¿Y si la noticia del aterrizaje de un ovni enmascara un evento completamente diferente? A comienzos de diciembre de 1981 yo empezaba a tomarle el gusto a las “investigaciones de campo” (como se le llamaba a abandonar las “teorías de gabinete” y enfrentarse con el material en crudo, esto es, el “testimonio descarnado y veraz” de los testigos) y me tocó visitar Parque Regional Sur, un campo a la ribera del arroyo Saladillo, Rosario, donde un niño de 12 años y un hombre de 59 refirieron el descenso de un ovni. Casi por casualidad descubrimos que detrás de aquella noticia había otra cosa. Contamos la historia en el último Podcast de «Historias Extrañas»:
Episodio 24 de Historias Extrañas en “El Alargue” (La Red AM 910), con Cali Fidalgo, que repite en distintos horarios RadioMoscu.com y queda en el podcast «Historias Extrañas».
En el pasado episodio de Historias Extrañas recordamos un caso que tuvo lugar en Parque Regional Sur, a la ribera del arroyo Saladillo, Rosario, en diciembre de 1981.
No parecía “otra noticia sobre ovnis”, si bien por aquellos años los “encuentros cercanos del tercer tipo” (clasificación Hynek) y “aterrizajes Tipo I” (clasificación Vallée) aparecían con cierta frecuencia en la prensa diaria, máxime después del envión que recibió el tema con el estreno de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977) y la vigencia de medios especializados locales, como la revista Más allá de la Cuarta Dimensión, dirigida por Fabio Zerpa.
El 5 de diciembre de 1981, un niño de 12 años, Fabián Héctor Villalba, informó que un platillo aterrizó en el Parque Regional Sur, a 2.000 metros de la desembocadura del Río Paraná, en el sureste de Rosario. Vio aquel objeto, dijo, mientras volvía de hacer unas compras pedaleando su bici de regreso a su casa, pasadas las 20:30 horas. “Primero vi una luz blanca y muy quieta. Pronto vi sobre el pasto un gran objeto luminoso en forma de pirámide, que tenía además dos soportes o turbinas a los costados”, declaró. “Al otro día encontré en el lugar un círculo de dos metros y medio de diámetro con rastros quemados. La tierra todavía estaba caliente”, continuó.
Según los diarios, otras dos niñas del barrio, María Geraldini y Diana María Paciello, vieron lo mismo: “Tenía la forma de una gran carpa de circo con fuertes luces rojas, azules, verdes y amarillas”. Y un vecino que vivía frente al Parque, el carpintero Ricardo Buchark, de 59 años, agregó detalles sensacionales: esa noche no solo vio el platillo, rodeado por ventanillas muy iluminadas, sino que vio salir a cuatro seres de un metro cincuenta de estatura, de contextura gruesa, piernas cortas y brazos desproporcionadamente largos. Sus ojos eran achinados y sus ropas eran plateadas, aunque dudaba del color. La escena, dijo, lo paralizó. No bien recuperó la movilidad, dejó la bicicleta abandonada y corrió hasta su domicilio. Al otro día salió a buscar su bicicleta. “¿Se la habrán llevado los extraterrestres?”, se preguntó.
En 1981 viajé a Rosario en “misión ufológica”. Solo nos resultó posible entrevistar a Fabián Villalba, no así a las niñas y a Buchark (en este último caso fuimos desalentados por Paula, hija del carpintero, quien alegó que esa noche su padre regresó alcoholizado. El, en cambio, exigía conversar exclusivamente con representantes de la Fuerza Aérea).
Si bien encontré respuestas que, a priori, me resistí aceptar, dejé mi informe inconcluso, “pendiente de ulteriores investigaciones”.
La cosa se alargó hasta fines de 2018, cuando, en compañía de mi amigo Daniel Sargatal, regresé: me parecía inadmisible que las únicas referencias disponibles en la web fueran sitios extranjeros sin la información básica y, naturalmente, con significativas fallas y omisiones. Aún conservaba los recortes de prensa que me había entregado quien en su día me encargó averiguar más, Guillermo Roncoroni, editor de la revista Ufo Press y director del Centro de Investigaciones Ufológicas (CIU). “¿Te animás a ir?”, anotó junto a los recortes y el dinero para el pasaje a Rosario, que metió dentro de un sobre que pasó debajo de la puerta de mi casa. Roncoroni, veterano investigador a quien yo admiraba, me estaba facilitando los medios para investigar el caso. No me pude negar.
A la entrevista con Fabián Villalba me acompañó Sergio Rinaldi, por entonces integrante del grupo Investigación de Fenómenos Extraterrestres (IFE) y pronto uno de los precursores del periodismo ambiental en la Argentina. Mi mejor recuerdo de aquel encuentro fue la descripción que hizo del ovni, una nave adamskiana que, según nos contó, consideró “idéntica” a la que vio en una carpeta con diferentes modelos de platillos que le había mostrado el día anterior un ufólogo local.
En realidad es una historia bastante más larga, que resumo en el micro. Basta añadir que, cuando llegamos al Parque, tropezamos con una pequeña multitud congregada alrededor de la “huella de aterrizaje” donde el periodista de Canal 5, Antonio Fenosa, entrevistaba a los vecinos. Fue en ese lugar donde encontramos la punta del ovillo que retomé, con más suerte, hace tres años.
Aún quedan asignaturas pendientes. En mi regreso de 2018 no logré ubicar a Villalba, quien, según los vecinos, hoy es marino mercante y visita poco la casa materna. Tampoco logré ubicar a los hijos de Buchark, que ya no viven en el barrio, ni a Geraldini y Paciello, hoy señoras de más de 50 años. Pero conocí a Luis, un vecino que tuvo un papel clave en esta historia, y a su padre, quien no solo recordaba pormenores del caso sino que dibujó en el mural que da a un patio interno de su casa un platillo volador que evoca la fecha.
Con todo ese bagaje está claro que las vivencias que compartimos con Rinaldi, hace 40 años, merecían ser recordadas. Y, con toda seguridad, serán objeto de una detallada ampliación en un futuro próximo.
(*) En portada, grabado sobre una pared del patio de una familia ubicada frente al Parque Regional Sur. Foto: A. Agostinelli (2018).
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