Mientras los argentinos queremos conocer cuál fue la relación, si la hubiese habido, entre el vicepresidente de la Nación y los dueños de la empresa que hasta hace poco imprimía el papel moneda, el Brasil multirreligioso (en realidad, casi tan católico como nuestro país, pero más hospitalario con otras expresiones religiosas) toma medidas para borrar la frase “Alabado sea Dios” de los billetes de curso legal, los reales.
No nos extenderemos con la noticia, que puede leerse en varias partes, pero sucedió que la Fiscalía Regional de Derechos de los Ciudadanos (CRP) en Sao Paulo, al frente de la cual se encuentra el fiscal Jefferson Aparecido Días, pidió a la Corte Federal que quitara la frase “Alabado sea Dios” (Deus seja louvado, en portugués) de los billetes ya que “el gobierno brasileño es laico y no tiene por qué adherir a ninguna manifestación religiosa”.
«Imagine que el billete del real contuviera las siguientes palabras: ‘Alabado sea Alá’, ‘Alabado sea Buda’,’ Salve Oxossi’, ‘Salve Lord Ganesha’, ‘Dios no existe’. Con seguridad habría disturbios en la sociedad brasileña debido a la vergüenza que padecerían los ciudadanos que creen en Dios «, dice el texto de la acción, en la cual se expresa que la mayoría cristiana “no justifica que se continúen violando los derechos fundamentales de los brasileños que no creen en Dios”.
No es un mal paso: los arreligiosos no tenemos por qué comernos esa hostia. Ya habrá tiempo para bajar de las paredes todos los crucifijos que decoran los lugares públicos, eliminar juras tales como “bajo la protección de Dios” en los actos de asunción de las autoridades políticas y, tal vez lo más importante, dejar de abonar honorarios y gastos de infraestructura a los prelados católicos. O, en caso contrario, financiar proporcionalmente a todas las otras, incluida la Iglesia del Monstruo Espagueti Volador.
El texto completo de la acción se puede leer aquí:
ACP N º 00119890 – 16.2012.4.03.6100 FUENTE: MFP-SP
Fuente consultada: Coad
Agradecimiento: Alejandro Frigerio y Darío La Vega por indicar la ilustración de Osmani Simanca, historietista brasileño con una notable trayectoria en humor religioso.