Párrafos tomados de ‘Los Demonios de Loudun’ (1952) (ver “Las endemoniadas de Loudun”). Por Aldous Huxley. Seleccionados por Sirius Mazzu (*).
“La lealtad partidaria es socialmente desastrosa, pero para los individuos puede ser altamente compensadora, más aprovechable, en muchos casos, que la concupiscencia y la avaricia, puesto que los lujuriosos y los avaros difícilmente se enorgullecen del ejercicio de sus actividades. Pero la condición de partidario o correligioso constituye una pasión muy compleja que permite a quienes la ejercen desenvolverse con satisfacción en sus diversos mundos. Puesto que la actividad que realizan la ejercen en nombre de un grupo, que es, por definición, bueno e inclusive sagrado, pueden admirarse a sí mismos y aborrecer a sus vecinos, pueden ambicionar el poder y el dinero, pueden gozar de los placeres de la agresión y de la crueldad, no sólo sin sentimiento de culpa, sino con un rasgo positivo de virtud consciente. La lealtad a su grupo convierte esos vicios placenteros en actos de heroísmo. Los partidarios se ven a sí mismos como altruistas e idealistas, nunca como pecadores o criminales. Y con ciertas salvedades, lo cierto es que sí lo son. El único problema consiste en que su altruismo es, simplemente, egolatría, y su ideal, por el cual se hallan dispuestos a entregar la vida, no es otra cosa que la racionalización de los intereses corporativos y de las pasiones de facción.
“A lo largo de la Edad Media y en los primeros tiempos de la Moderna, dentro del ámbito cristiano, la situación de los hechiceros y sus clientes era análoga a la de los judíos bajo el dominio de Hitler, de los disidentes bajo el imperio de Stalin o de los comunistas y sus compañeros en los Estados Unidos. Todos ellos eran considerados como agentes de un poder extranjero, anti-patriotas, en el mejor de los casos; traidores, herejes y enemigos del pueblo, en el peor. La muerte era la pena reservada a estos Quislings metafísicos del pasado. Pero echando la vista atrás, desde nuestra privilegiada posición, sobre la trayectoria descendente de la historia moderna, nos damos cuenta que los infortunios de tipo religioso pueden prosperar sin necesidad de creencia alguna en lo sobrenatural; de que los materialistas convencidos se hallan predispuestos a adorar sus propias concepciones como si fueran lo definitivo y absoluto, y que aquellos que se denominan a sí mismos humanistas son capaces de perseguir a sus adversarios con el mismo encono con que los inquisidores exterminaron a los devotos de un personal y trascendente Satanás. Tales pautas de conducta retrotraen, por una parte, y sobreviven, por otra, a las creencias que parecen motivar esa conducta.
“En nuestros días son muy pocas las personas que creen en el demonio, pero hay muchos que gozan comportándose como lo hacían sus antepasados, cuando el espíritu del mal era una realidad tan incuestionable como su adversario. Cuando tratan de justificar sus teorías las transforman en dogmas, a sus estatutos en primeros principios, a sus santones políticos en dioses, y a todos aquellos que no coinciden o se oponen a sus puntos de vista los consideran como a demonios de carne y hueso. Esta transformación idolátrica de lo relativo en lo absoluto, de lo humano en lo divino, les permite halagar sus peores pasiones con clara conciencia de sus actos y en la certeza de que trabajan por el verdadero Dios Supremo. Y cuando aparecen las creencias de este tipo se inventa una nueva postura, pues las manías pertenecen a todas las épocas y pueden continuar manifestando su conocida máscara de legalidad, de idealismo y de verdadera religión.”
(*) Reedición online de ‘Los Demonios de Loudun‘ (1952) por Spirit86 (2004). Textos escogidos por Sirius Mazzu, lector que ganó un concurso en el muro en Facebook de Factor 302.4 para elegir «su escena favorita de un film, libro, comic o vida real». Sirius eligió una fantástica escena de Blade Runner (R. Scott, 1982), donde un agónico replicante, Roy Batty, salva de una muerte segura a su perseguidor. Su monólogo final es de una desgarradora belleza: evoca los extraños recuerdos de un androide que decide morir. La escena de Blade Runner, guarda obvios paralelismos con la muerte de Los manos de El Eternauta de H.G. Oesterheld. (Este post honra un ideal de este blog, según el cual, poco a poco, los lectores reemplazarán al editor).
Más textos de Aldous Huxley:
Para descargar Literatura y Ciencia (1963) y Un mundo feliz (1932).