Durante Semana Santa, en España, salen a la calle hermandades de lo más sorprendentes. Tal vez la más extraña y conocida es la marcha de los devotos de San Genarín, el santo de los borrachos, a quien le han dedicado un documental que parece muy divertido y conmovedor.
Pero hay una procesión aún más asombrosa. Es la organizada por la Cofradía del Silencio o Hermandad del Santísimo Cristo de las Injurias, venerada en la Santa Iglesia Catedral de la catoliquísima ciudad de Zamora.
Tras recorrer un rato la web institucional se pueden destacar tres aspectos salientes de la Hermandad.
Una, que todo gira alrededor de la imagen del Cristo en cuestión. Se la describe como “una escultura de bulto redondo, tallada en madera y en tres partes, cabeza, cuerpo y piernas por un lado, unidos a esta parte ambos brazos. La imagen mide dos metros de altura y representa a Cristo muerto en la cruz”. De hecho, la Cofradía fue fundada en 1924 para acompañar a la imagen en procesión.
Otro aspecto es el regodeo sanguinolento, muy a la Mel Gibson, que hacen del Cristo sufriente, que tiene “su cabeza ladeada hacia la derecha y caída sobre el pecho, va ceñida una corona de soga de la que salen grandes espinas, en la parte superior de la ceja izquierda una de estas espinas atraviesa la piel de la frente. Los ojos con la mirada perdida y oblicuamente entornados, nariz afilada, pómulos marcados, boca entreabierta distinguiéndose la cavidad bucal con la dentadura y la lengua, barba dividida en dos terminados en dos puntas rizadas. El costado derecho presenta una profunda llaga de la que cae una caudalosa lámina de sangre”. Etc.
El último punto a señalar está en los Sagrados Estatutos de la Hermandad. Si le echamos un vistazo veremos que se le conceden unas pocas líneas “al espíritu de recogimiento y de piedad que debe de distinguir a los Hermanos” y largas parrafadas a las obligaciones que deben obedecer “todos los varones mayores de 10 años” que deseen pertenecer a la Hermandad, entre las que se destaca “la cuota anual y las extraordinarias que sean establecidas por la Asamblea General”, “acompañar con el hábito de Hermano al SANTISIMO CRISTO DE LAS INJURIAS en la procesión que con su Sagrada Imagen se celebra el día de Miércoles Santo” y “desempeñar de una manera gratuita los cargos para los que fuera designado por la Junta Directiva”.
Para ingresar en la Hermandad, desde luego, es necesario abonar una cuota de inscripción. Y si un Hermano acusa la baja voluntaria o como consecuencia de tener dos anualidades impagas y luego desea volver a formar parte de la Hermandad, “tendrá que abonar una nueva cuota de inscripción y su número de orden será el nuevo, sin posibilidad de recuperar el que anteriormente tenía”.
El pago y el cumplimiento de las obligaciones le da al feligrés unos pocos derechos, pero el más valorado es sin duda la túnica que se ponen en las procesiones, “hecha de lana o estameña blanca, ceñidor y guantes del mismo color, caperuza de veludillo rojo, con el distintivo de la Hermandad en la pechera, decenario, calcetín y calzado negro, hachón para alumbrar”.
Ah, última cosa: “La túnica será lo suficientemente larga para que resulte estética”.
