No nos volvimos a ver desde 2007, año en que le hice la última de varias entrevistas. Siempre para hablar de lo mismo: su biografía, la película Che, Ovni y «el caso Vidal», la historia de teleportación de un matrimonio que iba por una ruta de Chascomús y terminó con su coche en México. Caso que, según el propio Aníbal Uset, «se había devorado a la película». Hablar de todo esto le fascinaba. Me doy cuenta ahora, cuando cuento la cantidad de veces que nos reunimos desde 1996. No menos de siete. Aquellos encuentros ahora son pura nostalgia. Aníbal falleció el domingo 16 de agosto de 2015. Tenía 75 años de edad. La última vez que lo vi pensé lo típico cuando un tipo grande mantiene su estampa: «Nos va a enterrar a todos». No fue así. Aníbal se fue y ahora nos queda revivirlo en nuestra memoria. Por eso fui a buscar lo que escribí sobre él y la película que me acercó a su obra en Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009). También agrego, para conocimiento general, muchos recortes de diarios y revistas citados en aquella investigación. Del capítulo «Entre la neblina» rescato los párrafos dedicados a Che, ovni y a su persona. Ya no me puede leer, pero me hubiese gustado decirle que fue un tipo increíble, a quien nunca olvidaré.
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A comienzos de 1996, el ufólogo argentino Alejandro Chionetti, entonces radicado en Los Angeles, me aconsejó:
– Si querés conocer la verdad del caso Vidal, hablá con Aníbal Uset. Es director de cine. Pero antes mirá una película suya, Che Ovni. Cuando la veas te vas a dar cuenta. Él no te va a contar la historia enseguida. Pero armate de paciencia y llamalo de mi parte.
Che, Ovni, dirigida por Uset, se estrenó el 7 de agosto de 1968 en el cine Normandie “y simultáneos”. Dos meses después del caso Vidal. La escenografía fue uno de sus atractivos: se filmó en Buenos Aires, París y Londres. Un despliegue insólito para la época. El elenco estaba formado, entre otros, por el cantante Jorge Sobral, Juan Carlos “Minguito” Altavista, Javier Portales, Juan “Cuchuflito” Díaz, Marcela López Rey, Erika Wallner y Perla Caron. Un joven estudiante locución, Juan Alberto Mateyko, también tuvo un papel fugaz. Gius (Augusto Giustozzi) escribió el guión con Uset. El productor era Delfor María Beccaglia.
Primer «corte» de Che, Ovni que subimos a Internet (2009). Edición: Jorge Gentile
Los primeros minutos de la película son los más reveladores. Un hombre solitario en la ruta (Sobral) fuma que te fuma esperando que alguien se apiade de su frío en medio de la noche. Hace dedo (auto-stop) para llegar hasta Buenos Aires, pero todos los automovilistas siguen de largo. Menos una joven, rubia y bonita (Wallner), que conduce un Peugeot 404 blanco. Se detiene y lo recoge. “¡En este país los únicos caballeros son las damas!”, agradece el hombre. Se presenta como intérprete de tangos, le conversa y trata de besarla. Ella le responde con una cachetada. El galán, por fin, se sale con la suya. Al punto que un cartel señala: “Zona censurada”. Luego, el protagonista se hace del volante mientras la chica descansa. De pronto, fuera del auto crece un resplandor –acompañado de la clásica musiquita espacial– que adormece al conductor. El auto se detiene. La rubia, asustada, sale del vehículo. La luz la enceguece y, nadie sabrá nunca por qué, se queda desnuda. Entonces ve cómo un plato volador rapta su auto.
En la siguiente escena, el cantor sigue manejando. Ya es de día. Asombrado, un cartel le informa que está cerca de Madrid, España. Pero ahora tiene a su lado a otra joven (López Rey). Pronto sabremos que esta mujer es extraterrestre y cambia de formas, como Mística, la pulposa mutante interpretada por Rebecca Romijn en X-Men (2000, 2003, 2006). En la autopista, un guardia civil con su gorra tricornio, le pide los papeles. “¿Se han complotado todos para volverme loco?”, se indigna el cantante. El oficial le informa que su licencia no está revalidada para manejar fuera de su país. “¡Si yo nunca salí de la Argentina!”, dice. Y pasa un auto en el que viaja el general Juan Domingo Perón (mejor dicho, su caricatura en cartón pintado), por entonces exiliado en Madrid. “¡Uy Dios! ¿Entonces es cierto?”, se pregunta Sobral, y canta Mi Buenos Aires querido.
En la Argentina, en tanto, la rubia muestra a la prensa la escena del crimen. Un agente (Mateyko) le pregunta si piensa denunciar al tipo que le robó el coche. “Pero él no me lo robó. ¡Fueron los del plato volador!”, dice ella. La policía no le cree. Los periodistas tampoco.
La incredulidad recorre todo el film, sensación que también invade al espectador. Sobral y su acompañante terminan presos en Madrid. En síntesis, los extraterrestres lo raptaron y le enviaron aquella joven para que procrease con él un nuevo ser, con lo mejor de cada raza. ¿Por qué un argentino? Los alienígenas están programados para trabajar sin parar y necesitan una dosis de haraganería criolla para equilibrar su especie.
A lo largo de la película se suceden otras teleportaciones, ya sin el vehículo. Así, Sobral aparece en Carnaby Street, el centro comercial de Londres, donde visita a la embajada argentina para denunciar los hechos (y tampoco le creen). En París se reencuentra con la chica del Peugeot, instantáneamente teleportada desde Buenos Aires.
La película dura 85 minutos y cuesta llegar despierto hasta el final. En la última escena, en el aeropuerto de Ezeiza, el cantante desciende de un avión lleno de lindas azafatas alienígenas, que luego despegan con rumbo a lo desconocido.
Cuando Che, Ovni se estrenó, los críticos no tuvieron piedad. Se dijo que era un film inconexo, caótico y sin gracia. Se cargó las tintas sobre su estética de tanda comercial y el despilfarro en viajes, más en un film en el cual el ovni no se podía mostrar más de un segundo porque había sido construido con dos budineras pegadas por sus bordes. El interior de la nave no era mejor: los marcianos (Portales y Cuchuflito) llevaban cascos de motociclista, operaban un tablero adornado con válvulas, flipones y lamparitas. El reconocimiento llegó con los años, cuando el ambiente cinéfilo convirtió a Che, Ovni en film fetiche de la ciencia-ficción nacional, nominando a Uset “el Ed Wood argentino”. El director de la película se había anticipado al género bizarro, y así la calificaron el actor Alfredo Casero y la revista La cosa, dirigida por Axel Kuschevatzky.
En el verano de 1996, me reuní con Aníbal en el bar La Imprenta, en el barrio de Belgrano. Por peor que fuera mi suerte, mal no la iba a pasar: la biografía del director es muy interesante. En 1966, en plena beatlemanía, filmó con Palito Ortega y Graciela Borges El Rey en Londres. En 1973, dirigió Hasta que se ponga el sol, el documental que documentó los primeros pasos del rock argentino. Se casó con la extraterrestre más atractiva de Che, Ovni (Marcela López Rey) y luego tuvo un idilio secreto con una famosa periodista italiana. Cuando trabajó como reportero gráfico para Euro Press, fue golpeado por dos desgracias. Un talentoso periodista de La Nación, Ignacio Ezcurra (1939-1968), había desaparecido en la guerra en Vietnam. Uset viajó con Enrique “Jarito” Walker, secretario de redacción de Gente, para dar con su paradero. Ezcurra fue hallado muerto. En 1976, Walker sería secuestrado y desaparecido por la dictadura militar argentina. Lo mejor que le sucedió en Saigón fue su romance con la famosa periodista italiana Oriana Falacci (1929-2006).
Siguiendo el consejo de Chionetti, no le pregunté enseguida sobre la obvia relación entre Che, Ovni y el caso Vidal. Empecé hablándole de otras cosas. Como fanático de X-Files, improvisé que estaba escribiendo una miniserie ambientada en las sierras de Córdoba, un romance paranormal de un trío que se fugaba del Apocalipsis. En realidad, mi pretexto era un anzuelo sin carnada: no había escrito una sola línea. Pero a lo mejor él, que ya había incursionado en el género fantástico, me podía orientar. En una segunda reunión, Aníbal oyó los progresos de mi inexistente thriller cibermístico –que al final se llamó Santhar– con infinita consideración. Me dio pena y fui al punto.
-Algún día me vas a contar cómo se te ocurrió la noticia que inventaste para promocionar Che, Ovni…
– ¡Ah, sí! ¿Cómo te enteraste?
– Ah, esas cosas, a la larga, trascienden. Otro día me contás.
A esa altura, Aníbal se moría por contarme la historia. Así, me reveló que el caso Vidal nació en medio del Río de la Plata poco antes del estreno de Che, Ovni. Uset había sido invitado a un evento en el Uruguay y en el barco iban varios periodistas argentinos. Uno le preguntó por el argumento de su película y Aníbal hizo un resumen.
En ese momento, uno de los presentes prometió “dar manija” al tema. Le pregunto el nombre. “Entre ellos estaba Tito Jacobson (fallecido en 2014), que trabajaba en La Razón”. También recuerda vagamente que se había involucrado una agencia de noticias. De aquello habían pasado treinta años. Sus dificultades para recordar detalles eran comprensibles.
Con todo, había algo cierto: la primera noticia del matrimonio teleportado a México se publicó dos meses antes del estreno de la película.
Era bastante improbable que el film se hubiera rodado –en tiempo record– inspirado en el caso. Al contrario, Uset me cuenta que, apenas salió la noticia, subió la apuesta: “Mandé al programa de Pipo Mancera a un asistente que también era actor de reparto en la película”. Su ayudante tenía 22 años. Todavía no era un conductor de televisión famoso. ¿Su nombre? Juan Alberto Mateyko. Decidió mandarlo a él, dice, porque era un desconocido.
A fines de los sesenta, Sábados Circulares de Mancera (Canal 13) era una catapulta de platos voladores. Fabio Zerpa hacía sus pininos y Pipo era el campeón del misterio. Según Uset, Mateyko se presentó en el programa como familiar o testigo del ovni que raptó al matrimonio Vidal. Tras esa emisión, el ruido a platillos voladores empezó a sonar más fuerte. Uset destaca el papel de Mancera: “Fue el que abultó la cosa, él fue el gran inventor de la historia”.
La relación entre la película y la noticia era evidente: los dos vehículos (ambos marca Peugeot) reaparecieron en otro país y en el traslado intervino un plato volador, lo cual se infería por la quemazón en la pintura del auto y la atribución explícita de los medios. También es sugestivo el lapso que separa la primera noticia del caso Vidal (el 3 de junio de 1968) y el estreno del film (el 7 de agosto del mismo año). Nobleza obliga, entre ambas historias hay diferencias: los Vidal no vieron ninguna luz y en la película no hay neblina. Otras: la noticia refiere un intervalo de 48 horas, mientras que en Che, ovni la teleportación es instantánea.
El indicio más divertido de que el caso Vidal había sido un invento para promocionar Che, Ovni era la visita del Muñeco Mateyko al programa de Mancera. Una vez dije que esa conexión era el golpe de gracia del caso (1). Sin embargo, esa relación no era fácil de comprobar. Todo dependía de que alguien hubiese guardado las grabaciones en el estudio de Sábados Circulares. Pero esos tapes habían desaparecido. Mancera sólo conserva –y utiliza desde el 2007, en su regreso por Crónica TV– las entrevistas en exteriores. Mateyko, por su parte, parecía escurridizo: siempre estaba demasiado ocupado para hablar sobre el asunto.
A diez años de entrevistar por primera vez a Uset, localicé al supuesto cómplice en la redacción de la falsa noticia, el periodista Roberto Tito Jacobson. Admitió que apoyar el lanzamiento de películas falsificando o exagerando noticias era una práctica habitual. Pero negó su relación con el tema. Por esos años mantuvo con Uset una relación cordial. Pero nunca habían viajado juntos al Uruguay. “Es más, en esa fecha no trabajaba en La Razón y ni siquiera vi Che Ovni”,
Quedaba pendiente confrontar los recuerdos de Uset con los de Mateyko. Jacobson, amigo del animador, me hizo el puente. Le adelantó el motivo de mi interés y, por fin, respondió a mi llamado.
Mateyko conoció a Uset en un café del que era habitué un amigo en común, el locutor Tito D’Acosta. Aceptó el papel en Che, Ovni como un divertimento. Pero –se va la segunda– dice que el cineasta no le pidió que fuera al programa de Mancera. Contradice a Uset con amabilidad: “No quiero tratar a Aníbal como mentiroso ¿eh?”. Cree que Uset lo confunde con otro. Mateyko se jacta de su memoria. Pero cuando se refiere a su papel en la película, dice: “Yo era un policía que detenía a un tipo que venía a contramano por la Panamericana”. Juan Alberto, en realidad, interpreta a un policía que fue a tomar una denuncia por un plato volador que había raptado un auto. Sí recordaba el caso Vidal. “Me dije ‘¡Qué coincidencia!’. Pero más que nada por ingenuo…”. Cuando le pregunto si alguien más pudo ir a Sábados Circulares, enfatiza:
– No, no, no. No me gusta mentirte.
-Tu participación se limitó a ese papel que duró…
-Que duró un minuto y medio.
-Pasaron cuarenta años. Pasó mucho tiempo para todo. También para negar algo que realmente sucedió…, fue mi última suspicacia.
-Yo entiendo lo de Aníbal. Puede ser que él haya aprovechado esto para promocionar el tema. Vos me decís: ‘¿Estuviste en lo de Mancera?’ No, habré estado después. Pero no precisamente por esto. Y si fue así, entonces yo fui uno de los que el ovni se llevó a México. Porque me lo borraron totalmente de la memoria.
La charla terminó con risas. Pero yo me quedé pensando. “No me gusta mentirte”, dijo. ¿Acaso era lo que estaba haciendo? No puedo dudar de su sinceridad, en especial cuando la historia se ponía más divertida: por cada desmentida del caso Vidal le correspondía otra a la confesión de Uset, y nada menos de sus dos presuntos socios en el truco promocional.
A fines de 2007, volví a ver a Uset. Le di las novedades.
-Mateyko negó todo.
-Yo te respondería igual, sonríe con sorna.
El cineasta supone que desmiente su papel en el fiasco para no aparecer mezclado. “Quedaría descolocado. ¡Él era un pibe! Recuerdo que fue y dijo: ¡Yo vi un plato volador!”. Está bien, le respondí. Pero resulta que Jacobson tampoco tiene idea de qué le estoy hablando. Es un periodista experimentado. No tiene nada que perder admitiendo su participación en una fábula risueña.
-Tomamos un barco para ir ida y vuelta a Colonia. Yo charlaba con el coronel Ribereño (sic), por entonces director del Instituto Nacional de Cinematografía (2). Y él (Jacobson) me presentó al tipo en el barco…
-¿Te presentó a quién?
-Al dueño de la agencia. Un tipazo. Entonces, el tipo, gentilmente, me dice: “Y… siempre llegan noticias de platos voladores, le voy a dar un poco de manija a lo suyo”.
Uset se refiere a una gencia informativa, pero no recuerda el nombre. Dice que esa agencia sólo hizo dos notas. Y que, después, la cosa siguió sola. La charla derivó a otros temas. Le cuento que la amnesia de Pipo Mancera es más severa. ¡Ni siquiera recuerda que su programa se ocupó alguna vez del tema ovni! “¡Pero si Pipo fue el gran gestor! Él y el diario La Razón! Lo mío fue una película. Pero él estaba todos los sábados. De la película no se habló más, pero se siguió hablando del caso Vidal. El caso superó a la película”, se extiende Aníbal.
Toda vez que le pregunté por sus fuentes de inspiración para crear el argumento del film, y por tanto del caso Vidal, el detalle se le escapaba. “El guión lo escribimos con Gius. La idea original puede ser mía. Pero bien abultada por él”. No descartó que surgiera tras leer alguna noticia similar. Algunos, para respaldar la originalidad de la aventura, esgrimieron que fue la primera noticia en su tipo. Eso es inexacto.
Notas originales de Oscar «Agor» Pérez Alemán, rescatadas por el investigador Pablo Picasso, y publicadas por el sitio ufológico Ovni Salta. Fuente: diario Córdoba, los días 3, 10 y 17/10/ 1959
El diario Córdoba, en tres notas publicadas en octubre de 1959, publicó el caso de un hombre que fue “transportado en un Disco Volador de Júpiter, que cubrió la distancia de 1.579 kilómetros existente en línea recta de vuelo entre Bahía Blanca y Salta, tan sólo en 12 segundos!”. Esos artículos fueron firmados por Agor, nombre de un extraterrestre con el que aseguraba contactarse un viejo conocido: el presidente de la Asociación de Hermandad Cósmica, Oscar Pérez Alemán. Esta historia, protagonizada por un N.N. que era “hombre de negocios”, “hacendado” o “profesor de matemáticas” según el diario que lo publicara, tuvo estatus de noticia en varios medios del país hasta febrero de 1960 (3).
(Video eliminado)
Entrevista a Cristian Vogt, fundador del CODOVNI, uno de los primeros grupos ufológicos argentinos. Al final se refiere al curioso antecedente del «caso Vidal», difundido en 1959. Gracias Alejandro Isoba por el rescate.
N.N. regresaba en su coche hacia el sur del país después de visitar Buenos Aires. Por la mañana –tras pasar la noche en un hotel de Bahía Blanca– una masa nubosa que irradiaba una extraña luminosidad violácea envolvió su vehículo. Perdió el conocimiento. Al volver en sí se encontró solo, sin el auto y en una zona desértica. Le hizo dedo a un camionero, a quien le pidió lo llevara a Bahía Blanca. No sin sorpresa, el chofer le contestó que Bahía Blanca se hallaba a más de 1.000 km de distancia. Estaba en Salta. El azorado N.N. consultó su reloj y comprobó que había salido del hotel en Bahía Blanca hacía pocos minutos. Ya en una comisaría en Salta, nadie le creyó. Pero cuando llamaron a la policía de Bahía Blanca, ésta encontró el automóvil en el lugar indicado, con el motor todavía en marcha.
Al igual que en Che, Ovni, el testigo hizo dedo al transportista. Como en el caso Vidal, una “cortina de silencio” impidió verificar los hechos. Por razones que no se explican, el testigo viajó a los Estados Unidos. Diferencias: el protagonista es teleportado sin el auto. El diario Noticias Gráficas cita un antecedente. Es la odisea de un soldado que, en 1880, desaparece de una guarnición de Calcuta y reaparece, ese mismo día, en la ciudad de México (4). Al parecer, es una versión deformada de una crónica citada por el ufólogo Morris K. Jessup (1900-1959) en su libro El caso de los Ovnis: la teleportación de un soldado español desde Manila (Filipinas) a la Plaza Mayor de la ciudad de México, en el año 1593 (5). Invariantes: estos casos siempre son protagonizados por anónimos, imposibles de contrastar. Fantasías que vagaban en el aire. Sin quemarse las pestañas, Luis R. González detectó un cuento de ciencia ficción publicado en 1931, donde un avión que reaparece en un mundo paralelo tras cruzar una nube púrpura (6).
COCTAIL DE SAPORITI Y ANFETAMINAS
Sigo en el café con Uset. Todavía explora nombres en su memoria. Me pregunta cuáles eran las agencias de noticias que funcionaban en 1968. Digo AFP, ANSA, UPI. Ninguna le suena. Hasta que exclama: “¡Saporiti!” Uset se abandona a la certeza de que había sido un periodista de la Agencia de Noticias Saporiti quien le prometió “ayudar” a la película.
-¿Y nunca pasó a cobrarte la factura?
-No, nunca más lo volví a ver.
“¿Y si Uset improvisa para zafar?”, me pregunté. Para sacarme esta duda de encima volví a las fuentes. Viajé por mail a indagar en la memoria del primer confidente del director de Che, Ovni. Chionetti había escuchado su versión en 1981.
– ¿Uset te contó quién armó la noticia?, le pregunté a Chionetti, quien por sus aventuras fuera de los márgenes de la arqueología devino en una suerte de Indiana Jones made in Liniers.
-Me dijo que lo ayudaron unos amigos que tenía en los servicios (de inteligencia). Lanzaron el rumor por las agencias noticiosas… Ahora no recuerdo por dónde vino la relación, pero mencionó a la agencia Saporiti (7).
Para algunos, una película cuya calidad dejaba tanto que desear, bien se pudo filmar, compaginar y estrenar en un par de meses. Así, Uset se habría aprovechado del caso Vidal (y no al revés) para lanzar su película. Pero el director asegura que comenzó a filmar en Europa un año antes y terminó tres meses antes del estreno.
-¿Podés probar que filmaste Che, Ovni en 1967?
-Algún pasaporte debo guardar. Pero la película es anterior al caso. Si no hubiera sido por Che Ovni, el caso no surgía.
-La película lo consolidó…
-No lo consolidó, la película lo creó.
El pasaporte viejo de Uset no apareció. Consulté en los archivos del Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales. El rastro gráfico más antiguo fue un ejemplar del Heraldo del Cine fechado el 17 de julio de 1968. El semanario anunciaba el estreno de la película veinte días antes. Había que seguir buscando en medios europeos. Le debo al concienzudo historiador de la ufología Juan José Montejo el hallazgo de dos significativos recortes de prensa. Uno, procedente de la revista Cine en Siete Días, informaba que el joven cineasta Aníbal Uset rodaba en Madrid “un tema de anticipación titulado, en principio, Che Ovni”. Fecha: 22 de julio de 1967 (8). La otra noticia salió en Diario Pueblo el 4 de agosto de 1967, es decir, justo un año antes de difundirse el caso Vidal. “(Che, Ovni) cuenta la historieta de unas marcianas que aterrizan en la capital de España” (9).
Era así, no más: la filmación de Che, Ovni precedió en un año la difusión del caso Vidal. Los interesados en buscarle la quinta pata al alien pueden aducir que las secuencias de teleportación fueron insertadas de un modo oportunista. Para contradecirlo basta con ver la película: una de las pocas ideas que se mantienen desde el principio al fin es el concepto de que los ETs desmaterializan y materializan a voluntad a los protagonistas. Con las teleportaciones justificaba los desplazamientos en los distintos puntos del rodaje.
-¿Esa idea, entonces, no fue posterior?
-No. El único que me superó fue (el ex presidente) Menem. Treinta años después ¿te acordás?
-Sí. “Vamos a llegar a Japón en una hora y media”.
-Yo me lo explicaba científicamente porque el cuerpo humano no iba a aceptar tanta velocidad. Se hace un proceso de desintegración, te traslada y te integra en Berlín ¿no? En cuestión de minutos.
-¿Pensabas en eso?
-Sí, en un traslado genético.
-¿Qué consumías en esa época?
-Anfetaminas.
-Me refiero a qué series o películas veías. ¿Veías Los invasores y Viaje a las estrellas, por ejemplo?
–Viaje no. Los invasores sí. También El Túnel del Tiempo.
-¿Quién metió en la noticia a Martín Rapallini? (*)
-No sé. Yo no tuve nada que ver.
-¿Por qué Peugeot?
-No fue un chivo. Era el coche que había. Era de alguien de la producción.
Fuera el caso impulsado para promocionar Che, Ovni o no, resulta fascinante que el propio director llegase a pensar que su película se superpuso con un caso real. “Con los años vino tanta gente a contarme que había conocido a ese matrimonio que empecé a dudar”, me dijo. “Es más, la confusión fue tan grande que llegué a pensar que nuestra historia coincidió con algo que había pasado realmente”. El efecto bola de nieve lo había aplastado a él también. La realidad rebasó la ficción.
Cuarenta años después seguimos sin noticias del matrimonio Vidal. La primera vez, desaparecieron de Chascomús. La segunda, de la realidad. Hay, en cambio, otra gran noticia: la voluntad de creer puede materializar leyendas sobreadaptadas, invencibles a cualquier refutación. Exquisitas para los que quieren creer. A los que también queremos creer, pero necesitamos estar seguros, nos queda el placer de investigar, bucear en las fuentes de información (y de la imaginación) para confrontarlas con el recuerdo de los testigos, cuando desean hablar o todavía viven, y la documentación histórica, si aparece. Atar cabos sueltos y tratar de reconstruir ciertos hechos mientras disfrutamos de esa promiscua cruza entre la creación ficticia y realidad es un desafío apasionante pero, a la vez, traicionero. Porque el mundo –es decir, el mundo que percibimos– nunca es tan real. Abrevar en el pasado implica correr el riesgo de hundirse en ese pantano erizado de trampas: la memoria.
La trampa es la memoria y un corolario casi bíblico sobre ella, fundado en las neurociencias. Le llamo la Ley de las Cuatro Efes: la memoria falta, falla, fantasea y/o falsea. Si es sincera, por más que la agites con preguntas, se reconstituye o diluye sin remedio, como las propiedades activas de las moléculas en un frasco de homeopatía. Por lo demás, si la prueba de que los hechos sucedieron como salieron en los diarios es el éxito de la Conspiración del Silencio, ¿qué hacer? Creer en alienígenas que andan por ahí teletransportando gente es un derecho inalienable.
¿Mis conclusiones? Mejor dejo caer sobre el asunto un piadoso manto de neblina.
Referencias
(*) Más detalles sobre la participación del escribano Martín Rapallini en Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009). Por Alejandro Agostinelli.
Gracias a Pablo Sapere, quien me dio la mala noticia.
Mensaje para corajudos: Arriba hay un extracto, pero Che, ovni se puede ver completa en Youtube.
Notas bibliográficas
1) Giménez, Guillermo D. “El Caso Vidal. La verdad al descubierto” (2005). En Mitos del Milenio.
2) Uset se refiere al coronel (RE) Adolfo Luis Ridruejo, presidente del Instituto Nacional de Cinematografía entre 1967 y 1970. Falleció el 25 de abril de 1995.
3) Agor, “Platos voladores por las rutas del mundo”, en el diario Córdoba, los días 3, 10 y 17/10/ 1959.
4) Jessup, Morris K; “El caso de los OVNIs” (1955), Populibros, La Prensa, México. Pp. 169-172. Ver también Ruiz Noguez, Luis (2006). “El soldado filipino que apareció en Ciudad de México”, en La Nave de los Locos Nº 34/35. Pps. 4-16.
5) “El extraño caso del hombre que viajó en plato volador”, en Noticias Gráficas, 10/02/1961.
6) Williamson, Jack; “Through the Purple Cloud” (1931), en Wonder Stories.
7) Fundada por Carlos Saporiti en 1900, la Agencia Noticiosa Saporiti (ANS) fue la primera agencia periodística privada de América Latina y la sexta del mundo. Su cables surtían a diarios de todo el país, especialmente los de Buenos Aires. Según P. J. De Irarzazábal Nerpell, “además de la información, la ANS ejerce influencia en el ámbito publicitario, del que saca importantes recursos para su mantenimiento.” Enciclopedia GER, “Agencias de Prensa”, Ediciones Rialp S.A. Gran Enciclopedia Rialp, 1991.
También Gallardo, Domingo: Saporiti. Editorial Arte e Impresión. Buenos Aires, 1999. citado en el blog Es lo que hay para mí.
8) Jordán, Angel A. “Notas en el puño de mi camisa”; en Cine en Siete Días Nº 328, 22/07/1967
9) “Ana Bristol aterrizó en Madrid en un platillo volante”, en Diario Pueblo, 4/08/1967
Más info online
González, Luis R., Agostinelli, Alejandro C.; “Teleportations: A Review of the Phenomenon in UFOlogy” (2002), en The Anomalist Vol 10, editado por Patrick Huyghe and Dennis Stacey, y “Coches Voladores a Estrenar: Fraudes, Rumores y Ciencia Ficción” (2003), en Cuadernos de Ufología Nº 29 – 3ª Época, Fundación Anomalía (España) y en Micromegas (2007).
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