En una época en que los grandes medios callaban y los sacerdotes socialmente comprometidos eran fríamente asesinados, monseñor Miguel Esteban Hesayne (1922-2019) sorteó amenazas y logró salvar vidas de otros.
Parte de una cúpula eclesiástica acusada de ser cómplice o al servicio de la dictadura que tomó el poder en la Argentina en 1976, Hesayne se destacó junto a los obispos Jaime De Nevares, Jorge Novak y Jorge Kemerer por pertenecer al sector de la Iglesia que eligió no “silbar bajito” y denunció las violaciones de los derechos humanos cometidas por la Junta Militar en la Argentina.
A los 96 años falleció monseñor Miguel Hesayne, obispo emérito de Viedma quien, ya en 1977, denunció los crímenes de la dictadura militar entronizada desde 1976. En 1985 declaró en el Juicio a las Juntas y en 2006 calificó de “martirio” la muerte del obispo riojano Enrique Angelelli (presentada como un “accidente de tránsito”) en su testimonio por el juicio que terminó con la condena a prisión perpetua de Luis Fernando Estrella y Luciano Benjamín Menéndez en 2014.
Tras retirarse por edad en 1995, animó el Instituto Secular de los Cristíferos dedicado a la formación de laicos. Junto al obispo metodista Aldo Etchegoyen cofundó la Asociación Jaime de Nevares, destinada a la formación sociopolítica del laico y fue titular de la Cátedra de Derechos Humanos de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. En 2001, la Universidad Nacional de Río Cuarto le dio un Doctorado Honoris Causa; en 2004, recibió el premio Azucena Villaflor en mérito a su lucha por los Derechos Humanos y fue miembro Emérito de la Comisión Provincial por la Memoria con sede en La Plata.
A fines de 1976, Eduardo Chironi, militante de la Juventud Peronista, había sido despedido del Banco de Río Negro, donde era delegado gremial, y supo de buena fuente que iba a ser secuestrado. Fue a buscar consejo a Hesayne y él le sugirió que, si se consideraba inocente, “ante la posibilidad de ser secuestrado sin testigos, se presentara a la Policía Federal”. Chironi quedó detenido. Al otro día, cuando Hesayne fue por él, la Policía contestó que el delegado había sido trasladado al Cuerpo V de Ejército, con asiento en la ciudad de Bahía Blanca. En el cuartel, el obispo fue recibido por el general Abel Catuzzi. Sentado frente a un escritorio escoltado por un enorme crucifijo, Catuzzi le negó que Chironi estuviera detenido. “Yo ya percibía que mi joven aconsejado podría estar en el tobogán de la muerte, en el que yo lo había puesto”, recordó Hesayne en el Juicio a las Juntas. Por supuesto, a Chironi lo estaban torturando en ese lugar, con el conocimiento de Catuzzi.
Gracias a las presiones del obispo, los familiares de Chironi lograron verlo. “Estaba deformado a golpes, los ojos hinchados, la boca rota, la cara quemada, los pelos arrancados, las uñas de la mano arrancadas, heridas horribles infectadas y quemadas en las muñecas, caminaba con mucha dificultad”.
Eduardo Chironi fue liberado cuando Hesayne le anunció a Videla que “declararía en entredicho a Río Negro a partir del 25 de mayo de 1978, se cerrarían los templos y, por supuesto, no habría ninguna ceremonia de orden oficial, como sería el Tedeum del 25 de mayo, atendiéndome a la disciplina del Derecho Canónico”.
Recuperada la vida democrática, “Bachi” Chironi fue legislador por Río Negro y presidente del Comité Anti Impunidad de la provincia. Se dedicó a la defensa de los derechos humanos hasta la fecha de su muerte, el 23 de septiembre de 2008.
El caso de Chironi es emblemático porque “le abrió los ojos” a Hesayne, quien luego hizo gestiones por la recuperación con vida de decenas de detenidos-desaparecidos.
El 3 de mayo de 2006, monseñor Hesayne dio una esclarecedora entrevista en la Sede de las Cristíferas, Azul, Provincia de Buenos Aires, a Natalia Dominguez, Mariana Juárez y Paola Streitenberg, quienes la incluyeron en su tesis SANTOS & ASESINOS. El rol de la iglesia católica durante el Proceso de Reorganización Nacional (Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, 2007). La tesis completa se puede descargar aquí.
EL TESTIMONIO DE HESAYNE
– ¿Siente que el episcopado argentino lo acompañó en su lucha en defensa de los Derechos Humanos?
– Sí, pero no en la misma dirección que unos pocos. En el episcopado había como dos direcciones, o dos estrategias. Todos… el Episcopado como tal quería defender al hombre, al ser humano, cristiano o no. Pero había dos concepciones en ese momento (de hecho, no teóricamente, pero en la práctica): unos decíamos que defendiéramos con mayor rapidez – que íbamos a salvar más vidas – si denunciábamos abiertamente. Estos éramos los menos.
Los más decían lo siguiente: “No, la denuncia va a traer más reacción, el mejor método es el de tratar de dialogar con las autoridades, sean electas o de hecho porque están en la autoridad, están en el gobierno, entonces vamos a dialogar”. De ahí viene lo que ellos dicen y desorienta, yo digo lo ambivalente, los documentos son muy claros y denuncian abiertamente, yo me remito al documento del 7 de mayo de 1977, cuando ni una mosca se movía, los periodistas violín en bolsa, nosotros hemos hablado, me acuerdo que fue el sábado 7 de mayo. Pero luego, a estos mismos periodistas presentaba, es decir, los fomentaba el gobierno, que algunos Obispos –los que estaban en la comisión ejecutiva, por ejemplo– iban a cenar con ellos y entonces aparecía ante el pueblo una especie de connivencia pero que yo te aseguro que no la ha habido.
Acaba de fallecer monseñor Raúl Primatesta, yo he discutido mucho, mucho, fraternalmente pero muy seriamente con monseñor Primatesta sobre la estrategia. “Mirá, dialoguemos con esta gente porque los que están detrás son peores”, me llegó a decir, y yo en cambio le decía: “Mire, yo creo que no, que aparecemos como conniventes, aparecemos como cómplices ante el pueblo y éstos como tienen el poder dan largas al asunto, prometen y no cumplen”, y esto es lo que pasó también con la línea de Primatesta que se realizó la comisión de enlace, que eran dos Obispos que trataban de salvar a Fulano, a Zutano, ellos prometían pero después los engañaban como ahora lo han tenido que declarar. Es decir, se cumplió una vez más: la Iglesia no puede tratar con el poder desde un poder, la Iglesia tiene que evangelizar, denunciar para anunciar a Jesucristo, y entonces solamente a quienes aceptan la fe en la práctica se los puede dialogar, de lo contrario, denunciarlos. Esto, en síntesis, es lo que pasó en esos años, por eso que, no conociendo las cosas de adentro, como en el libro de Horacio Verbitsky, dice verdades, pero las interpreta como complicidad y no es complicidad. Y últimamente se ha dicho que Primatesta era flojo, no, es falso, Primatesta no era flojo, Primatesta fue muy coherente con su estrategia.
– Usted habló de la “estrategia del enlace” ¿quiénes eran los Obispos?
– Sí, de la comisión de enlace, lo hacían en nombre del Episcopado. Eran Laguna y Galán.
– ¿Cuál era la acepción que primaba entre los miembros del Episcopado respecto al concepto de detenidos-desaparecidos?
– No se creía mucho, porque los militares se encargaron de mostrar hasta con alguna película documental de que no eran tantos los detenidos sino que eran auto-detenidos o auto-desaparecidos. Entonces se hablaba mucho de que los desaparecidos aparecen en México, o en otro lugar. Otros sabíamos abiertamente que no y yo me puse abiertamente muy firme, ojo, yo me lo hubiera creído también si yo no hubiera tenido la triste experiencia de ver a algunos de mis feligreses torturados en el cuartel de la V Brigada del Ejército de Bahía Blanca.
– ¿Tuvo enfrentamientos abiertos con miembros de la Iglesia por su postura?
– No, no tanto. Pero me decían a veces que había una exageración en lo que yo decía, pero me creían. La discusión era sobre la estrategia. En Cartas por la vida (Ed. Centro Nueva Tierra para la Promoción Social y Pastoral, 1989) yo expreso todo lo que sucedió.
– Hay un libro sobre Novak, en ese libro cuenta la anécdota de cuando un grupo de obreros pidió ser recibido por la Conferencia Episcopal y solo doce obispos los recibieron para hablar con ellos.
– Eso fue triste, porque la concepción de Iglesia que a la autoridad si, pero a los simples fieles no (para la Conferencia Episcopal), de autoridad a autoridad, de poder a poder, es una concepción trasnochada que el Vaticano II dice que no, que todos somos iguales, todos somos pueblo de Dios, todos tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones. Lo mismo pasó con las Madres de Plaza de Mayo, con las cuales salimos nada más que tres: Novak, De Nevares y yo. Y durante toda una mañana discutimos por qué las recibimos, en cambio lo que si se buscó fue lo legal: fue un obispo en representación de la Conferencia Episcopal, pero no la Conferencia como tal, concepción de Iglesia que yo creo que fue equivocada.
– ¿Qué obispo fue?
– No me acuerdo cual fue el designado por la comisión episcopal, pero me parece que fue Miguel Angel Alemán, obispo de Río Gallegos.
– ¿Y se acuerda quienes fueron los doce obispos que sí atendieron a los obreros?
– No, porque yo ese día no había ido a esa reunión, pero si me acuerdo de lo que pasó con las Madres de Plaza de Mayo.
– También Novak cuenta de otra reunión en la que mostraron un video la conversión de un Montonero.
– Era ese video que yo te decía, que era para mentalizarnos de la conversión de una chica que había sido influenciada por un sacerdote guerrillero.
Era totalmente falsa.
– ¿Cuál fue la respuesta de la Conferencia Episcopal ante este vídeo?
– Ellos aceptaron. Es ese el problema, es que era muy difícil… yo mismo, si no hubiera tenido la experiencia que tuve con Eduardo Chironi, difícilmente, porque lo presentaron muy bien. Era un plan muy bien armado, con toda una estrategia y con una especie de pseudo moral, “todo valía para salvar una vida, aún la muerte de otra”, una total contradicción. Por eso es que yo comprendo que hasta ahora hay gente que no puede creer que los militares hayan hecho lo que hicieron
– ¿Usted tuvo presiones o amenazas?
Sí. A la semana de la muerte de Angelelli recibo amenazas y después el seguimiento, me abrían el coche, me sacaban documentos.
– ¿Alguien le avisó que usted estaba “marcado”?
– Lo supe por un militar de alta jerarquía que me dijo que él, como me conocía de antes, me había salvado en un… en lo que ellos llamaban el cónclave.
– Qué nombre, “el cónclave”…
– Si, tal cual. De tanto en tanto, ellos se juntaban en lo que llamaban el cónclave para decir: “este no, este sí, este porque…” y ahí salió mi nombre, y este señor que tenía cierto grado, era Coronel, dijo: “no, al Obispo Hesayne yo lo conozco”
– ¿Recuerda el nombre de este hombre?
– No, el nombre no te lo puedo decir porque, como buen cristiano, no puedo decírtelo porque lo estoy delatando ¿no? Y él, en ésa reunión, dijo: “de ninguna manera”.
– Entonces, ese Coronel le estaba reconociendo que ellos como jerarquía militar tenían pleno conocimiento de los secuestros, de las desapariciones. Estaba reconociendo que no eran “excesos” como supieron decir en su momento…
– Exacto, tal cual. Fue así. Y en varios casos. Por ejemplo Albano Harguindeguy defendía la tortura, así que no era cualquiera, no era un teniente. Precisamente en la reunión con los jefes militares en el Episcopado, cuando varios Obispos exponían hechos, Videla decía: “y bué, son excesos de algún tenientito” y yo me levantaba y le decía: “no. Mire, yo conozco bien los grados y un teniente coronel o un general no es un tenientito” y le dije lo que me había dicho Harguindeguy, y él me contestó: “¿Le dijo eso Harguindeguy? ¡Qué barbaridad!”.
Te das cuenta que en público no lo iban a reconocer…
– ¿Tuvo la oportunidad de contarle al nuncio Pío Laghi sobre la existencia de este “plan sistemático”?
– Sí, por supuesto. Se lo he expresado. Y Pío Laghi seguía la misma estrategia: el salvaba llevando a los aeropuertos, esto, lo otro, pero no denunciaba. Y no denunciaba porque era diplomático. Pero entonces si comunicaba a la Santa Sede.
– Pero estos informes no llegaban al Vaticano…
– No. Si comunicaba a la Santa Sede. Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro denunció las torturas en Argentina.
– Aun así, cuando Juan Pablo II vino a la Argentina, desconocía que cuando le dio la comunión a Videla le estaba dando de comulgar a un asesino y a un torturador…
– Lo que pasa es que en esa oportunidad, cuando yo le expresé eso a Juan Pablo II, él se quedó pensativo porque no había lo captado como tal, no lo había captado como un torturador, sabía sí que existían torturas pero desconocía la magnitud, la gravedad que yo le exponía.
– ¿Tuvo contacto con capellanes militares o policiales que le hayan defendido la implementación de la tortura?
– No
– ¿Ningún sacerdote se expresó a favor de la utilización de estos métodos?
– No, tampoco.
– Novak contó que el tenía una visión “preconciliar” y que luego de sus encuentros con familiares de desaparecidos cambió rotundamente su parecer ¿cómo fue su proceso personal?
– Mirá, yo con el evangelio en la mano, la defensa de la persona en mano, con los documentos conciliares.
– De los documentos de Medellín y Puebla ¿cuál es el que más se acerca a su postura?
– Los dos, y el Concilio Vaticano II. Gozo y Esperanza, donde dice expresamente… yo tengo esta anécdota: a un general de comunión frecuente, yo le dije que no podía comulgar,
-¿Y por qué?
-Porque usted está en pecado.
-¿Por qué?
-Porque usted defiende la tortura como me la ha defendido y es responsable de la tortura de presos, de detenidos, y la ley (ahora no recuerdo el número de Gozo y Esperanza), expresamente el Concilio denuncia como pecado la tortura, todo tipo de tortura física o psicológica.
En el documento Gozo y esperanza hay todo un número condenando la tortura física y aún la psicológica. En el número 65, en el número 29.
– Respecto a Gozo y Esperanza y la condena a la tortura, a usted -como sacerdote- ¿qué sentimiento le provoca conocer los testimonios de sacerdotes como (Christian) Von Wernich, que usaban el evangelio para avalar la tortura?
– Siento una gran pena, un gran dolor, y oro mucho por él.
– ¿Cuál fue el momento más difícil de su vida?
– El momento más difícil de mi vida fue el momento en el que yo tenía que denunciar pero sin venganza, sin bronca, sin una brizna de resentimiento. Denunciar como cristiano. Denunciar el pecado pero perdonando al pecador. Eso fue que me llevó al día en que más he orado: durante cinco horas encerrado en una capillita pidiéndole al señor Jesús que me diera un corazón capaz de amar aún al pecador y amar la verdad, por eso juré decir la verdad. Eso es importante porque eso es constructivo para mí.
– Un postulado similar al de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, porque ellas en treinta años de lucha nunca pidieron venganza sino Justicia…
– Madres Línea Fundadora porque lamentablemente la Hebe… bueno yo las recibí a las Madres como un homenaje, una reparación, en mi Obispado, pero cuando yo pedí que perdonáramos, la Hebe que estaba al lado mío dijo: – “no, yo no perdono”, -no Hebe, vos también- entonces ahí se calló, todavía no estaba con muchas revoluciones.
– ¿Cómo vivió usted la declaración de los Sacerdotes por el Tercer Mundo?
– Y, yo fui uno de los que lo firmó, uno de los primeros. En ese momento era una esperanza. Y lo sigue siendo. El Movimiento como tal, bueno, casi no es necesario porque ya hay muchos en todos lo ordenes, se ha asumido todo esto.
– ¿Qué significa para usted la Teología de la Liberación?
– Es un gran instrumento pastoral.
– ¿Cuándo fue ordenado sacerdote y en dónde?
-El 12 de diciembre de 1948, en el Seminario de La Plata (en 24 entre 65 y 66). Y de Obispo el 4 de junio de 1975 de Viedma pero ordenado en Azul.
– ¿Usted es secular?
– Soy secular diocesano.
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