Y si hace tres días recordamos el cumple del capitán James Tiberius Kirk, para el del Sr. Spock tiramos la casa por la escotilla. Porque desde hoy también es octogenario.
Qué cosa, don Leonard Nimoy. Antes de retirarse con el grado de sargento del Ejército de los EE.UU. para ser, allá por 1966, oficial científico de la Enterprise, se puede decir que su relación con la ciencia ficción era casi promiscua. En 1952 actuó en la serie Zombies of the Stratosphere. Dos años más tarde fue reclutado como soldado en La humanidad en peligro (1954), aquella peli donde se cruzan platos voladores con hormigas gigantes. Alguno podría pensar que para dar el salto a mediados de los sesenta y ser el Sr. Spock en Star Trek (Viaje a las estrellas, si no sos trekkie) no había mucho por hacer. Sin embargo, pasó por The Twilight Zone (Dimensión desonocida, 1961), The Outer Limits (Rumbo a lo desconocido, 1964), The Man from U.N.C.L.E. (El agente de CIPOL, 1964, junto a William Shatner) e hizo un papel en The Lieutenant, la serie donde el gran Gene Roddenberry descubrió que iba a ser Nimoy, y no Martin Landau, quien iba a interpretar al Sr. Spock.
Cuando en 1970 Star Trek se canceló, el semi-extraterrestre de orejas puntiagudas entró en Misión imposible (¡reemplazando a Landau!) y cuando corrió el run-run de que la Enterprise se aprestaba a despegar, él no quiso volver. Dos años después regresó, pero como director de dos de películas de la saga. Mejor no abundar sobre su paso en documentales bordeline con la ciencia, como In Search of… (1976-1982) y Ancient Mysteries (1994-1998), donde departió con vampiros, templarios y extraterrestres, esta última una fauna paradójica de documentar para un presentador conocido precisamente por el implacable racionalismo que le inculcó su padre vulcano.
El siglo nuevo lo iba a encontrar sacando fotos y con pocas ganas de actuar. De hecho, en 2002, aquel fatigado oficial vulcano anunció que iba a dejar el mundo del espectáculo para quedarse con las bellas artes. Pero J. J. Abrams lo llevó de la punta de las orejas a Fringe, donde interpretó al misterioso doctor William Bell.
Nimoy seguía zigzagueando: en 1975 había escrito su autobiografía “Yo no soy Spock” (para despegarse del personaje) y en 1995 escribió “Yo soy Spock” (para redimirlo).
La contradicción anidaba en su alma mitad alienígena, mitad humana.
Así como el día de su cumpleaños corresponde minimizar minucias (como su temporada como cantante de desgarradoras operetas beat), hay que decir que no solo sorprendió como director y guionista sino como poeta. Y desafió a los magnates de la cultura estandarizada con guarradas fantasiosas, como cuando presentó su colección de desnudos de mujeres obesas en el Museo de Arte Contemporáneo de Bostón, Massachussets. Su tierra natal.
Nimoy no es un fotógrafo novato. En los 70 asistió a la Universidad de California en Los Ángeles a las clases que daba el fotógrafo conceptual Robert Heinecken y no dejó de disparar su cámara hasta 2003, cuando expuso en galerías series como The full body project o publicó álbumes como Shekhina. En 2002, este libro creó un tremendo alboroto entre la comunidad judía porque desnudó a una sensual joven para representar “la esencia de la manifestación femenina de Dios” inspirada en la Kabbalah, el misticismo esotérico judío. “Sexo y espiritualidad –dijo Nimoy– no están separados”.
Dos cosas más: su entrañable amistad con William Shatner es una de las más antiguas y legendarias de Hollywood (en 1997 fue padrino en la tercera boda del actor que interpretó al capitán Kirk).
A lo mejor digo esto porque soy un nostálgico irredento de los sueños pacifistas de las criaturas creadas por Roddenberry, pero es hermoso descubrir que esa amistad entre dos mundos, esa que sus personajes representaron en una de las series que marcó a phaser la cultura pop del siglo XX, sobrepasó la ficción y tuvo su correlato en el mundo real.
Si querés seguir disfrutando de las obras fotográficas de Leonard Nimoy, hay varias galerías de arte online que podés visitar, yo te recomiendo esta.
(Gracias a Carolus y a Viole, fueron ellos quienes recordaron el octogésimo aniversario del maestro).