Hace seis años –más precisamente, el 20 de mayo de 2008– el corazón de José Fonseca Ferreira Neto –antropólogo culto, hombre de buen corazón– dejó de latir. Ese día también dejó cuatro hijos sin comprender –ni terminar de aceptar– su triste y prematura desaparición. A sus 58 años, era un tipo lleno de vida.
Lo traté muy poco como para jactarme de nuestra amistad. Durante un tiempo nos escribimos a propósito de muchos intereses comunes, y cuando por fin viajé a Brasilia, a fines de 2001, me trato como si hubiésemos sido amigos de toda la vida.
Conocí la existencia de su extraordinaria tesis doctoral por infidencia de una socióloga que asistió al Primer Forum Mundial de Ufología, en diciembre de 1997. Me puse en contacto con José uno o dos años después. En su primera respuesta me confió que escribió su tesis siendo aún muy joven y sobre un tema que le fascinaba, que a ambos nos fascinaba. En su investigación en calidad de observador no participante de la ufología de aquellos años, Fonseca Ferreira mostraba que la religión reaparece bajo formas inesperadas y, si sus cosmovisiones, doctrinas y representaciones están inspiradas en la ciencia, pues entonces toman de ella prestada su cadencia, sus oropeles y su forma de decir. Sigue siendo religión, pero para hacerse notar y prosperar replica aspectos de la ciencia popular e incluso formas de organización propias de la comunidad científica.
Hoy sus conclusiones son menos sorprendentes, pero eran argumentos que a fines de los años setenta casi nadie defendía. Y creo que ni siquiera en los 80: hace algunos días refresqué en unas notas livianas varios temas argentinos sobre religiosidad popular y aún me asombra que sociólogos y antropólogos especializados hubiesen reparado con tanta demora en fenómenos populares de alto impacto social como las apariciones de la Virgen de San Nicolás de los Arroyos.
José escuchó con interés una anécdota sobre una manifestación anterior a la devoción de San Nicolás, según la cual varias lamparitas eléctricas habían aparecido con un “M” grabada en el vidrio (causada por la fulguración del tungsteno). Entonces, el antropólogo, el mismo que a los veintipico había estudiado el fenómeno social de los platos voladores, me dijo que estaba muy bien que se lo dijera, ya que los científicos sociales dependían más de los periodistas de lo que sus colegas estaban dispuestos a reconocer. No creo que lo haya dicho para inflar mi alicaído ego, pero sí, quizás, para darme coraje –un poco lo consiguió, si bien los resultados podrían haber sido mejores.
Con una especialización en Economía Rural por la Universidad Federal de Piauí (UFPI) y licenciado en Ciencias Sociales y Antropología por la Universidade Federal Fluminense (UFF), José Fonseca Ferreira Neto se integró en la Universidad Nacional de Brasilia (UNB) en 1977, donde obtuvo su licenciatura en Antropologia Social.
En 1984 defendió una tesis de maestría que tituló “As ciências dos mitos e o mito da ciencia” orientado por el profesor Peter Lachlan Silverwood-Cope. Son 176 páginas inéditas y sin embargo indispensables para todo aquel que pretenda conocer la historia social de una etapa liminar de la ufología brasileña.
Entre 1982 y 1983, José había realizado un jugoso relevamiento etnográfico en dos grupos ufológicos de Brasilia, el CENEU (Centro Nacional de Estudios Ufológicos), presidido por el General Alfredo Moacyr de Mendonça Uchôa (1906-1996), y CONTATO (Asociación Brasileña de Ufología Avanzada), grupo fundado por el arquitecto Luiz Gonzaga Scortecci de Paula, impulsor del Proyecto Alvorada (y quien hoy –con el seudónimo Ben Daijih– lidera la Asociación Brasilera de Amasofía).
Durante su investigación, Ferreira Neto participó en el III Congreso Internacional de Ufología celebrado en el Centro de Convenciones de Brasilia entre el 17 y el 21 de abril de 1983, donde conoció a muchas de las figuras centrales de la ufología de la época.
José recopiló abundante material para describir las dimensiones de la vocación platillista. También se interesó por la religión contemporánea y reflexionó sobre el impacto del prestigio de la ciencia en las nuevas creencias.
“Durante un año –escribió– asistí a todas las reuniones de ambos grupos; participé de sus ‘actividades académicas’ (colóquios y seminarios) y de sus ‘trabajos de campo’ (vigilias nocturnas en busca de ‘contactos’) y leí la bibliografia que usan. También practiqué técnicas de meditación, ayunos y dietas diversas y todo lo que me dijeron que hiciera para facilitar los ‘contactos’.”
Tempranamente, Fonseca Ferreira percibió que los practicantes de la religión ufológica reciclaban técnicas como la mediumnidad y recuperaban creencias de otras tradiciones esotéricas; en el grupo científico, en cambio, detectó que “se reproduce la forma de ser de la comunidad científica”. La ufología, vista como sincretismo entre ciencia y religión, “permite ver la persistencia de la religión, bajo nuevas formas y representada con una simbología importada de la propia ciencia, de acuerdo con la tendencia cientificista de la ideología moderna”.
Más tarde se volcó a la cátedra universitaria, interesándose en la Antropología Audiovisual. En 1995, siguió estudiando en la Universidad de Granada (España), donde actualizó su tesis en un formato más breve, inspirado en otras lecturas y experiencias, bajo el título “Nuevos credos para nuevos tiempos” para el curso Religión y Mundo Actual, dictado por el profesor Rafael Briones Gómez. De España regresó con un castellano envidiable y un estudio –en colaboración con José Antonio González Alcantud– titulado “Imágenes del tiempo: una antropología audiovisual del Albaicín de Granada”.
En la Universidad de Granada –donde finalizaba su doctorado– integró el Departamento de Antropología Social. En el momento de su muerte, el profesor Fonseca Ferreira era Vice Director de la Facultad de Comunicación de la Universidad Nacional de Brasilia y jefe del Departamento de Audiovisual y Publicidad de la misma Universidad. Escribió una Hipótesis antropológica de la imagen que parece perdido.
RELACIONADAS