«Gilda no es ninguna santa», dice una antropóloga

La biografía de la cantante que cimentó el “mito Gilda” revela algunas claves sobre la devoción que ha prosperado alrededor de ella y de su fama milagrosa. La doctora en antropolgía Eloísa Martín ofrece algunas ideas fundamentales a semanas del estreno de la versión de Gilda protagonizada por Natalia Oreiro.

Por Alejandro Agostinelli

Foto de Ariel German Jaime

Miriam Alejandra Bianchi nació en Buenos Aires, el 11 de Octubre 1961. Su padre sufría dolencias cardíacas y su postración puso a la familia en una difícil situación económica, debiéndose mudar a un complejo habitacional en Villa Lugano. Cuando su padre murió Miriam debió salir trabajar. Sólo tenía 18 años cuando se casó con quien sería el padre de sus dos hijos.

Poco antes de ser Gilda, Miriam dejó su trabajo en un jardín de infantes en Villa Devoto. Lo hizo detrás de una ilusión: en 1990, un diario publicó un anuncio donde pedían cantante para un grupo de música tropical y ella se sintió atraída por la posibilidad y el sueño, que entonces no parecía tan accesible.

Gilda por Natalia Oreiro
«Gilda. No me arrepiento de este amor». La película donde Natalia Oreiro interpreta a la cantante, estrena el 7 de Septiembre de 2016, a 20 años del accidente que acabó con su vida.

Gilda, el nombre artístico que eligió inspirada en el famoso film de Rita Hayworth, iba a necesitar tres años para que su carrera tomara vuelo. A comienzos de los 90 compuso e interpretó una canción, “En la playa tropical”, para el ciclo la Ola Verde. Flavia Palmiero, su conductora, hoy es una de sus fans. “Ella todavía no era Gilda y yo fui la primera que puso música bailantera en un programa infantil”, recuerda ahora la actriz, orgullosa.

TAPA GILDAGilda recién comenzó a brillar en 1993. Los tres años que siguieron fueron de consolidación. Entre 1992 y 1995, grabó cuatro álbumes: De corazón a corazón (1992), La única (1993), Pasito a pasito con Gilda (1994) y Corazón valiente (1995), disco de oro en la Argentina y doble platino. Su fama no era desbordante, pero ya algunas canciones habían desembocado en los “cantitos” de las hinchadas de fútbol y otras se habían sumado al repertorio de las disco de clase media.

El 7 de septiembre de 1996, perdió la vida junto a otras seis personas, entre ellas su madre Tita y su hija Mariela, a causa de la embestida frontal de un camión contra el colectivo en el que iban por la Ruta 12, en camino a Chajarí, provincia de Entre Ríos, para presentar un show.

En cuatro semanas Miriam Bianchi iba a cumplir 34 años. Quién iba a imaginar que a causa de aquel desgraciado acontecimiento renacería otra Gilda. Porque su presencia pública comenzó a crecer desde ese día: notas en diarios, revistas, programas de la tarde, reediciones de sus CDs, libros, pósters. En los temas que compuso parece estar cifrado el misterio que sus fans intentaron decodificar en su vida, en su repertorio, en las reflexiones sobre el presente que adelantó en sus canciones y, eventualmente, en sus reapariciones en los sueños de los devotos.

Uno de los actos fundacionales del aureola de santidad que corona a Gilda fue la presentación, poco después de su muerte, del álbum Entre el Cielo y la Tierra, al cual la discográfica, los medios y los seguidores (en ese orden), le quisieron dar un tono profético, especialmente por la letra de “No es mi despedida” (“Quisiera no decir adiós, pero debo marcharme. No pienses que voy a dejarte, no es mi despedida”).

La doctora en antropología Eloísa Martín, en un trabajo titulado Gilda no es ninguna santa: apuntes sobre las prácticas de sacralización de una cantante argentina (2009), explica que la compañía editora de los discos no sólo promovió la dudosa versión según la cual Gilda, tras presentir su muerte inminente, reescribió esa canción a modo de “testamento”, poco antes de morir. La empresa agregó que la cinta apareció misteriosamente en el sitio del accidente. Con el videoclip de este disco, asegura la investigadora, “quizá sin intención”, se inicia el proceso de “oficialización” de la imagen de Gilda que acompañó a su consagración milagrosa. “El video muestra a una niña con vestido azul y llevando una corona de flores (…), que se acerca y consuela a diferentes personas que se ven tristes. La niña camina por la banquina de una ruta y recoge un cassette que allí yace. Más allá de que años más tarde se revelara que la cinta nunca había salido de la casa de Juan Carlos «Toti» Giménez (su marido), adonde había sido grabada, la versión del encuentro milagroso presente en el video clip y multiplicado en publicaciones y programas de televisión es repetida por muchos de quienes hoy consideran a Gilda un ser especial en sus vidas”, concluyó.

Santuario Cedoc Perfil-11

Si bien ese es el caso más conocido, los devotos encuentran significativos mensajes personales en otras letras. Pese a los relatos sobre pedidos atendidos, promesas cumplidas y hechos milagrosos, Eloísa Martín sostiene que “esa ‘excepcionalización’, si se me permite el neologismo, no siempre ni necesariamente convierte a Gilda en una santa popular”. Muchos seguidores no quisieron saber nada de relacionar sus prácticas con la religión. Para Martín, estos hallazgos suponen una novedad en el abordaje de estos márgenes de la cultura popular: en los conceptos de religiosidad y de lo sagrado intervienen fuerzas que no se puede restringir a una serie de categorías prefijadas. No es lo mismo estudiar lo que sucede en un santuario mariano o en un cementerio porteño. Para circunscribir las diversas posturas de los seguidores de Gilda “no me podía valer de una definición previa y universal de religión”, escribió.

Relicario de Gilda

Los fans quieren estar cerca de su nicho, quieren fijar su imagen en las paredes de su casa, dar de comer a los pibes en un comedor infantil o generar eventos artísticos para ayudar a las personas con necesidades “como Gilda lo hubiese hecho” y muchas otras actividades al servicio de “mantener viva su memoria”.

En una profesión que es más de amor que de fe, devotos o fans, gilderos o herederas, los seguidores de Gilda parecen forman parte de un proceso de beatificación que está menos relacionada con la religión que con la reivindicación de un ser excepcional que ha dado un vuelco a sus vidas.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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