Digamos que nos atraen los artistas insatisfechos. Aquellos a los que, como suele decir Alejandro Dolina, el universo no se les acomoda. De ese total, buena parte tiene problemas con la ley, con la ortodoxia, o con su tiempo. En general así son las cosas porque vienen bien encaminados. Javier Krahe fue el primer artista censurado en democracia por mentarle a Felipe González su desgraciado papel, que fue impulsar la permanencia de España en la OTAN. Y fue el cantautor que escribió la más hermosa canción sobre las inquietantes intenciones de los extraterrestres.
«No voy a afirmar
que quieran violar
a nuestras hermanas
o implantar aquí,
costumbres así
como americanas»
Fue un tipo adorable, iconoclasta y valiente. Enamorado de la filosofía, la libertad y la vida. Por supuesto, también estaba enamorado de las mujeres, a las que le dedicó la mayoría de sus más bellas canciones.
“Me gusta no hacer nada. Tengo una enorme capacidad para ello”, dijo una vez Krahe. Es escuchar su música y mejorar el humor. Es disfrutar su poesía -satírica y corrosiva, nunca superficial-, para desear escuchar la siguiente canción. Tuvo que morirse el sábado pasado, a los 71 años, en su casa de Zahara de los Atunes (Cádiz), para conformarnos con la certeza de que será descubierto y redescubierto por nuevas generaciones.
El amigo Mariano Cognigni, quien casi siempre da buenas noticias, esta vez me informó sobre el fallecimiento de Krahe. También me dio el link de una película sobre él que no conocía, titulada «Esta no es la vida privada de Javier Krahe», donde aparece uno de sus cortometrajes caseros (que realizaba con amigos en Super-8, y en plan de chacota) en los que una mujer da una receta para cocinar un Cristo untado con manteca sobre una base de papas y cebollas a las finas hierbas: la cruz se introduce en un horno y se abre a los tres días, como la resurrección (abajo el fragmento, que en el film está desde el minuto 39:05).
El episodio desató un escándalo que lo atormentó a lo largo de los últimos años de su vida.
En 2004, la productora de un canal de televisión (que emitió un fragmento del corto, realizado para ver de entrecasa) y el mismo Krahe fueron llevados a juicio “por presunto delito de escarnio”. Recién fueron absueltos en 2012. «Fueron ocho años de incordio», dijo entonces a El País.
No fue la única polémica en la que se vio envuelto. En el año 1986, la Televisión Española (TVE) emitió en directo un concierto de Joaquín Sabina donde Krahe interpretaba la canción Cuervo ingenuo, cuya letra refleja una ácida crítica al entonces presidente del Gobierno, Felipe González. El tema no salió al aire: no bien entonó las primeras estrofas, la pantalla fundió a negro.
El manifiesto dedicado a González cayó como si Víctor Heredia le hubiese dedicado un tema titulado Alí Babá y los cuarenta ladrones a Cristina Fernández de Kirchner antes del primer año de gobierno.
Me despido del lúcido y entrañable Javier Krahe con la letra y la música de la primera canción que le escuché (la segunda fue Ciencias ocultas, del mismo disco), una suerte de irónico himno a los hermanos del espacio.
OVNIS
(Javier Krahe, 1984)
El año 2000
–a la luz de un candil–
los supervivientes
no vean más plan,
que un terrible llanto
y crujir de dientes,
se puede apostar,
sin menospreciar
a aquellos profetas,
que aseguran que,
el remedio viene
de otros planetas.
Una nueva fe,
a la escala de
nuestro pobre ingenio,
una solución
de ciencia ficción
de cara al milenio:
que un rayo de luz
celeste conduzca
al hombre expectante.
¿Quién no ha visto algún
vulgar y común
platillo volante?
Que hay ovnis y tal
no creo que haga falta
que lo demuestre,
¿cuál es su intención?
esa es la cuestión
del extraterrestre.
No voy a afirmar
que quieran violar
a nuestras hermanas
o implantar aquí,
costumbres así
como americanas.
Tampoco creer,
que venga a ofrecer
al género humano
un ser superior
su ayuda exterior,
su especie de mano.
No encuentro normal
que en traje espacial
nos llegue el Mesías,
que en la Osa Mayor
se preocupen por
nuestras tonterías.
Opino más bien
que, así como quien
asiste a un estreno,
está de mirón,
menuda función
para alguien ajeno,
qué espectacular
telón nuclear
caerá un día de éstos
y, tras el telón
que enorme ovación
sobre nuestros restos.
De ahí el interés
del extraterrestre
por nuestra escena.
Yo estimo que no
repetirle el show
sería una pena,
claro que ya sé
que si queda en pie
alguien todavía,
el año 2000
–a la luz de un candil–
de nuevo la lía.
