Horas antes de que una vecina de San Nicolás de los Arroyos dijera que la Virgen María se le había presentado mientras rezaba el rosario en su habitación, en su barrio sucedieron anomalías eléctricas que “preparaban” el milagro por venir. Esta historia me la reveló a mediados de los noventa un católico desengañado, don Carlos Antonio Grünwaldt. A 32 años de la «aparición mariana» que cambió por completo la vida de una ciudad.
El 25 de setiembre de 1983, la señora Gladys Quiroga de Motta anotó en su cuaderno haber visto a la Virgen con el Niño Jesús en brazos. Por siete años, la mujer recibió los estigmas de Jesús en sus manos cada Viernes Santo y unos 1.800 mensajes de su Santa Madre: en los primeros la misteriosa voz le insistió construir el santuario; al tiempo dejó traslucir cierto tono catastrofista, en la línea de El Apocalipsis de San Juan.
La privatización de SOMISA, la compañía siderúrgica que sostenía la economía de la ciudad, se tradujo en despidos masivos. Acto seguido, explotó la fe. Todos los años, en septiembre, miles y miles de peregrinos llevan sus preocupaciones a la imagen de la Virgen del Rosario de San Nicolás en un moderno templo ubicado en el centro de la ciudad. Y sin embargo, nadie recuerda qué sucedió exactamente días antes de que la Virgen manifestara su deseo de instalarse en San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Según Gladys, la primera vez que vio a la Virgen aparecer estaba vestida de azul, con el niño Jesús en sus brazos y extendiéndole un rosario en sus manos. El color celeste iba a ser, de ahí en más, el tono de la manifestación. Pero todo comenzó con un azul eléctrico.
Carlos Grünwaldt, un católico devoto que cuestionó tempranamente la realidad de las manifestaciones aludidas por Gladys de Motta, se transformó en el principal enemigo del milagro.
Desde pocas horas antes del 25 de Septiembre, comentaba Grünwaldt, Gladys y otras vecinas se habían vuelto presas de una enorme conmoción porque «sus rosarios se habían iluminado». A la vez, en algunas casas las lamparitas eléctricas se quemaron y enseguida, o al otro día, descubrieron grabada una “M” entre azul y celeste en el vidrio. Para los devotos era la “M” de María. Para Grünwaldt, que cuando pude conversar con él (a comienzos de los 90) ya era un absoluto descreído de las experiencias de Gladys, la “M” había sido producida por la fulguración del tungsteno. También recuerdo que él manifestaba su derecho a interpretar como se le antojara el significado de la “M”, que podía representar, por ejemplo, la “M” de “Mandinga”. Grünwaldt quizá no ironizaba: la Iglesia considera que algunos de estos “milagros privados” pueden ser consecuencia de influencias malignas porque: “1) la seducción del demonio puede utilizar subterfugios sobrenaturales, 2) la credulidad y la superstición puede perjudicar la fe, que es más obscura y más exigente y 3) Que formas de piedad sentimental o enfermiza pueden afectar el diálogo con los no creyentes, que las utilizarían como nuevas coartadas al rechazo de la fe.” (Son palabras del influyente arzobispo emérito de Tours,
Jean Marcel Honoré, 1920-2013)
Grünwaldt, en una obrita autoeditada titulada «¿Son verdaderos los milagros de San Nicolás?» (y que en la web tituló «Sobre los mensajes de la virgen de San Nicolás”) contó con estas palabras el prodigioso caso de los rosarios iluminados:
“En la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, Provincia de Buenos Aires en el mes de Setiembre de 1983 empiezan a producirse los Rosarios Luminosos en distintas casas, como por ejemplo en la casa de Camila Elba Minetti (viuda de Del Pino) calle Italia 482; Estela Arias viuda de Campiotti, Las Heras 309, Orlando Antonio Podesta, calle América 472, Carlos Antonio Grünwaldt calle 9 de Julio 0107 y en la casa de la Sra. Gladys Quiroga de Motta, en Pasaje Figari 122 todas en San Nicolás de los Arroyos.
Así explicó Grünwaldt el fenómeno: “Basta colocar un rosario sobre un fondo claro, poner una luz de 150 W y que la penumbra ingrese al ambiente donde queremos que el fenómeno se produzca; luego se apaga la luz eléctrica y nuestra retina capta la imagen del rosario, la cual se encontraba con la intensidad de la luz artificial en nuestro fondo del ojo. La pupila se dilata y lo que estaba impregnado en el fondo del ojo se transmite a dónde dirigimos nuestra vista”.
A este efecto sobre la retina, que a veces se inflama a causa de la acción excesiva de la luz (natural o artificial), se le llama fotorretinitis o fotoqueratitis.
Simultáneamente los vecinos enfrentaban el caso de las lamparitas eléctricas con la curiosa insignia de María. Cuando esas manifestaciones comenzaron era difícil sustraerse a la idea de que la “M” plasmada en las lamparitas podrían haber sido causada por otro «agente», a esa altura, las noticias sobre las visiones marianas de Gladys ya estaban en boca de todos. ¿No era obvio relacionar la «M» con María?
Para este efecto existe una explicación sencilla: cada vez que la lámpara se “quema” hasta carbonizarse, el calor del tungsteno puede impactar y fijar una mancha en el vidrio, que eventualmente podrá reflejar el diseño del filamento. En el vidrio puede quedar “impresa” una curiosa estela celeste o azul, como pudimos comprobar con las imágenes tomadas en su día por un fotógrafo de Editorial Atlántida (quien nos facilitó copia de una de ellas) y otras exhibidas por Grünwaldt, quien solía visitarnos a comienzos de los 90, cuando el Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP) recibía al público en sus oficinas de Libertad 12.
Curiosidad: la “M” que aparece en este cartel, emplazado en el acceso al Santuario, recuerda a los orígenes de la histeria de las lamparitas «impresas por la Virgen» (o chamuscadas por el tungsteno.)
La vida de Gladys Motta, quien nunca habló públicamente de sus experiencias, está llena de anécdotas pintorescas, como todas las que están al servicio de lucir o deslucir a cualquier manifestación religiosa. Todo el proceso contó con el entusiasmo del presbítero de San Nicolás, Carlos Pérez, único confidente de Motta y custodio riguroso de su silencio. Sobre las actitudes del párroco algunos comentarios lo enaltecen y otros lo hunden en el fango: en esta ocasión preferimos saltear esa polémica.
Otro asunto que tenía preocupado a Grünwaldt eran los pretendidos “estigmas” (en realidad, zonas enrojecidas o ulceraciones) en la muñecas de Gladys de Motta, quien no se las trataba en obediencia de la fe, porque tampoco eran tan graves o, simplemente, por la inoperancia de los médicos que la atendieron, quienes “no sabían” cómo abordar el asunto. Grünwaldt tampoco lo veía tan claro. Por cierto, su referente sobre estas cuestiones no eran psicólogos o dermatólogos sino el parapsicólogo y sacerdote jesuita Oscar González Quevedo, conocido por sus interpretaciones “satanistas” y su creencia en la existencia de fenómenos paranormales como el “aporte” o la realidad de autolesiones causadas vía psicoquinesia.
En suma: hay varios renglones sobre los orígenes de las apariciones de la Virgen de San Nicolás de los Arroyos que están por escribirse.
La confluencia de factores narrativos asociados a «evidencias físicas» de la fe (como los rosarios iluminados, las lámparas con la “M” y los estigmas de Gladys) hace a esta historia diferente de otras. Seguimos a la espera de la oportunidad para reunir información que arroje nuevos datos sobre la atmósfera socio-cultural que precedió al relato mítico de la vidente, que luego se caracterizaría por su abundante producción de mensajes marianos.
NOTAS CONSULTADAS
Para descargar
Por qué vuelve la Virgen María. Por Guido J. Paul (seudónimo que usaba el editor de este blog en revista Descubrir Año 6 – N° 70, mayo de 1997.)
“De la Ciudad del Acuerdo a la Ciudad de María” Turismo religioso en San Nicolás de los Arroyos Turismo religioso en San Nicolás de los Arroyos. Por Fabián Claudio Flores. En en R. Bertoncello (comp.) Turismo y geografía. Lugares y patrimonio natural-cultural de la Argentina, Buenos Aires, Ed. Ciccus, 2008. ISBN 978-987-
9355-85-5, (pp.159-181). También fue publicado en la web del GIEPRA (Grupo Interdisciplinario de Estudios sobre el Pluralismo Religioso en la Argentina).
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