reclamar nuestro espacio vital en un mundo en que ninguna excentricidad parece ya excesiva.
Luis R. González Manso. Licenciado en Ciencias Empresariales y colaborador de la pionera Stendek, se enroló en el escepticismo ufológico prácticamente desde que comenzó a publicarse CdU (Primera Época). Es autor de “Las abducciones ¡vaya timo!” (Laetoli, 2009). Fue coeditor del “Suplemento Internacional”, traductor de casi todo el material ufológico originado en el mundo anglosajón y un gran promotor de la necesidad de preservar los archivos.
1.- No exagero al decir que el Colectivo Cuadernos (o, al menos, aquellos que no eran “muditos”) han jugado un papel clave en mi vida ufológica. El intercambio de información, material y sobre todo ideas ha sido lo que me ha permitido ser el ufólogo que soy.
- Creo que no. Yo mismo me estoy planteando seguir. Ya está dicho casi todo lo que hay que decir, pero la gente sigue sin hacer el menor caso. Para mí, la ufología ya es historia y sólo me preocupa preservar ese material por el papel que ha jugado para configurar una buena parte de la cultura popular moderna.
El Colectivo estaba lleno de “muditos” cuya presencia y apoyo se limitaba prácticamente a seguir suscritos a la revista. Supongo que era iluso pretender más, pero lo cierto es que los patronos nos sentíamos bastante solos. Y la falta de savia nueva se volvió uno de nuestros grandes problemas. De todas formas, sí, creo que debería seguir existiendo un lugar donde la gente encuentre respuestas racionales a las tonterías que circulan por ahí.

- Llegué tarde al colectivo, tan tarde que sólo pude ver su disgregación. El remanente de ello fue la creación de la lista la cual no se diferenció de una lista de subscriptores de una revista, la mayoría nada en común entre ellos y, en consecuencia, un colectivo artificial. Me hubiera gustado conocer (y participar) al colectivo cuando lo era verdaderamente.
La respuesta es obvia después de lo dicho. No se debe alargar un concepto de algo que no es real. Sería como mantener vivo al último ovni. Ahora bien, si creo que debería proseguir o reinventarse el proyecto de la Fundación.
Es imprescindible y acuciante la creación de una entidad o un acuerdo para preservar la cultura generada por la creencia en los misterios. Preservar, organizar y divulgar. Y promover la investigación, no del misterio, sino del impacto de ese misterio, de su evolución, etc. ¿Quiénes? Profesionales, nada de ufólogos reciclados a escépticos nostálgicos.
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Más allá de todo, y a pesar de todo, CdU, la Fundación Anomalía y sus proyectos constituyen el último intento serio de los desertores de la ufología clásica hispana por preservar el patrimonio cultural de una época irrepetible. Sus miembros siempre han sido, además, personas íntegras y apasionadas buscadoras de la verdad, con un escepticismo sano y muchísima paciencia para llevar adelante sus iniciativas.
Juntos o separados ¿no les daríamos una oportunidad? Una y más también. Se las damos por adelantado junto a nuestras máximas expresiones de gratitud. Hasta siempre, amigos.
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