En estos días, durante un emotivo discurso, Nicolás Maduro habló del “milagro del siglo XXI”. ¿Cuál es? Pues la “revolución espiritual” que suscita entre propios y extraños el amor por Hugo Chávez. Espiritualidad + chavismo = ¿socialismo del siglo XXI?
De Maduro, sucesor de Chávez, se han dicho demasiadas cosas. Más desde que crece la certeza de que el presidente venezolano seguirá imposibilitado de asumir su tercer mandato. Se enumeran entre sus cuitas haber estado “a la sombra del carismático líder” y hasta se le cuestiona, como si tal antecedente restase méritos, haber sido dirigente de los trabajadores del transporte de Caracas. Las descalificaciones más peregrinas probablemente no son esas. Su devoción por Sri Sathya Sai Baba, a quien visitó durante un viaje a la India, en 2005, es la que comenzó a circular por estos días a partir de una imagen descubierta en el sitio pro-Baba, radiosai.org
Baba desencarnó el 24 de abril de 2011. Un mes después, el Parlamento venezolano difundió una resolución oficial que lo reconoce como líder espiritual, calificándolo como un “alma grande” en la misma categoría que “Mahatma Gandhi y la Madre Teresa”. En este país, según la Fundación Sathya Sai de Venezuela, tiene unos 200 mil seguidores. La Embajada de la India en Venezuela confirma que en ese país muchos centros espirituales siguen al famoso gurú.
Si bien “el elegido de Chávez” viajó al menos tres veces al ashram de Prashanti Nilayam, la visita más difundida fue la que hizo en 2005 con su esposa Cilia Flores, Procuradora General de la República. Fue justo antes de que Maduro asumiera como ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela. Aquel día fueron recibidos en una audiencia privada por Baba. Los acompañaba Oskar Dorta, presidente regional de la organización Sai; no así por el ministro del Poder Popular para la Educación de Venezuela y su esposa, quienes, según radiosai.org, también son devotos de Baba.
Designado ya por Chávez su heredero político, Maduro, de 50 años, será el candidato oficialista en las elecciones que, según la Constitución, deberían convocarse en 30 días, en caso de que Chávez no pueda gobernar tras su convalecencia.
De acuerdo con el diario antichavista español La Razón, lo que más le impactó a Maduro desde que empeoró la salud de Chávez fue la conversión de los más descreídos. “¿Cómo se llama eso? Eso se llama amor. Lo que surge gracias a Chávez se llama la revolución del amor, que no es otra cosa que el socialismo hecho humanidad”, proclamó Maduro.
El mismo diario “denuncia” que el gobierno venezolano ha tratado de ocultar las evidencias de esta relación con el gurú, tal vez “porque el líder bolivariano quiera adelantarse a futuras críticas a su mentor por demasiado suave, pacífico o ‘elevado’”. Por supuesto, ninguna de estas especulaciones constan en absoluto. De hecho, la página de radiosai.org donde Baba, Maduro y su esposa aparecen juntos durante la audiencia privada sigue imperturbable.
Es verdad que Sathya Sai Baba no fue juzgado por los crímenes de los que fue acusado en Puttaparthi. Pero también es cierto (ver videos) que están muy bien documentada la existencia de los rituales donde untaba con aceite testículos, parte de la pelvis y a veces cerca del recto a los devotos; también, el hecho de que a menudo se excediera en sus “caricias sagradas” a los devotos y que varios desertores –imposibilitados de denunciarlo en la India, donde fue un protegido por el poder político– han relatado con detalle cómo, siendo menores de edad, swammi había abusado sexualmente de ellos.
La zona oscura de la biografía de Baba, claro, es rechazada por verdaderos creyentes como Maduro. Los devotos más fervorosos reivindican su divinidad y la filosofía amorosa que el gurú predicaba. Aunque sus frases, copipasteadas de diferentes religiones, fueran el señuelo de un pedófilo, ningún opositor le podrá reprochar a Maduro mucho más que exceso de fe, incluso de la buena.
Este “defecto” no lo hace distinto de otros políticos que creen (o no, lo cual no los hace mejores) en dioses más o menos exóticos.
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