Carlos da clases de yoga y es escéptico, es decir, no entiende al yoga como una técnica para alcanzar en su interior la esencia divina. Es más bien pragmático, por no decir un poco humanista secular. Es más, él parece haber cultivado una doctrina propia, muy notable por su modo de hablar –por momentos un poco grandilocuente. Despojada de misticismo oriental, su forma de ver esta disciplina es aún más curiosa.
Según esta filosofía –la filosofía de Carlos–, «un cuerpo sano depende del equilibrio entre una alimentación sana, las ganas de comer y, básicamente, las posibilidades de disponer de alimentos. Entre otras cosas», aclara.
Desde luego, Carlos tiene muchos alumnos porque es un buen profesor, aunque la demanda de yoga tiene sus altibajos.
–¿Hay alguna relación entre el interés por tomar clases y las estaciones del año?, pregunté.
Mirá, me dice, a esta altura del año estoy tapado de trabajo. ¿Escuchaste hablar del ayurveda? Dicen que es la medicina tradicional de la India, pero nació en los setenta. Para algunos es un invento del gurú Maharishi Mahesh Yogi, el de Los Beatles –sin u, el otro Yogui es un oso. El tipo creó ese filón que fue Meditación Trascendental e instaló al tema como si fuera una cosa milenaria sin presentar ninguna evidencia de su antigüedad. Es más, muchos creen que seguir una dieta ayurvédica es una especie kriptonita contra virus, bacterias y microorganismos patógenos.
-Bueno –decido colar un bocadillo, ya que el tema no me resulta ajeno–, la calentura de muchos devotos de Maharishi con Deepak Chopra viene de ahí, el tipo choreó la idea de MT® y le agregó algo de chamuyo cuántico. De poco le sirvió el copyright al bueno de Yogi.
El profe habla y yo lo escucho, él sabe; yo sólo conozco.
–Mirá, según los ayurvédicos una “alimentación equilibrada” te resetea o vuelve a equilibrar la energía vital o dosha. ¿Pero no querés, mejor, que te diga mi definición? El ayurveda, mi querido amigo, es lo que me salva la temporada. Por seguir estrictamente esta disciplina, la competencia se pesca todas las pestes. Desde neumonía para abajo. Nunca aprenden. En el verano siguen puteando contra el mercantilismo de los laboratorios, como si la eficacia de los antibióticos dependiera de alguna ideología. Entonces todos, amigos y enemigos, derraman el trabajo que les sobra en mí, que ni siquiera me resfrío porque tomo mucho líquido, vitamina C y si me pesco algo, me mando un Ibuprofeno sin la menor culpa.
Carlos cerró su anécdota con la exclamación que inspiró este post.
–¡Bendito Chopra!
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