La historia bíblica del Melchor, Gaspar y Baltasar deja muchos flecos sueltos. El poeta rosarino Daniel Sargatal, en chat mediúmnico con Fray Servando de Placencia, obtuvo un relato sobre la epopeya del legendario trío que tira por tierra todas las versiones conocidas. Y se hace algunas preguntas picantes. Por ejemplo, ¿acaso fueron los Reyes agentes dobles? La hipótesis extraterrestre.
“La incredulidad es –según parece- la sabiduría que se permiten los hombres vulgares”
-Alejandro Dolina
Cuando los tres reyes de Oriente, que hacen una aparición tan fugaz como ambigua en las páginas de las Sagradas Escrituras, se enteran del nacimiento del Mesías en Belén, no tienen mejor idea que delatarlo ante su colega Herodes, a la sazón rey de Judea. A Herodes se le había metido entre ceja y ceja que el pequeño acabaría con su reinado, razón por la que planeaba eliminarlo.
Los cuatro aristócratas idean un ardid: los orientales acudirán al lugar del natalicio con obsequios, seguros de deslumbrar a una familia de sencillos aldeanos y, una vez de regreso, revelarían a Herodes la ubicación exacta del Niño. Pero algo alteró sus planes. Quieren los autores de los Evangelios que ese niño fuera nada menos que Dios, quien les ordenó en un sueño que regresaran de inmediato a sus lejanas tierras.
Si bien la teoría es plausible, existen indicios que demoran la decisión de darla por cierta.
Los acontecimientos se precipitaron inexplicablemente, ya que el día 28 de diciembre, a sólo tres días del nacimiento y sin aguardar el regreso de sus espías, Herodes tomó la precaución de librarse del Mesías decapitando a todos los niños menores de dos años.
Se ha criticado a menudo esta medida de Herodes puesto que resulta extravagante matar a todos los niños menores de dos años para librarse de un infante de apenas de tres días de edad, pero en su descargo es justo puntualizar que el rey de Judea no podía saber si el futuro Mesías no sería de un tamaño mayor al normal, de lo que sus padres podrían valerse para disimular su identidad ante las autoridades.
Fueran cuales fuesen las razones de Herodes, el auténtico misterio aquí es otro.
Si el hijo de Dios había venido al mundo el 25 de diciembre y la matanza de infantes tuvo lugar el 28, debemos conjeturar que los reyes orientales pasaron por la corte de Judea en algún momento de esos tres días.
Está probado (Mateo 2: 16-18) que los Reyes se enteraron de la llegada del Mesías a través de una estrella que divisaron entre la noche del 24 y la madrugada del 25, pero se abre aquí un nuevo interrogante: si en efecto provenían de tierras lejanas, para llegar a Judea antes del 28 debieron haber viajado a velocidad supersónica. ¿Serían extraterrestres que se movían en máquinas voladoras?, ¿por qué entonces demoraron tanto –por lo menos 10 días– para llegar recién el 6 de enero a Belén, distante apenas unos kilómetros del palacio de Herodes? ¿Estuvieron realmente en Belén o su encuentro con el Niño Dios ocurrió en un lugar mucho más lejano?
El mismo Mateo nos informa que sólo dos madres judías salvaron a sus hijos del descomunal infanticidio: una, Isabel, que se escondió en las montañas con Juan, el futuro Bautista.
La otra fue María, la Madre de Dios, quien había huido a Egipto con su legítimo esposo y el Niño, lo que nos induce a sospechar que los reyes de Oriente dieron con los fugitivos no en Belén, como afirman las escrituras, sino en tierras de Egipto. De otro modo el encuentro tendría que haberse producido antes y no después del 28 de diciembre.
Como puede fácilmente advertirse, la información que nos proporcionan los Evangelistas es contradictoria y tal vez deliberadamente confusa. ¿Qué estaban ocultando? No aclaran de qué región venían los reyes, dónde y cuándo dieron con Jesús, por qué primero lo delataron y luego evitaron informar a Herodes sobre su exacto paradero.
La conspiración es evidente, no así sus causas.
¿Fueron ellos, acaso, quienes dieron aviso a María de la matanza que planeaba el rey de Judea? ¿Eran acaso agentes dobles?
Esto explicaría por qué no regresaron donde Herodes, alegando que habían recibido un mensaje del cielo. La hipótesis extraterrestre nuevamente toma fuerza. La Biblia no aclara nada al respecto y se conforma con decir que eran “magos” y todos sabemos que una tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.
El hecho de que nunca más volvieran a aparecer sugiere que pudieron haber buscado refugio lejos de Judea a fin de escapar de la venganza de Herodes y de la justa ira de miles de madres judías que vieron a sus hijos morir degollados por obra del doble juego de estos misteriosos reyes.
Las generaciones posteriores dieron en celebrar el infanticidio con bromas de dudoso gusto y variadas clases de chanzas, otra pista que apunta a una clara maniobra de ingeniería social para tender una cortina de humo y garantizar el encubrimiento.
(…) “¿Había puesto mis zapatos en el pasillo? Me levanté para comprobarlo. Y entonces, en la penumbra del pasillo, subrepticio como un ladrón, hincado sobre mis viejos mocasines, vi a mi padre con los regalos. Se levantó lentamente. Durante un largo rato nos miramos con encono.
–De modo que así son las cosas –le dije.
–Déjame que te explique…
–No papá –no me importó ser cínico-. Creo que ya es demasiado tarde para explicaciones.»
Alejandro Dolina
«Los Hombres Sensibles, los Refutadores de Leyendas y los Reyes Magos» de Crónicas del Angel Gris (Ed. La Urraca, 1988).