El autor de estas reflexiones fue invitado a dar una charla sobre libre albedrío, tema que había dejado descansar por un tiempo. Estas líneas fueron el precalentamiento.
Por Andrés Rieznik *
En Filosofía de la Mente existen dos campos: el de quienes creen que el libre albedrío es compatible con las leyes de la física (su principal exponente es Daniel Dennett) y el de quienes creen que no lo es (son muchos más, entre ellos Sam Harris y Patricia Churchland). Para los primeros el libre albedrío existe, para los segundos no.
Antes de contar por qué creo que en el fondo no existe un desacuerdo sino una diferente definición de lo que es el libre albedrío, vale la pena señalar que existen dos verdades fundamentales sobre las que ambos campos coinciden:
Primero: el cuerpo humano y su cerebro están hechos de materia que respeta las mismas leyes de la física que respeta el resto de la materia del universo. El estado actual de cualquier pedazo de materia depende de su estado en el momento inmediatamente anterior, lo que también ocurre con el cerebro y el sistema nervioso. Nuestro comportamiento es dado por el estado de nuestro cuerpo y sistema nervioso y, por lo tanto, no está libre de esas leyes de la física, como no lo está el comportamiento de ningún cuerpo del universo. Este es un punto en el que están todos de acuerdo. Nadie usa la palabra “libre” en “libre albedrío” queriendo decir “libre de las leyes de la física”.
Segundo: existen las responsabilidades morales.
Incluso quienes son incompatibilistas, y dicen que no existe el libre albedrío, no niegan que los seres humanos tenemos responsabilidades morales. Pero… ¿cómo podemos tener responsabilidades morales si nuestras decisiones son fruto del estado de nuestro cuerpo y sistema nervioso, estado que depende de las leyes de la física y está, por lo tanto, determinado?
Para entender la posición de los incompatibilistas tenemos que entender mejor cómo definen “responsabilidad moral”.
Entre la infinita cadena de causas y efectos que van desde el nacimiento del universo a la explicación de un dado comportamiento de una dada persona en un momento dado del tiempo, en algunos casos existe un eslabón necesario de la cadena que es el pensamiento consciente de esa persona. Por ejemplo, una persona piensa “voy a matar a fulano porque no me gusta su cara” y luego va y atropella a fulano. Como el acto de matar a fulano estuvo precedido por ese pensamiento consciente, eslabón necesario de la cadena da causas que llevan al acto, decimos que el autor del asesinato tuvo un comportamiento moralmente inaceptable, no cumplió con su responsabilidad moral.
Así, si definiéramos como fruto del “libre albedrío” a aquellas acciones precedidas por pensamientos conscientes sobre ellas, entonces todos estaríamos de acuerdo en que existe el libre albedrío, en el sentido de responsabilidad moral sobre esas acciones. Fuiste libre en tu decisión si fue precedida por un pensamiento consciente sobre ella.
¿Pero qué es lo que entienden los dos bandos por libre albedrío?
Cuando los compatibilistas dicen “yo soy libre en mis elecciones” se refieren a una sensación introspectiva, a la sensación de que podemos elegir entre matar o no matar. Pero esa decisión está determinada, dicen los incompatibilistas, por el estado de nuestro cuerpo, incluyendo al cerebro, que, a su vez, está determinado por las leyes de la física.
Los dos campos tienen razón. Más allá de que las causa últimas de nuestras decisiones sean dadas por las leyes de la física, la sensación introspectiva de poder elegir aparece cuando la decisión es precedida por un pensamiento consciente. O sea, el “libre albedrío” existe como sensación introspectiva y está bien usar esa expresión en el día a día para referirse a aquellas decisiones precedidas por un pensamiento consciente y que, con educación o una trayectoria de vida diferente, podrían haber sido diferentes, porque son esas las decisiones que implican responsabilidad moral. Y todos estamos de acuerdo en que la responsabilidad moral existe.
Ahora bien, ¿en qué medida cuando se nos aparece un pensamiento que nos lleva a una acción moralmente reprobable somos capaces de reprimir ese accionar? En la medida en que nos eduquemos. Por eso es que defiendo la idea de que más educación es más libertad.
Entiendo que la última frase del párrafo anterior puede dar lugar a otro debate puramente semántico, así que vale la pena aclararla.
Acabo de decir que un acto es fruto de mi libre albedrío si fue precedido por un pensamiento consciente sobre ese acto. Entonces, ¿en qué sentido un acto puede ser más o menos libre? Creo que en la medida en que, cuando se nos aparece en el espacio de nuestra conciencia un pensamiento que nos conduce a un acto inmoral, inmediatamente aparezcan otros pensamientos que repriman ese acto. Y eso es, en buena medida, lo que hacemos al educarnos. Entrenamos a nuestro cerebro para que los pensamientos humanistas, de amor y respeto por los demás, aparezcan en el espacio de nuestra conciencia y determinen nuestro comportamiento. Dice el genial escritor norteamericano David Foster Wallace en Esto es Agua:
“El tipo de libertad más importante involucra atención, consciencia, disciplina, esfuerzo, y ser capaces de preocuparse realmente por las demás personas y sacrificarse por ellas, una y otra vez, realizando miles de pequeños, y nada sexys, actos, día tras día. Esa es la verdadera libertad. Eso es ser enseñado a cómo pensar.”
Así que, compatibilistas e incompatibilistas, fúmense la pipa de la paz y juntemos fuerzas para que haya cada vez más y mejor educación, es decir, para que seamos más libres. Y lo demás no importa nada.
PARA PROFUNDIZAR MÁS: Clase 25 de Filosofía Científica del Dr. Gustavo Esteban Romero
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