Por qué no pienso volver al psicólogo

Por VideoDreamer

Hay una frondosa literatura, best sellers incluidos, que despuntan el arte de exponer a la víctima. O al “paciente”, el consultante. Hay otra literatura, menos frecuente. La que proporcionan quienes murmuran recostados sobre el diván. Clamando que les suceda algo. Algo mejor, algo distinto. Algo que les cambie la vida. Videodreamer revela su experiencia, que puede ser la de él, la de ella. La de ellos. Una mejoría que no será mágica, como la que podría ofrecer una estigmatizada píldora. Pero ¿y esto? ¿Quién puede desear esto? {Atended a la profusión de links: el enriquecimiento del texto es marca de agua de Videodreamer}

Preferimos la ruina antes que cambiar.

Preferimos morir en el espanto

Antes que trepar la cruz del momento

Y dejar morir nuestras ilusiones.

W.H. Auden, 1947

Año 1999. Infierno PsicoAnal

A mis 16 años termino yendo a una psicoanalista lacaniana, no más de 25 años pero muerta en vida. Me atiende en el pasillo del Pirovano, entre la gente y las palomas, donde terminé tras una situación de violencia mataputos / matadarks en un colegio de rolingas y seres del mal del cual me tuve que ir no bien Se Supo La Verdad™. Sé que no debo preguntar «¿cómo estás?» al saludarla, porque a cambio recibo un «hablemos de vos» inexpresivo. Un día me estoy quejando de alguna pelea adolescente: «me revienta que hablen por atrás mío». Ella tiene un orgasmo silencioso de sadismo —típico de secta— y me vomita la pregunta más enferma que me hicieron en la vida:

«¿Cómo relacionas esto de ‘por atrás’ con tu sexualidad?».

Año 2002. La Guardiana de la Lalengua

Una familiar de la misma secta lacaniana decide coronar una sobremesa absurda de navidad argumentando que «el nene no me come» es una frase que atenta contra el orden simbólico porque el «me» rompe la sintaxis bien formada y entonces avalar eso es psicosis y perversión porque la lengua, la lalengua, la lalalalalengua, etc. Trato de argumentar que, en realidad, ese «me» es una estructura que no sólo es culta, ya que viene del latín (el dativo de interés), sino que la usamos todo el tiempo («se me cayó»). Me termina gritando que yo no sé nada porque recién estoy en primer año de Letras.

Año 2012. El Pequeño Albert

Una compañera de la facultad me arregla una cita a casi ciegas con un amigo de ella. Vamos un ratito a un recital gratuito y después caminamos un poco. En algún momento me vende los beneficios de la marihuana, a lo cual respondo algo así como que «el porro no es para mí». Se pone inquisitivo, yo me explico e inmediatamente sentencia que tengo que ir al psicoanalista. Declino la oferta amablemente pero arremete, me tilda de prejuicioso y otras cosas. Es claro que tengo que comprometerme a psicoanalizarme y/o fumar marihuana para aplacarlo. En cambio, le respondo la verdad: no me interesan ni el porro ni una práctica con el mismo valor científico que el tarot.

El problema es que mi cita se psicoanaliza desde bebé, y me lo dice. Mientras intento en vano salvar el bizcochuelo, nos agarra un semáforo y se arroja entre los autos y desaparece.

Años 2014-2016. El Gordo Mimoso

A raíz de un vínculo problemático, un amigo me pasa el dato de un psicólogo cognitivo conductual De La Tercera Ola™ que lo ayudó con algunas fobias de más chico. En la primera sesión me recibe un poco hosco. Pero en cuanto le cuento un poco de mí se le iluminan los ojos: resulta que estudió Letras 🚩. Resulta que él divide mentalmente a la gente entre «divertida» y «aburrida» 🚩 🚩 y el subtexto de todo eso es que soy una potencial fuente de diversión 🚩 🚩 🚩 .

A la segunda sesión «descubre» que me pone incómodo cuando hace contacto físico y entonces transgrede (casi) todos los límites: empieza una costumbre de acariciarme, abrazarme y besarme fuerte en el cachete apretándome contra él 🚩 🚩 🚩 🚩 🚩 🚩 🚩 🚩 🚩 🚩 🚩 . Una amiga, con la mejor de las intenciones, teoriza:

«debe estar tratando de cambiarte el eje para que dejes de pensar en Coso (?)». Le cuento a mi amigo que me lo recomendó y se muere de celos: a él nunca le regaló caricias, abrazos, ni besos fuertes al crujir de las barbas.

Entre muchísimas cosas de su vida me cuenta: «Me gusta coger enamorado, con la luz prendida y mirando a los ojos. Así me cogí muchas compañeras de facultad«. Las llama «secretarias», y agrega que gracias a ellas pudo hacer la carrera a pesar de su atención dispersa a la que llama «cerebro con agujeritos», a la vez que me marca algo similar sobre mi propia atención. Hasta me agrega a Facebook y me cuenta que en un grupo de whatsapp comparte mis chistes con el título de «Frases de un Puto Homofóbico» 🌈.

También me cuenta que su especialidad son las chicas con trastorno borderline. En confidencia, las llama «brujitas» porque según él es muy habitual que tengan un mambo con la magia. Me cuenta que sus tratamientos funcionan, pero que una se le suicidó (le: dativo de interés). Un día lo googleo y encuentro el blog de otra paciente a la que él dejó de atender. Entre otras cosas, la chica postea fotos de sus brazos cortados por perder a su psicólogo y sus fantasías de matarlo y matarse. Cuando se lo cuento al Gordo Mimoso me revela que la ex paciente llegó a aparecerse en el consultorio y cortarse frente a los empleados.

Tras dos años de terapia es obvio su poco interés en trabajar con mis «temitas», me asegura que yo «estoy bien». A pesar de quedé sin trabajo ni casa de un día para el otro, que rogué me derivara a un psiquiatra porque no podía arrancar con la búsqueda y que mi papá empezó con la demencia que lo matará el año que viene.

A veces las sesiones son tan cualquiera que no acepta cobrarme.  Otras veces salimos a caminar o comer sánguches de miga. Si me atiende, me hace esperar y me larga temprano. La ficha me termina de caer un día que llego apenas tarde y él nunca aparece: se fue a pasear por el barrio chino. Me subo al colectivo llorando y recién paro dos días después.

Año 2017. Dr. Sbaitso

Durante dos meses veo a un psicólogo ¿sistémico? que no hace absolutamente nada –ni bueno ni malo. Me escucha, me da la razón, repite lo que digo. Todas conversaciones superficiales. Hablo más que nada de laburo por una jefa re loca. Alguna vez bardeo a Facundo Manes y le molesta. Otra le hablo del caso Santiago Maldonado y tampoco es de su agrado. A pesar de todo no es una mala experiencia, a decir verdad. Diría que es el más profesional de todos. Un día me mudo y no me dan ganas de volver (además, un día lo vi fumando en la entrada y lo vi más desgraciado que yo).

Lo único poco profesional fue que cuando le conté del Gordo Mimoso abusador me dijo «pero bueno, sí te sirvió».

Año 2018. La Loca de Los Pájaros

Tras unos happenings muy feos me trago el orgullo y llamo al Gordo Mimoso para reiniciar «terapia». Nos encontramos a tomar un café. Me dice que no me puede «tratar».

«No sos vos, soy yo».

Como estoy en un bache económico, me revolea a una psicóloga del Pirovano. La primera sesión me deja esperando y no me atiende. Luego me atiende un par de veces entre camillas y gente. Me reta una vez porque me confunde con otro paciente. Me reta otra vez cuando quiero contarle la conducta del Gordo Mimoso: «El Gordo Mimoso es una Eminencia™» —La Loca de los Pájaros zanja y me silencia. Me reta también un día diciéndome que yo soy muy «seductor». Una sesión después me cuenta que está escribiendo un libro y que yo se lo puedo editar. Me manda a comprar un cuadernito para conceptualizar mis pensamientos como «pájaros negros». Y que cada pájaro negro tengo que escribirlo con la frase exacta:

«Un pensamiento de ………. entra en mí».

Trato de explicarle que escribo todo el tiempo, que escritor, que Letras, que no necesito comprar cuadernitos porque ya colecciono. Pero no hay caso. Me aparezco la semana siguiente estrenando una moleskine con las anáforas de rigor. A la semana siguiente se va de vacaciones y después nadie llama a nadie.

Año 2022. El Neuroadmirador

Me aparece un psicólogo lector / fan en facebook , me chatea 🚩: me habla de mi primera novela, de grabar música juntos 🚩🚩. Me parece extemporáneo todo pero le doy bola, y al poco tiempo ya me cuenta dramas íntimos (bueno, medio como yo ahora, pero necesito hacerlo 🚩 ). En un evento me regala una cosa que hizo alguien cercano a él, también con demencia –también como mi padre antes de morir quiero decir. Me dice que él es especialista en autismo y me tira la onda de que soy «fenotipo ampliado» 🚩 🚩 🚩 . Le pregunto qué es y me cuenta que en las familias donde hay un autista severo (como la mía), hay otros que sin ser autistas le pegan en el palo. La cosa se fue volviendo más rara y en un punto siento todo tan invasivo y turbio que lo elimino / bloqueo de todas las redes. Aunque termino enojado conmigo por no poner mis límites a tiempo. ¿Qué es esto de poner oreja y energía a un desconocido? ¿Otra vez entreteniendo gente? ¿Y encima gratis? Para perdonarme mi propia traición le doy otra oportunidad a la psicoterapia. Voy a acomodar lo que haya que acomodar. Me busco una señora esta vez, con décadas de experiencia y doctorado en terapias basadas en la evidencia. Lamentablemente sólo atiende virtual, así que me deriva a otro de mi edad y me dice que «es muy bueno».

Año 2023a. Johnny Bravo Parte I

Me encuentro con un chico que tiene un año menos que yo, me hace ruido pero es mega amable, al punto de la ansiedad. ¿Tenés frío? ¿Tenés calor? ¿Prendo el aire? ¿Querés un mate? Desvía la mirada todo el tiempo. No dudo de que sea heterosexual, pero por ahí lo incomodo, pienso. (¿Aunque quién no se chupó una pija hoy en día?) Se pensará que me le voy a tirar (le: dativo de interés). Él está muy bien peinado, armado de gimnasio y con ropa bastante ajustada. Me pongo gafas, hago poco contacto visual (mirroring), esperando entrar más en confianza y que no se sienta acosado / deseado así encontramos un punto medio. Le planteo que estoy ahí buscando en principio hablar, y que no busco algo cognitivo conductual hardcore porque es una práctica llena de agujeros y contradicciones. La Terapia Cognitivo Conductual sostiene que pensamos en oraciones y que cuando esas oraciones son irracionales, sufrimos. Pero no pensamos en oraciones, y aparentemente la gente irracional es más feliz que la racional.

Ya en la primera sesión me sorprende: es capaz de empatizar con cosas no obvias, y me termina compartiendo (mostrando sus listas de youtube) que es «fan» de varias cosas que yo casualmente le acababa de contar 🚩. Los dos miramos videos de la Dra. Ramani y hablamos de narcisistas, psicópatas, etc. En un punto se entusiasma de más y me dice que está leyendo el libro de Jordan Peterson🚩 🚩 . Me empiezo a incomodar: todo me recordaba al psicólogo mimoso de años atrás, a pesar de que el trato esta vez es impecablemente profesional, sin invasión física. Además siento una empatía muy extraña por él, como que detrás de toda su buena onda impostada había alguien que no estaba bien. Seguramente estaba proyectándome.

Me pregunta por mi pasado y le digo que es muy pronto. Le planteo trabajar mis temitas de atención ya observados por el Gordo Mimoso, pero fiel al credo Cognitivo Conductual, antes de hacerme un test o preguntarme sobre el tema, Johnny Bravo me dice que todo se resuelve haciendo una lista, y que tengo un sesgo de perfeccionismo (a pesar de que se me han ido micros de larga distancia en la cara por distraerme en la terminal). Lo mando a cagar y le digo que le falta formación, pero me pongo mal, decido seguir con él y a la vez encarar mis temitas de atención a través de mi prepaga, rogando que me manden a un psiquiatra que finalmente me dé de probar las mieles del Metilfenilato y de una vez por todas hacer la cama todos los días, ir a la ferretería, llamar al techista, etc.

Año 2023b. Mi Familia Es Un Dibujo

Mientras me sigo atendiendo con Johnny Bravo, me entrevistan en el Hospital Italiano. Cometo el error de no exagerar en la entrevista, así que no me mandan a psiquiatría. Primero me hacen pasar por un lacaniano, mi pesadilla. Sorprendentemente me cae bien, y a decir verdad me gusta eso de que anote y revise las frases. Sin embargo, no emboca ninguna con sus desafiantes intervenciones, y cuando se lo digo le molesta. En un momento me confiesa que es orientador vocacional, entonces lo stalkeo y descubro que es psicoanalista hijo de psicoanalista y que publicaron un libro sobre Lacan juntos. Me da lástima pensar que alguien que no salió del negocio familiar oriente a la gente a encontrar y realizar sus propios sueños, pero bueno quizás lo leyó en libros. Aguanto 3 sesiones pero en la cuarta no puedo conmigo mismo y le hablo mal de los influencers franceses de los 70. Se pone rojo, se sacude en la silla y me corta la sesión al toque. No vuelvo.

Año 2023c. Johnny Bravo parte II

Luego de dos meses en los que finalmente pude erradicar el fantasma del gordo mimoso, bajo la guardia y le confío a Johnny algunas cosas íntimas que atesoraba con recelo hace décadas, las sesiones se vuelven muy productivas. Llevo coca, chocolates, él hace mate, etc. Siento que estoy progresando, moviendo una piedra pesadísima. Empiezo a buscar respuestas por mi cuenta, comienzo a meditar, leer libros sobre hábitos, psicólogos y psiquiatras de Stanford, mi foco mejora 100%, puedo leer más, trabajar más, estoy de humor increíble, lleno de energía, con esperanzas, me bajo el grindr y tengo una cita. Y durante una sesión en la que nos burlamos del lacaniano, se me ocurre apiadarme un poco y reconocer que en realidad todas las facultades de psicología tiran para el psicoanálisis. «¿A cuál habías ido vos?», pregunto retóricamente.

Me miente.

Me dice que fue a La Plata pero le tengo que preguntar dos veces más hasta que «confiesa» que se recibió en la UAI. Me hace una explicación ad hoc. Y yo decido ignorar lo que acaba de pasar, porque me cae bien, porque me da empatía, porque seguro le da inseguridad decir que fue la UAI (¿quién no tiene inseguridades?), porque a pesar de varias diferencias  «estamos avanzando».

Sin embargo, a la semana no puedo dejar de ignorarlo. Mi psicólogo me mintió en la cara sobre su título / matrícula. Le escribo días antes de verlo para que tenga tiempo, para que no lo tome como un ataque, para no obligarlo a reaccionar a una «acusación». Le aseguro que lo entiendo, pero que espero sinceridad para continuar la terapia.

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Llego al consultorio días después y tiene una sonrisa de oreja a oreja, por primera vez en cuatro meses mira fijo a los ojos. Como si no pasara nada. Le tengo que sacar el tema y entonces me pone en mi lugar: «acá el que sabe más de psicología soy yo, no vos«. Luego se pone a contar una historia elaborada para argumentar que no mintió, sino que hace muchos años él trabajaba no sé donde, y estudiaba traductorado, y una serie de detalles absurdos que nadie le preguntó. Él sonríe, yo todo lo contrario. No le importa. Sigue hablando solo. Lo tengo que parar, no quiere dejarme hablar. Le recuerdo que le hice la pregunta tres veces, que no fue un malentendido ni él «dando la respuesta corta». Le digo: «Me mentiste, Johnny Bravo«. Regodeándose, me sentenció:

«Tu problema es que buscás sentirte engañado»

Sin ganas de recibir dardos envenenados, me levanto y me voy en medio de su monólogo. Me persigue por el pasillo. Se me viene encima en el ascensor mientras yo aprieto el botón. Se quiere meter con la excusa de abrirme la puerta abajo. Película de terror. Una vez afuera camino sin rumbo y sin entender lo que acaba de pasar. Me manda mensajes, disculpas de manual y ahí sí veo rojo de furia y le mando audios y mensajes puteándolo y gritándole «¡Psicólogo mediocre!», «basura» y el insulto que guardo para cuando me consume el odio: «supervisor de call center» (creo que encima lo fue). 

No ha sido mi mejor semana, y después de dos días de putearlo y recibir respuestas guionadas, decidí disculparlo yo. Por mí, más que nada. También me disculpé yo por putearlo. No termino de entender por qué. Para que aprenda, supongo. Hasta acá llegué, no me pienso volver a exponer a esta gente, y estos 24 años de experiencias son más que suficientes para decir basta.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
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