Esta es una respuesta del Lic. Gerardo Primero a Ignacio Torres (¿Qué sabes sobre la homeopatía?, publicada por Infobae en el sitio de Claudio María Domínguez) y a José E. Eizayaga (Crítica a la homeopatía en los medios basada en datos falsos) por sus comentarios sobre la nota de Roxana Kreimer publicada en Factor 302.4 (¿Porqué, siendo inefectiva, tantas personas creen en la homeopatía? y en Clarín, Homeopatía, otra vez en medio del debate).
Los estudios que citan los defensores de la homeopatía fueron realizados en condiciones metodológicas deficientes, y en algunos casos han sido cuestionados por los mismos investigadores que los han realizado, tal como se mostrará más abajo.
En una réplica a la nota de Roxana Kreimer se ha dicho que una reunión de escépticos en una plaza para tomar al mismo tiempo un medicamento homeopático no constituye prueba de nada, y que si los escépticos de la aspirina hicieran lo mismo, no aportaría ninguna información acerca de la droga.
Pero la iniciativa no pretendía «probar» la ineficacia de la homeopatía, sino recordar uno de sus argumentos centrales: la ausencia de ingrediente activo. Esto constituye una diferencia significativa respecto a la aspirina, que sí posee un ingrediente activo (ácido acetilsalicílico) y cuya sobredosis provocaría diversos efectos biológicos (e.g.: malestar y dolor estomacal, náuseas, vómito, gastritis, fatiga, fiebre, confusión, ver Medline 2011).
La ausencia de evidencia no es la única razón para el escepticismo. Muchas personas creen erróneamente que la homeopatía es una variante de la medicina herbal. Las plantas contienen una amplia variedad de sustancias, algunas de las cuales pueden tener efectos biológicos beneficiosos o perjudiciales. Pero los remedios homeopáticos son sólo agua y almidón, pues los supuestos «ingredientes activos» han sido tan diluidos que en muchos casos no queda ni una sola molécula en el producto final.
No existe ninguna forma de distinguir dos remedios homeopáticos «diferentes» más que por la etiqueta: un remedio homeopático es químicamente indistinguible del placebo y de otros remedios homeopáticos.
La cantidad y calidad de la evidencia en contra de la homeopatía (toda la evidencia conocida por la química y la biología, según la cual un remedio no puede tener un efecto terapéutico si carece de moléculas del ingrediente activo) es mucho más sólida y rigurosa que los argumentos que nos ofrecen los homeópatas (revisiones sesgadas, estudios de baja calidad metodológica, especulaciones acerca de propiedades inobservables del agua, apelaciones a la tradición o la autoridad).
La especulación acerca de una «memoria del agua» carece de evidencia (Texeira, 2007), ya que las estructuras moleculares observadas en el agua no duran más que unas fracciones de nanosegundos (Cowan y otros, 2005), y no pueden mantenerse en el proceso de sucesivas diluciones utilizado para producir un remedio homeopático.
Los diversos meta-análisis y revisiones sobre homeopatía realizados hasta la fecha (Altunc y otros, 2007; Boissel y otros, 1996; Ernst y otros, 2002, 2006, 2008, 2010; Kleijnen y otros, 1991; Linde y otros, 1997, 1999; Linde y Melchart, 1998; Cucherat y otros,2000, Shang y otros, 2005) hallaron una correlación inversa entre la calidad metodológica del estudio y la efectividad de la homeopatía.
Los peores estudios muestran mayor evidencia a favor de la homeopatía, mientras que en los estudios mejor realizados no se encuentran efectos estadísticamente significativos (ni positivos, ni negativos) de la homeopatía en relación al placebo.
La aparente excepción (Linde, 1997) es frecuentemente citada por los homeópatas como evidencia positiva, pero el mismo grupo reanalizó los datos dos años más tarde (Linde y otros, 1999), prestando más atención a la calidad de los estudios, y encontró que los estudios más rigurosos obtenían menores resultados (p. 634). Los autores concluyeron: «La explicación más plausible de este hallazgo es la del sesgo… La evidencia de sesgo debilita los hallazgos de nuestro meta-análisis original… Parece probable, por lo tanto, que nuestro meta-análisis como mínimo sobreestimó los efectos de los tratamientos homeopáticos» (pp. 634-635). En respuesta a una carta, los autores admitieron que «hay insuficientes estudios para realizar un análisis útil de investigaciones de alta calidad con medidas de resultados predefinidas» (Linde y Jonas, 1998, p. 367).
Cucherat y otros (2000) afirman: «hay alguna evidencia de que los tratamientos homeopáticos son más efectivos que el placebo, pero la fuerza de esta evidencia es baja debido a la baja calidad metodológica de los estudios. Los estudios de mejor calidad tuvieron más probabilidad de ser negativos que los de baja calidad. Se requieren más estudios de alta calidad para confirmar estos resultados».
Una revisión de meta-análisis (Ernst, 2002) concluyó: «la mejor evidencia clínica disponible a la fecha no apoya las recomendaciones positivas para su uso en la práctica clínica” (p. 577). Por su parte, el meta-análisis de Shang y otros (2005, 2006) concluye que «hay evidencia débil para un efecto específico de remedios homeopáticos, y evidencia fuerte para efectos específicos de intervenciones convencionales» y que «este hallazgo es compatible con la noción de que los efectos clínicos de la homeopatía son efectos placebo» (p. 366).
Los intentos de reanalizar los mismos datos desde una perspectiva diferente (Rutten y Stolper, 2008, 2009; Lüdtke y Rutten, 2008) no han mostrado fallas significativas en el estudio inicial (Wilson, 2009).
Una revisión reciente realizada en la base de datos Cochrane (considerada las más confiable en su área), concluyó que «la evidencia de las revisiones Cochrane de estudios de homeopatía no muestra que la medicación homeopática tenga efectos más allá del placebo» (Ernst, 2010).
Referencias:
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