A siete años de su desaparición, fue encontrado e identificado el cuerpo del joven que –según el falso experto en sectas, Pablo Salum– había sido víctima de una fundación que experimentaba con el ayahuasca y los platos voladores. Aquellas imputaciones, en realidad, eran falsas y delirantes.
Aún no se conocen las causas de la muerte de Pablo Daniel Benedetto, un joven nacido en Rosario y desaparecido cerca de Capilla del Monte, provincia de Córdoba. Pero Salum –y los medios que acogieron sus declaraciones– ya había sembrado la duda. Una duda que parece decir: si el misterio persiste, todas las hipótesis sobre su muerte, hasta las especulaciones de un irresponsable, son posibles.
En este post nos preguntamos por qué, pese a que el sustento de sus denuncias mediáticas tienen parecida credibilidad a las de Lilita Carrió, el activista que entró en los medios como “caza sectas” y luego (en su reconversión light) como “especialista en grupos coercitivos” siguió actuando con la misma naturalidad.
Hoy, los blancos de Salum son mujeres mediáticas (Calu Rivero, Patricia Sosa, Ivana Nadal) que le aseguran visibilidad: los productores de la tele vuelven a buscarlo, una y otra vez, para preguntarle si tal o cual asunto, tal o cual celebridad, “huele a secta”.
¿Cómo evitar la consagración de esta clase de portavoces de información falsa, tóxica o engañosa?
El 3 de agosto de 2013 se le perdió el rastro Pablo Daniel Benedetto, un rosarino de 28 años que pasaba sus vacaciones junto a su mujer, Paola Franco, y su hijito en Capilla del Monte, Córdoba. Durante un paseo a San Marcos Sierras la familia regresó al hostal y él se quedó junto a un grupo de personas que acababa de conocer. Ante la falta de noticias, su familia denunció la desaparición. Cuando la policía salió a buscarlo, sólo halló su Renault Kangoo, con golpes en el techo y vidrios estallados, en un camino rural que une San Marcos Sierras y Charbonier. ¿Cuáles eran certezas, por aquellos días? La carrocería había sufrido daños y sus pertenencias no estaban en la camioneta. Pablo era bipolar y recibía tratamiento psiquiátrico. Y el cuerpo no aparecía por ningún lado.
Casi ocho años después, fueron hallados e identificados sus restos.
Pablo Salum, ex integrante de la Escuela de Yoga de Buenos Aires (EYBA) y presidente de la Red LibreMentes, relacionó la desaparición de Benedetto con una “secta destructiva que promueve el consumo del ayahuasca” y “una doctrina de platos voladores”. Hizo su temeraria denuncia en varios medios hasta que la indignación de los acusados lo hizo recular. Nunca pidió disculpas ni dio excusas: le alcanzó con eliminar de YouTube los programas donde mencionaba el tema. Y lo bien que hizo: no tenía evidencias para sostener sus afirmaciones (como lo expusimos en su día, aquí).
Nadie supo por qué lanzó tales acusaciones. Mucho menos, por qué noticieros, radios y portales lo escucharon. Diario Popular, por ejemplo, tituló: “Alertan sobre secta que usa droga para captar jóvenes” (29-08-2013). En TL9, Claudio Rígoli entrevistó a Salum, quien reiteró sus sospechas sobre el involucramiento de “una secta que mezcla ovnis con ayahuasca”. (Este informe también fue eliminado del canal de Salum en YouTube).
La familia de Benedetto lo siguió buscando. El 17 de Julio de 2020, a 10 kilómetros del lugar donde había sido hallada la camioneta, aparecieron unos restos óseos en un camino poco transitado, solo conocido por los lugareños, en San Marcos Sierras. El 1 de febrero de 2021, Genética Forense de Policía Judicial de Córdoba confirmó que pertenecían a Benedetto.
La justicia quizá no podrá establecer si tuvo una muerte violenta o cuál fue la causa del deceso: no quedaba tejido blando y el efecto de los cursos de agua, la acción de los carroñeros y el mero paso del tiempo tornan difícil estudiar los restos. Pero aquella sospecha dispersada por un sujeto presentado como si fuera una autoridad, que en su día encontró medios receptivos, siguió circulando sin que Salum ni los programas que difundieron sus afirmaciones se hicieran cargo.
Ahora bien, ¿cómo consigue un sujeto colar en los medios masivos etiquetas descalificadoras con ese nivel de impunidad? ¿Qué hay del medio que legitima las expresiones de alguien capaz de afirmar que puede identificar si tal o cuál persona “fue reclutada por un grupo coercitivo por su lenguaje y conducta”? Si esta persona, además, afirma que la pseudociencia es aquello que practican los otros, y no lo que ejerce él mismo, ¿qué idea se forma el público sobre la categoría “pseudociencia”?
PERIODISMO POLICIAL Y FALSOS MISTERIOS
Como sucede con muchos falsos enigmas, desconocer las causas sobre la desaparición de una persona invita a llenar los vacíos de información con escenas, situaciones y posibilidades inventadas. Poco antes, en 2009, ya había ocurrido con otro suceso famoso: la “desaparición” (en realidad, un accidente desastrosamente investigado) de la familia Pomar.
Ni siquiera la familia Pomar, mientras estuvo desaparecida, se pudo librar de la sospecha de haber estado involucrada con “una secta pentecostal o umbanda”. Las elucubraciones en torno a lo extraño suelen encajar bien con los “casos inexplicables”, que casi siempre reciben explicaciones mundanas –aunque después de difundida la noticia.
En la TV, los mecanismos de impacto y entretenimiento a cualquier precio están tan instalados que la situación, sobre todo en ciertos formatos, parece irremontable.
No es un secreto: productores de noticieros, talkshows y paneles chimenteros llenan el aire con “especialistas” convocados para pontificar sobre la salud mental de otros o para sospechar de la adscripción a sectas o doctrinas sectarias, muchas veces sin otro indicio que la detección de ciertas expresiones o la manifestación de determinadas experiencias o ideas.
Las especulaciones de los “especialistas” sobre posibles “influencias” en las personas de grupos desviantes tienden a descansar en un abismal desconocimiento del tema: la principal falta mérito de las personas o agrupaciones señaladas es la perplejidad que éstas suscitan en terceros. Cuando más alejadas parezcan de la “normalidad”, más sospechosas serán. Y posibles aspectos cuestionables (como militancias antivacunas, la promoción de pseudoterapias, etc.) quedan sepultados por la carga de prejuicios respecto de “adhesiones sectarias” inexistentes.
Los medios se encargan de todo lo demás. El desinterés, la ignorancia y la búsqueda de polémica fácil intoxica el proceso de producción de programas que naturalizan conocimientos falsos con una facilidad pasmosa.
En septiembre de 2020, el relato de las experiencias sobrenaturales de Patricia Sosa en programas de gran audiencia y unas declaraciones en su canal de Instagram de la modelo y animadora Ivana Nadal, fueron el material del que se sirvió Salum para desarrollar teorías y diagnósticos que son carnaza para mantener en el aire polémicas basadas en prejuicios, generalizaciones, extrapolaciones o inferencias injustificadas: para Salum, si algunos charlatanes que promueven la ufología, técnicas de autosuperación o el esoterismo alguna vez cometieron estafas u otros delitos, todos son de la misma condición. Todos van a parar a la misma bolsa.
Una vez instalado, el falso debate se convierte en material noticiable para medios considerados “serios”, que son el reservorio del “sentido común” de la sociedad o gran parte de ella.
BUSCANDO CULPABLES
¿Cómo comprender la dinámica del proceso? La consulta al “experto” exime al medio, programa o redactor de verificar el relato de los protagonistas de una noticia, caso o reportaje. Así, el falso especialista puede endosar cargos o hacer afirmaciones casi tan o igualmente disparatadas que las del presunto “sectario”, “gurú” o “captado por una organización coercitiva”. La persona o la entidad caprichosamente acusada recibe inerme las falsedades o interpretaciones forzadas del “nn con carné”; cuando el cuestionado intente defenderse, el daño estará hecho. Entre peleas, desmentidas y tergiversaciones, la emisión que lanzó al ruedo esta representación denigratoria de la realidad obtendrá innumerables ventajas, entre ellas la viralización, la multiplicación de sus visualizaciones y menciones de otros medios. El programa no hubiese sido “beneficiado” si su abordaje hubiera estado basado en evidencias y fuentes contrastadas desde un inicio. Este es el motivo por el cual la dinámica es tan difícil de revertir.
Volviendo a la desaparición de Benedetto, mientras la policía de Córdoba lo buscaba y el interés por el caso crecía, algunos medios reemplazaron la resignación por la escasez de noticias proveyéndose de “guionistas del misterio”. Es raro que Salum rechace un micrófono. En 2013, por ejemplo, estaba en plena campaña en reclamo de la sanción de una Ley Anti-Sectas.
El “problema de las sectas” aparece y desaparece rápidamente de la agenda. No es una temática donde abunden “expertos con credenciales” (casi no los hay, conscientes de sus manipulaciones, lo habitual es que los científicos sociales le escapen a la pantalla chica); entonces, el nicho puede ser ocupado por cualquiera que hable rápido y parezca manejar el asunto.
Pablo Salum, conocido inicialmente por su papel como “víctima de una secta destructiva” (su participación junto a su familia en la Escuela Yoga de Buenos Aires), empezó a desfilar en los medios; primero como activista anti-sectas y luego como “especialista en grupos coercitivos”.
Permanecer en los medios ayuda a legitimar e intensificar su “lucha”. Salum carece de preparación y credenciales para ejercer un papel de “entendido en la materia”. Pero su perspectiva bidimensional (malos/buenos), su capacidad para recitar frases impactantes y el rosario de “experiencias similares” que cita para fundar su opinión para cada “nuevo caso” de “delirio sectario”, lo vuelve un entrevistado colorido para los productores periodísticos que necesitan “hacer ruido” al tiempo que ignoran redondamente el asunto.
En oportunidad de difundirse la desaparición de Pablo Benedetto, apuntó contra un grupo integrado por médicos y científicos sociales que investigan los estados ampliados de conciencia, entre ellos los efectos de la ingesta de la ayahuasca.
Ahora el cuerpo apareció y la investigación continúa tras siete años de estancamiento. Las teorías sin sustento de Salum pudieron desorientar la pesquisa, igualándose su accionar al de astrólogos, videntes y radiestesistas que son consultados por los medios y, en ocasiones, hasta por la justicia y la policía.
Nadie, ni siquiera la familia de Benedetto, consideró “sospechoso” a ningún integrante de aquella Fundación. Salum, cuando decidió vender fruta, se había cortado solo.
CONFUSIÓN, DESINFORMACIÓN Y DIFAMACIÓN: LA NATURALIZACIÓN DEL ENGAÑO
En resumidas cuentas, digamos que hoy es Salum y mañana cualquier otro. La responsabilidad central recae en los medios que convocan y presentan como “especialistas” a individuos que carecen de toda formación que, para más inri, podrían guiar sus actos siguiendo intereses inconfesables.
En situaciones límite donde aparecen señaladas relaciones religiosas o posibles vínculos con asociaciones poco conocidas, lo prudente es atenerse a las evidencias y a las personas y especialistas comprobadamente cercanas al caso. A la hora de las interpretaciones, corresponde convocar a sociólogos o antropólogos especializados solo y solo si existe evidencia de que existe un movimiento religioso o pseudocientífico involucrado.
Invitar a los medios a inexpertos que presumen de conocimientos que no tienen, o, peor, que están fundamentalmente equivocados, garantiza confusión, desinformación y la naturalización de patrañas en el debate público.
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