

La comida es increíblemente variada, así como sana y deliciosa, muchísimo más que en los restorantes chinos en el exterior. Todos los lugares públicos, de las aceras a los edificios, están limpios. También lo están los dos hospitales que visité debido a la herida que sufrí en el cuero cabelludo al poco de llegar. Casi toda la gente anda correctamente vestida y con gran variedad. Y los chinos parecen ser invariablemente corteses y pacíficos. El único espectáculo perturbador es la escasez de niños.

Aunque yo traté temas distintos en cada una de mis cinco conferencias, machaqué mi mensaje central en todas ellas: en China la filosofía no se ha movido junto con la economía, la técnica ni la ciencia. En efecto, el núcleo de su filosofía, la dialéctica, es falso en el mejor de los casos y en el peor es confuso por tanto incapaz de ser debatido racionalmente.
En particular, no es verdad que el conflicto sea la madre de todo cambio. Aunque hay competición y aún conflicto en todas partes, la cooperacíón tiene precedencia, como lo muestra la existencia de los sistemas dentro y entre los cuales emergen conflictos. Más aun, el culto del conflicto es políticamente suicida, ya que el rol principal del administrador de todo sistema social, sea cabeza de familia, empresario o dirigente politico, no es exacerbar los conflictos sino resolverlos. Recuerden que la desastrosa Revolución Cultural (1966-1978) fue justificada por la idea de que la sociedad china, habiendo resuelto sus principales “contradicciones”, corría el peligro de estancarse, de donde la necesidad de darle una decarga para que siguiera avanzando.
De aquí mi exhortación: Descarten a Hegel y su dialéctica, y pongan al día al materialismo y al realismo con ayuda de la lógica y de las ciencias, tanto naturales como sociales. Admitan que estas ciencias se han desarrollado fuera del cajón marxista y que la mayoría de los filósofos marxistas han desempeñado un papel reaccionario al rechazar casi todos los avances científicos de su tiempo. Recuerden que Engels admiraba a Hegel pero depreciaba a Newton, y que se ensañó con Eugen Dühring, un aficionado desconocido, en lugar de escribir un Anti-Hegel. Avancen a partir de Marx y Engels: reemplacen el materialismo dialéctico por el materialismo científico y sistémico.

Mis conferencias fueron recibidas respetuosamente, y la mayoría de las preguntas que suscitaron fueron pertinentes e interesantes, aunque demasiado largas. (¡Qué contraste con a apatía filosófica porteña!) Más aun, mis oyentes expresaron admiración por la rapidez y el apasionamiento de mis respuestas. Presumiblemente, de un anciano se esperan lentitud y moderación, así como el evitar criticar a íconos y hacer bromas.
No sé qué impacto hayan tenido mis críticas, pero los dirigentes de las escuelas en las que hablé me aseguraron que mis intervenciones fueron exitosas, y me invitaron a repetir mi visita. ¿Mera cortesía china? Veremos. Al fin de cuentas, mi Materialismo científico apareció en chino el mismo año de la represión de la Plaza Tianamen, y el congreso del Partido, que se celebró al mismo tiempo que yo hablaba, se propuso reforzar la cultura china. Es posible, pues, que mi visita haya sido oportuna y bienvenida por los filósofos reformistas.
Uno de los organizadores de mi visita me aseguró que hay el propósito de traducir mis principales obras. ¿Incluirá este esfuerzo mi Filosofía política? ¿Por qué no? Casi todo parece posible en una civilización nacida hace 5.000 años y que sobrevivió las agresiones de mongoles, británicos, japoneses, gringos, filósofos dialécticos y otros. Pero la verdad es que los chinos están demasiado ocupados en salir de la miseria milenaria para apreciar las bondades de la libertad y la democracia.
Marta y yo les estamos agradecidos a Jason Chung, nuestro guía tan generoso como eficiente, así como a nuestros asistentes personales, la dulce Amy y el enérgico Sr Ho, por su ayuda afectuosa, en particular el empujar mi silla de ruedas.»







