
Lo que no dice el autor de la entrevista –distribuida por EFE y publicada por varios medios, entre nosotros por Yahoo!– es que los escritos de Botaya tienen un tufo antisemita que voltean. No hay que escarbarmucho en el blog del escritor para hallar comentarios racistas y xenófobos. En un post reciente, por ejemplo, siembra alarma sobre “los peligros de la sociedad multirracial”, inspirado en el teórico francés anti-inmigración Gillaume Faye, quien escribe: “La invasión se realiza tanto mediante las maternidades como por la política de fronteras abiertas. La derecha blanda y la izquierda enloquecida hablan –cada vez menos, eso sí– de ‘fantasmas’ cuando se evoca la realidad. Minimizan, reinterpretan y se tranquilizan, como aquel pésimo médico que contaba a un enfermo canceroso que solamente sufría de un enfriamiento pasajero” (el contexto, aquí).
Trailer de Iron Sky (2012)

En octubre de 1995, escribí sobre el tema un extenso artículo en la revista “Descubrir” (y sobre el cual quisiera transgredir las expectativas de este post y desviarme en una digresión. Aquella fue una típica nota por encargo. A esa altura del año, la revista quiso “despegarse” del caso que incendió el género: la muñecopsia de Roswell, auspiciada entre nosotros por “Conozca Más” y Telefé, a través del programa “Siglo XX Cambalache”. Y relacionar los nazis con los ovnis marcaba la diferencia. No es que aquel artículo estuviera mal, pero tampoco me siento orgulloso. Por entonces, la popularidad del tema estaba tan en alta que los editores sentían que debían insistir con portadas sobre ovnis, y yo, en aquel tiempo, trabajaba en eso a dos y hasta a tres bandas: del “Conozca Más” de Norberto Angeletti–Juan Porras pasé al “Descubrir” de Héctor D’Amico-Hugo García, pero mientras escribía en “Descubrir”, Jorge Novoa me llamaba de “Enciclopedia Popular Magazine”… Fue en la sección “En trance”, en el nuevo “La Prensa”, donde encontré un remanso: porque por entonces lo mío no era la bilocación sino la trilocación).
Cuando mi amigo Hugo García, a la sazón subdirector de “Descubrir”, me pidió que escribiera sobre la “tecnología ufológica nazi”, le dije era un tema sobre el cual había más especulaciones fantasiosas que datos firmes. Entonces le propuse ir al extremo más folclórico, ya que yo volvía de entrevistar en Santiago de Chile a Miguel Serrano, el ex diplomático chileno que, en el librito “Los ovnis de Hitler contra el nuevo orden mundial” (1993) y en varios reportajes, afirmaba que Adolf Hitler planificaba su Cuarto Reich desde una base en la Antártida, donde desarrollaba nuevas tecnologías que explicaba los avistamientos de ovnis y acumulaba fuerzas para su retorno triunfal. Como era –y sigue siendo– una tradición en las publicaciones de Editorial Perfil, la tapa aseguraba una cosa y el artículo otra –a menudo, como en este caso, una cosa radicalmente opuesta.

Un detalle curioso que recuerdo de aquella entrevista con Serrano (a la izquierda está la foto que le tomé, en Comentarios, si alguien me lo pide, cuento cómo la saqué) fue que su calendario era una apretada cuenta regresiva, que culminaba con la Segunda Venida del führer. Supongo que nadie más recordó aquella cuenta atrás desde que el escritor murió, en febrero de 2009. Pero incluso en 1994, cuando me relató su teoría, habían pasado 105 años del nacimiento de Hitler (es decir, el criminal de guerra ya sería un pelito anciano para andar haciéndose el héroe).

Antes de 1993, cuando publicó su folleto, Serrano ya solía hablar de las bases de platos voladores nazis en la Antártida. El asunto era un legado del folclore diseminado tras las expediciones alemanas realizadas entre 1938 y 1939 en un territorio antártico burlado a Noruega, en una región que los alemanes llamaron Nueva Suabia. Pero lo cierto es que el mito se extendía hasta el espacio exterior, ya que Serrano sugería que el contraataque podría proceder de la Luna. Hasta circulaba un falso documental (creo que es este). La cuestión es que toda esa mitología demencial quedó confinada a un recuadro de mi nota, que acabó centrándose en aspectos más o menos conocidos de la ingeniería misilística y aeroespacial alemana y estadounidense, más las dudosas afirmaciones de quienes promovían la existencia de prototipos nazis semejantes a platos voladores.
La versión distópica de Iron Sky descansa sobre estas habladurías. ¿El argumento del filme? En el año 2018, los descendientes nazis radicados en la cara oculta de la Luna deciden abandonar su refugio (increíblemente ostentoso para un palacio espacial sin testigos a quienes amedrentar) y se alistan para invadir la Tierra en sus discos voladores, controlados por el más fantástico descubrimiento de la ciencia hitleriana: la antigravedad (más info sobre la peli, aquí).

Para el final cedo el uso de la palabra a mi amigo Fernando Mazzeo, con más capacidad de síntesis que yo y al fin y al cabo responsable de que escribiera todo esto: “Que se publique esta entrevista a pocos días del estreno de Iron Sky no sólo no es serio, sino que es ridículo”.






