Caí casi de casualidad en un sitio educativo de la NASA y me pregunté cuántos chicos no iban a entrar en esa página porque por distintos medios de difusión masiva fueron convencidos de que la agencia espacial de los Estados Unidos es un organismo maquiavélico, que oculta información sensible sobre el estrellamiento de una nave extraterrestre en Roswell, “tapa” el fraude del Proyecto Apollo y otras patrañas por el estilo.
Estaba buscando ejemplos de casos para un proyecto de educación científica y allí estaba el esquema que vemos en la página siguiente, un gráfico que explica qué son las fases lunares por medio de un diagrama convencional y, en otra columna, el mismo dibujo recreado con un paquete de galletitas Óreo, raspando la crema para hacer las cuatro fases principales de la Luna.
Ya que estamos, ¿qué son las “fases” de la Luna? Son los diferentes aspectos que presenta nuestro satélite natural de acuerdo a su posición respecto al Sol: como la Luna no tiene luz propia, a lo largo de un mes la luz del Sol iluminará cada cara durante su órbita alrededor de la Tierra. Cada noche la vemos distinta y a cada cambio de aspecto le corresponde una descripción: “Luna llena”, “Cuarto creciente”, “Cuarto menguante” y así. Porque así la vemos salvo cuando está entre la Tierra y el Sol (“Luna nueva”); en tales circunstancias, los observadores estamos expuestos a la cara no iluminada.
Claro, no es lo mismo explicar esta idea con un gráfico perfectamente delineado –y perfectamente insípido– que con el tentador paquete de galletitas Óreo que acabamos de abrir ante un grupo de estudiantes. Y es lo segundo lo que propone hacer el sitio educativo de la tenebrosa NASA.
Una profe de periodismo científico dijo una vez que “odiaba lo didáctico”, pero cuidado, ¿acaso la divulgación de la ciencia es una «eficiente» maquinaria de transmisión de conocimientos? ¿Acaso no debe contagiar curiosidad, el deseo que todos sentimos cuando descubrimos por nuestros propios medios el por qué de las cosas?
Para atraer la atención de un auditorio probablemente poco interesado en ciencia nada mejor que usar elementos educativos simples, que reducen la complejidad del tema y lo acercan a la vida cotidiana, o elementos reconocibles que son parte de la cultura popular, como el universo de artefactos y conceptos procedentes de la galaxia de las creencias extraordinarias.
¿Cuántas otras cosas nos perdemos por temores infundados o, mejor dicho, difundidos por doctrinas pseudocientíficas o teorías conspirativas que circulan alegremente por la web o los principales cadenas de cable? ¿Cuántas estupideces fueron propagadas por genios que no se dieron cuenta que estaban dejando pasar una gran oportunidad para enseñar qué tenía para decir la ciencia sobre el fenómeno, la experiencia o la pseudociencia en cuestión?
Los cerebros que mueven los apolíneos músculos que tiran de estas cadenas también pierden oportunidades. Para seguir con el ejemplo de Óreo, pueden perder, incluso, grandes anunciantes.
ENLACES
The Space Place
¿Por qué la Luna se ve diferente durante el mes?