Daneel Olivaw, seudónimo de un camarada blogger que debe adorar al androide literario del mismo nombre creado por Isaac Asimov, subió a Google+ el enlace al blog de Dan Satterfield. No bien lo ví recordé una conversación que mantuve, hace unos 25 años, con Valentín Komar, un meteorólogo escéptico y muy interesado en platos voladores. Allá por 1985, yo estaba desilusionándome rápidamente de cualquier hipótesis no convencional que pretendiera explicar a los avistamientos, incluso los más extraños, de presuntos ovnis. Casi no había caso argentino popular al que no le cupiera una explicación alternativa, y la cosa empezaba a ponerse aburrida. El 17 de septiembre de aquel año había sucedido un avistamiento muy famoso (luego explicado como un globo francés), que fue justamente el que motivó mi encuentro con Komar, por años vocero del Servicio Meteorológico Nacional.
Si bien yo cada vez era más escéptico ante la posibilidad de encontrar evidencias de que visitantes de otros mundos operaban los platos voladores, le dije a Komar que no era fácil resignarse a abandonar un tema de todos modos fascinante. Detrás de algunos informes -le expliqué, como expliqué tantas veces por aquellos años- podía haber alguna anomalía atmosférica interesante. Así, Komar me confió que era un apasionado coleccionista de noticias sobre singularidades meteorológicas, y la charla tomó un rumbo inesperado. Me contó que por años soñó con la posibilidad de lanzar una publicación dedicada a divulgar la ciencia de la atmósfera a través de esta clase de curiosidades. Poco después me llegaba la noticia de su muerte, sucedida a comienzos de los noventa. Cada vez que me cruzo ante noticias como ésta no puedo evitar recordar aquella, mi primera y única charla con Valentín Komar.
Tal vez no era necesario tanto preámbulo para presentar este video, realizado en Birmingham, Alabama, EE.UU. Lo que vemos no es una rompiente de olas sobre el mar sino un oleaje de nubes flotando en la atmósfera, llamadas ondas internas de Kelvin-Helmholtz, que se genera cuando se cruzan a velocidades diferente dos fluidos (agua, aire u otros) en una cortante de velocidad vertical. En este caso, la inestabilidad del aire es visible gracias a una fina capa de nubes, el viento más bien escaso sobre la superficie y las ráfagas de viento mucho más fuertes a pocos miles de metros de altura.
Satterfield cuenta en su blog que varios científicos se han preguntado si Vincent Van Gogh acaso se inspiró en un flujo de nubes generado por ondas de Kelvin-Helmholtz para pintar su “Noche estrellada”.
Si algún profesor quiere rendir homenaje al atractivo proyecto de Komar puede tratar de retomarlo o, mientras tanto, reproducir la rompiente u otros fenómenos meteorológicos inspirándose en la web del Taller de Experimentación en Fluidos Geofísicos creado por el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Una iniciativa que saludamos con cariño y admiración.
Notas relacionadas:
Un Van Gogh en el Monte Everest
«La imaginación es más importante que el conocimiento«
Carta abierta a los jóvenes ufólogos