A propósito de la alegre impunidad con que los medios mainstream llaman únicamente “espiritual” el pensamiento de Osho o “crítico” el de Marx. Qué omiten y por qué les da igual.
No, no, este no es un ensayo sobre cómo la literatura revolucionaria (Marx, Lenin, Trotsky) o la prédica de gurúes transgresores del siglo pasado (Nietzche, Osho) es reciclada por los medios de la patria para reducir sus subproductos a mercancía barata o materia inerte. El plan tampoco es tocar en tono de mofa la pose “más comunista que los progresistas” que asumen diarios como el argentino Clarín cuando decide publicar una colección titulada “Pensamiento Crítico” para difundir “El manifiesto comunista” o “La revolución permanente”; sobre todo porque estas obras, en crudo, resultan ser bastante inocuas: si bien representaron ideales de utopía social y movieron las agujas de la Historia, hoy son perspectivas que –en esta nueva instancia, a veces a más de un siglo de haber sido enunciadas– merecen ser revisadas, reelaboradas y redefinidas para las ideas del porvenir: en muchos casos son, antes que ejemplos de pensamiento crítico, visiones ancladas en dogmas ideológicos esclavos de distantes circunstancias históricas.
Así como la colección “Pensamiento Crítico” parece hecha para retener al lector progresista, alineada con el suplemento “Ñ” (que, por ejemplo, alterna sus tapas generalistas con títulos como “Los desafíos de la izquierda”, donde Gianni Vattimo y Eduardo Grüner demuestran por qué la izquierda que representan no tiene absolutamente nada relevante para decir en el siglo XXI), un diario infinitamente conservador como La Nación vende –eso sí, despojado de efusividad–, la Biblioteca de Meditación Osho.
Sí, La Nación nos trae a Osho. ¡Claro! ¿Cómo el gurú indio que revolucionó a los estadounidenses durante los años ochenta no va a tener su espacio, cuando ya hay colecciones de compra opcional dedicadas a Paulo Coelho, Umberto Eco, Agatha Christie, Gaturro o la cocina del Gato Dumas? ¿Cómo negar a ese lector atildado que uno le presume a La Nación una ración de consejitos sextántricos del pícaro gurú? Pues aquí nadie pretende eso sino todo lo contrario, desde luego.
Lo gracioso del caso es que si grandes editoriales como la que publica La Nación presentasen a la obra de Osho, o a su propia biografía, sin omisiones, el efecto sería una oleada de disonancias cognitivas cuyas consecuencias podrían ser equivalentes a llevar a las señoras paquetas a entrar en una casamata llena de TNT marca Acme. Me atrevo a prejuzgar que en el Osho tamizado por los editores de los Mitre recortarán para hacer relucir un rosario de lecturas vivificantes (que, hay que decirlo todo, abundan en sus conferencias) mientras que, en las solapas de la colección, ofrecerán una versión descafeinada de la vida del gurú. Pero no lo sé, no la leí; es más: digo esto sin haber tenido entre mis manos un solo volumen de la colección.
Probablemente los lectores atildados y las señoras paquetas no sabrán por La Nación que la comunidad del maestro a quien sus discípulos por entonces llamaban Bhagwan Shree Rajneesh protagonizó el primer ataque bioterrorista de los EE.UU. Para decirlo con más precisión, en 1981, un grupo de seguidores contaminó con salmonela las ensaladas de diez restaurantes para anular a la oposición e intentar colocar a sus candidatos en las elecciones en Antelope, el pueblo que habitaban en Oregon. Nunca se supo cuánto estuvo implicado Osho en el atentado, que enfermó a 751 pobladores, ya que cuando fue detenido, un año después, los cargos fueron otros y muy menores. Procesado por fraude (suministrar información falsa al completar su solicitud de visado), acabó aceptando pagar una multa por 400 mil dólares y ser deportado de los EE.UU.
Tampoco sabrán que Osho no era perseguido por los Rolls Royces que colmaban los garajes de su comuna sino porque sus discursos (tarde o temprano, volcados a libros ampliamente difundidos) eran bravatas incendiarias y subversivas. Claro: podían estar abigarrados de tonterías pseudocientíficas sobre cuestiones médicas (por ejemplo, sus opiniones sobre la eutanasia para niños con defectos congénitos o su convicción de que la homosexualidad es “la perversión que hizo posible el SIDA”). Pero en su época había pocos “filósofos zen” capaces de decir el tipo de cosas que Osho decía a un público religioso. Y no sólo fue díficil para “el contexto de la época”: en 1999, en la redacción de una revista argentina, vi a una editora censurar uno de sus libros, que iban a formar parte de una colección parecida a la de La Nación.
“Algún día”, me dije cuando presencié la maniobra, “lo voy a reparar”. En un mundo lleno de injusticias peores esas reacciones son prisioneras del momento, y como la filosofía de Osho nunca me interesó demasiado, me olvidé del asunto. El ejemplar quedó dando vueltas y hace poco reapareció, casi flamante y lleno de tachaduras, gracias a lo cual ahora puedo hacer “revivir” a aquellos párrafos censurados.
“A la gente no se le ha permitido amar porque ésa es la única forma de mantenerla con miedo. Y cuando tiene miedo y tiembla siempre está de rodillas, inclinándose ante el sacerdote y ante el político. Es una gran conspiración en contra de la humanidad. Es una gran conspiración en contra de ti. Tu político y tu sacerdote son tus enemigos, pero simulan ser sirvientes públicos. (Página 104)
“¿Recuerdas que tu padre te haya abrazado alguna vez? ¿Recuerdas a tu madre abrazándote después de haber llegado a ser sexualmente maduro? ¿Por qué no? Se ha creado el miedo. ¿Un hombre joven abrazándose con su madre? Puede que surgiera algo de sexo entre ellos, alguna idea, alguna fantasía. Se ha creado el miedo: el padre y el hijo, el padre y la hija, no; el hermano y la hermana, no; el hermano y el hermano, ¡no!”
(Página 105)
«El amor se niega tanto… y el amor es la cosa más insólita del mundo, no debería ser negado. Si un hombre puede amar a cinco personas debería amar a cinco personas. Si un hombre puede amar a cincuenta mujeres debería amar a cincuenta mujeres. Si un hombre puede amar a quinientas mujeres debería amar a quinientas mujeres. El amor es tan insólito que cuanto más lo extiendas, mejor (…) Es como si hubiera una ley que dijera que sólo puedes respirar cuando estás con tu esposa, que tan sólo puedes respirar cuando estás con tu marido. Entonces la respiración se haría imposible, morirías. Y ni siquiera te será posible respirar cuando estés con tu esposa o tu marido. Tienes que respirar las veinticuatro horas del día. Cuanto más respires, más podrás respirar cuando estés con tu esposo. (Página 107)
«Un cura y un obispo estaban en las esquinas opuestas de un vagón de tren en un largo viaje. Al entrar el obispo el cura guardó su Playboy y empezó a leer la Gaceta Episcopal. El obispo lo ignoró y continuó haciendo el crucigrama del periódico. Prevaleció el silencio.
Al rato el cura intentó forzar una conversación. Y cuando el obispo empezó a rascarse la cabeza constantemente y a tararear, lo volvió a intentar.
-¿Puede ayudarle, señor?
-Quizá. Hay una palabra que no me cuadra. Tiene cuatro letras, las tres últimas son o, ñ, o, y la definición es: “Esencialmente femenino”.
Señor –dijo el cura tras pensar un rato-, creo que se trata de “moño”.
¡Claro, claro! –dijo el obispo-. ¿Tiene usted una goma de borrar, joven?
(Página 109)
Bibliografía consultada
“La transformación tántrica. Comentarios y enseñanzas sobre la canción real de Saraha”. Por Osho. Gaia Ediciones, 1999.
Bhawuk, Dharm P. S. (2003), «Culture’s influence on creativity: the case of Indian spirituality», International Journal of Intercultural Relations 27 (1): Pages 1–22.
Addendum
En 2015 Clarín volvió a publicar al mismo Osho light de La Nación en la colección «Crecimiento emocional».
Crédito: GALERÍA FOTOGRÁFICA
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