Para conseguir detalles sobre la vida familiar de Deodoro Roca –aconsejado por mi amigo Hugo Estrella, cofundador con su madre, la escritora y dramaturga Susana Tampieri, de la Sociedad Humanista-Ética Deodoro Roca– le escribí a su nieto homónimo, Deodoro Roca, coordinador Sub-Regional para América Central de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura / FAO (por sus siglas en inglés, Food and Agriculture Organization).
“Deodorito” –como le llaman– es uno de los dos hijos de Gustavo Roca, con quien tuve el placer de trabajar en 1984 en un proyecto de corta vida, el diario El País. Por entonces yo acompañaba a Aram Aharonian, ex director de la cadena televisiva Tele Sur, en los cierres de aquel matutino. (En verdad, El País era prácticamente el mismo diario La voz de Buenos Aires al que cambiábamos los títulos y agregábamos páginas de información local, a cargo de Gustavo Roca y colaboradores.)
Por entonces yo tenía 20 años y en Editorial Martes S.A., donde tuve mi primer trabajo periodístico de «responsabilidad», ya me había metido en problemas cuando supe y comenté que Marcelo Peñaloza, un misterioso editorialista del diario La voz, y el dirigente montonero exiliado, Mario Eduardo Firmenich, eran la misma persona. Aún recuerdo los semblantes adustos de Raúl Cuestas, Ramón Saadi y (si no recuerdo mal) del Tío Ernesto Ponsati cuando me advirtieron que “nunca más” volviera a relacionar a “El Pepe” con el diario. La verdad, por aquellos años, también era extraña y conflictiva. Por eso, cuando trabajé con Aharonian en El País más me valía ni preguntar quién era Gustavo Roca, director y editorialista del diario.
Por aquellas antigüas razones y por otras más contemporáneas, como la penosa constatación de que en toda la red no hay huellas de su valiosa y valerosa vida, decidí preguntar a su hijo Deodorito por Gustavo, ya que si no podía contar su vida en “200 Argentinos” iba a poder hacerlo en alguna otra parte.
Ya llegamos a esa alguna otra parte. Dedorito es nieto del gran Deodoro Roca (1890-1942), cuya biografía dio pie a este post, y María Deheza (1896-1967). La pareja tuvo dos hijos nacidos en Córdoba: Marcelo (1922-1994?) y Gustavo (8/10/1924-22/12/1991). Ambos fueron abogados y comenzaron sus carreras en 1947-1948. Y ambos recibieron una sólida formación forense en el estudio de su tío, el doctor Carlos Ernesto Deheza, un importante abogado cordobés con quien trabajaron hasta 1959-60.
A continuación, la respuesta de Deodorito a mi pregunta “¿Quién fue Gustavo Roca?”.
Gustavo Roca fue un activo dirigente universitario reformista (FUC, FUA), que estuvo preso durante las huelgas estudiantiles de 1943-44. Mientras estudiaba trabajaba en la biblioteca de la antigua Escuela Nacional de Agricultura de Córdoba. Recibido de abogado a principios de 1948, y pese a trabajar en un estudio prestigioso y sumamente conservador como el del doctor Deheza, defendió presos políticos y sindicales: a antiperonistas bajo el peronismo y a peronistas tras el 55.
En 1956-57 fue también dirigente del diario Orientación, en Córdoba, del que fue director en su última etapa. Ese diario agrupó a mucha gente joven de izquierda de Córdoba y mantuvo una línea de fuerte crítica al gobierno de Pedro E. Aramburu (mucha gente de ese diario o cercana a él apoyó a Arturo Frondizi en 1958 y algunos participaron en el gobierno cordobés de Arturo Zanichelli, 1958-1960). A raíz de las críticas de Orientación al gobierno de la Revolución Libertadora, Gustavo Roca y el subdirector del diario, Luis? Bixio, fueron detenidos y encarcelados bajo el estado de sitio durante un par de meses en Jujuy a fines de 1956, acusados por el SIDE de tener contactos indirectos con Juan Domingo Perón o algo parecido (lo que obviamente era falso). Roca colaboraba desde 1956, junto a quien luego sería su socio profesional, Lucio Garzón Maceda, con los dirigentes obreros de Córdoba que lograron reconstituir la CGT, en particular Atilio López con quien ambos mantuvieron una estrecha amistad hasta el asesinato de Atilio por las Tres A en 1974.
Durante el gobierno de Frondizi, y pese a que muchos de sus viejos amigos estaban en el gobierno, Roca se destacó en la defensa de los presos políticos (en su mayoría peronistas pero también de otras tendencias de la izquierda), en especial durante la vigencia del Plan Conintes y los tribunales militares (1960-61) y en la defensa de los sindicatos obreros en huelga. En 1960, Roca –ya abogado prestigioso, especializado en temas civiles y comerciales pero con cierta celebridad por algunas de sus defensas penales, como el caso del juez Gilly– dejó el estudio del doctor Deheza y estableció su propio estudio junto a Garzón Maceda, para entonces ya destacado laboralista y asesor de los principales sindicatos cordobeses (SMATA, UTA).
En 1960, viajó a Estados Unidos y a Cuba, donde encontró a Ernesto Guevara, a quien conocía de su adolescencia en Córdoba y a Fidel Castro. Defensor desde sus inicios de la Revolución Cubana, fue desde entonces considerado por los militares como un “ideólogo revolucionario”, cosa que en realidad no era. Con un pensamiento sumamente crítico y remiso a toda disciplina política, nunca se afilió a ningún partido u organización política. Apoyando de manera siempre muy crítica a los movimientos de izquierda y a los movimientos obreros y sindicales, mantuvo siempre una irreductible independencia que le valió muchas enemistades, criticas e incluso calumnias tanto en la izquierda moderada como en la izquierda más radical (aparte, obviamente, de las de la derecha y los “políticamente correctos”).
Durante el gobierno de José María Guido siguió defendiendo presos políticos y sindicales y en 1964 asumió la defensa de los guerrilleros de Salta (EGP). Durante la dictadura de Juan Carlos Onganía siguió defendiendo presos políticos, sindicales y estudiantiles (defensa del dirigente estudiantil Abraham Kozak, encartado bajo la Ley Anticomunista de Onganía).
Durante el Cordobazo, junto a Lucio Garzón Maceda, fue muy buscado por los militares que le consideraban uno de los “ideólogos” del movimiento popular, por su cercanía y apoyo a los sindicatos cordobeses (SMATA, UTA, Luz y Fuerza).
Con el desarrollo de los movimientos armados en contra de la dictadura militar de 1966-73, Roca asumió (como muchos otros abogados) la defensa de cientos de presos de la dictadura, tanto de militantes de los movimientos armados como de sindicalistas, obreros, líderes barriales, etc. Esto le valió como a todos ellos un creciente odio por parte de los militares. Encabezó numerosas marchas de protesta por parte de los abogados defensores de los derechos humanos, en particular contra la tortura y la legislación represiva del gobierno militar (leyes de excepción, tribunales especiales como la Cámara Federal en lo Penal de la Nación, traslados a penales de alta seguridad, etc).
En 1971 la casa de su familia sufrió un atentado incendiario inspirado por el mando militar en Córdoba. Con el triunfo de Héctor J. Cámpora en 1973, Roca fue uno de los autores del decreto de indulto del 25 de mayo que liberó a todos los presos, lo que le valió el odio eterno de los jefes militares y el inicio de constantes amenazas, intentos de atentado y persecuciones de parte de los servicios de inteligencia, la policía, las bandas parapoliciales y el Ejército en el período 1974-76, en el que siguió defendiendo presos políticos de las diversas tendencias.
Pese a los intentos de los principales movimientos armados (ERP, Montoneros) de alinearlo e integrarlo entre sus partidarios, mantuvo una irreductible independencia y una aguda crítica política hacia sus políticas y estrategias. El día del golpe de 1976, su estudio jurídico fue asaltado por el Ejército y días después incendiado por orden del general Luciano Benjamín Menéndez, Jefe del III Cuerpo de Ejército.
Toda su familia fue puesta en las listas de buscados por el Ejército, que allanó la casa de su ex esposa y sus hijos, requisó las bibliotecas y desmanes similares a los que se cometieron con tantas personas.
Varios socios de su estudio en Córdoba y en Buenos Aires (Carlos Altamira en Córdoba, Mario Hernández y Roberto Sinigaglia en Buenos Aires), fueron secuestrados y desaparecidos. Roca logró salir de Córdoba y tras varios meses en Buenos Aires, en los que su familia también consiguió salir del país, se vio a su vez obligado a exiliarse. En septiembre de 1976 fue invitado junto a Lucio Garzón Maceda a prestar declaración ante el Congreso norteamericano sobre las violaciones a los derechos humanos en la Argentina, lo que le valió de inmediato un proceso por traición, primero militar y luego en la justicia federal, ordenado por el general Menéndez (quien en una conferencia de prensa le acusó de ser una suerte de monstruo terrorista, fuente de todos los males del país).
Exiliado en España entre 1976 y 1983, en condición de refugiado al haber sido privado de su pasaporte argentino, fue uno de los principales a animadores de la Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU) y redactó junto a Eduardo Luis Duhalde el libro de la CADHU “Argentina, Proceso al Genocidio”, que inició la larga serie de informes detallados sobre los crímenes de la dictadura militar.
A fines de 1983 regresó al país, donde consiguió que se le restituyera su marícula de abogado, de la que había sido privado por los tribunales y los colegiados del foro durante la dictadura y retomó sus actividades profesionales.
En 1984 fue director del efímero diario El País, en Córdoba, pero tuvo serias diferencias con otros asociados por su posición favorable al referéndum que zanjó el conflicto con Chile y sumamente independiente y crítica tanto de la administración Raúl Ricardo Alfonsín como de sus opositores. Su salud, sumada a un creciente desencanto con las claudicaciones de Alfonsín y Carlos Menem frente a los militares y en general al clima político y sociológico de la Argentina post-dictatorial, comenzó a resentirse hacia fines de los 80. En 1990 sufrió un grave accidente cardiovascular que lo tuvo en coma por varias semanas. Aunque se recuperó parcialmente, a mediados de 1992 se le declaró un cáncer, del que falleció el 22 de diciembre de ese año.
Buen orador, tenía una excelente pluma y un gran poder de seducción sobre sus interlocutores.
-Deodoro Roca
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