Un popular cantante de rock se planta frente a un grupo de estudiantes y dice que algunas mujeres “necesitan ser violadas” para tener relaciones sexuales. ¿Podemos hablar de unas «bases ideológicas» del machismo? ¿Y estarán relacionadas con otras afirmaciones con pretensiones cientificistas? ¿Hasta qué punto la presentación y defensa de afirmaciones problemáticas está ligada con el psicoanálisis, visto en su doble condición de pseudociencia y tradición cultural? Los casos de Gustavo Cordera, Alejandro Jodorosky y Laura Gutman y las raíces de cierto tipo de discurso que promueve o justifica el abuso de menores.
Ya con algunos tragos me dio por encarar
Me contestó sonriendo: sos como mi papá
Sigo para delante o vuelvo para atrás Si es de Dios el regalo, no lo puedo rechazar
Yo me muero, muero por esa nena
muero por esa nena, que me condena
Gustavo Cordera. “Muero por esa nena”, La Caravana Mágica Vol.2 (2012)
Cuando no parece haber excusa posible, porque cuando alguien dice a los cuatro vientos que algunas personas necesitan ser violadas, el daño es grande e irreparable, la urgencia de sacarse el dedo acusador de encima exige discursos basados en diagnósticos dudosos o tergiversaciones retroactivas (“estaba actuando”).
Así, el ocasional suelto de lengua da rienda a una andanada de interpretaciones, a veces desde las orillas de abrevaderos psicoanalíticos, para minimizar o justificar las más esperpénticas explicaciones. Ya se trate de un pensamiento firmemente arraigado, una canallada dicha al pasar o parte de un flagelo extraído de napas más o menos profundas de la cultura colectiva, algunas ideas son presentadas con tono admonitorio e incluso bajo el falaz aspecto de un argumento psicológico documentado. Para referir al discurso de quienes recuperan conceptos de la cultura popular inspirada en el psicoanálisis podemos hablar de influencias pseudocientíficas, y no tanto de esoterismo, pero tampoco de esa bolsa de tornillos y zapallos llamada pensamiento mágico.
Dijo Gustavo Cordera, compositor y ex cantante de La Bersuit Vergarabat, que algunas mujeres “necesitan ser violadas” porque (momento para-freudiano) “son histéricas, necesitan ser violadas porque psicológicamente lo necesitan y porque tienen la culpa y no quieren tener sexo libremente”. Y continúa, ya con modales de escuerzo (con perdón a los escuerzos): “Es una aberración de la ley que si una pendeja de 16 años con la concha caliente quiera coger con vos, vos no te las puedas coger”. La frase, claro, tiene un contexto, que es el de una persona que hace esta afirmación, un auditorio abrumado y enojado, y el pedido de “no juzgar” como toda defensa.
El infausto Lunes 8 de Agosto, en el curso de una entrevista grupal en el auditorio de la escuela de periodismo TEA Arte, una alumna le preguntó al “Pelado” Cordera por los casos de los cantantes acusados de abusar de menores en los camarines. Cordera asumió la defensa de su colega Cristian Aldana, cantante de la banda “El otro yo”, denunciado por seis casos de abuso sexual. “Le quieren sacar plata”, contestó. Casi plagió al psicólogo Jorge Corsi, acusado hace unos años de integrar una red de pederastas y procesado por abuso de menores. “Si llevamos las cosas al extremo, San Martín fue un pedófilo porque Remedios tenía 13 años”, dijo Corsi aquella vez.
Cuando es imposible volver atrás, el siguiente paso consiste en socavar el estatus del denunciante. En este caso el blanco fue Jonatan Dalinger, el alumno que difundió sus declaraciones. “Esto no fue una conferencia de prensa”, repuso Cordera, “No fue una nota. Este pibe salió, necesitó repercusión, futuro periodista y bueno, no contó lo que estaba pasando ahí adentro”. Si no hubiese contado lo que estaba pasando ahí adentro ¿de qué estaríamos hablando? De otra cosa, sin duda. Pero esto es lo que Cordera declaró, y así como algunos se jactan de tener un amigo judío, el cantante explicó que su mujer es parte de su banda, donde también tocan otras mujeres, que tiene hijas y que a sus conciertos van familias. Acto seguido, redujo su bravuconada a un “psicodrama” donde él jugó a provocar y “nadie lo entendió”. (Volveremos a la cuestión del pobrecito de mí, nadie me entiende.)
En el momento del descargo intentó transformar sus opiniones en una “provocación” intencional que quiso “despertar dolor” para “hace bien” su trabajo de entrevistado “polémico”. Llegados a este punto Cordera volvió a usar conceptos del universo psicoanalítico. “Estaba haciendo psicodrama”, justificó. “Ya que hay tanta preocupación habría que llamar a gente de conocimiento, psicoanalistas, gente que trabaja en constelaciones, gente que medita y gente militante, para tener una mirada un poco más amplia de esto y un poco más profunda sobre las relaciones humanas, sobre lo que hay detrás de la moral y las leyes”, manifestó Cordera. (Por “constelaciones” se refiere a constelaciones familiares, una pseudoterapia post-new age).
La periodista Ingrid Beck, directora de la TEA Arte y cofundadora del Movimiento #NiUnaMenos, repudió los dichos de Gustavo Cordera y negó que alguien le hubiese encargado cumplir un papel o que la entrevista fuese un psicodrama. Cordera parecía lúcido, o al menos no dijo incoherencias ni arrastraba las palabras. En todo momento, afirmaron varios estudiantes, pareció expresar su propio pensamiento en la impunidad de una charla que “no iba a ser publicada”. El escándalo de lo que dijo rompió el dique y ahora TEA está considerando modificar sus normas.
Acorralado por sus demonios, a lo largo de la semana Cordera denunció amenazas y protestó porque algunas personas anunciaron su deseo de golpearlo, disposición que él mismo, dijo, quiso despertar entre los pibes para “hacerlos reaccionar”. Porque él “interpretaba” a ese personaje que “no tiene nada que ver conmigo”, porque él no piensa lo que dijo –aunque, pensándolo bien, si él no pensara lo que dijo, ¿entonces qué piensa? ¿cómo saberlo? Algunas de sus canciones, como dos temas incluidos en su álbum La Caravana Mágica, no lo ayudan. Nadie objeta su derecho a pensar en lo que quiera, pero el libre ejercicio de ese derecho no lo exime de la reacción de una sociedad que es víctima constante de casos de la violencia machista.
Pero Cordera no reprimió sus “pulsiones mentales”. Ya en el barro, le quedó acudir a periodistas amigos como Jorge Lanata, quien le prestó su espacio radial para que explayara sus justificaciones. “Fuiste un boludo, te equivocaste y te disculpaste, ya está”, le dijo el empresario periodístico cuyo emblema es amenazar con una auto-violación anal enarbolando el dedo mayor. “Probablemente Cordera quiso intentar algo parecido a lo de Jodorowsky”, balbuceó la escritora de autoayuda Silvia Freire. Invitada por el programa de TV Infama, el 11 de Agosto Freire intentó asir a Cordera de algún pelo, habituada como está a defender causas indefendibles. Al parecer, cuando lo oyó decir que lo suyo había sido “pura actuación” el amor se le acabó. Cordera es músico, no actor. En otras entrevistas, el cantante recurrió a frases estereotipadas que dan soporte teórico a su idea sobre la condición de las mujeres, a quienes, a causa de “la histeria”, “la culpa” o “las prohibiciones”, “necesitan ser violadas” para tener algo que Cordera sigue llamando “sexo”.
JODOROWSKY, EL ABUSADOR VERBAL
El caso Cordera saltó a los medios cuando el aire seguía caliente por los “consejos sexuales” dados por el cineasta, guionista y “psicomago” chileno Alejandro Jodorowksy: en Julio, casi ayer no más, indicó a una chica abusada en su niñez que disfrazara a su pareja de su abusador “para excitarse”.
Jodorowksy pontificó desde su cuenta de Twitter. Como en cualquier red social, el arrepentido puede borrar sus dichos. Lo hizo, pero no lo suficientemente rápido. Su tuit se viralizó. El escritor tampoco podía zafar de su propia biografía. En 2010 había tuiteado: “Disfrázate de puta. Que tu novio lleve la foto de la cara de tu padre hecha máscara y te posea brutalmente. Te liberarás”. Así explicó por qué borró el tuit del escándalo: “Muchos parecen no querer o no poder entenderlo”.
Jodorowsky llama psicomagia a una mezcla de su interés por el tarot marsellés, el arte dramático, el curanderismo surrealista de la mexicana Pachita y el psicoanálisis. Ese cocoliche le permitió crear una especie de psicoanálisis chamanizado, o su caricatura engordada con los clisés típicos sobre su abordaje de los traumas o complejos que sus fundadores han imaginado sobre la salud mental. En consultas pagas o, como se ve, gratis a través de las redes sociales, el esoterista chileno propone a los interesados un juego teatral donde los sufrimientos, las emociones o las presuntas enfermedades deben ser “representadas” a través de acciones simbólicas. Así, el paciente sanará conflictos psíquicos y somáticos. En Psicomagia, el libro de conversaciones con Giles Farcet (Ed. Dolmen, 1994), cuenta el impacto que le produjo la indicación que le dio Pachita a un hombre que estaba por quedarse calvo. Tenía que mezclar un kilo de excremento de rata con su propia orina y aplicar ese ungüento en la cabeza. El hombre hizo la pasta pero no se atrevió a usarla. La cura fue “aceptar” su suerte. “Yo vi en aquello un acto de psicomagia elemental”, dijo Jodorowsky (pp. 125). Este es también un buen ejemplo de cómo a cualquier tipo de sugestión, incluida la resignación, se le puede llamar “magia”.
El propio Jodorowsky, por si hiciera falta, le niega a la psicomagia todo fundamento científico. Pero, al mismo tiempo, afirma que cura. Claro: para ejercer la medicina, hace falta demostrar (en el caso del proponente) o reclamar (en el caso del paciente) eficacia. El incumplimiento de ambas peticiones explica el amplio abanico de pseudomedicinas disponibles. Ahora, ¿por qué, si ni siquiera se intenta probar la eficacia de una técnica dada, tipos como Jodowsky pretenden tratar a personas con padecimientos tan graves como las secuelas psicológicas de un abuso sexual? Tal vez por cuatro razones: 1) el psicomago o charlatán de turno es un aventurero consciente de que a veces se gana y otras se pierde, 2) la legislación respectiva no se aplica, es ineficiente o directamente no la hay, 3) a sus “competidores” dentro de la medicina basada en la evidencia no parece importarles un bledo esta “competencia” y 4) la “práctica mágica” en cuestión ha calado en un nicho cultural y/o de mercado tan institucionalizado que aquella puede ser disfrutada sin necesidad de proporcionar evidencia alguna.
Algunos se sacan de encima el tema acusando a Jodowsky de embustero, supersticioso o endilgándole epítetos aún peores. Para nosotros descalificarlo en esos términos contribuye a preservar su impunidad. Por mero marketing él llama psicomagia a una idea básica de magia simpática o empática, basada en la creencia según la cual “lo similar afecta a lo similar”. Este concepto está en la base de prácticas mágicas o esotéricas como la adivinación, la sincronicidad, la homeopatía, la curación a distancia e incluso en variantes mágico-religiosas que están en las raíces del vudú, el karma hinduista, rituales de violación para aumentar la fertilidad en los cultivos o en acciones como tomar la comunión para infundir el entusiasmo de fusionarse con la Divinidad.
Este apego a lo mágico no impide a Jodorowsky acercarse discursivamente al psicoanálisis, acaso porque el ingrediente esencial para esa promiscuidad siempre estuvo presente (la cultura popular está embebida de conceptos freudianos o parafreudianos) o porque el autor ha considerado que, mimetizándose con éste, la psicomagia gana prestigio entre el público culturizado en la doctrina de Sigmund Freud o las de sus seguidores, ya que entre el público está instalado atribuir al psicoanálisis rango de “ciencia”, aunque sus propios practicantes le nieguen ese estatus.
En una oportunidad, Jodorowsky atendió a una persona abusada que no podía disfrutar de su sexualidad. Sobre ella escribió: “Al tener relaciones sexuales adultas con alguien, por más que sea una relación de amor, retendrá el orgasmo, sintiéndose culpable de experimentar placer, porque, si por ejemplo fue abusada o abusado por su padre, al experimentar placer inmediatamente caerá en regresión, despertándose un placer culpable y una rabia por haber sido víctima de un engaño, donde no la vieron, ni amaron, ni protegieron”.
La doctrina jodorowskiana, como la psicoanalítica, busca “desculpabilizar” a quienes no disfrutan del sexo. Del mismo modo, la visión mágica de Jodorowsky tiende a absorber, justificar, explicar y reinterpretarlo todo en términos simbólicos. En ambos casos nada parece estar a salvo de las constantes “verificaciones” que demuestran la “perfección” de la teoría; la psicomagia también es un sistema “redondo”, imposible de refutar.
GUTMAN, LA COME NIÑOS
En noviembre de 2011, la escritora Laura Gutman estuvo en el centro de una polémica idéntica. La discusión giró, otra vez, en torno al abuso de menores. “¿Qué nos pasa, escribía Gutman, cuando nos relacionamos con un niño tierno? Lo queremos devorar. ¿Cómo lo devoramos? Lo tocamos. Lo acariciamos. Lo abrazamos, nos frotamos contra él”. Y en otra parte continuaba: “Los abusos no los cometemos las personas de mente atormentada. No. Somos personas como casi todos, un poco más hambrientos y un poco más torpes, porque al fin y al cabo lo único que hacemos es tratar de nutrirnos, pero de una manera burda y estúpida”. Esas preguntas, un intento de relativizar e incluso justificar la pederastia, estaban en una columna titulada “La sistematización de los abusos sexuales”.
Como en los recientes casos de Cordera y Jodorowsky, no bien se desató la polémica Gutman alegó haber sido malinterpretada. En aquella ocasión las críticas no sólo apuntaron a su “visión edulcorada” de los pederastas, como señalaba Mariana Carbajal en Página/12, sino al hecho de que Gutman se presenta como “terapeuta familiar especializada en maternidad” y directora de una “escuela de crianza” dedicadas a predicar sus enseñanzas.
Si bien en su sitio web sólo dice de sí misma que es “escritora”, ofrece lo que llama consultas terapéuticas que prestan “profesionales que trabajan dentro del Equipo egresadas de la Capacitación Profesional que imparte Laura Gutman, y entrenadas y avaladas por Laura Gutman para trabajar bajo la misma metodología, es decir la construcción de la Biografía humana”. Según Wikipedia, fue discípula de la psicoanalista lacaniana Françoise Dolto y Michel Odent, un médico obstetra francés famoso por su defensa del parto natural. Para redondear la idea sobre su línea de pensamiento, en su página también ofrece el servicio de lectura de la cartas astrales en combinación con la biografía humana. “Presencial o skype”, aclara.
Gutman, en definitiva, no posee ninguna acreditación ni habilitación que le permita a ella o a su equipo formar, asistir y supervisar acciones dentro del campo de la salud.
Por esta razón, el licenciado Pedro Salas, presidente del Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires Distrito XV, repudió los dichos de Gutman y en un comunicado alertó a la comunidad “acerca de las consecuencias nefastas que se derivan de esta ideología reñida con la ciencia, la ética y el Código Penal”. La Red Nacional de Visibilización de Abuso Sexual Infantil expresó su “repudio” y su “más profundo desacuerdo con sus dichos”. El Colegio de Psicólogos de Córdoba pidió investigar “si no incurre en un posible ejercicio ilegal de la psicología, engaño o negligencia en el campo de la salud mental”. El médico psiquiatra, psicoanalista y profesor universitario Alfredo Grande dijo: “el trabajo de Laura Gutman es una especie de manifiesto pedófilo”.
Las dimensiones del problema preocupan tanto como las intervenciones de Cordera, Jodorowsky y Gutman. En un “Estudio de Prevalencia del Abuso Sexual Infantojuvenil” realizado desde la UBA, un 14 por ciento de la población de la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires lo ha sufrido antes de los 18 años y el 70 % es cometido por parte de los que deberían cuidarlos y protegerlos, familiares, profesores, amigos, conocidos.
La completa falta de preparación de Gutman para abordar cuestiones tan delicadas como las relaciones interpersonales, ni hablar entonces del abuso de menores, ponen a sus afirmaciones en un cono de sombra. ¿De dónde extrae sus conclusiones para concluir que la ternura que inspira un niño “nos genera el deseo de devorarlo” o de “frontarnos contra él”? A nadie debería preocupar tanto el canibalismo confeso de Gutman, o que considere a los otros de su condición, como el hecho de que responda consultas de personas con conflictos serios y reales y que además dé clases sobre sus chapucerías a personas que se creen capacitadas para abordar la salud mental.
Otra cuestión se relaciona con la atmósfera donde se sumerge este discurso: el psicoanálisis, la creencia de que meras opiniones sirvan de apoyo para tratar conflictos originados en un órgano con la complejidad del cerebro humano y el clima de “todo vale”: muchas propuestas peligrosas florecen porque tanto las universidades como instituciones médicas, algunas de las cuales son las que han cuestionado a Gutman, autorizan, legalizan e incluso promueven prácticas que tampoco tienen fundamento.
Fragmento del documental «Le Mur» (El Muro), censurado y rehabilitado en Francia.
Un claro ejemplo sobre las “disciplinas intrusas” que son fuente de confusiones y desviaciones poco constructivas fue la conmoción que tuvo lugar en Francia cuando fue proyectado el documental El muro (Sophie Robert, 2011), acaso el más contundente desmantelamiento público sobre cómo aborda el psicoanálisis el autismo. A poco del estreno, círculos lacanianos lograron impedir el estreno del film. Pero Robert defendió con fuerza la seriedad de su producción y triunfó. La censura se levantó en 2014, acelerando la difusión del documental y permitiendo a su directora lanzar este año un ciclo educativo sobre el autismo que contó con el apoyo del Ministerio de Educación de Francia.
AGRADECIMIENTOS
A Matías Castro, por el link al fragmento de Le Mur e informarnos que la película completa está disponible en la web.
ENLACES EXTERNOS
Laura Gutman: «Hay niveles muy altos de crueldad materna».
«Crueldad materna» Andrea Gentil le responde a Laura Gutman
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