Paul Kurtz, el filosofo secular que movilizó a una generación

Paul Kurtz, pionero del llamado humanismo secular y cofundador del CFI (Centro para la Investigación), del Consejo para el Humanismo Secular y profesor emérito de Filosofía de la Universidad de Buffalo, la creador de Free Inquiry, murió el 21 de octubre del 2012 a los 86 años.
Consideré escribir unas líneas porque en estos días leí que
para algunos Kurtz “en los últimos años tomó una postura acomodaticia entre el escepticismo y la superstición”. Frente a tanta repugnancia, una evocación.

Por Alejandro Agostinelli

Una sola vez me crucé con Paul Kurtz (1925-2012), profesor emérito de Filosofía de la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, cofundador del CSICOP (Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones sobre lo Paranormal), hoy conocido como CSI (Comité para la Investigación Escéptica), del CSH (Consejo para el Humanismo Secular) y del CFI (Centro para la Investigación).

Fue en el Distrito Federal de México, durante el XIII Congreso Mundial de Humanistas, allá por Noviembre de 1996. “¡Qué bella mujer!”, sonrió y murmuró a Patricia López Zaragoza, a la sazón organizadora y presidente de la Asociación Mexicana Ética Racionalista (AMER) (*). Kurtz se había referido a la joven que me acompañaba, una argentina producida estilo post-hippie new age, que sonreía y saludaba uniendo sus palmas al mentón a todo aquel que se atreviera a mirarla. Tras haber capturado al vuelo alguna que otra mirada de desconfianza, si no de desdén, yo estaba por llegar a la conclusión de que no todos estaban dispuestos a dar a mi amiga la bienvenida. Pero yo había ido a México a visitarla, mi estadía coincidió con aquel encuentro de librepensadores de pura casualidad y, definitivamente, era interesante poner a prueba el credo humanista secular con una representación viva, atractiva y desafiante de las creencias que muchos racionalistas desaprueban. Ya me había sentado a conversar con Mario Bunge, a quien había entrevistado sobre el tema de la conferencia (“Humanismo global para la era cibernética”), y escuché de él, quizá por primera vez, dos argumentos que se pusieron de moda años más tarde, según los cuales Internet iba a confinar el conocimiento a quienes pudieran pagarlo y que así como la web facilita la difusión de conocimientos, propaga basura. El único momento que me crucé con Kurtz, cuando Patricia López tuvo la cortesía de presentármelo, él elogió la belleza de una mujer, independientemente del exotismo de la información que transmitía su cinta para el cabello, sus sandalias colorinche y la ropa que llevaba puesta.

EN POS DE UN RACIONALISMO ESPIRITUOSO. Otros reseñarán sus logros, sus libros, sus hazañas. Yo quiero escribir algo sobre lo que Kurtz me ha inspirado y sobre lo que nadie, o pocos, dirán sobre él y su obra. Paul Kurtz me caía bien antes de aquel encuentro furtivo y por razones que no se miden en una fiesta de subjetividades, porque eso son los eventos sociales; como a mí me venían gustando sus ideas, y puedo estar magnificando mis recuerdos, me adelanto a observar que los contrastes de aquella escena pudieron ser mucho menos definidos. Me caía bien porque a mediados de los noventa yo soltaba anclas con el pasado y raramente estaba demasiado de acuerdo con alguien sobre cualquier cosa. De Kurtz me atraía su ética sin religión y libre de atavismos culturales, su desapego de la visión provinciana tan típicamente estadounidense y su defensa de una concepción científica para alcanzar un compromiso planetario que trascendiera las identidades nacionales y étnicas, propuesta en un texto impulsado por su iniciativa, el Manifiesto Humanista. De aquella inmersión en la cosmovisión kurtziana sólo me alejaba comprobar que en las sociedades donde el humanismo secular estaba más desarrollado, como la India o Suecia, continuaba la ¿religiosidad? que sus activistas, procedentes del iluminismo occidental y, quiérase o no, judeocristiano, cuestionaban: algunas asociaciones del movimiento propiciado por Kurtz celebraban bautismos, casamientos y funerales seculares, y ninguna voz señalaba lo que para mí era una clara hipocresía: “¿Qué clase de racionalismo necesita rituales?”. Claro, así pensaba yo hace tres lustros.

Paul Kurtz, ex director de Free Inquiry, fundador de la legendaria Prometheus Books, autor de “La Tentación Trascendental”, “El Fruto Prohibido: Ética de la Laicidad” y de otros 38 libros sobre pseudociencia, ateísmo, economía, religión y política, y unos 800 artículos, falleció el pasado 20 de octubre y me entristece saber que nunca podré hablar con él sobre todo aquello.

FIN DE LOS BUENOS TIEMPOS. Una de las críticas hacia Kurtz que escuché más seguido durante los años que estuve cerca del movimiento escéptico recordaba el tipo de críticas que solía recibir Fidel Castro desde la izquierda que no comulgaba con el castrismo perpetuo: su condición de “pater familiae”, “patriarca” o “gran mestre” había estado bien, de hecho muchos celebraban sus logros del pasado, pero ya era suficiente, “debía dejar paso a nuevas generaciones”.

Mario Bunge, que lo acompañó por décadas en sus proyectos racionalistas, me dijo que hay suficientes motivos para respetar y honrar la memoria de Paul Kurtz: “Fundó 16 sociedades para la defensa de la cultura laica y científica y fue el abanderado del iluminismo contemporáneo. Es verdad que no fue un pensador original, que apoyó a algunos macaneadores por el solo hecho de ser ateos, que se hizo millonario con su obra cultural, y que, en los últimos años, se había vuelto autocrático, como suele ocurrir con los líderes. Pero las virtudes de Paul fueron más numerosas e importantes que sus defectos, y su valentía fue ejemplar”.

Ni siquiera estoy seguro de que se haya hecho millonario con su obra cultural; como sea, la presunción de «falta de originalidad» que le endosa Bunge sigue compensándose con la amplificación de ideas que valía la pena poner en foco y al alcance de muchos. No son cosas para andar minimizando, menos en una sociedad como la nuestra, que le da estatus de pensador a José Pablo Feinmann. Pero vivimos en un mundo donde muchas veces son sesgos y preferencias arbitrarias -determinadas por modas, y no por análisis o debates- las que contribuyen al triunfo de ciertas tendencias ideológicas, en este caso en el escenario académico: en el mismo mail, Mario me cuenta que hace varios años le propuso a la Universidad McGill de Montreal que le diera a Kurtz un doctorado honoris causa. “Mi propuesta fue rechazada sin darme razones, y el doctorado se lo dieron a un teólogo”. Bunge insiste: Paul Kurtz y James Randi ocupan lugares de honor en el Panteón Iluminista. Ojala tengan reemplazantes condignos”.

La última frase de Bunge es la que Kurtz puso en entredicho.

Kurtz debía ser consciente de que debía hacer una transferencia ordenada del mando. Hace dos años, algo de eso parecía estar sucediendo cuando un comunicado difundió que las tres principales organizaciones que él había fundado (CSI, el CSH y el CFI) habían aceptado su dimisión. El sucesor era un abogado promovido por él mismo, Ronald Lindsay. El pionero y fundador quedó con un cargo honorario. Pero en 2010, Kurtz renunció a todos sus cargos “por desaveniencias con la nueva Comisión Directiva”.

Entrevistado por Erich Vieth, Kurtz explicó que había renunciado voluntariamente pero “bajo una gran presión”. Dijo que fue despedido “sin compensación laboral alguna”, que los sucesores no tuvieron en cuenta que él había sido un voluntario, y que en su rol de fundador había donado “más de 2 millones de dólares” a las tres organizaciones y que, a lo largo de los años, con su trabajo había ayudado a recaudar “40 millones de dólares” para el CFI. También denunció haber sido censurado en la publicación fundada por él mismo, Free Inquiry, que no dio explicación alguna sobre su renuncia a la dirección de la revista. “Fue lo más parecido a un Consejo de Obispos que busca controlar a su Fundador”, denunció Kurtz.

“Es similar a la policía del pensamiento”, continuó en la entrevista que le hizo Erich Vieth. “¡Ay! Se negaron a publicar tres de mis editoriales, y se negaron a publicar la declaración sobre mi renuncia. ¡Qué contradicción!”. Una de las circunstancias más patéticas de todas las que describió Kurtz en aquella entrevista fue el día en que Ron Lindsay (actual presidente del CFI) le pidió que entregara las llaves de su oficina en el CFI. “Le dije que yo diseñé y recaudé el dinero para construir la sede y me negué a salir. Él dio marcha atrás”. (Pocos días después de aquella entrevista, cuenta Vieth en su blog, cambiaron las cerraduras del CFI para impedirle el acceso). En una entrevista posterior, Lindsay negó todas las acusaciones de Kurtz como “un mito que no resiste un examen crítico”.

No tengo idea de quién pueda tener la razón, si es que alguno de las partes la tiene por completo, pero es por lo menos curioso que 1) pese a la gravedad de la denuncia de Kurtz, pocos de los que ahora se rasgan las vestiduras parecieron preocupados y 2) llama la atención que Lindsay detectara tantas fantasías y ninguna certeza en el relato del vigoroso intelectual que hace cuarenta años tuvo la visión que permitió crear la organización cuya dirección ahora él estaba disfrutando. Kurtz podía ser cualquier cosa menos un espíritu desintegrador. Más bien todo lo contrario. “Fue el cemento que nos mantuvo unidos”, definió –y recuerda Luis Alfonso Gámez en su blog–, el psicólogo y escritor del CSI Benjamin Radford.

Un hecho que empacó a las partes en posiciones, más que encontradas, radicalmente antagónicas, fue la que mantuvieron el CFI y Kurtz respecto al “Día de la Blasfemia” y a un concurso de dibujos animados que ridiculizaban la religión, patrocinados por el Centro. Para Kurtz, ambas iniciativas traicionaban el espíritu pluralista y tolerante que debían promover las organizaciones que él había contribuido a crear. Y que, a sus 82 años, intentó recrear a través del Instituto para la Ciencia y los Valores Humanos, que nació para contestar la siguiente pregunta: “¿Cómo puede ayudar la ciencia a revisar nuestros valores para que sean pertinentes a los problemas que enfrenta la humanidad?”.

La pertinencia de la ciencia en diversas esferas de la vida fue una preocupación que estuvo siempre en su agenda. Probablemente, en vez de rizar el rizo en teorizaciones vacuas, ya que no estuvimos ahí, o escribir el enésimo panegírico, a despecho de que muchos de quienes lo lloran no dijeron ni pío cuando le cambiaron la cerradura de la oficina, convendrá conocer qué pensaba Paul Kurtz, por ejemplo, sobre el Día de la Blasfemia (luego rebautizada Campaña por la Libertad de Expresión). Le agradezco a Manuel Borraz su ayuda con la traducción.

DÍA DE LA BLASFEMIA: UN PUNTO DE VISTA DISIDENTE

“La celebración del «Día de la Blasfemia» por el Center for Inquiry, patrocinando un concurso para fomentar nuevas formas de blasfemia, creo que es muy imprudente. Traiciona las virtudes cívicas de la democracia. Apoyo la premisa según la cual la religión debe estar abierta al examen crítico de sus afirmaciones, al igual que todas las demás instituciones de la sociedad. Tengo serias reservas sobre las formas que toman estas críticas. Por ejemplo, se han distribuido recientemente viñetas cómicas ridiculizando figuras clave en el cristianismo, como una caricatura que representa un Jesús femenino pintando sus «clavos» con esmalte de uñas rojo [«nail» es clavo y uña en inglés, de ahí el juego de palabras], o el dibujo del Papa con una larga nariz como Pinocho.

“Cuando defendimos el derecho de un periódico danés de publicar caricaturas que deploraban la violencia de los terroristas suicidas musulmanes, estábamos apoyando a la libertad de prensa. El derecho de publicar críticas disidentes de la religión debe ser aceptado como fundamental para la libertad de expresión. Pero para el CFI, patrocinar la sátira del cristianismo fomentando caricaturas anti-católicas, anti-protestantes, o cualquier otras anti-religiosas va más allá de los límites del discurso civilizado en una sociedad pluralista. No es diferente de las caricaturas antisemitas de la época nazi. Sin embargo, algunos ateos fundamentalistas han recurrido a esas payasadas vulgares para atraer la atención de la prensa. Al hacerlo, han deshonrado los principios éticos básicos que el Center for Inquiry ha defendido firmemente hasta ahora: la tolerancia a puntos de vista opuestos.

“Una cosa es examinar las afirmaciones de la religión de una manera responsable, señalando las críticas bíblicas, coránicas o científicas; otra muy distinta es violar el principio humanista clave de la tolerancia. Uno puede estar en desacuerdo con las creencias religiosas, pero denigrarlas con burdas caricaturas roza el discurso del odio. ¿Qué dirían humanistas y escépticos si los creyentes religiosos les insultaran de la misma forma? Protestaríamos por la falta de respeto a puntos de vista alternativos en una sociedad democrática. Pido disculpas a mis compatriotas que han sufrido estos comentarios mordaces de indignidad.”

Paul Kurtz, 29 de septiembre de 2009

Para seguir leyendo:

Obituario del CFI-Argentina. Por Alejandro Borgo

Obituario del CFI

Adiós a Paul Kurtz, el padre del movimiento escéptico y del humanismo moderno. Por Luis A. Gámez

“La astrología es la religión más popular del mundo”. Entrevista de Luis A. Gámez (1997)

Falleció Martin Gardner (1914-2010). Por Alejandro Agostinelli

Portavoz E.T. rinde tributo a Carl Sagan

Entrevista a Philip J. Klass: La verdad está fuera… de los medios. Por Alejandro Agostinelli (2001)

Klass, Philip (1919-2005)

Blasfemias. Por Alejandro Agostinelli (8/04/2009)

Decreto de la ONU para desactivar la blasfemia (30/03/2009)

(*) Nota al 26/10/2012. Un amigo me acaba de informar que Patricia López Saragoza falleció en 2005. Dejo el enlace a la nota que confirma su deceso. No estaba enterado. Mis cariños a sus deudos, guardo los mejores recuerdos de ella.

El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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