Esta tarde me entrevistaron de la radio de un colegio en Ituzaingó. La conductora del programa (*), de tan solo 16 años, quería saber en qué había creído yo, un señor ahora tan escéptico, a mis 16 años. Esta periodista adolescente, tal vez interesada en comparar mis creencias de ayer con las suyas de hoy, me hizo acordar que fui un chico con imaginación, que esa imaginación me había orientado a creer que éramos visitados por extraterrestres, una de cuyas pruebas era la presencia en los cielos de la Tierra de objetos voladores no identificados. Y que comencé a buscar respuestas científicas para confirmar mi presunción, a saber: que aquellos “no identificados” de los que tanto se hablaba eran los extraterrestres en los que yo deseaba creer.
Los alumnos de la escuela de Ituzaingó hoy supieron que me llevó tiempo darme cuenta de que unos informes de “casos no identificados” no sólo no constituían evidencia para sostener la hipótesis extraterrestre sino que aquellas historias, por mejor contadas que estuvieran, no alcanzaban para constituir una hipótesis general sobre el asunto. Así, un conjunto formado por una decena o más casos de casos suficientemente “raros” no pueden significar que las experiencias con ovnis (un conjunto heterogéneo de informes de personas que reportan sobre objetos provisoriamente sin identificar) procedan de alguna parte en concreto.
Pasaron los años y yo no confirmé la hipótesis que había construido en mis fantasías, alimentadas por los medios de una época en que casi era original pensar que tales “objetos desconocidos” llegaban de otros mundos. Podría haberme desanimado por completo, ya que mi temprana carrera como“ ufólogo” se cimentaba sobre la base de aquella convicción. Sin embargo, contradije las expectativas que tenía sobre mí mismo. Imaginaba que cuando fuera adulto iba a ser una especie de Galileo Galilei que iba a develar la identidad de los marcianos. Pero seguí haciéndome preguntas y me convertí en este periodista que soy, es decir, en el que esta tarde intentó responder -entre otras preguntas que hizo una chica que ya es periodista cuando yo todavía era ufólogo- por qué para diferenciar a un investigador serio de un charlatán hay que ser curioso y saber qué preguntar.
Esta larga introducción personal tiene que ver con otro tema. El mapa “El Futuro de la Ciencia en 2021” (anótese esta fecha, potencial candidata para el siguiente fin del mundo) postula que la década entrante probablemente tendremos un Facebook genético, podremos grabar nuestros sueños, diseñaremos nuevas formas de vida, pondremos en marcha empresas orbitales y, last but not least, ¡confirmaremos la existencia de vida alienígena!
Este “mapa ecológico de la ciencia” creado por el Instituto para el Futuro (IFTF) imagina una década en la que, entre otras cosas, los hombres involucrados en el diseño del porvenir priorizarán la participación ciudadana en la investigación científica. En todas las Guías del Futuro (científicas o astrológicas), el descubrimiento de que la humanidad no está sola en el universo, y que tendremos noticias de otras, es una figurita que se repite año tras año. ¿Descubriremos nosotros a los extraterretsres, en alguno de nuestras incursiones hacia los confines del sistema solar? ¿O serán ellos quienes nos descubrirán a nosotros?
Ignoro cuándo podremos contestar esas preguntas. Tanto optimismo me parece ingenuo, pero sin embargo me alegra que la búsqueda de inteligencia extraterrestre siga figurando en el mapa de la ciencia futura, más porque sospecho que esa pregunta nos podría conducir a otras más interesantes. Tal vez, de la adecuada respuesta de alguna de ellas, quizás, dependerá nuestra supervivencia como especie.
(*) El programa se llama Costumbres Argentinas y sale los Lunes, de 11 a 13 hs., por Fm Xpress 95.7 de Castelar Sur. Se puede escuchar también por www.xpressfm957.com.ar. Son alumnos del Colegio Instituto Barrio Marina de Castelar Sur. Profe: Juan José Dimilta.
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