En el fondo del mar un monstruo acecha antes dar el próximo zarpazo. Le llaman Bobbit, pero de Lorena sólo tiene la feroz impulsividad del momento que recordamos. Ok, es cierto: si quisiera te lo podría arrebatar de un bocado. Pero este gusano prefiere pequeños peces, moluscos y otras presas. Puede medir varios metros y no hace alarde de su longitud, fíjate tú.
«¿Quién conoce el fin? Lo que ha surgido ahora puede hundirse y lo que se ha hundido puede surgir. La abominación espera y sueña en las profundidades del mar» – H.P. Lovecraft, La llamada de Cthulhu (1926).
Los monstruos suboceánicos existen. El gusano Eunice Aphroditois es, quizá, uno de los depredadores más inquietantes del Sistema Solar. Según la especie de qué trate, vive en el lecho marino de zonas tropicales como el sudeste asiático, regiones templadas del Mediterráneo, Caribe y Sri Lanka. Tiene la apariencia de un colorido ciempiés pero su poderoso par de mandíbulas afiladas como tijeras y la velocidad con que ataca a sus presas han cimentado su leyenda de arma biológica estilo Alien (Ridley Scott, 1979). Debe su nombre popular al apellido de Lorena, una señora que decapitó el pene de su marido John allá por 1993.
Estas mortíferas criaturas terrestres son tan extrañas y aterradoras como sólo lo hubiese imaginado J.G. Ballard o cualquier apóstol o devoto de sus desolados paisajes post-apocalípticos. En el archivo de nuestros miedos persisten los gigantescos gusanos que emergen en Starship Troopers (Paul Verhoeven, 1997), Dune (David Lynch, 1984), por citar dos de varios ejemplos cinematográficos posibles.
Escena final de Starship Troopers (Paul Verhoeven, 1997).
El apetito del Eunice desata un dispositivo biológico que garantiza una deglución sin contratiempos: avisado por sus cinco antenas, emerge del suelo violentamente y lanza sus tremendas fauces dentadas a la presa, en una acción tan rápida que la deja sin la menor posibilidad de reacción. Su tarascón puede partir a sus víctimas en dos; eso si están de suerte, porque, en general, los arrastra vivos y de un tirón a su tumba de barro y grava.
Los monstruosos gusanos de Dune (David Lynch, 1984)
El Eunice Aphroditois fue estudiado, entre otros, por los biólogos mexicanos Luis F. Carrera-Parra, Sergio I. Salazar-Vallejo y Angel De León González, especializados en anélidos poliquetos en El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) y la Universidad Autónoma de Nueva León, Monterrey. Al parecer, el gusano paraliza a su presa en el mismo acto de llevársela a la boca. “El eunícidos inyecta alguna toxina narcotizante o mata a su presa para ingerir y digerir con seguridad”, afirman en la Revista de Biología Tropical (2011). Precisamente en ese artículo los autores cuentan que el apodo, Bobbit, le fue puesto por un fotógrafo submarino, dando lugar a una de las más insignificantes controversias científicas de la década cuando la investigadora del Departamento de Biología Marina de la Universidad de Galveston en Texas, Anja Schulze, salió al cruce de Carrera-Parra y Salazar-Vallejo y reivindicó como autor del apodo al Dr Terry Gosliner, experto mundial en nudibranquios (un tipo de moluscos gasterópodos conocidos como babosas de mar).
De paso, Schulze remendó detalles sobre su taxonomía. Mientras los mexicanos aseguraban que el organismo “puede medir hasta tres metros de largo”, la autora señala que, según su colega Kristian Fauchald, “el Museo de Australia conserva un espécimen de casi seis metros de longitud”. Y agrega que, tal vez, podría alargarse más del doble al estirarse para atrapar su alimento. Pero la polémica continúa, ya que podrían tratarse de especies distintas. El género es muy rico: son más de 300 las especies conocidas.
Una anécdota que incrusta el misterio de estas alimañas en las arenas sorprendentes del mundo real tuvo lugar en los acuarios donde Bobbit se ha manifestado sin preaviso, transformándose en la pesadilla del personal que ha visto desaparecer o mutilar uno por uno a los inquilinos de su pecera, hasta que, como en una versión minimalista de Tiburón o Piraña, descubren la identidad del “asesino” tras una noche de vigilia con el cebo adecuado. Véase, a guisa de ejemplo, el reciente hallazgo registrado en un acuario de Inglaterra, cubierto por The Daily Mail.
Dispersos en el barro, restos de coral o en la grava marina, pequeños ejemplares de Eunice Aphroditois han enloquecido a los dueños de importantes acuarios. El motivo del trastorno: estas lumbrices no son bebés por mucho tiempo.
Otra incógnita abierta del caso Bobbit tiene que ver con su vida sexual. Al parecer, prosigue Schulze, “durante el período en que se reproducen, su cuerpo se transforma. En la parte posterior contiene óvulos o espermatozoides que, según la temporada, salen a nadar a la superficie en enjambres donde liberan la esperma y los huevos para facilitar la fecundación”.
Por ahora, los misterios en torno a las formas de apareamiento y viralidad reproductiva de este furioso cazador furtivo siembran más inquietud que claridad. Hay mucho por investigar.
Los modernos fabricantes de razas intraterrestres pueden seguir estrujándose los sesos tratando de imaginar críptidos más fabulosos, pero apúrense porque en cualquier momento aparecerán en las profundidades abisales nuevos parientes del Eunice Aphroditois que traerán un poco más de miedo a este mundo harto de bostezar.
Notas y bibliografía
Gracias a Andrés Salvador, gran lector de Lovecraft, por la apropiada cita.
La criatura absurda de la semana (en Wired)
Salazar-Vallejo, Sergio I.; Carrera-Parra, Luis F.; de León-González, J. Angel “Giant Eunicid Polychaetes (Annelida) in shallow tropical and temperate seas”, Revista de Biología Tropical, vol. 59, núm. 4, diciembre, 2011, pp. 1463-1474. Universidad de Costa Rica.
Más imágenes del depredador submarino en acción.
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